domingo, 6 de septiembre de 2020

EL sueño eterno, por Raymond Chandler

El sueño eterno, de Raymond Chandler

Editorial Debolsillo. 363 páginas. 1ª edición de 1939; Ésta es de 2019.
Traducción de José Luis López Muñoz y Juan Manuel Ibeas

Hace ya más de veinte años, leí El sueño eterno (1939) de Raymond Chandler (Chicago, 1888 – La Joya, California, 1959) en una edición mala de bolsillo que andaba por la casa de mis padres. Recuerdo que me gustó, pero no seguí con la serie del detective Philip Marlowe, que iniciaba aquí su andadura por un total de siete novelas. También recuerdo que en aquella primera ocasión la trama me pareció algo confusa y que, durante mucho tiempo, he creído –de forma incorrecta– que Chandler cometió algún error de lógica en su novela. En realidad, me parece que la confusión viene de un debate del programa Qué grande es el cine, donde se contó la anécdota de que Howard Hawks, director de la película sobre el libro, tuvo que llamar a Chandler para que le explicara quién mató a uno de los personajes y el escritor no le supo responder, quitándole importancia. Los guionistas de Hawks fueron dos escritores, Leigh Brackett y William Faulkner, que tenían que acabar el guión en quince días, usando la técnica de repartirse los capítulos alternos. Faulkner también tuvo algún problema con la interpretación de la novela, lo que en realidad más que hablar mal de Chandler habla de la poca estima que tenía Faulkner por Hollywood, quien después de este trabajo abandonó California y se volvió a su Mississippi natal para seguir con su obra literaria. Si Faulkner, creador de algunas de las novelas más complejas del siglo XX,  había considerado que había algún error en la trama de El sueño eterno es porque tendría que haberlo, pensaba yo.
Ahora he vuelto a leer el libro con mucha atención, subrayándolo con dos colores y haciendo anotaciones a lápiz en los márgenes y considero que todo encaja perfectamente, aunque es cierto que la trama avanza de un modo muy rápido, y que entran y salen en las escenas un gran número de personajes, y que un lector que no ponga todos los sentidos se puede perder en cualquier momento.

El personaje principal y narrador de El sueño eterno es Philip Marlowe, la gran creación de Raymond Chandler, un escritor tardío y gran admirador de las novelas negras del norteamericano Dashiell Hammett. El libro comienza cuando un Marlowe de treinta y tres años va a visitar al general Sternwood, un hombre mayor que le recibe en una silla de ruedas. Sternwood está siendo extorsionado con unos pagarés sobre deudas de juego. Ya ha pagado en el pasado, pero quiere dejar de hacerlo por orgullo. Además le habla a Marlowe de su yerno, un excontrabandista con el que había congeniado y que lleva un mes desaparecido. En esta primera visita, Marlowe también conocerá a las dos hijas veinteañeras de Sternwood: Vivian y Carmen. «Vivian es una criatura malcriada, exigente, lista e implacable. Carmen es una niña a la que le gusta arrancarle las alas a las moscas. Ninguna de las dos tiene más sentido moral que un gato.», así describe a sus hijas el general en la página 18.

La trama principal transcurre en cuatro días de octubre, profundamente lluviosos. La persistencia de la lluvia sirve para generar una atmósfera opresiva en muchas de las escenas de esta novela. En los dos últimos días finales, cuando la historia ya se acerca a su fin, aparecerá el sol.
Como comentaba al principio, la trama es bastante frenética. Hasta cierto punto, esta característica podría ser contraria a la idea tradición de una gran obra literaria, puesto que la literatura, en gran medida, la solemos asociar a la capacidad de reflexión sobre la realidad vivida. Pero al estilo rápido, de frase corta, le salva un gran hallazgo, el de la voz narrativa de Marlowe. Philip Marlowe es un detective cínico, desapegado y que contempla el mundo con mucha ironía (el sentido del humor de los diálogos es algo destacable) y desencanto. Además, mientras el mundo en el que se mueve suele ser profundamente corrupto, Marlowe se mantiene incólume a las debilidades que ve a su alrededor, Marlowe trabaja por 25 dólares al día más gastos y solo si el trabajo es legal. Su honor y su honradez siempre estarán por encima de las circunstancias. Marlowe se acabará definiendo como alguien «dolorosamente honrado». En este sentido –y me estoy acordando de un texto de Ricardo Piglia sobre Marlowe– el detective es un observador de la corrupción a la que nunca sucumbe, alguien capaz de atravesarla sin caer nunca en debilidades humanas, y en este sentido, la figura de Marlowe es una fantasía de orden. De hecho, he leído en alguna web de internet, y es fácil observarlo en el texto, que Marlowe es una figura conservadora. Marlowe es misántropo (no cree en el ser humano) y también algo misógino (no está casado, porque no le gustan las mujeres de los policías, nos contará). De hecho, en gran medida en El sueño eterno la libertad de la mujer (en muchos casos de carácter sexual) es considerada como una amenaza, una corrupción frente al orden del mundo. «Las mujeres me ponían enfermo.» (pág. 180)
También hay aquí algún comentario homófobo («Todo aquello, a la luz del día, resultaba de una obscenidad vergonzante, como una fiesta de mariquitas.», pág. 75), puesto que aparecen en la trama algunos personajes homosexuales, que formarán parte de esa corrupción del mundo contra la que lucha Marlowe. Si bien la presencia de estos elementos en la novela puede ser negativa para un lector del siglo XXI, creo que no es conveniente juzgar una obra literaria de hace ochenta años con códigos actuales. La voz narrativa de Marlowe acaba siendo muy atractiva gracias a su cinismo, su inteligencia, su desapego, su sentido de la justicia y su humor.

