sábado, 31 de octubre de 2009

El canto, por C. K. Williams


Hacía tiempo que no leía poesía; y tras hojear unos cuantos volúmenes, me decidí a comprar en La Central El canto de C. K. Williams. Había leído ya de él Reparación, y guardaba un buen recuerdo.
C. K. Williams se encuentra entre los poetas más reconocidos del panorama actual norteamericano. Reparación fue el Premio Pulitzer de 2000 y El canto el National Book Award de 2003.

Bartleby Editores, en la que han aparecido en España estos libros, se ha dedicado durante los últimos años a traducir gran parte de la poesía norteamericana actual. También he leído, de esta editorial, libros de Billy Collins, Raymond Carver, o Sharon Olds. Y el resultado ha sido bastante gratificante. Ya dije en este blog que a mí me gusta bastante la literatura norteamericana, y cuando lo decía me refería principalmente a la narrativa: me parecen unos maestros de la novela, y sobre todo del cuento.
Con esta sensibilidad del cuento por el detalle minúsculo en la vida de alguien, detalle del que se desprende una epifanía de su vida, entronca esta poesía.
Descendientes de Walt Whitman o de William Carlos Williams, los poemas de C. K. Williams, Collins, Olds… suelen partir de una escena real, en muchos casos muy cotidiana, un tren parado y un viajero que mira al exterior, una visita al hospital al padre, y desde ahí el poeta descubre una conexión con otro momento de su vida o de la existencia, y reflexiona sobre cualquier otra cosa.
Partiendo de una composición sencilla, pero no simple, la escena mostrada suele alcanzar altas cotas de comprensión hacia la mente o la sensibilidad del artista, siendo una poesía de gran calado empático y universalizadora.

El canto de C. K. Williams se divide en cuatro partes:

En la primera, el poeta reflexiona desde el presente sobre hechos que marcaron su vida o la marcan en la actualidad: la imagen de un amigo enfermo, el recuerdo de los antepasados, o las reflexiones a las que le conduce ayudar a una persona ciega a entrar en el metro en el poema Lecciones, quizás el que más me ha gustado de esta serie. Destacaría también el último, El mundo, por lo que tiene de revelador de los planteamientos poéticos del autor: “En las sombras que hay detrás, una mancha de tela se desparrama en un cajón, / un símbolo seguramente, pero cuando uno empieza a buscar símbolos, ¿qué no lo es?”, y también para finalizar este poema:
“Catherine debajo del haya con su padre y hermanas, yo observando, / todo y todos ellos podrían permanecer así para algo más, para ser algo más. / Aunque en verdad no puedo imaginar qué, la realidad se ha colado por sí misma con tal solidez ante mi /
que hay poca necesidad de misterio… excepto en nosotros, en cómo tomamos el mundo / y lo ensanchamos más de lo que somos, más incluso de lo que es”.

En la segunda parte reflexiona sobre su infancia más remota, y aquí el grado de abstracción, de evocación desubicada, es mayor.

La tercera parte se titula Elegía a un artista, y está dedicado a Bruce McGrew, pintor y amigo de Williams, como se deduce de lo escrito. Bajo el título de los poemas se marca el tiempo en torno a la muerte del amigo y se centra así el momento evocado frente al punto cero de la muerte, como el acercamiento al epicentro de un terremoto. Unos poemas hondos, crudos, lúcidos y cercanos.

En la cuarta parte se reflexiona sobre el estado del mundo tras los atentados del 11 de septiembre y las guerras actuales. Si en Reparación los poemas parecían proponer una salida al poeta, un refugio frente al exterior, en esta cuarta parte de El canto es como si el poema dejara de ser suficiente como refugio frente a la realidad que evoca. Convirtiéndose los poemas en una elegía por un mundo enfermo. Una visión desencantada de lo que ve. Unos poemas reveladores con títulos tan explícitos como Miedo.

Me ha llamado la atención descubrir en el prólogo de Jaime Priede (también traductor del libro; al leer fragmentos de la versión original, me ha parecido que Priede hace un gran trabajo de reconstrucción del poema en nuestro idioma), que C. K. Williams es un judío de Newark, nacido en 1936, igual que Philip Roth, judío y nacido en la misma ciudad en 1933; y aunque este último es unos años más mayor, me ha gustado imaginarme a ambos compartiendo canchas de baloncesto, cafeterías, cines… en su ciudad de Nueva Jersey.

En resumen El canto me ha parecido un gran poemario.
Estos libros de Williams, Collins u Olds son el equivalente en poesía a la prosa de Richard Ford, Tobias Wolff, Lorrie Moore o Philip Roth. (Por supuesto, los poemas de Carver son el equivalente a la prosa de Carver, pero afirmar esto se me hacía un chiste fácil.)

3 comentarios:

  1. De los mencionados en poesía sólo he leído a Carver y Billy Collins. Será bueno acercarme a Williams y Olds... Saludos.

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  2. Hola, tanto Williams como Sharon Olds, son muy buenos. Quizás me gustó la poesía de ambos más que la de Carver o Collins.

    Y de estos que he nombrado me quedo con el libro "El padre" de Sharon Olds. Es posible que sea el libro de poesía que más me ha impresionado de los que he leído en los últimos años.

    Saludos

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  3. Gracias por el seguimiento y tus comentarios, David. Intentaremos seguir en la brecha aunque cada vez nos lo ponen más difícil...

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