miércoles, 18 de septiembre de 2013

Juan Luis Panero, unos poemas (en memoria)

Me acabo de enterar hoy, gracias a facebook, de que el pasado lunes murió el poeta Juan Luis Panero. Era mi poeta favorito. Si no hubiera sido porque descubrí su libro Poesía Completa es posible que nunca hubiese escrito poesía ni que me hubiese convertido en un moderado lector de poesía. 
Llevaba años esperando que se publicara un nuevo libro suyo. En alguna entrevista leí que estaba escribiendo nuevos poemas después de Enigmas y despedidas -su último libro publicado, y esto fue en 1999. Espero que se publiquen esos poemas en un libro póstumo.

Abro al azar Enigmas y despedidas y me encuentro con este poema. Me quedo de piedra:

DIALOGAR CON LA MUERTE 

En medio de un sueño entrecortado, 
sudor y calmantes, las destempladas horas de un hospital, 
escucho una voz que anuncia: 
El poeta cubano Gastón Baquero ha muerto. 
Y sigue el sueño inquieto, luces y sombras, 
«Por todas partes llegan noticias de la muerte». 
Al día siguiente en el periódico las frases rituales, 
tristes tópicos para llenar el vacío. 
Sin embargo, en la cama, mirando el blanco techo, 
sin más oficio que dialogar con la muerte, 
no son llantos ni pésames los que me llegan 
sino tus carcajadas, las risas de otro tiempo. 
No hay lugar para el dolor, ni siquiera sorpresa, 
sólo el mundo de magia donde siempre habitaste 
y que nos regalabas, generoso con todos. 
«El alambrista recorre de lado a lado lo más alto del circo 
y aplaude la multitud», 
y también yo te aplaudo y la bella Nefertiti 
y el mendigo en la noche vienesa 
[y los gitanos y el viento de Trieste 
(que repetía extrañas canciones al amanecer) 
y Marcel Proust y Manuela Sáenz, 
todos aplaudimos tu respirada alegría, 
la deslumbrante soledad que te acompañaba: 
«Parece que estoy solo, 
pero llevo en derredor un mundo de fantasmas». 
Ahora ya has encontrado, por fin, a tus fantasmas 
y «el frío de la tumba recién cavada», 
y tantas otras cosas que nos seguirás contando 
cada vez que alguien abra tus páginas 
como hago yo esta tarde y tenga entre sus manos 
rosas y cenizas, artificio y pasión, 
en la cárcel del tiempo las palabras de un mago. 


Ya escribí en el blog una entrada sobre él. Como pequeño homenaje, he decidido rescatarla:

Descubrí su libro Poesía completa (1968-1996) en la biblioteca del pueblo de la sierra madrileña donde he pasado la mayor parte de los verano de mi infancia, adolescencia y juventud: Collado Mediano. Tenía unos veintidós años y no era lector de poesía. Creo que arrastraba el mismo complejo ante la poesía que la mayoría de personas de este país: la poesía es algo incomprensible que te obligan a estudiar en el colegio y que no tiene nada que ver conmigo. En la biblioteca, a la que subía por las tardes a leer (prosa) o escribir (prosa), hojeaba este libro y leía poemas al azar. Lo que leía era perfectamente comprensible y me emocionaba mucho leerlo. Me dejaba helado y me golpeaba con la fuerza de la mejor literatura. Al volver a Móstoles compré el libro y aunque durante el día seguía leyendo prosa, por las noches, antes de acostarme, leía unos cuantos poemas de esta Poesía completa, que con el tiempo se ha convertido en uno de los libros de mi vida. Un libro que me condujo a hacer algo que de adolescente, cuando era un lector de ciencia-ficción y terror -y soñaba con ser un escritor de ciencia-ficción y terror- nunca pensé que ocurriría: a escribir poesía. 
Hasta ahora he escrito cinco libros de poesía, y creo que Juan Luis Panero me mostró el camino de mi propio estilo: poemas largos y narrativos.

Gracias, Juan Luis Panero.



