Editorial Sloper. 73 páginas. 1ª edición de 2016.
Hasta ahora había leído tres
poemarios de Joan Payeras (Palma,
1973): Modos de ver un horizonte (2009), Calle del mar (2010) y La
luz y el frío (2013). Conozco a Joan desde hace unos cuantos años ya.
Nos hemos visto en Palma de Mallorca o en Madrid en más de una ocasión. Payeras
es amigo del también poeta mallorquín Javier
Cánaves, y fue él quien nos presentó. Además Payeras ha publicado su último
poemario en la editorial Sloper, a
cargo de Román Piña. Con la
mallorquina Sloper yo he publicado una novela, Los insignes. Así que,
además de vernos, en alguna ocasión en Madrid, pero sobre todo en Palma,
Payeras y yo hemos acabado siendo compañeros de editorial.
Cuando se acababa el verano de 2016,
Payeras me envió a casa su nuevo libro, El vol de la cendra. He tardado más
de un año en acercarme a él, aunque –eso sí–, una vez que empecé a leerlo lo
acabé de una sentada. Cada vez me doy más cuenta de que mi relación con la
poesía se está haciendo más distante, cuando en el pasado leía bastante y
además llegué a practicarla (tengo algún libro publicado de poesía). Creo que
he detectado el fondo del problema: desde que empecé con el blog en 2009 me propuse
reseñar todos los libros que leyera, un propósito que he cumplido con una
fidelidad cercana al 100%, y cuando leo poesía me doy cuenta de que tengo más
problemas a la hora de reseñarla que si tengo que hacerlo con la narrativa. Con
la poesía encuentro menos términos comparativos y me encuentro algo más perdido
a la hora de comentarla. O bien debo empezar a leer poesía sin la presión de
tener que reseñarla, o bien empiezo a dejar de tener miedo a reseñar poesía.
Además, me he dado cuenta de que el formato digital, permite, frente a la
reseña de revista tradicional, mostrar algunos de los poemas del libro y de
este modo la lectura de la reseña de hace más atractiva y clara para el posible
lector.
El vol de la cendra (El
vuelo de la ceniza) es un poemario bilingüe, escrito originalmente en
catalán y versionado en castellano por el propio Payeras, que normalmente ha
usado esta segunda lengua para escribir su obra, pero que en esta ocasión
decidió servirse de la primera. Los poemas aparecen en catalán en la página de
la izquierda y en castellano en la de la derecha. Lógicamente yo leía las
páginas impares, más de una vez como es lo habitual para paladear un libro de
poesía, pero, también, de vez en cuando, cuando ya conocía la versión castellana
del texto, me acercaba a la versión catalana para empaparme de su musicalidad
original y para tratar de aprender algo de catalán. Yo mismo, sin saber
catalán, me he dado cuenta de que en más de una ocasión la traducción no es
directa, sino que Payeras adapta expresiones entre un idioma y otro.
El libro se abre con el siguiente
poema:
Primero
¿Y qué haremos con tanta ceniza?
Como sin un sol
negro se fundiese sobre nuestras
cabezas, como una llu-
via negra y calienta en nuestros
labios, una lluvia pesada
que nunca termina, un agua negra y
caliente que no
moja, mientras nuestra lengua seca
parece una piedra
de sal, y nos miramos las manos
llenas de sol negro, de
lluvia caliente, de mundo que se va,
que se ahoga.
¿Y
qué haremos con tanta ceniza?
Los elementos que aparecen en este
primer poema son significativos para entender la fuerza simbólica del libro:
intensa presencia del color «negro» sobre elementos de la naturaleza (sol,
lluvia…) y sobre todo la aparición, ya en el primer verso, de la «ceniza», que nos va a hablar de lo que está
sin vida, de los restos de la ilusión o de la pasión, de la muerte de la
esperanza.
El vuelo de
la ceniza es un poemario fuertemente simbólico, pero que, sin embargo, cuenta una
historia más o menos reconocible: la voz narrativa se lamenta al recibir una
mala noticia sobre la salud de un ser querido (posiblemente un hijo), lo que le
conduce a un estado de desesperación y tristeza, y a la búsqueda de respuestas
(la ausencia de respuesta de Dios ante el dolor del hombre es uno de los temas
que aparecen también aquí). Al final, todo parece quedarse en un susto, que sin
embargo, la mala experiencia ha movido los cimientos sobre los que se asienta
la felicidad y seguridad sobre el futuro del poeta.
