viernes, 11 de diciembre de 2009

La historia que no pude o no supe escribir, por Javier Cánaves



Editorial Baile del Sol. 79 páginas.

De Javier Cánaves había leído los libros de poemas Al fin has conseguido que odie el blues (premio de poesía Hiperión, 2003. Editorial Hiperión) y El peso de los puentes (Premio Ciudad de Palma Rubén Darío, 2005. Editorial DVD), y he leído ahora La historia que no pude o no supe escribir, libro con el que se estrena (al menos de forma pública) en la narrativa.

Cito los libros de poesía porque me parecen muy significativos a la hora de entender la narrativa de Cánaves. Leyendo su novela breve, de apenas 80 páginas, los cortos capítulos me remitían continuamente a su mundo poético, y sobre todo a Al fin has conseguido que odie el blues, donde los temas propuestos más relevantes serían el estudio de las relaciones de pareja, su entusiasmo, su incomprensión, su tedio… y a partir de estos supuestos de partida Cánaves monta La historia que no pude o no supe escribir.

En esta novela nos encontramos a un narrador sin nombre, aunque hacia el final del relato se hará llamar C, y que frisa la media edad (a punto de cumplir treinta y cuatro años, nos dice) que se ha propuesto escribir en el ordenador, en una sola noche, la historia que se inició ocho años antes en las Islas Canarias (principalmente en Fuerteventura) y que le obsesiona desde entonces. Una historia, como en los poemas de Cánaves (los poemas de C), de amor, desamor, desencuentros y extravío, con algún misterio añadido.
El narrador dejó entonces la comodidad de su casa para vivir algo que se saliese de lo cotidiano. Deseaba ser escritor, nos enteraremos, y quería experiencias; se define como un Bandini (el protagonista con aspiraciones de escritor de las novelas de John Fante) de clase media. “Había estudiado derecho contra mi voluntad, para satisfacer a mis padres. Había sido un buen hijo, un novio modélico (o eso me gustaba pensar), y era el momento de cobrárselo todo”, nos dice en la página 12. Y esta será una historia de juventud, o del fin de la juventud.

En Fuerteventura conocerá a Alicia. “Estas mujeres que nos parecen diferentes a las demás suelen ser las más peligrosas, las que nos cambian la vida y casi nunca para bien.”, página 17. No mucho después ella desaparecerá, tras haber sembrado la incertidumbre vital en el narrador a través de sus frases enigmáticas y de la intuición de una historia dolorosa, inconclusa, en la ciudad de Cardiff.
El narrador, años más tarde, iniciará su búsqueda; y de esta búsqueda, junto a la descripción de los días que vivieron juntos en Fuerteventura, se nutre el relato que pretende escribir en una sola noche.

La novela se inicia con una cita de Juan Carlos Onetti, escritor que, como se puede percibir curioseando en el blog de Javier Cánaves (“Tu cita de los martes”), éste admira, y su influencia queda latente en la construcción cadenciosa de la frase y en el gusto por la adjetivación poética.
Otra influencia que he percibido en el texto es la del escritor chileno Roberto Bolaño -también un narrador procedente del mundo de la poesía-, de los más admirados y leídos por la nueva generación de escritores tanto en España como en Hispanoamérica.
Cito de la página 42: “Un modo elegante, pienso de estar junto al abismo, ese abismo de todos los que escriben y empiezan a sospechar que nunca llegarán a ser lo que soñaron.
Me imagino a Roberto con un maletín de piel marrón caminando por una ciudad infinita y deshabitada”
En Los detectives salvajes de Roberto Bolaño aparece un personaje escritor que echa de menos una cartera de cuero con la que viajaba antes de ser famoso. Este párrafo acerca de un aspirante a escritor llamado Roberto parece un homenaje directo a Bolaño; cuyos personajes, por cierto, también suelen moverse al borde del abismo, y, como en la novela de Cánaves, evocan su juventud perdida; o sus sueños nocturnos se insertan en el cuerpo del relato como un capítulo más, desasosegante, alucinatorio…

En resumen, una novela corta sobre el fin de los sueños de juventud que se lee de un tirón, escrita con un cuidado lenguaje poético, y que hace albergar serias esperanzas sobre el futuro como novelista de J. Cánaves cuando se enfrente a empeños de envergadura más extensa.

6 comentarios:

  1. Se agradecen las esperanzas.
    Seguiremos en el empeño.

    ResponderEliminar
  2. Hola Javier:
    Ya que has tenido a bien pasarte por aquí, una pregunta: ¿relamente el personaje que se llamaba Roberto y la cartera de cuero eran un homenaje a Bolaño?
    Por si te apetece contestar.
    Saludos

    ResponderEliminar
  3. Es un libro lleno de arrebato de vida y literatura,de la forma en que una y otra se intremezclan. No me canso de recomendarlo.

    ResponderEliminar
  4. entremezclan,quise decir.Últimamente no doy ni una con mi corrección ortográfica, mecachis

    ResponderEliminar
  5. Gracias, detective. Te voy a nombrar representante ;)
    David, seguramente la sombra de Bolaño sobrevuela el libro. Respecto al personaje llamado Roberto, está inspirado en un amigo madrileño; la anécdota del maletín nace de una historia que me contó otro amigo, mallorquín este...
    Por cierto, a ver si podemos pronto disfrutar de la lectura de alguno de esos libros que tienes en el horno editorial...
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Hola detective: no te preocupes por la ortografía, me acabo de dar cuenta de que yo había escrito en mi mensaje "relamente" en vez de "realmente"... o tal vez deberíamos preocuparnos todos...

    Javier: Gracias por contestar y ese ánimo con mis libros. A ver si en 2010 consigo ver ya algún libro editado,... más de 20 años esperando ese momento y algo externo (una crisis económica) parece que lo dificulta todo... el efecto mariposa.
    Además estaba pensando que mi novela "Acantilados de Howth" se parece bastante a la tuya: también planea sobre ella la sombra de Bolaño, y también hay un personaje que ha entrado en los 30 con una vida que no le satisface y rememora una relación sentimental con una chica del pasado, en este caso ocurrida en Irlanda... y el personaje en vez de aspirante a escritor lo es a poeta (eso sí: un poeta contable)... Debe de ser algo generacional.

    saludos

    ResponderEliminar