Dejo aquí algunos de mis poemas favoritos:
Al abrir la Poesía completa nos encontramos con el poema Memoria de la carne; después de él sólo se puede seguir leyendo el libro:

Memoria de la carne

Por la noche, con la luz apagada,
miraba a través de los cristales,
entre los conocidos huecos de la persiana.
Como un rito o una extraña costumbre,
la escena se repetía, día tras día,
igual siempre a sí misma.
Frente a frente, su ventana,
la veía aparecer y bajo la tenue claridad de la luz,
lentamente, irse haciendo desnuda.
Sus ropas caían sobre la silla,
primero grandes, luego más pequeñas,
hasta llegar al ocre color de su cuerpo.
Andando o sentada, sus movimientos tenían
la inútil inocencia del que no se cree observado
y la imprevista ternura del cansancio.
Cuando todo volvía a la oscuridad,
los apresurados golpes del corazón
se aquietaban, con una sosegada prontitud.
De quien así ocultamente deseé,
nunca supe su nombre
y el romper de su risa es aún el vacío.
Sin embargo, allí, en la perdida frontera de los catorce años
por encima del Latín imposible
y de los misteriosos números de la Química,
el temblor detenido de mis manos,
la turbia fijeza de mis ojos sobre ella, permanecen,
dando fe de aquel tiempo, memoria de la carne.


Epitafio frente a un espejo

Dura ha de ser la vida para ti,
que a una extraña honradez sacrificaste tus creencias,
para ti, cuya única certidumbre es tu recuerdo
y por ello, tu más aciaga tumba.
Dura ha de ser la vida, cuando los años pasen
y destruyan al fin la ilusa patria de tu adolescencia,
cuando veas, igual que hoy, este fantasma
que tiempo atrás te consoló con su belleza.
Cuando el amor como un vestido ajado
no pueda proteger tu tristeza
y motivo de burla, de piedad o de asombro,
a los ojos más puros sólo sea.
Duro ha de ser para tu cuerpo ver morir el deseo,
la juventud, todo aquello que fuiste,
y buscar sin pasión tu reposo
en la sorda ternura de lo débil,
en la gris destrucción que alguna vez amaste.
«Es la ley de la vida», dicen viejos estériles,
«y nada sino Dios puede cambiarlo», repiten,
a la luz de la noche, lentas sombras inútiles.
Dura ha de ser la vida, tú que amaste el mundo,
que con una mirada o una suave caricia soñaste poseerlo,
cuando la absurda farsa que tú tanto conoces
no esté más adornada con lo efímero y bello.
Dura ha de ser la vida hasta el instante
en que veles tu memoria en este espejo:
tus labios fríos no tendrán ya refugio
y en tus manos vacías abrazarás la muerte.


Un año después de ya no verte
                                                       Corrido mexicano

                  Este es el corrido del caballo blanco
             que en un día domingo feliz arrancara.
                                                 José Alfredo Jiménez

Olor de solitario y soledad, cama deshecha,
cegados ceniceros en esta tarde de domingo,
helado soplo de noviembre en el cristal
y un vaso medio lleno de cansancio.
Te escribo por hacer algo más inútil aún
que pensar en silencio o imaginar tu voz,
o escuchar una música herida de recuerdos,
o pedir al teléfono un absurdo milagro.
«Este es el corrido del caballo blanco
que en un día domingo feliz arrancara.»
Este es el corrido pero nadie canta
y un muerto con mi nombre, vestido con mis trajes,
me saluda y observa por los cuartos vacíos,
me mira en la distancia como si fuera un niño
y acaricia en sus dedos un rastro de ternura.
Sobre su frente inmóvil va cayendo tu nombre
y humedece sus labios una lluvia perdida.
Olor de soledad y humo de aniversario
mientras busco, dolorosamente trato de recordar,
tus dos ojos insomnes con su vaho de mendigo,
devorando su luz, ahogando su locura.
Tus dos ojos como picos de presa que se clavan
y rasgan y desgarran la piel de nuestro amor.
Soplo de embriagado recuerdo, agria melancolía
rescoldo que tu lengua aún enciende
en estas horas de strip-tease solitario
en que celebro en tu derrota todas las derrotas.
Un año después y tu pelo, tu largo pelo
ardiendo desbocado entre mis manos,
clavado para siempre en esta almohada,
recorriendo esta casa, sus rincones y puertas,
como un viento insaciable que buscase su fin.
Un año después de ya no verte,
definitivamente talando en tu memoria,
qué real sigues siendo, qué difícil herirte.
La sosegada certidumbre de esta mesa en que escribo
puede tener la pasión estremecida de tu piel
y la ropa que el sillón desordena
puede ahora ocultar el temblor de tus pechos.
Sobre tu sexo abierto y tus muslos de arena,
sobre tus manos ciegas que persiguen la noche,
qué triste es el cuchillo, qué aciaga su hoja.
Un muerto con mi nombre y mis uñas mordidas,
un cadáver grotesco, me dicta estas palabras,
me señala en los cuadros, en la pared manchada,
el destino de hoy, de este día cualquiera,
al borde de mi vida, al borde del invierno,
al borde de otro año que empieza con tu ausencia,
al borde de mis ojos y tu voz que ahora escucho.
Un año después de ya no verte,
mientras te escribo, odiando hasta la tinta,
en esta tarde de noviembre, olor de solitario y soledad,
helado soplo en el cristal vacío. Un muerto.


