domingo, 22 de octubre de 2017

La gran ola, por Daniel Ruiz García

Editorial Tusquets. 243 páginas. 1ª edición de 2016.

En más de una ocasión, me había encontrado con Daniel Ruiz García (Sevilla, 1976) paseando por internet; habíamos hablado, por ejemplo, de los libros de Juan José Saer a través de Facebook. Y recuerdo que Román Piña (mi editor en Sloper) alababa su dedicación a la literatura en una de las entrevistas que hizo para su ensayo La mala puta. Sin embargo, nunca nos habíamos visto en persona hasta noviembre de 2016, cuando me apeteció acudir a la presentación de su nuevo libro, La gran ola (con él que consiguió el Premio Tusquets de novela) en La Central de Callao. Después de la presentación tuve la suerte de poder tomar algo con Daniel y hablar con él en persona de libros.

Ya he comentado, más de una vez, que me interesa el ámbito laboral como escenario para la literatura. Los españoles solemos pasar muchas horas en el trabajo (en contra de los tópicos –en Madrid, al menos–, la gente pasa mucho más tiempo en las oficinas que en Francia, Alemania o Gran Bretaña) y es raro que este tema no esté presente en más obras literarias. También es cierto que hablar de los entresijos de una empresa a personas alejadas al sector al que pertenece puede ser complicado. Lo que un individuo vive como un terrible infierno puede que no tenga capacidad de transmisión artística para otro; puede que temas como el paso del tiempo, la pérdida de la juventud o el amor sean más universales que el tema laboral. O bien que la gente que lee precisamente lo hace para olvidarse de sus entorno laborales y no para recrearse en ellos. Sin embargo, desde que cada uno de nosotros debemos pasar (en algunos casos) más de diez horas diarias en una oficina, en ambientes más tensos que en la peor de las dictaduras, la oficina debería ser una extensión más (si no la primera) del campo de batalla social y literario.

La gran ola es una novela coral. Desde la perspectiva de distintos trabajadores, conoceremos cómo funciona la empresa de productos de limpieza Monsalves, en manos ahora de Monsalves hijo; mientras que el padre, casi retirado, observa con preocupación algunas de las nuevas técnicas empresariales que practica su heredero, curtido en la fe de los másters MBA.

Los personajes principales que aparecen en las páginas de la novela serían:

Julián Márquez, un jefe de división (de Cadenas Locales) de mediana edad, preocupado porque no alcanza los objetivos marcados por la directiva. Además, su hijo Rubén parece tener problemas en el colegio y su mujer está recuperándose de las secuelas de un cáncer.
Macipe es el mejor vendedor de Márquez, pese a su adicción a los porros consigue engatusas a sus clientes, en muchos casos con técnicas poco ortodoxas. Tiene una relación con Pepi (que aunque no pertenece a la empresa acabará apareciendo en más de un capítulo). Macipe verá peligrar su trabajo cuando se lie con Marta Pineda y la relación no sea satisfactoria para ésta.
Marta Pineda es la jefa de Marketing de Monsalves, además de la sobrina de Monsalves hijo, incompetente y caprichosa. Su trabajo lo suele sacar adelante Gertru ‒apodada La Monja‒ quien, desde su silencio, muestra mucho más talento y saber hacer que su jefa.
Jaime Ribera es un buscavidas que, cuando comienza la novela, está en paro y se dedica a secuestrar perros, que luego finge encontrar para cobrar un rescate por ellos.

Ribera entra en contacto con Monsalves padre, quien está dispuesto a darle una oportunidad: va a contratar a Ribera para que le informe de a qué se dedica en sus oficinas Lorenzo Estabile, un coach motivacional al que su hijo ha contratado para cambiar la filosofía de la empresa.

Los personajes que se pasean por las páginas de La gran ola no se encuentran, precisamente, en su mejor momento vital: son infelices con sus parejas (o no las tienen), sufren porque sus hijos no lo pasan bien en el colegio (o no pueden verlos tanto tiempo como quisieran), tienen miedo de perder su trabajo, o trabajan muchas horas por poco dinero (pese a las buenas expectativas creadas en la época de la universidad).
Nos encontramos en 2015 (en la televisión hablan de la ruptura de Cristiano Ronaldo con Irina Shayk) y la crisis económica española parece empezar a quedar atrás (la empresa Monsalves está ubicada en una ciudad española, pero no se especifica cuál, aunque yo pensaba en Sevilla, por ser el lugar de procedencia de Ruiz García); sin embargo, los trabajadores cualificados de Monsalves trabajan mucho, cobran poco y miran con temor hacia el futuro.
En este contexto de empobrecimiento y miedos generalizados, las corrientes de la Nueva Economía, representadas por los mensajes del nuevo directivo, el coach Lorenzo Estabile, hablan de positividad y motivación.

