jueves, 19 de febrero de 2015

Grietas, un poema de El bar de Lee

Dejo hoy aquí un poema de El bar de Lee, que creo que nunca había mostrado en el blog. Es el cuarto poema de los dos poemarios que componen el libro (el primero, Móstoles era una fiesta, es de 1998, y el segundo, El calvo del Sonora, es de 2008).
Es un poema de 1998. Ha llovido ya, pero ahí está ya mi obsesión con un escritor como Gesualdo Bufalino, o bien el deseo de vivir dentro de una novela.




GRIETAS

                                Las heridas cicatrizan pero
                                                         las cicatrices crecen con nosotros.
                                                                    Stanislaw Jerzy Lec                                                 
                     
Sutura en el cemento, sonríe el barro
descabezado con labios finos.
Sus grietas son las mismas que hace doce años,
cremalleras en la pista de baloncesto. Mis brazos arqueados
se van cubriendo de fardos. Sostienen el aire,
Atlas bajo un mundo hueco, estibador
 de naranjas en redes sin fondo.

Doblado para escupir, camino de la fuente,
un sabor hipocondriaco quema mi garganta, dulce.
Escupo en un pañuelo, imito a Gesualdo Bufalino
en Perorata del apestado. Buscando mi peste negra.
Doblado recapacito: la naturaleza imita al arte
rendija de luz bajo la puerta
grieta de labios finos
                                    costurón en la naturaleza.

Dejo el juego. Comienzo a andar.
Observo el deportivo ámbito de las edades.
Recojo mi balón. Mi abuela
me lo regaló en mi décimo segundo cumpleaños.
Ella murió hace dos años, un cáncer.
En la cama de un hospital, donde ya no reconocía aquel rostro
que me cuidaba en la niñez
y yo quería ser tan alto como mi tío (su hijo).
Un cáncer. En la cama de un hospital.

Ya no se puede jugar con ese balón, sólo es
una coartada, una esfera social, una excusa
para abordar la pista sin las manos vacías.
Palpo su piel gastada, sus costuras rotas
y tratando de escapar su cámara negra
de goma
                  como un alma
                  como las tripas de un estratega reventado
                  como una peste negra.

Las grietas ya no son las mismas que hace doce años.
                                                                              

                                                                               18-2-98.

2 comentarios:

  1. Tiene una cualidad sinestésica muy potente, casi puedo sentir las grietas y las costuras del balón.

    Abrazo,
    Sonia

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    Respuestas
    1. Hola Sonia:

      Muchas gracias por leer el poema.
      Lo que quería yo a aquel balón. No tirarlo era una cuestión más sentimental que práctica.

      Abrazo
      David

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