domingo, 24 de septiembre de 2023

Literatura infantil, por Alejandro Zambra

 


Literatura infantil, de Alejandro Zambra

Editorial Anagrama. 226 páginas. 1ª edición de 2023

 

Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975) es uno de mis narradores latinoamericanos actuales favoritos. He leído casi todas sus novelas y libros de cuentos. Después de la publicación de la gran novela que era Poeta chileno (2020), tenía curiosidad por la siguiente obra del escritor chileno. Cuando vi que la editorial Anagrama anunciaba la publicación de Literatura infantil (2023) se la solicité para poder leerla y reseñarla y ellos, muy amablemente, me la enviaron.

 

La primera parte de Literatura infantil empieza con una  enumeración de capítulos en apariencia extraña: del 0, se pasa al 1, al 14, al 25, al 31… Estos números marcan los días de vida de su hijo Silvestre y, por tanto, el capítulo 0 se corresponde con el del día del nacimiento. «Contigo en brazos, por primera vez aíslo, en la pared, la sombra que formamos juntos. Tienes veinte segundos de vida.», estas son las primeras palabras del libro. La autoficción no es algo nuevo en la obra de Zambra; en muchas de sus narraciones, este autor juega a diluir los límites entre narrador y personaje. En este nuevo libro, el narrador principal (ya veremos que no siempre) es el propio Alejandro Zambra y habla de su hijo Silvestre y de su mujer Jazmina con sus nombres reales.

El lector se adentra en las páginas de Literatura infantil como si estuviera accediendo al diario de notas de un escritor que admira, donde éste reflexiona sobre su nueva experiencia de ser padre por primera vez a los cuarenta y dos años, y no, por ejemplo, a los veinticuatro años, como en la generación de sus padres.

«He conocido a hombres que ejercen la paternidad con lucidez, humor y humildad, pero también he visto a amigos queridos, que parecían tener el corazón bien puesto, alejarse de sus hijos para entregarse a la recuperación desesperada y caricaturesca de su juventud. Y también abundan quienes enfrentan la pulsión de la muerte agobiando a los niños a punta de misiones y decálogos, con la explícita o velada intención de prolongar a costa de ellos sus sueños interrumpidos.», escribe Zambra en la página 15, después de comentar una cita del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro sobre la paternidad.

También abundan las reflexiones sobre las nuevas formas de asumir la paternidad por parte de los hombres (a las que podríamos llamar «nuevas masculinidades»), en contraposición a las formas de las generaciones anteriores, «Nuestros padres intentaron, a su manera, enseñarnos a ser hombres, pero no nos enseñaron a ser padres. Y sus padres tampoco les enseñaron a ellos. Y así.» (pág. 16)

 

Una reflexión bonita surge alrededor de la palabra «infantil» que, nos dice Zambra, en muchos casos, y al menos en Chile, es pronunciada como un insulto o de forma condescendiente. A este respecto, escribe: «Toda la literatura es, en el fondo, infantil. Por más que nos esforcemos en disimularlo, quienes nos dedicamos a escribir lo hacemos porque deseamos recuperar percepciones borradas por el presunto aprendizaje que nos volvió tan frecuentemente infelices.» (pág. 18). Al final la literatura viene a ser, nos dice el autor, una forma de recuperar aquellos primeros cuentos de la infancia que nos leían nuestros padres.

 

«Durante siglos la literatura ha evitado el sentimentalismo como a una peste. Tengo la impresión de que hasta el día de hoy muchos escritores preferirían ser ignorados antes de correr el riesgo de ser considerados cursis o sensibleros. Y es verdad que a la hora de escribir sobre nuestros hijos, la felicidad y la ternura desafían nuestra antigua y masculina idea de lo comunicable.» (pág. 22). En este sentido, Zambra reflexiona sobre que en la literatura existe mucha más tradición de cartas al padre (cartas normalmente tristes y rencorosas), que cartas al hijo; en principio, más celebrativas y alegres. Y esto es lo que él se ha propuesto en este libro. Escribir una carta al hijo, que éste habrá de leer en el futuro, cuando tenga edad para ello. De este modo, esta primera parte está escrita en segunda persona, como un mensaje al hijo, que es el verdadero receptor de este texto.

Sin embargo, ya dentro de esta primera parte, escrita principalmente en segunda persona, hay capítulos escritos en primera persona, como uno en el que para combatir el dolor que le producen a Zambra las migrañas en racimo, un amigo le pasa al autor un hongo, conocido como pajarito, que mitiga esos dolores. Zambra se excede con la dosis y este capítulo, sobre un viaje alucinógeno, acaba siendo uno de los más divertidos del libro. Como es habitual, el humor ligero y tierno de Zambra es un rasgo de estilo destacable en Literatura infantil.