Ya he comentado que el estilo es escueto y rápido, pero la mirada que Chandler le transfiere a Marlowe no carece de agudeza. En este sentido es destacable el recurso de la comparación, muy usado en la novela, y que aporta mucho peso a la forma de connotar lo observado. «El general habló de nuevo, despacio, utilizando sus fuerzas con el mismo cuidado con que una corista sin trabajo usa las últimas medias presentables que le quedan.» (pág. 13), «Encendí el cigarrillo y arrojé una buena bocanada en dirección al anciano, que lo olisqueó como un terrier la madriguera de una rata.» (pág. 14). Aunque lo narrado parece muy cercano al tiempo narrativo, en alguna ocasión se le recuerda al lector que Marlowe está contando la historia desde algún punto indeterminado del futuro: «Para mí nunca fue otra cosa que una drogada.», dice sobre Carmen en la página 44.

Esta edición de Debolsillo viene acompaña de dos novelas cortas: Asesino bajo la lluvia (1935) y El telón (1936), que Chandler publicó en revistas pulp unos años antes de escribir El sueño eterno, su primera novela. Hay algo muy curioso aquí: la trama de El sueño eterno está construida fundiendo las de estas dos novelitas. Algunos párrafos incluso llegan a copiarse desde las novelas cortas a El sueño eterno. En cada una de estas dos novelistas hay una mujer que pasará a ser cada una de las dos hermanas de El sueño eterno. Después de leer estas dos obras tempranas el lector entenderá mejor la construcción de El sueño eterno, ya que hacia la mitad de la novela parece que el caso que investiga Marlowe se ha acabado, pero él decide seguir la pista a un cabo suelto, aunque nadie le ha pedido que lo haga. «Lo más sensato por mi parte habría sido tomarme otro whisky y olvidarme de todo aquel lío.» (pág. 147) Esta continuación tiene que ver con averiguar qué ha ocurrido con el yerno desaparecido del general. En estas dos novelitas aparece ya un detective cínico; en la primera el detective no tiene nombre y en la segunda se llama Carmady, pero Chandler aún no ha acabado de dar con la gran fórmula literaria que será la voz de Marlowe. Asesino bajo la lluvia y El telón se leen como curiosidades, ya que, como he comentado, sus historias acaban siendo un borrador para El sueño eterno.

«Subí otra vez al despacho y me senté a pensar en Harry Jones y en su historia. Parecía demasiado fácil. Poseía la austera sencillez de la ficción en lugar de la retorcida complejidad de la realidad.», leemos en la página 190. Chandler estableció un enfrentamiento teórico entre la novela de detectives tradicional (el Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, por ejemplo) y la nueva novela negra, representada principalmente por su admirado Dashiell Hammett. Según Chandler, en la versión inglesa del género el enigma y el ingenio no dejaban ver a las personas reales ni a la sociedad. «No soy Sherlock Holmes ni Philo Vance.», dirá Marlowe en la página 236.
Marlowe es un cínico honrado, un bebedor solitario (la exaltación del alcohol en esta novela es destacable) y también un hombre de acción. Marlowe es un personaje maravilloso y la última página de la novela es espectacular. He disfrutado mucho de esta lectura. Ya estoy con Adiós, muñeca, la segunda novela de la serie de Marlowe. La idea es leerlas todas seguidas (o casi seguidas).

4 comentarios:

  1. Leer las dos series seguidas es lo que quiero hacer yo con Marlowe y con Spade. Hace unos meses leí "Cosecha roja" y, al igual que tú, leí "El sueño eterno" hace muchos años, por lo que quiero volver a leerlo.
    Tu entrada me ha animado a hacerlo, aunque ahora me dedico sobre todo a series españolas. A ver si voy terminando alguna.
    Magnífica reseña.
    Un abrazo.

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    1. Hola, Rosa:

      Por ahora he leído 4 novelas de Chandler, y a ver si desde aquí a fin de año me leo las 3 restantes.
      Con Hammett me gustaría hacer algo parecido. A ver si el año que viene.

      Gracias por tus palabras.
      Un abrazo

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  2. Uff, calidad a raudales. Chandler es uno de los grandes del género. Reseñé en su momento esta novela en mi blog y creo recordar que también la que te dispones a leer de inmediato, "Adiós, muñeca". Veo que te vas a hacer un experto en Chandler.
    Un abrazo

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    1. Hola, Juan Carlos:

      Por ahora he leído las 4 primeras de la serie. Sus reseñas irán saliendo por aquí en los próximo domingos. A ver si antes de fin de año leo los otros 3 libros que me faltaría.

      Un abrazo

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