miércoles, 1 de agosto de 2018

Reseña de mi novela "Los insignes"


HAY UN LECTOR   AHÍ FUERA QUE DICE QUE SE DESTERNILLA CON MI NOVELA «LOS INSIGNES»

Pude conocer a Héctor Daniel Olivera Campos en mi viaje de hace dos semanas a Girona. Pasamos un domingo agradable hablando, sobre todo, de libros. Héctor había leído mi libro de cuentos «Koundara» hace unos meses y ahora ha leído «Los insignes». Éste es el comentario que ha hecho sobre el libro en Facebook y que yo agradezco mucho:


«Hacía años que no me leía una novela en dos días y hacía años que no me reía tanto leyendo un libro. Leer de un tirón y desternillarme me ha ocurrido con muy pocos libros: “Sin noticias de Gurb” de Eduardo Mendoza, “Historia estúpida de la literatura” de Enrique Gallud Jardiel, “Pantaleón y las visitadoras” y “La tía Julia y el escribidor” de Vargas Llosa -que recuerde, así, a bote pronto- y, ahora, este, “Los insignes” (Editorial Sloper) de David Pérez.
La novela de David Pérez Vega es una sátira en la que un poeta bajito, calvo, poco agraciado, outsider, miope, tímido, ingenuo e inspector de Hacienda le cuenta vía Skype al líder norcoreano Kim Jong-un cómo funciona el cotarro del mundillo de la poesía en España: Tribus, mamoneos, capillitas, amiguismos, pago de favores, editores sin escrúpulos que se comportan como señores feudales, etc, etc. La novela es pseudoepistolar, el lector sólo conoce los largos monólogos en los que el protagonista, un tal Ernesto Sánchez, se despacha a gusto, mientras que al sátrapa norcoreano apenas se le intuye. Lo disparatado y absurdo del planteamiento ya mueve a la risa y opino que está muy bien encontrado y narrativamente funciona.
La novela es de humor, pero de un humor irónico tan inteligente como mordaz. No es, pues, un humorismo de gag, chascarrillo y golpe de efecto. Tampoco es una sátira hecha para el gusto general al dirigir sus dardos a una diana muy concreta; a la del mundillo literario que es retratado sin piedad.
Del libro, lo más importante que puedo decir es que me lo he pasado muy bien y eso que me llevo por delante; claro, que hay que conectar con la fina y exquisita mala leche que fluye por sus páginas. Se agradece que el autor haya sabido sobreponer el humorismo -el protagonista se ríe de sus propias desgracias- a la tentación de embalsamar la bilis en tinta sobre papel. (Nadie mejor que un inspector de Hacienda para un ajuste de cuentas).
Otros aspectos que me han gustado de la novela de David es que es una obra valiente. El emperador estaba desnudo y muchos nos habíamos percatado de ello o, al menos, lo intuíamos, pero como en el cuento de Andersen, alguien tenía que decirlo; ponerle el cascabel al gato; chafar unas cuantas guitarras y aguar la fiesta autocomplaciente. En la novela se citan personajes y nombres de editoriales ficticios, pero fácilmente reconocibles. El autor pisa muchos callos con esta obra -David contra Goliat-.
De David Pérez Vega había leído tan sólo un libro de relatos titulado “Koundara”; así que me ha sorprendido gratamente este cambio de registro desde un realismo un tanto descarnado de sus cuentos por este manejo solvente de la sátira y la parodia. Me encantan los escritores que arriesgan, que no se encasillan en un único registro y David me ha impresionado con este cambio de tercio, por el que le animo a continuar.
Creo que decir que un libro escrito en clave de humor te ha hecho reír es el mejor elogio que se le puede ofrecer; lo cual no desmerece que tenga otras virtudes o que bajo la corriente del humorismo no se estén tratando cuestiones de más enjundia. El humor es algo muy serio, adagio que en la obra de David cobra también su fiel significado.»

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