El mal menor, de C. E. Feiling
Editorial FCE. 192 páginas. 1ª edición de 1996; ésta es de 2012.
Hace no mucho leí Un poeta nacional (1993) de C. E. Feiling (Rosario, Argentina, 1961
– Buenos Aires, 1997), una novela de aventuras protagoniza por un trasunto del
poeta Leopoldo Lugones. Ya conté que
la había comprado en la librería Lata
Peinada, una librería de Barcelona, especializada en literatura latinoamericana,
que abrió una sede en Madrid. Me llamó la atención ver que, desde tres
editorial diferentes, se estaba rescatando la obra de este profesor
universitario argentino, que a principios de la década de 1990 dejó la docencia
para dedicarse a escribir y a ser periodista cultural, muriendo prematuramente
en 1997 de una leucemia, a la edad de treinta y seis años. El proyecto de
Feiling pasaba por escribir una obra literaria usando moldes de literatura de
género. Algo que se ha reivindicado, con fuerza, desde tiempos más modernos. La
primera novela fue El agua electrizada (1992), que era una novela negra, Un
poeta nacional (1993), una novela de aventuras, El mal menor (1996), una
novela de terror, y murió dejando escrito el primer capítulo de la que iba a
ser su cuarta novela, Los cuatro elementos, una novela
fantástica.
El mal menor se abre con
una cita de Stephen King, lo que se
puede tomar como toda una declaración de intenciones. La novela está formada
por dos grupos de capítulos: los impares recogen la voz narrativa de Inés, una
chica joven que se acaba de mudar a una nueva casa en el bonaerense barrio de
San Telmo, cerca de donde ella y su socio Alberto regentan un restaurante.
Desde el primer momento, la paz de Inés se verá perturbada por una presencia
extraña y terrorífica, una presencia indefinida, que se manifiesta con ruido de
pasos, frío y calor, olores perturbadores, para la que no tiene una explicación
racional; salvo la de que está abusando, tal vez, del consumo de cocaína. Inés,
en la primera persona de sus capítulos, está rememorando estos hechos extraños
que irrumpieron en su vida cinco meses antes.
Los capítulos pares están escritos
por un narrador indefinido y en ellos se habla, principalmente de Nelson
Floreal, un tarotista uruguayo que vive con su madre en Buenos Aires y que se
gana la vida echando las cartas. Nelson Floreal, mientras toma vino en la
puerta de casa con un amigo, puede ver la presencia de «los visitantes»,
espíritus de gente muerta que solo algunas personas, como él y su madre, pueden
percibir. Adela es la madre de Nelson, y una de las doce «arcontes» que
custodian «el cerco», una especie de dique de contención entre el mundo de los
sueños y el de la realidad. Las arcontes suelen ser mujeres y Betty, una de
ella, va a morir en Londres, haciendo que el número de ellas baje de doce.
Adela está tratando de formar a Nelson para que pueda sustituirla. Debido a la
debilidad de las arcontes, un «prófugo» está consiguiendo atravesar el cerco y
hacer acto de presencia en el mundo real. Este prófugo es la presencia que está
atormentando a Inés. Adela lo sabe y enviará a Nelson para contactar con ella y
poder prestarle su ayuda. Era lógico pensar, después de, más o menos, un cuarto
de novela, que los dos personajes principales, Inés y Nelson, iban a tener que
encontrarse.
Inés viaja a Cuba con su novio
Leopoldo. Una única fecha se da en la novela: 7 de junio de 1993. El prófugo,
descubrirá el lector, no dará tregua a Inés aunque se cambie de país. Feiling
no tenía necesitad de situar todo un capítulo de su novela fuera de Argentina,
pero tengo la sensación de que, además de crear una eficaz historia de terror,
también le apetecía hablar del mundo que le rodeaba. De este modo, el capítulo
de Cuba le sirve para mostrar la situación en la isla después de la caída del
Muro de Berlín. Además de alguna crítica a la situación cubana, Feiling también
desliza alguna pulla contra la dictadura de Pinochet: «Francamente, el
aeropuerto de Santiago no me pareció gran cosa; si eso era el milagro económico
chileno, los grandes éxitos de Pinochet se habían limitado al rubro secuestro,
tortura y muerte de opositores.» (pág. 45)
Me suele ocurrir que, cuando de vez
en cuando, leo novelas o relatos de terror (justo con la ciencia-ficción, el
terror fue mi género literario favorito en la adolescencia) más que provocarme
miedo, me provocan (si están bien hechas) una agradable sensación de juego y
felicidad lectora. Es decir, en vez de pasar miedo con el terror, me divierto
con él, que no sé si es el objetivo inicial del autor, pero que para mí, desde
luego, funciona perfectamente y me justifica la lectura. El mal menor es una novela de terror perfectamente montada, pero
diría que Feiling, sabe que va a provocar en sus lectores más diversión que
verdadero terror y, por este motivo, está escrita con mucha ironía y sentido
del humor. Y su empeño irónico y juguetón es premeditado muy por encima del deseo
de crear atmósferas inquietantes, verdadera fuente del terror que se toma en
serio a sí mismo. Además de llevar un restaurante con Inés, Alberto, el amigo
de la universidad de Inés, regenta un videoclub, y esta excusa narrativa le
sirve a Feiling para hablar en la novela, y realizar un homenaje, de muchas de
las películas de terror adolescente de las últimas décadas del siglo XX. El mal menor, con el personaje de Inés,
perseguida por una presencia, puede evocarnos, de una forma directa, a la película
El
ente (1982) de Sidney J. Furie.