El segundo poema comienza con el
siguiente verso: «Llega un nuevo soldado a las trincheras». La metáfora bélica
del soldado que ha de dejar a su familia para adentrarse en el miedo y el barro
se usa aquí como simbólica del nuevo territorio que pisa el poeta tras recibir
la mala noticia.
Un recurso estilístico que usa
Payeras en sus poemas, normalmente cortos, en el de repetir algún verso del
comienzo al final de la composición para marcan un enfasis. Podemos verlo en
este segundo poema:
1.
Llega un nuevo soldado a las
trincheras.
La luna baña los uniformes,
las piedras negras y los fusiles
callados.
Parece la escena de un viejo sueño,
como volver a un lugar
que ya conoces.
No hay viento,
ningún sonido dando bienvenidas.
.
Llega un nuevo soldado a las
trincheras.
Que empiece la guerra.
Si ya he comentado que el primer
poema aparece el adjetivo «negro», que se irá repitiendo con insistencia en el
poemario, por contraste también aparece el término «luz». Así en la página 19
leemos: «En mitad de esta tierra negra / el río es un diamante que nunca se
termina. / Una luz limpia llena el aire».
El poema de la página 31 tal vez sea
uno de los más explícitos en cuanto a su nivel de significación:
9.
Hoy lo he entendido:
el miedo es una palabra.
No es como el barro,
la comida o la lluvia.
El valor no existe,
pasan los días
y lo que esperabas llega,
y eso es todo.
Y entonces, de repente,
sólo importa lo que está ocurriendo,
y no hay nada que decidir,
no hay más opciones
que estar vivo,
con todo lo que estar vivo conlleva.
En el poema siguiente aparecen las
dudas metafísicas y religiosas, que ya comentaba, sobre el vacío del universo:
10.
Una idea en mente,
mientras todo sucedía:
¿Y si es Dios
el que nos dispara?
Me gustan los dos siguientes poemas:
13.
Pasamos la noche en un pueblo en ruinas.
El viento sortea violento
los edificios caídos,
las calles que ya no existen,
como quien conoce el camino
y no echa en falta
nada importante,
hasta llegar valiente
a la vacía expresión
de nuestras caras.
El viento sortea violento
los edificios caídos,
las calles que ya no existen,
como quien conoce el camino
y no echa en falta
nada importante,
hasta llegar valiente
a la vacía expresión
de nuestras caras.
15.
Como el vuelo de la ceniza
que gira y gira
a las órdenes del viento
y de repente cae
quieta por unos instantes
como fundida con la tierra
antes de iniciar de nuevo el vuelo
ligero azaroso sutil
que gira y gira
a las órdenes del viento
y de repente cae
quieta por unos instantes
como fundida con la tierra
antes de iniciar de nuevo el vuelo
ligero azaroso sutil
nuestro vuelo como el vuelo de la ceniza
con idéntica insignificancia
con idéntica belleza.
con idéntica insignificancia
con idéntica belleza.
Como apunta al principio, el miedo a
la pérdida parece quedarse al final de la aventura vital, o del poemario,
burlado por esta vez: «Como nada ha pasado, el sol se ha fundido con la noche
mientras silbaban excitados los pájaros escondidos.» (pág. 59)
El libro finaliza con una pregunta
inquietante: «¿Y si el Dios que nos dispara es tan insignificante como la
madera que maneja?» (pág. 71)
El poemario más antiguo que he leído
de Joan Payeras es Modos de ver un
horizonte, que ganó el certamen
poético Ángel Martínez Baigorri en su edición de 2008. Entonces su poesía
era más narrativa e influencia por la corriente llamada «poesía de la
influencia», ahora en El vuelo de la
ceniza, como ya se apuntaba en La luz
y el frío, los versos de Payeras se han vuelto más íntimos y simbólicos. El vuelo de la ceniza es un poemario tan
corto como intenso, bello en sus juegos de metáforas muy puras y desnudas,
misterioso según se vacía de referentes cotidianos y apela a términos más
universales (la luz, el frío, el sol, la oscuridad, el vacío…). Una lectura
intensa y conmovedora.
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