Editorial Tusquets. 243 páginas. 1ª edición de 2016.
En más de una ocasión, me había encontrado con Daniel Ruiz García (Sevilla, 1976) paseando por internet; habíamos
hablado, por ejemplo, de los libros de Juan
José Saer a través de Facebook. Y recuerdo que Román Piña (mi editor en Sloper)
alababa su dedicación a la literatura en una de las entrevistas que hizo para
su ensayo La mala puta. Sin embargo, nunca nos habíamos visto en persona
hasta noviembre de 2016, cuando me apeteció acudir a la presentación de su
nuevo libro, La gran ola (con él que consiguió el Premio Tusquets de novela) en La
Central de Callao. Después de la presentación tuve la suerte de poder tomar
algo con Daniel y hablar con él en persona de libros.
Ya he comentado, más de una vez, que me interesa el ámbito laboral
como escenario para la literatura. Los españoles solemos pasar muchas horas en
el trabajo (en contra de los tópicos –en Madrid, al menos–, la gente pasa mucho
más tiempo en las oficinas que en Francia, Alemania o Gran Bretaña) y es raro
que este tema no esté presente en más obras literarias. También es cierto que
hablar de los entresijos de una empresa a personas alejadas al sector al que
pertenece puede ser complicado. Lo que un individuo vive como un terrible
infierno puede que no tenga capacidad de transmisión artística para otro; puede
que temas como el paso del tiempo, la pérdida de la juventud o el amor sean más
universales que el tema laboral. O bien que la gente que lee precisamente lo
hace para olvidarse de sus entorno laborales y no para recrearse en ellos. Sin
embargo, desde que cada uno de nosotros debemos pasar (en algunos casos) más de
diez horas diarias en una oficina, en ambientes más tensos que en la peor de
las dictaduras, la oficina debería ser una extensión más (si no la primera) del
campo de batalla social y literario.
La gran ola es una novela
coral. Desde la perspectiva de distintos trabajadores, conoceremos cómo
funciona la empresa de productos de limpieza Monsalves, en manos ahora de
Monsalves hijo; mientras que el padre, casi retirado, observa con preocupación
algunas de las nuevas técnicas empresariales que practica su heredero, curtido
en la fe de los másters MBA.
Los personajes principales que aparecen en las páginas de la novela
serían:
Julián Márquez, un jefe de división (de Cadenas Locales) de mediana
edad, preocupado porque no alcanza los objetivos marcados por la directiva.
Además, su hijo Rubén parece tener problemas en el colegio y su mujer está
recuperándose de las secuelas de un cáncer.
Macipe es el mejor vendedor de Márquez, pese a su adicción a los
porros consigue engatusas a sus clientes, en muchos casos con técnicas poco
ortodoxas. Tiene una relación con Pepi (que aunque no pertenece a la empresa acabará
apareciendo en más de un capítulo). Macipe verá peligrar su trabajo cuando se
lie con Marta Pineda y la relación no sea satisfactoria para ésta.
Marta Pineda es la jefa de Marketing de Monsalves, además de la
sobrina de Monsalves hijo, incompetente y caprichosa. Su trabajo lo suele sacar
adelante Gertru ‒apodada La Monja‒ quien, desde su silencio, muestra mucho más
talento y saber hacer que su jefa.
Jaime Ribera es un buscavidas que, cuando comienza la novela, está en
paro y se dedica a secuestrar perros, que luego finge encontrar para cobrar un
rescate por ellos.
Ribera entra en contacto con Monsalves padre, quien está dispuesto a
darle una oportunidad: va a contratar a Ribera para que le informe de a qué se
dedica en sus oficinas Lorenzo Estabile, un coach
motivacional al que su hijo ha contratado para cambiar la filosofía de la
empresa.
Los personajes que se pasean por las páginas de La gran ola no se encuentran, precisamente, en su mejor momento
vital: son infelices con sus parejas (o no las tienen), sufren porque sus hijos
no lo pasan bien en el colegio (o no pueden verlos tanto tiempo como
quisieran), tienen miedo de perder su trabajo, o trabajan muchas horas por poco
dinero (pese a las buenas expectativas creadas en la época de la universidad).
Nos encontramos en 2015 (en la televisión hablan de la ruptura de
Cristiano Ronaldo con Irina Shayk) y la crisis económica española parece
empezar a quedar atrás (la empresa Monsalves está ubicada en una ciudad
española, pero no se especifica cuál, aunque yo pensaba en Sevilla, por ser el
lugar de procedencia de Ruiz García); sin embargo, los trabajadores
cualificados de Monsalves trabajan mucho, cobran poco y miran con temor hacia
el futuro.
En este contexto de empobrecimiento y miedos generalizados, las
corrientes de la Nueva Economía, representadas por los mensajes del nuevo
directivo, el coach Lorenzo Estabile,
hablan de positividad y motivación.
«Nunca me ha incomodado que me hayan clasificado de escritor social.
Las cuestiones que están en mi entorno me preocupan e inquietan. En este
caso la realidad está posada en el mercado laboral, efectivamente.», leemos en
una entrevista que eldiario.es le hace a Daniel Ruiz García.