«Nunca me ha incomodado que me hayan clasificado de escritor social. Las cuestiones que están en mi entorno me preocupan e inquietan. En este caso la realidad está posada en el mercado laboral, efectivamente.», leemos en una entrevista que eldiario.es le hace a Daniel Ruiz García.
Desde luego se puede considerar que La gran ola es una novela social (aunque no sólo es social su intención, puesto que también es una novela de personajes bien perfilados), que sobre todo clava sus dientes en algunas de las técnicas perversas del neoliberalismo, representado por las figuras chamánicas de los coaches (vivimos en una gran época para el pensamiento mágico). En la presentación de La Central se habló bastante de este tema: Ruiz García apuntó que le parecían obscenos términos como el tan manido en la actualidad «salir de la zona de confort». Si durante la crisis el paro ha afectado a muchas de las familias españolas, que han tenido que sobrevivir con cada vez menos ingresos, decirles a estas personas que lo que tienen que hacer es «salir de la zona de confort» no deja de ser perverso. Una nueva economía que exige cada vez más a un trabajador precarizado, pero que, no contenta con esto, quiere librarse de las «personas tóxicas»; es decir, de aquellas que se quejan, o usando otro tipo de vocabulario (que el positivismo neoliberal quiere obviar) también podríamos hablar de «aquellas personas que reivindican sus derechos y no desean ser arrolladas». Además, el Nuevo Capitalismo desea acabar con las fronteras entre vida privada y laboral mediante el mantra de la «emoción» y las frases banalizadas de las grandes personalidades del mundo actual (pueden valer tanto Steve Jobs como Nelson Mandela), donde la vida y el mercado se entrelazan definitivamente.

La novela está escrita en tercera persona. En capítulos normalmente cortos, Ruiz García se acerca a sus personajes con la técnica del estilo indirecto libre, y de este modo el lector puede conocer, casi de primera mano, sus pensamientos y su forma de enfrentarse al mundo. La mirada de Marta Pineda no deja de ser simplona, evocando continuos clichés del capitalismo occidental (al fin y al cabo, Pretty woman es su película favorita). Más interesante resulta su ayudante Gertru, que tiene una mirada más mordaz, amarga e inteligente sobre todo lo que ve. Al final, el lector se compadecerá de Julián Márquez –el personaje que más aparece en el libro– y cuyo patetismo hará que se le haga más entrañable que el resto.

El lenguaje que usa Ruiz García, si bien en algún momento tiene un aire muy coloquial ‒al plasmar los pensamientos de sus personajes‒, acaba trascendiendo esta limitación con el acertado uso de metáforas y comparaciones.

La mirada de Ruiz García sobre la realidad plasmada y sobre sus personajes, en término generales, no es condescendiente, sino ácida y empeñada en mostrar el patetismo de las vidas reflejadas. Si bien la descripción de las escenas suele ser bastante aséptica hay un momento de la novela en el que Ruiz García no puede más y se sitúa por encima de sus personajes: esto ocurre cuando Jaime Ribera lee el libro del coach Lorenzo Estabile: «Se sorprendió a sí mismo pasando hojas, y una hora más tarde había leído más de la mitad del libro. Estabile, de eso no cabía duda, escribía de manera muy sencilla, cualquier otro lector hubiera dicho básica, cualquier otro lector con un mínimo de lecturas a sus espaldas habría añadido vergonzosamente elemental, y no hubiera sido ajeno a las faltas sintácticas que se esparcían por todo el libro.» (pág. 196). Aunque podríamos considerar, en sentido estricto, que Ruiz García ha roto aquí con su estructura narrativa, las páginas que siguen, dedicadas al despelleje del libro de Estabile, son de las más divertidas de la novela. Porque no lo he dicho hasta ahora, pero La gran ola además de crítica social hacia algunos de los nuevos vicios del neoliberalismo, también contiene importantes dosis de humor corrosivo. Así piensa Gertru, un personaje más crítico que los demás, sobre un coach al que ha de recoger en el aeropuerto: «La crisis no era ninguna oportunidad, la crisis sólo era eso, crisis, denigración, ir a peor, si acaso era una oportunidad para tipos como aquel, para aquel ventrílocuo del oportunismo y del vaso medio lleno que estaba encantado de sus borborigmos verbales, que disfrutaba escuchándose a sí mismo, absolutamente ajeno a la evidencia de que su discurso apestaba, tanto en el fondo como en la forma.» (pág. 213)


Me apena que en el mundo actual la literatura haya dejado de generar debate social, porque muchas personas que no llegarán a enterarse de que este libro existe podrían sentirse totalmente identificadas con su contenido y comprobar que no están tan solas como piensan. Ya lo apunté al principio: a mí los libros sobre el mercado laboral español me interesan, y La gran ola me ha parecido incisivo, sarcástico, demoledor.

4 comentarios:

  1. Tienes toda la razón, un libro que dice muchas verdades y trata el tema laboral de una manera genial.

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    1. Hola Fesaro:

      Imagino que lo habrás leído, me alegro que te haya podido gustar.

      Saludos

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