domingo, 10 de marzo de 2019

Saturno, por Eduardo Halfon


Saturno, de Eduardo Halfon

Editorial Jekyll & Jill. 68 páginas. Primera edición de 2003, esta de 2018.

Durante el verano de 2018 me apeteció conocer la obra de Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971), un autor hispanoamericano al que tenía apuntado en mis interminables listas mentales desde hacía tiempo. Me leí seguidos, en la primera semana de julio, cinco libros suyos. Son libros cortos e intensos y uno siempre los acaba con el deseo de leer más páginas de este autor. El último de los cinco que leí entonces fue Biblioteca bizarra, que había publicado hacía poco tiempo la editorial Jekyll & Jill. Cuando Víctor Gomollón vio en las redes sociales que yo estaba comentando mi lectura de Biblioteca bizarra (libro editado por él), me ofreció el envío de Saturno, que yo acepté agradecido.

Saturno es uno de los primeros libros publicados por Halfon. Vio la luz por primera vez en 2003 y ahora, en una edición revisada, ha vuelto a estar disponible para el público. Es una nouvelle de 68 páginas que se puede leer de una sentada. Como suele ocurrir con los libros de Halfon es una novela corta, intensa y poética.

El narrador innominado de Saturno escribe dirigiéndose a su padre. El monólogo que establece con esta figura ausente está cargado de reproches y acusaciones. El narrador y su padre no se ven desde un desafortunado encuentro en el que los dos se acabaron faltando al respeto. «Su cólera durante nuestra última batalla, padre, todavía me está consumiendo. Sus gritos retumbaron en mí como los truenos que preceden la lluvia, la lluvia que jamás escampa. Insultos y amenazas y condenas. Como las de un gigante. Admitió usted, padre, su deseo de vengarse de mí» (pág. 28).
Nuestro narrador, en vez de querer haber sido ingeniero o abogado, profesiones que habrían satisfecho a su padre, eligió el camino de la literatura, una ocupación ridiculizada por el padre. En la página 48 el narrador afirma lo siguiente: «Al sólo mencionar yo el no sentirme judío, usted, echado, su mirada siempre en otro sitio, se enfureció»: un dato importante, puesto que Halfon y su familia son de origen judío y, por tanto, para el lector que conoce la obra de este autor empiezan aquí ya las referencias autoficcionales.
He visto en Youtube una charla de Eduardo Halfon en la que contaba que cuando se publicó Saturno por primera vez en Guatemala se leyó como si se tratara de un texto autobiográfico. La caracterización del narrador como escritor centroamericano de origen judío hizo que un buen número de lectores confundieran a personaje con autor; y esto contribuyó a que, en sus siguientes obras, Halfon decidiera seguir con ese juego de la autoficción, afianzando esta confusión (o juego) al llamar a su narrador, que va saltando de un libro a otro, con su propio nombre.

Los primeros lectores que leyeron Saturno no sólo pensaron que Eduardo Halfon mantenía una muy mala relación con su padre, sino que además temieron por su vida. Si uno de los temas principales de Saturno es del reproche al padre, el otro sería el del suicidio. Parece que, imbuido por la mala relación filial, el narrador de esta novela corta está pensando seriamente en quitarse la vida. De hecho, una de las ideas que se repiten a lo largo de las páginas es que el narrador escucha voces que le hablan de la muerte. Estas voces –se le da a entender al lector– son las de los escritores suicidas que nuestro narrador-escritor admira. En las escasas páginas de Saturno se habla de multitud de escritores suicidas (no en vano el texto se abre con una cita de Cesare Pavese: «El único modo de salvarse del abismo es mirarlo y medirlo y sondarlo y bajar a él»). El desfile de escritores suicidas es tan prolijo que Halfon los agrupa, incluso, por modos de dejar la vida: por ejemplo, entre los que murieron envenenándose nos encontramos con nombres como Vachel Lindsay, Horacio Quiroga, Manuel de Acuña, George Sterling, Charlotte Mew y Leopoldo Lugones. Y entre los escritores que cometieron suicidio con arma de fuego nos encontramos con Ernest Hemingway, José Asunción Silva, Pablo de Rokha, Costa Cariotakis o Vladimir Mayakosky.

El padre de nuestro narrador nunca leyó lo que éste escribió, aunque –según asegura él mismo– siempre escribió sobre el padre.
No he leído la Carta al padre de Franz Kafka, pero imagino que Saturno es un texto fuertemente influido por el de Kafka. La desesperanza que se desprende de las páginas de Saturno y la repetición de algunas frases y temas, como motivos musicales, me ha hecho pensar también en la prosa afilada, densa y bella del austriaco Thomas Bernhard.

En Saturno, Halfon todavía no ha llegado a su plena madurez narrativa y a su modelo de autoficción más consolidado, ese en el que un narrador con su mismo nombre es el protagonista de libros tan potentes como Monasterio, Duelo y Signor Hoffman. Digo que aún no ha llegado a la madurez de estos libros, pero ya se acerca mucho a ella en Saturno, donde más que por la autoficción apuesta por la metaliteratura. A pesar de la inquietante presencia de la muerte suicida, Saturno también es una reivindicación poderosa de la vitalidad artística y de la pasión por la escritura.
Como ya he comentado al acercarme a otros libros de Halfon, al leer éste también me he quedado con ganas de que fuese más largo, lo que siempre es un elogio hacia cualquier obra literaria.
La edición de Jekyll & Jill es exquisita. Además está numerada. De una edición de 800 ejemplares el mío es el número 613. Me encantan estos detalles tan trabajados.

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