Desde luego se puede considerar que La gran ola es una novela social (aunque no sólo es social su
intención, puesto que también es una novela de personajes bien perfilados), que
sobre todo clava sus dientes en algunas de las técnicas perversas del
neoliberalismo, representado por las figuras chamánicas de los coaches (vivimos en una gran época para
el pensamiento mágico). En la presentación de La Central se habló bastante de
este tema: Ruiz García apuntó que le parecían obscenos términos como el tan
manido en la actualidad «salir de la zona de confort». Si durante la crisis el
paro ha afectado a muchas de las familias españolas, que han tenido que
sobrevivir con cada vez menos ingresos, decirles a estas personas que lo que
tienen que hacer es «salir de la zona de confort» no deja de ser perverso. Una
nueva economía que exige cada vez más a un trabajador precarizado, pero que, no
contenta con esto, quiere librarse de las «personas tóxicas»; es decir, de
aquellas que se quejan, o usando otro tipo de vocabulario (que el positivismo
neoliberal quiere obviar) también podríamos hablar de «aquellas personas que
reivindican sus derechos y no desean ser arrolladas». Además, el Nuevo
Capitalismo desea acabar con las fronteras entre vida privada y laboral
mediante el mantra de la «emoción» y las frases banalizadas de las grandes
personalidades del mundo actual (pueden valer tanto Steve Jobs como Nelson
Mandela), donde la vida y el mercado se entrelazan definitivamente.
La novela está escrita en tercera persona. En capítulos normalmente
cortos, Ruiz García se acerca a sus personajes con la técnica del estilo
indirecto libre, y de este modo el lector puede conocer, casi de primera mano,
sus pensamientos y su forma de enfrentarse al mundo. La mirada de Marta Pineda
no deja de ser simplona, evocando continuos clichés del capitalismo occidental
(al fin y al cabo, Pretty woman es su
película favorita). Más interesante resulta su ayudante Gertru, que tiene una
mirada más mordaz, amarga e inteligente sobre todo lo que ve. Al final, el
lector se compadecerá de Julián Márquez –el personaje que más aparece en el
libro– y cuyo patetismo hará que se le haga más entrañable que el resto.
El lenguaje que usa Ruiz García, si bien en algún momento tiene un
aire muy coloquial ‒al plasmar los pensamientos de sus personajes‒, acaba
trascendiendo esta limitación con el acertado uso de metáforas y comparaciones.
La mirada de Ruiz García sobre la realidad plasmada y sobre sus
personajes, en término generales, no es condescendiente, sino ácida y empeñada
en mostrar el patetismo de las vidas reflejadas. Si bien la descripción de las
escenas suele ser bastante aséptica hay un momento de la novela en el que Ruiz
García no puede más y se sitúa por encima de sus personajes: esto ocurre cuando
Jaime Ribera lee el libro del coach
Lorenzo Estabile: «Se sorprendió a sí mismo pasando hojas, y una hora más tarde
había leído más de la mitad del libro. Estabile, de eso no cabía duda, escribía
de manera muy sencilla, cualquier otro lector hubiera dicho básica, cualquier
otro lector con un mínimo de lecturas a sus espaldas habría añadido
vergonzosamente elemental, y no hubiera sido ajeno a las faltas sintácticas que
se esparcían por todo el libro.» (pág. 196). Aunque podríamos considerar, en
sentido estricto, que Ruiz García ha roto aquí con su estructura narrativa, las
páginas que siguen, dedicadas al despelleje del libro de Estabile, son de las
más divertidas de la novela. Porque no lo he dicho hasta ahora, pero La gran ola además de crítica social
hacia algunos de los nuevos vicios del neoliberalismo, también contiene
importantes dosis de humor corrosivo. Así piensa Gertru, un personaje más
crítico que los demás, sobre un coach
al que ha de recoger en el aeropuerto: «La crisis no era ninguna oportunidad,
la crisis sólo era eso, crisis, denigración, ir a peor, si acaso era una
oportunidad para tipos como aquel, para aquel ventrílocuo del oportunismo y del
vaso medio lleno que estaba encantado de sus borborigmos verbales, que
disfrutaba escuchándose a sí mismo, absolutamente ajeno a la evidencia de que
su discurso apestaba, tanto en el fondo como en la forma.» (pág. 213)
Me apena que en el mundo actual la literatura haya dejado de generar
debate social, porque muchas personas que no llegarán a enterarse de que este
libro existe podrían sentirse totalmente identificadas con su contenido y
comprobar que no están tan solas como piensan. Ya lo apunté al principio: a mí
los libros sobre el mercado laboral español me interesan, y La gran ola me ha parecido incisivo,
sarcástico, demoledor.
Un placer leer lo que opinas
ResponderEliminarabrazos
Hola: muchas gracias por pasarte y el interés.
EliminarSaludos
Tienes toda la razón, un libro que dice muchas verdades y trata el tema laboral de una manera genial.
ResponderEliminarHola Fesaro:
EliminarImagino que lo habrás leído, me alegro que te haya podido gustar.
Saludos