Jesús Artacho (Málaga, 1986) mantiene un blog, principalmente de
reseñas literarias, llamado El cuaderno rojo (ver AQUÍ). Gracias
a la interconexión de nuestros blogs nos conocemos en la distancia. Hace algo
menos de un año me envió uno de sus últimos relatos, titulado Bolaño
estuvo aquí. Un relato con varias voces narrativas, un homenaje al autor
chileno al que los dos admiramos, que me gustó leer; y que me pareció trabajado
y maduro, como le hice saber. Después me mandó el Word de un libro de relatos
que estaba dando por finalizado por esas fechas y le hice algunos comentarios
sobre sus cuentos, lo que ha motivado que mi nombre aparezca –entre los de
otras personas- en los agradecimientos finales que hace el autor al terminar El
rayo que nos parta.
Cuando empezaba este nuevo curso
2013-14 (como buen profesor mido la vida por cursos académicos y no por años),
Jesús y yo nos cruzamos emails e intercambiamos libros: yo le envié mi novela Acantilados
de Howth, de la que él hizo una reseña en su blog (ver AQUÍ) y el me
hizo llegar su libro de relatos.
El rayo que nos parta está formado por veinte composiciones, de muy
diversa extensión, estilo e intencionalidad. Al final del libro Artacho -como
un personaje de Bolaño, un cazarrecompensas del cuento Sensini- hace recuento de
los premios que estos relatos han ganado. Gracias a esta enumeración de galardones,
podemos percatarnos de que este volumen contiene relatos compuestos entre 2006
(o antes; en 2006 fue cuando ganó un premio) y 2013. Es decir, si tenemos en
cuenta que Artacho ha nacido en 1986, hay aquí relatos escritos desde que tenía
20 años (o menos) hasta los 27 (o menos). Con el dinero ganado en estos
premios, Artacho decidió autoeditarse este libro; que cuenta con una portada y
una calidad de papel superior a lo que uno se espera de una autoedición.
Como es lógico, los cuentos que
un aprendiz de escritor de 20 años escribe suelen ser homenajes a los autores
que admira. Así el primer cuento, titulado Phillies, el que está fechado más
tempranamente (2006), parece un claro homenaje a Raymond Carver. En él, un adolescente nos habla de su padre a través
del cuadro de Edward Hooper que
tiene colgado en su papelería. Este cuento se lee con agrado, aunque quizás la
distancia entre la historia contada y la sugerida sea tan amplia que el lector
se quede con demasiados interrogantes.
Si el primer cuento era un
homenaje al llamado “realismo sucio” norteamericano, el segundo, Todo
en la mente, abre un nuevo camino compositivo: el relato fantástico,
bastante presente en este volumen, y que presumiblemente parece de estirpe
cortazariana.
El cuento que da título al libro,
El
rayo que nos parta, una historia de amor que transcurre en una
decadente gasolinera al borde de una carretera poco transitada, también de
estilo norteamericano clásico, quizás adolece del problema contrario al
comentado en Phillies: aquí casi no
hay distancia entre la historia contada y la historia oculta, y el relato, pese
a su acertado estilo lírico, es demasiado estático y Artacho nos explica casi
todo lo que pasa por la mente de la protagonista sin dejar que sea el lector
quien lo adivine.
El cuento más largo del libro (40
páginas) es un homenaje a Paul Auster,
ya que se trata de un cuento policial metafísico. Se titula Laberintos
y en él se cruzan detectives y escritores que van cambiando de identidad. Este
cuento hace pensar que en el futuro Artacho tomará la decisión de embarcarse en
la escritura de una novela, porque aquí el desarrollo de tramas y personajes
estaba más desarrollado que en las otras composiciones.
Y si acabo de hablar del cuento
más extenso del conjunto, el que hace pensar en las dotes de Artacho como
futuro escritor de novelas, voy a hablar ahora del gusto de este autor por el
microrrelato. En este libro hay incluso un microrrelato de una línea que en realidad es una greguería ramoniana; se
titula precisamente Greguería y dice así: “La j es una i recibiendo un soborno.”
Me gusta más un microrrelato algo
más largo. Lo trascribo aquí:
Morir es
cosa seria
Tan pronto
como el suicida se subió al árbol, los doce compañeros de clase decidieron que
era el momento de salir del escondite para contemplar de cerca la escena. Él
fingió no verlos, sacó del bolsillo una soga resistente y lo preparó todo para
evitar fallos de última hora.
Pero no
sabía muy bien cómo ni dónde hacer los nudos. Era un suicida sin experiencia
como todos pero bastante torpe, hasta el punto de provocar la risa. Además le
fastidió sobremanera que entre sus compañeros no cundiese el pánico, que
llegasen al extremo de troncharse de risa cuando era obvio que él estaba a
punto de hacer algo muy serio.
Al comprobar
que el drama que tenía preparado había degenerado en simple comedia, el suicida
saltó del árbol, tiró con rabia la soga y se alejó corriendo de allí.
Creo que el cuento que más me ha
gustado del conjunto es el titulado Huete, un relato surrealista, que
parece reflejar el estado de ánimo de un depresivo y donde se deja sentir la
influencia de Franz Kafka, al igual
que en otras composiciones, y yo diría que también la del escritor uruguayo al
que los dos tanto admiramos: Mario
Levrero.
Como ya le comenté en su momento
a Jesús Artacho, el cuento Bolaño estuvo aquí, que está escrito
con posterioridad a los cuentos recogidos en El rayo que nos parta, me parece un relato de una madurez
compositiva superior a los relatos de este volumen. Y es lógico y positivo que
sea así. Un escritor de poco más veinte años, con una acertada seguridad de
estilo (las frases nunca están sobrecargadas de adjetivos o no hay que leerlas sufriendo
retorcimientos mentales, dos de los errores más comunes en los que caen los
escritores primerizos y que Jesús Artacho tiene totalmente superados) aún tiene
mucho camino por delante para encontrar una voz narrativa propia.
Es ficción literaria de la buena, algo que se echa bastante en falta en el panorama literario del país, que parece que ha encontrado el filón en un molde de novelitas negras y demás. Yo también tuve ocasión de leer Bolaño estuvo aquí y me pareció muy bueno. Para mí es muy positivo ver a alguien tras el texto, alguien que se expone y que no tira de patrones anque tú das la clave, es un escritor joven y tiene mucho por delante. Un abrazo, David.
ResponderEliminarHola Yossi:
EliminarMe alegro de que te gustara tanto el libro de Jesús. Nos quedaremos esperando lo próximo de él.
un abrazo
David