Me gustó mucho la novela Nuestra
parte de noche, con la que la también argentina Mariana Enriquez ganó el premio Herralde de 2019. En la novela de
Enriquez, existía una división entre la realidad y la Oscuridad, y había una
serie de personas que podían poner en contacto una parte con la otra. Como
Feiling, Enriquez es también una admiradora de Stephen King (para el que ha
pedido el premio Nobel de literatura), y diría que Enriquez conocía El mal menor cuando empezó a escribir Nuestra parte de noche. Enrique no es
irónica en su novela, sino que se toma el terror mucho más en serio que
Feiling, pero diría que el imaginario de Feiling sí que ha podido ser una
influencia para Enriquez.
Me estaba ocurriendo al ir
finalizando El mal menor que contaba
el número de páginas para llegar a la última y tenía la sensación de que
Feiling no iba a poder acabarla de un modo satisfactorio. Pero estaba equivocado.
El mal menor es una novela
perfectamente medida, y el giro final de las últimas páginas, rompiendo los
esquemas mentales del lector, me ha parecido muy hábil y conseguido. De hecho,
las últimas páginas dejan atrás un tanto la ironía con la que se ha
desarrollado hasta ahora la historia y se adentran en el terror verdadero de un
modo más claro.
Yo he leído El mal menor en la edición de la Serie del Recienvenido, que la
editorial mexicana FDE encargó a Ricardo Piglia, para que realizara en ella
rescates de libros argentinos que considerase valiosos y que hubieran tenido
poco recorrido. Mi edición es de 2012. Ahora mismo existe otra que ha sacado La Bestia Equilátera.
Cuando comenté
Un poeta nacional en mi canal de
YouTube, este vídeo ha sido de los que menos visitas ha tenido en los últimos
meses. Digamos que, pese a su intento de rescate, nadie parece sentir mucho
interés por la obra de Feiling, al menos en España, donde debo ser su único
lector, pero uno debe militar en la religión que cree, que en mi caso es la de
la literatura. En el cuento Vagabundo en Francia y Bélgica, de Roberto Bolaño, el personaje B.
persigue a la sombra del escritor Henri Lefebvre, y el personaje M. le pregunta
por teléfono: «¿Por qué te preocupas por él?»; «Porque nadie más lo hace, dice
B. Y porque era bueno». Estos son exactamente los dos motivos por los que yo
leo a Feiling: porque nadie más lo hace y porque era bueno.
Como argentino yo mismo solo puedo sentir admiración porque reseñes y (más importante) leas a Feiling, David. Es uno de esos artistas o escritores que como, por ejemplo, Marilyn Monroe o Amy Winehouse, gustaría que no hubiesen padecido tanto mal y fallecido a una edad tan temprana, por todo lo bueno que hubiesen podido dar con el tiempo (artísticamente hablando, claro). No he leído el resto de novelas de Feiling pero a por ello iré. Sé que además de narrativa, él posee un libro de ensayos, "Con toda intención", y uno de poemas, "Amor a Roma". ¡Saludos!
ResponderEliminarHola, la semana que viene sacaré la reseña de El agua electrizada. Son tres novelas que merecen la pena. Y sí, es una pena que este escritor muriera tan pronto. Quizás de haber podido seguir sería ahora uno de los escritores vivos más reputados de Argentina. Saludos.
ResponderEliminarHola David. Leí hace unos años El Mal menor en esa colección que dirigía Piglia. En su momento me había gustado bastante. Tengo ganas de releerla, pero como la pila de pendientes siempre parece que crece el lugar de achicarse, lo vengo postergando.
ResponderEliminarNo sé si sabías que el año pasado salió una película basada en la novela, se llama El prófugo. Todavía no la vi, estaba esperando la relectura jaja pero me parece que en estos días la veré.
Saludos desde Mar del Plata.
Hola, no sabía lo de a película, espero que disfrutes de nuevo el libro sin lo relees. Saludos.
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