lunes, 27 de julio de 2009

Idiotas primero, por Bernard Malamud


No estoy seguro de que esta que he encontrado sea la portada original con que se vendió el libro en España. Yo lo he sacado de la biblioteca de Móstoles, y el volumen ya había perdido sus tapas originales, siendo sustituidas por unas de cartoné rojo. Aunque más bien debería decir que tuve que solicitar que lo buscasen en “el depósito” de la biblioteca, el pudridero al que van a parar todos los libros que la gente no saca desde hace tiempo.
Es decir, los libros de escritores de la talla de Malamud van dejando sitio en las estanterías a las novelas históricas y demás material de catedrales, bidones de gasolina, conspiraciones religiosas y eso… que sí saca la gente. Alguno de Bolaño ya ha ido a parar al depósito, de Rey Rosa…

La edición española es de Seix Barral de 1969, se acabó de imprimir en Zamora en mayo de ese año, es decir meses antes de que el hombre llegase a la luna; las páginas están amarillentas y huele a tienda de viejo. Además algunas de sus páginas están marcadas por un sello morado con un águila franquista y la inscripción “Centro nacional de lectura”. Leer este libro es realizar un viaje en el tiempo. ¿Quién sería la última persona que lo sacó de la biblioteca de Móstoles? ¿Quién desgastó sus tapas?
Es extraño que un libro que se imprime en Zamora por una editorial de Barcelona, tenga una traducción argentina del inglés. Los traductores son Gabriel Ferrater y Susana Lugones. Al principio pensé que Ferrater era el poeta catalán, pero no debe ser, porque supongo que entonces no escribiría “saco” por “chaqueta” o “pucho” por “cigarrillo”. Uno está acostumbra al español de Hispanoamérica, por los libros de Borges, Cortázar o Art, pero resulta raro en un libro de un escritor norteamericano; además diría que la traducción es apresurada o no muy lograda. En más de una ocasión la expresión “soñó con María”, estaba escrita “soñó en María”. Yo diría que ese “en” tampoco es correcto en el español de Argentina. Las erratas son abundantes, también.

A pesar de estos problemas, he de decir que Idiotas primero es un gran libro de relatos.
El nombre de Malamud me había aparecido ya en relación a la tradición de escritores judíos norteamericanos: Henry Roth, Philip Roth, Saul Below…; y sentí más curiosidad por él tras leer la primera novela de las cuatro que componen Zuckerman encadenado de Roth; en ella, La visita al maestro, un joven Zuckerman, escritor en ciernes, va a visitar a su maestro a una casa retirada en el campo, un tal Lonoff, que la crítica identificaba con Malamud. Éste fue un escritor de éxito en los años 60 (recibió un premio Pulitzer), y que fue desapareciendo del panorama en las décadas siguientes, cuando el hueco del gran escritor judío norteamericano fue ocupado por Saul Bellow o Isaac Bashenvis Singer (a ambos les concedieron el premio Nobel).

En los últimos años, Muchnik Editores ha hecho el rescate de algunas de sus mejores novelas, como El dependiente de 1957 (una de las mejores novelas que leí durante el último año), inspirada en la experiencia de su padre inmigrante ruso como tendero de una tienda de comestibles en Brooklyn, y El hombre de Kiev, por la que le dieron el Pulitzer.
Leí también Los inquilinos de 1971, una poética reflexión sobre la condición del escritor, en una edición de Alianza de los años 70.

Idiotas primero es un conjunto de once cuentos publicado en 1963, que, dejando atrás los problemas de traducción, alcanzan un gran nivel. No son muy extensos, de entre 12 y 20 páginas. Sus personajes suelen ser judíos inmigrantes en EE.UU., con pequeñas escenas de trabajadores y de soledad; con la primera temática destacaría Me vais a matar, acerca de los problemas de un sastre con sus dos empleados, y de la segunda El negro es mi color favorito, sobre un judío que se enamora de una mujer negra.
Pero a diferencia de su discípulo Roth, no todos los personajes de Malamud son judíos. De hecho es curioso que tres de los cuentos transcurren en Italia y con personajes católicos, o al menos esta religión cobra su importancia en el cuento La vida es mejor que la muerte. Uno de estos cuentos italianos me ha parecido el menos logrado del conjunto: Desnudo raptado, una reflexión sobre el arte que no resultaba muy creíble.
En otros relatos, tal vez el nombre del protagonista a un norteamericano ya le indique que el personaje es judío, como el apellido “Cronin” del cuento Elegir una profesión, un logrado relato sobre el deseo y los convencionalismos.
Es curioso que también hay un relato fantástico, El pájaro judío, donde una especie de cuervo viejo entra en el piso de unos judíos norteamericanos, y, tras ponerse a hablar, les convence de que es un pájaro judío y les pide ayuda. Se quedará en la casa hasta que el padre no lo aguante más. Como leí en la introducción de un libro de Kafka, es normal que en la literatura y la religión judias se usen a animales con una función aleccinadora; en este caso una parábola sobre el trato de los judíos sobre los propios judíos.

A mi juicio el mejor cuento del libro es el último, El refugiado alemán, donde se cuenta la relación que se establece entre un estudiante judío de veinte años, neoyorquino, que se ofrece para dar clases de inglés a refugiados del nazismo que llegan a América, judíos con un bagaje cultura muy superior al suyo. Un cuento en la mejor tradición norteamericana, a la altura de los mejores de Tobias Wolff o los de Carver, capaz de brillar y expandirse en la última página a cotas muy elevadas.

En definitiva, si las dos novelas que he leído de él me parecieron de una alta calidad, muy conmovedoras y poéticas, sus cuentos también me han parecido muy buenos. De influencia chejoviana, tal vez el continuador en Norteamericana de la obra cuentística del judío ruso Isaak Babel.

Esperemos que Muchnik se anime y rescate el resto de su obra que está inencontrable en España.

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