miércoles, 27 de enero de 2010

La región inmóvil, por Tom Drury


451 Editores. 203 páginas, edición de 2009. Texto de 2006.

Encontré este libro en un rastrillo benéfico durante el pasado diciembre, su precio era de dos euros. En los últimos años me he mentalizado de la necesidad de no acumular libros; es decir, no comprarlos a no ser que vaya a leerlos inmediatamente, aunque estén a un precio muy bajo y me parezcan interesantes.

Según la contraportada, un desconocido -para mí-, Tom Drury es “uno de los grandes talentos ocultos de la narrativa estadounidense, por fin traducido al castellano”, y los Angeles Time dice que el libro tiene algo de los hermanos Grimm y algo de los hermanos Cohen.
Quizás lo que me decidió a llevármelo fue el hecho de que dentro había una carta de la editorial, imagino que dirigida a algún medio de comunicación, donde se dice que el Chicago Tribune había elegido al libro como mejor libro del año. (El ejemplar no había sido leído.)
También tenía curiosidad por leer algo de 451 Editores, una editorial nueva que ha ocupado pronto un gran espacio de mercado y de la que aún no había leído ningún libro. El volumen tiene un diseño interesante y su calidad de edición es alta.

La región inmóvil nos presenta a Pierre Hunter, un joven de 24 años, que tras realizar una carrera universitaria de ciencias regresa a su pueblo en el medio oeste, en Driftless Area (la Región Inmóvil), donde ya han fallecido sus padres, para trabajar como camarero en un bar-restaurante. Asistimos a episodios de la vida de Pierre, contados desde fuera y con abundancia de diálogos. Pierre parece un joven solitario y descentrado. El día de fin de año se emborracha en una fiesta en la que no se encuentra cómodo, sale a tomar el aire y al regresar se equivoca de casa e irrumpe en una fiesta en la que nadie le conoce. Una vez invitado a marcharse insiste en realizar un truco con monedas, que finalmente ejecuta con éxito, lo que no impide que el dueño de la casa haya llamado a la policía, que sea denunciado por allanamiento de morada y que tenga que acudir a un juicio que le condenará a asistir a charlas antialcohólicas.
Durante la descripción de esta extraña nochevieja se marcan algunos de los nudos de la novela: la fuerza del azar y el destino, y también en el parque al que ha salido a tomar el aire Pierre charla con un anciano. Durante la mitad de la novela, narrada en tercera persona, el texto se apega al personaje de Pierre, salvo en una página en la que el anciano anterior sale de escena y visita una casa en una colina. Allí conversa con una chica, y el anciano le dice que el que esperaba ha llegado. Yo seguía avanzando con el libro y volvía a esta página, me resultaba enigmática, se me evadía su significado.
La chica anterior, Estelle, salva de morir a Pierre en el lago helado al que ha caído, y empezarán a relacionarse.
Durante las primeras 100 páginas de la novela, seguimos a Pierre bebiendo y entrando en la fiesta que no es, conversando con su jefe o compañeros del bar donde trabaja, hablando con su abogado, asistiendo a las charlas antialcohólicas, relacionándose con la enigmática Estelle… y gravitando sobre estas escenas la página en la que el anciano le ha dicho a Estelle que tenían que encontrar al que le había conducido a aquella situación, lo que de algún modo se insinúa que va a conseguir Pierre.
El relato fluye durante estas primeras 100 páginas, o 5 capítulos, pero quizás quedan algo imprecisas las intenciones del autor, los temas sobre los que se sustenta la narración. El personaje se perfila por sus conversaciones, le vemos errar, y quizás no conseguimos penetrar en su psicología. Drury, como suelen hacer los escritores norteamericanos, compone escenas en las que posa su mirada sobre objetos o situaciones secundarias curiosas y de las que se desprende una poética propia, pero sin llegar al grado de intensidad, o epifanía, de Charles Baxter, por ejemplo.

En las otras 100 páginas la vida de Pierre se mezcla por casualidad con un tipo turbio que ha cometido un asesinato. Por la mera fuerza del azar y el destino (como en una película de los Cohen, tal vez), le acaba quitando una bolsa con más de 70.000 dólares y el tipo intentará dar con él. En esta parte la novela se acerca más al género negro, y me ha recordado a No es país para viejos de Cormac McCarthy, en su rapidez de escenas y diálogos.
Pero no queda únicamente en el género negro el giro que toma la novela, sino que de forma inesperada se adentra en el género de fantasmas. Uno de los protagonistas (no diré cuál) es el realidad una persona fallecida que ha vuelto al mundo de los vivos en el cuerpo de una persona que quedó en coma, y este hecho entronca con la extraña escena del anciano que visita a la chica de la colina en la primera mitad del libro.

El libro se lee rápido, está escrito con agilidad, su lectura ha sido curiosa, me ha resultado una mezcla de muchas cosas. Quizás le haya perjudicado, para que me hubiese acabado de gustar más, que he leído no hace mucho a Eudora Welty, Alice Munro o a Charles Baxter, quienes consiguen más cotas de hondura siguiendo la tradición norteamericana; aunque en estos casos sus intenciones eran más realistas, más analíticas de las relaciones humanas, y Drury se haya arriesgado en un terreno más complicado, lo que siempre es destacable. Esta novela podría ser la base de una buena película de los Cohen, al estilo de Fargo o El hombre que nunca estuvo allí.

3 comentarios:

  1. David, me quedé pensando en lo que decías de la presentación de Tom Drury (de quien jamás escuché hablar hasta hoy), cuando decía “uno de los grandes talentos ocultos de la narrativa estadounidense, por fin traducido al castellano”. Con ese mismo discurso editorial me encontré cuando me acerqué a Don DeLillo, autor que considero nefasto pero entré engañado a su novela Cosmópolis. Conversando con algunos amigos que leyeron a DeLillo todos coincidimos en lo engañoso de ese discurso publicitario.
    Cuando me cruce con un libro de Drury te contaré si logró convencerme o no. Mientras tanto me quedo con autores norteamericanos como Roth, Joe Hill (GRAN autor e hijo de Stephen King) y el mismo Stephen King (sobre todo sus últimos libros).
    Es bueno estar de vuelta en la blogosfera. Un abrazo de Argentina.
    Francisco

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  2. Hola Francisco:

    En realidad Drury no está mal, es original y eso, mezcla muchas cosas. Aunque me quedo con Charles Baxter o Philip Roth.

    De Delillo leí "Ruido de fondo", y me encantó, ese libro sí que me pareció una obra maestra, que siempre recomiendo de la narrativa norteamericana. Luego leí "Fascinación" y ya me gustó menos.

    Tengo una curiosidad: ¿En Argentina es conocido el brasileño Rubem Fonseca? Porque estoy con relatos suyos ahora y me parece tan bueno que no entiendo por qué hasta ahora no le conocía.

    saludos

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  3. David,
    Tendré en cuenta tu recomendación de DeLillo, aunque ahora sus libros estan costando una fortuna para nuestra deprimente economía.
    Fonseca, que grande! Acá se lo reconoce mucho, sobre todo en los ámbitos académico/literario... en la década del '90 se publicaron algunos de sus libros de cuentos y actualmente se consiguen un par de novelas. Hace poco leí Diario de un libertino y me pareció excelente. Me alegra saber que un tipo tan único como es Fonseca cruza el Atlántico porque vale la pena.
    Saludos
    Francisco

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