 

En Tiempo de pantalla la persona pasa a ser la tercera y aquí se hablará de la relación del hijo con la pantalla del televisor, que será inexistente, en contrario con la infancia en Chile del protagonista. No he comentado que Zambra y su familia viven en Ciudad de México, y que, además, en el tiempo narrativo se irá incorporando el tema del encierro, y sus consecuencias (sobre todo en un niño de tres años), por la pandemia mundial de corona virus.

 

En la página 66 nos encontramos un apunte que me ha llamado la atención. Zambra escribe «Trato de volver a la novela en la que trabajo». Por las fechas, me imagino que está hablando de Poeta chileno. En este momento, el lector puede tener la sensación de que el principal trabajo literario de Zambra, durante los años de los que está hablando en este libro, es la elaboración de Poeta chileno, su novela más larga hasta la fecha. Y que, por tanto, Literatura infantil es una obra secundaria o menor, elaborada a través de apuntes de diario sobre la paternidad.

Sin embargo, no va a ser esta la sensación con la que el lector, o al menos el lector que soy yo, acabe este libro, porque, lo digo desde ya, me ha parecido una obra destacada dentro de la gran obra de Zambra.

 

En la página 101 empieza una segunda parte, con el texto Garabatos que es un cuento de casi treinta páginas, donde los protagonistas son dos niños chilenos de once años, y que habla de su amistad. Garabatos es un cuento a la altura de las mejores piezas de Mis documentos, el libro de cuentos de Zambra.

 

Rascacielos habla de la mala relación de un hijo de veinte años con su padre, y de la forma en la que una discusión lleva al hijo a dejar la casa paterna. También es una historia de amor. Un buen relato.

 

Introducción a la tristeza futbolística es, posiblemente, el texto más divertido (y también melancólico) del libro. Trata sobre un joven, que se puede identificar con Zambra, que para salir con una chica ha de fingir ante ella que no le gusta el fútbol, aunque esto no es cierto. Y los quiebros que ha de hacer para ver los partidos son tomados por ella como sospechosas infidelidades. Zambra llama a este texto, y a otros del libro, «ensayo» y no relato. Un rasgo muy interesante de su construcción es que algunos de sus personajes leen las páginas que ha escrito Zambra y opinan sobre ellas, y esto se incorporará al propio material del relato. También es un texto sobre las relaciones entre padres e hijos y esa «tristeza futbolística» se marca como metáfora de la escasa muestra de sentimientos de los hombres de la generación del padre de Zambra, cuyas mayores manifestaciones sentimentales se daban cuando su equipo ganaba o perdía.

Este tercer cuento entronca de forma directa con la primera parte del libro porque vuelve a aparecer en él el hijo de un narrador escritor llamado Zambra.

 

El cuarto relato es Cogoteros de ojos azules y en él Zambra reflexiona sobre una historia de su adolescencia: a los quince años, él y su padre fueron asaltados por unos ladrones y Alejandro defendió a su padre de uno de ellos. La historia es sencilla, pero la anécdota le sirve al autor para reflexionar sobre temas como el racismo o, de nuevo, las relaciones paterno filiales. «¿Estás escribiendo sobre mí? ¿De nuevo? ¡Hasta cuándo! -me dice mi padre.», leemos en la primera página.

 

En Lecciones tardías de pesca con mosca Zambra junta, de forma más intensa esta vez, a las tres generaciones Zambra: al abuelo, a él y a su hijo. El abuelo llama por vídeo llamada, los domingos por la mañana desde Santiago para hablar con su nieto, en Ciudad de México, e invitarle a pescar con él, una afición que ya quiso compartir con el narrador y por la que este nunca se interesó. Es un relato muy bello sobre las relaciones entre padres e hijos, donde, de nuevo, los diferentes personajes pueden leer lo escrito del relato y su lectura se incorpora al texto como material del relato.

 

El libro acaba con el texto Recado para mi hijo; y aquí se recupera la segunda persona para conversar con el hijo, que ahora ha empezado a leer por sí mismo y se adentra en una novela infantil de Juan Villoro. Es un texto más corto que los anteriores y actúa como emotivo broche final.

 

Como ya adelanté más arriba, empecé leyendo Literatura infantil como si se tratase de un libro menor de Alejandro Zambra, compuesto con textos de apuntes que tomaba sobre la paternidad, mientras elaboraba la ambiciona y conseguida novela que es Poeta chileno, y he acabado pensando que Literatura infantil es una obra bellísima y que entra con derecho propio entre las más emotivas y logradas de su autor.

2 comentarios:

  1. Excelente reseña, David, como todas las tuyas. Y más en esta ocasión al tratarse de un autor latinoamericano (¡con lo que a ti te gusta esa literatura!).
    Yo leí el libro en julio y lo tengo reseñado en mi blog . También me encantó. Me parece una de las mejores lecturas que he hecho este año.
    Un saludo

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  2. Hola, Juan Carlos: me alegro de que te gustara el libro. Grabé un vídeo para mi canal, hablando de toda la obra de Zambra, a ver si lo publico pronto. Saludos.

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