domingo, 7 de mayo de 2017

La edad media, por Leonardo Cano

La edad media, de Leonardo Cano.
Editorial Candaya. 318 páginas. 1ª edición de 2016.

Ya comenté hace dos meses que leí Autopsia de Miguel Serrano Larraz porque me interesa mucho lo que publica la editorial Candaya y hasta entonces solo había leído, en esta editorial, libros de autores hispanoamericanos y ninguno de un español. La experiencia fue muy positiva. Autopsia me gustó mucho y cuando una tarde me pasé por una librería de segunda mano de mi barrio, porque había visto en Iberlibro que allí vendían un ejemplar de mi novela Los insignes y quería saber (momento paranoide) si era un ejemplar dedicado por mí a alguno de mis amigos (comprobé que no, por fortuna), y vi La edad media de Leonardo Cano (Murcia, 1977), sentí el deseo de comprarla. Y lo hice aun sabiendo que los editores de Candaya me la hubieran mandado a casa si se la pedía. Uno no puede dejar sus viejos vicios fácilmente.

En abril de 2016 coincidí con Leonardo Cano en la librería Alberti de Madrid, el día que se presentaba el libro de relatos Estromboli de Jon Bilbao. En los bares de después, entre un gran grupo de escritores, hablamos sobre la nueva literatura española y la crítica en blogs destructivos. Todos nos reímos mucho; lo pasamos bien.

Había leído bastantes reseñas positivas de La edad media y pensé que, al igual que Autopsia me había resultado un libro generacionalmente muy cercano, era posible que me ocurriera lo mismo con esta otra novela.

Justo antes de empezar a leerla, me acerqué a una entrevista al autor que encontré en internet. En ella, Cano hablaba, entre otras cosas, de su admiración por Mario Vargas Llosa. La pista es importante, aunque realmente no la necesitaba. Si hubiera leído La edad media sin conocer esa entrevista, habría pensado que una de sus influencias más claras era Vargas Llosa. De entrada, la influencia se nota en la estructura: Cano entrelaza en su novela tres historias con estilos narrativos diferentes:

Para empezar, nos encontramos con una voz narrativa que, en primera persona del plural, evoca el pasado de unos compañeros de clase del Juan Bosco, un exclusivo colegio privado de Murcia (el nombre de la ciudad no aparece en la novela, pero sí el nombre de varias calles. Buscando en internet, he comprobado que son calles de Murcia). La narración en plural centra su mirada sobre todo en el hijodelRana (más tarde Gómez), amigo de Fauró y Moya: «Un trío al que realmente no podías parar de meterle pescozones», leemos en la página 7.

La segunda historia nos acerca ‒mediante una tercera persona un tanto fría, pero no exenta de ironía‒ a M, un abogado que trabaja en la Ciudad de la Justicia de Murcia. El propio autor es licenciado en Derecho y trabaja como funcionario en el Ministerio de Justicia, así que el mundo reflejado lo conoce bien y la sensación de realidad de lo narrado (una realidad agobiante y un tanto kafkiana) es absoluta. M es el Moya del Bosco.

La tercera terna narrativa reproduce los mensajes intercambiados en un chat de gmail entre Julia, una chica de veintiséis años, y su novio de treinta Nacho Fauró (el Fauró del Bosco). Normalmente son mensajes intercambiados en horas de trabajo: ella es consultora de Accenture y él trabaja en un banco. Ambos son de Murcia, pero él trabaja en esta ciudad y ella en Madrid. El estilo narrativo reproduce la oralidad de una charla de novios que escriben robándole tiempo al trabajo. Así que aquí aparecen emoticonos, faltas de ortografía, erratas y puntuaciones deficientes. La sensación de realidad está muy lograda.

Las tres narraciones se van dando paso, mientras que lo contado a través de ellas avanza de forma lineal. Hacia el final de la novela, algunos de los exalumnos del Bosco han quedado a través de Facebook para verse después de quince años de finalizar su paso por el colegio. Así que, en la actualidad de la novela, los protagonistas tienen unos treinta y tres años, la «edad media» que sugiere el título.

Me ha resultado curioso constatar los puntos en común que tienen estas dos novelas de Candaya: tanto Autopsia como La edad media indagan en los recuerdos adolescentes de los años noventa, unos recuerdos en gran parte de violencia (una violencia que en el caso de Cano, al evocar las relaciones que se establecían en el Bosco, recuerda a la del Vargas Llosa de La ciudad y los perros), que han llevado a sus protagonistas a una escéptica mirada sobre su realidad actual. Además, ambos emplean el recurso de forzar el encuentro de las personas evocadas en sus recuerdos por medio de una reunión organizada a través de Facebook.

Posiblemente, el tema central de La edad media es el de las expectativas que nos hacemos sobre la vida en la adolescencia y cómo estas son desbaratadas por el paso del tiempo. Parece complicado que alguien sueñe a los catorce o dieciséis años con ser ingeniero, médico o abogado (profesiones que parecen dirigidas por la insistencia familiar), además de con ser popular en el instituto, cuando, precisamente, alcanzar las notas necesarias para llegar a las carreras mencionadas juega, en la mayoría de los casos, en contra de la popularidad adolescente. A este respecto me ha gustado la sutilidad con que se muestra la mirada de Fauró al conservar con Julia: ésta, más joven que él y más ambiciosa, cree en la valía laboral de las personas con las que se cruza en su empresa y en otras; Fauró, en cambio, señala que ha visto que muchos de sus compañeros del colegio, que tuvieron que repetir curso y estudiar en universidades privadas porque no les llegaba la nota para las carreras más deseadas en la educación pública, ahora son profesionales de primera línea, y supone que habrán llegado ahí haciendo valer sus contactos, y que cualquiera puede aprender un trabajo normal (en un banco, por ejemplo) si alguien se lo enseña y pone atención.

El kafkiano M de la segunda historia se siente frustrado por ser sólo un funcionario interino y tener que vivir en casa de su familia y conducir el coche de su padre. Su mirada herida sobre el mundo del dinero moverá la trama hacia su desenlace (no quiero adelantarlo).

Quizás, la parte que más me ha gustado de las tres ha sido la de la adolescencia de los personajes en el Bosco. Me ha hecho pensar en mi propio pasado y recordar un mundo de música, de marcas de ropa y referentes, que en gran medida había llegado a olvidar.
Durante bastantes páginas leí la segunda historia (M en el juzgado) y la tercera (el chat entre Julia y Fauró) como si fueran simultáneas en el tiempo, pero no es así: la tercera narración es anterior a la segunda y además acaban estando entrelazadas. Lo cierto es que el trabajo estructural de la novela está muy logrado.


La edad media es la primera novela publicada por Leonardo Cano, pero me queda claro que no es la primera que escribe. Es una novela muy madura que, mediante un cuidado despliegue de diversos recursos técnicos, habla con una incisiva mordacidad sobre el presente y el pasado de los nacidos en la década de 1970. La voz narrativa de Miguel Serrano Larraz en Autopsia me resultó más cercana y conmovedora que la de Leonardo Cano en La edad media. Este último ha elegido hacer una novela guardando más las distancias con los temas narrados, pero igualmente eficaz y perturbadora. Un gran debut.

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