Un étranger

Produce cierta melancolía,
una tristeza decadente -literaria sin duda-
como algunas canciones de entreguerras
o páginas perdidas de Drieu La Rochelle,
ver a un hombre solo, apartado y distante,
en la barra de un bar con decorado internacional.
En esa imprecisa edad, tan imprecisa como la luz del ambiente,
en que ya no es joven ni viejo todavía
pero lleva en sus ojos marcada su derrota
cuando con estudiado gesto enciende un cigarrillo.
Las muchas canas y las muchas camas,
un indudable estómago que la camisa inglesa apenas disimula,
el temblor, no demasiado visible, de su mano en un vaso,
son parte del naufragio, resaca de la vida.
Un hombre que espera ¿quién sabe qué?
y aspirando el humo, mira con declarada indiferencia
las botellas enfrente, los rostros que un espejo refleja,
todo con la especial irrealidad de una fotografía.
y es aún, algo más triste, un hondo suspiro reprimido,
ver al fondo del vaso -caleidoscopio mágico-
que ese hombre eres tú irremediablemente.
No queda entonces sino una sonrisa: escéptica y lejana,
-aprendida muy pronto y útil años después-
de un largo trago acabar la bebida,
pagar la cuenta mientras pides un taxi
y decirte adiós con palabras banales.

7 comentarios:

  1. El otro día leí la noticia en un obituario muy sentido que le dedicó La Vanguardia. No conocía nada de su obra hasta hoy en que una vez leída la selección de tu post me doy cuenta de que era mejor de lo en un principio pensaba; poemas muy potentes todos ellos por escoger uno me quedo con el corrido mexicano "Un año después de ya no verte"...
    Por cierto, por lo visto se llevaba a matar y morir con su hermano Leopoldo; me pregunto que extraños pensamientos-sentimientos habrán acudido a su mente, a su corazón...

    Saludos, David.-

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    1. Hola Krust:

      Te aseguro que el libro de Tusquets Poesía completa de Juan Luis Panero es un libro magnífico. SOn 5 libros de poesía, y luego Tusquets sacó uno más.

      Sí, no sé por qué pero los hermanos se llevaban mal. Una vez pude conversar un poco con Leopoldo María, y no sabía eso, y le dije que me además de su obra me gustaba mucho la de Juan Luis y casi echa espuma por la boca Leopoldo.

      Saludos

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    2. Hola David,

      Vuelvo por aquí para llevarme, con tu permiso, y darle la difusión que merece el corrido mexicano de Panero. Intentaré conseguir la recopilación completa de Tusquets que recomiendas (hace un tiempo me encabezoné en conseguir la de Pizarnik y no paré hasta que lo encontré en una de las bibliotecas que frecuento, espero tener la misma suerte...). Ojalá fuese más sencillo encontrar este tipo de obras malditas, con alguna de ellas cuesta un mundo dar con ellas, no hay manera de encontrarlas, por ejemplo "Marihuana para los pájaros" de Raúl Núñez...

      Venga, hasta otra.-

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    3. Hola Krust:

      Por supuesto, toma ese poema y cualquiera de los de aquí. Ninguno de estos lo he tecleado yo. Los he tomado de la red. Te dejo un enlace de un lugar donde hay más:

      http://www.taringa.net/comunidades/lalechuza/2690996/Literatura-Juan-Luis-Panero---Aspirando-a-la-decadencia.html

      Espero que encuentres el libro de Panero. Merece realmente la pena; lo digo en serio: es uno de los libros de mi vida.

      Si te interesa el de Marihuana para los pájaros, dímelo y les escribo un correo a los editores de Baile del Sol, para ver si les queda alguno.

      saludos

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  2. Leí por primera vez a Juan Luis Panero no hace mucho, aquel par de poemas me gustaron tanto que me dije a mí mismo que no serían los únicos que leyera de este autor. Un poco tarde y a través de ti he cumplido mi palabra y he podido disfrutar de su exquisita tristeza tanto más cuando se recrea con la ruptura y el desarraigo o se acerca a la muerte.

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    1. Hola F. E.:
      Espero que te acerques en algún momento a sus obras completas, que contienen poemas de un gran nivel. Una obra memorable.

      Gracias por pasarte por aquí.
      Saludos

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