Guerra y guerra, de László Krasznahorkai
Editorial Acantilado. 325 páginas. 1ª edición de 1999, esta es de 2009
Traducción de Adan Kovascsics
Ya conté, en la reseña de Tango satánico (1985), que la editorial Acantilado me había enviado
este libro y El barón Wenckheim vuelve a casa (2016) László
Krasznahorkai (Gyula, Hungría, 1954), un autor que llevaba unos años
sonando bastante como posible ganador del Premio
Nobel de Literatura y que, efectivamente, se ha convertido en el ganador
este 2025. Tras la grata sensación que me dejó Tango satánico de encontrarme ante un grandísimo escritor
centroeuropeo, me puse con Distritos de frontera (2017) de
australiano Gerald Murnane, otro
nombre que también sonaba para el Nobel. Después de este libro sopesé ponerme
con El barón Wenckheim vuelve a casa, pero –con sus
más de 500 páginas– pensé que no me iba a dar tiempo a tenerlo terminado para
el 9 de octubre, día en el que se anunciaba el nombre del ganador del Nobel, y
en esta fecha me había propuesto estar en disposición de empezar algún libro de
ese nuevo nombre en el palmarés del Nobel. De este modo, como quería seguir con
Krasznohorkai, saqué de la
biblioteca Guerra y guerra
(1999), que tiene 325 páginas y sí me iba a permitir alcanzar el 9 de octubre
sin tener un libro a medias. Además, El barón Wenckheim vuelve a casa es la última obra del autor, y me parecía
interesante poder llegar a ella conociendo mejor su obra anterior. Si bien, Tanto
satánico era su primera novela, Guerra y guerra es la cuarta.
«Ya no me importa
morir, dijo Korin, y tras un largo silencio, señalando un estanque cercano,
preguntó: ¿Aquello son cisnes?» es la primera frase de la novela. Desde
luego es una primera gran frase de novela. El lector sabrá –en el primer
capítulo– que Korin tiene cuarenta y cuatro años. Ha tomado la decisión de
«marcharse al centro del mundo, allí donde se toman las decisiones, donde
ocurren y se disponen las cosas, como antaño en Roma, es decir, resolvió que
haría las maletas y se marcharía a esa “Roma”, pues, se preguntó, ¿qué hacía él
en aquel archivo a doscientos veinte kilómetros del sudeste de Budapest cuando
podía estar en el centro del mundo, toda vez que estaba acabado.»
(pág. 29). La situación inicial de Korin es complicada: ha viajado a Budapest y
se ha visto asaltado por un grupo de adolescentes, casi niños, de entre once y
catorce años, con navajas que pretenden robarle el dinero. Le han arrinconado
en un puente sobre las vías del tren y él –justo cuando empieza la novela– ha
decidido contarles su historia. Los adolescentes han cogido ya fama en la zona
como atracadores violentos, pero no saben cómo reaccionar ante aquel tipo que
les parece un loco.
En estas primeras
páginas me he vuelto a encontrar con un estilo denso y ampuloso como el de Tango
satánico, con frases que se pueden alargar hasta más una página, con
multitud de subordinadas. Esto obliga al lector a una lectura atenta y, en más
de una ocasión, es posible que tenga que volver la vista atrás y comenzar de
nuevo alguna frase de la que perdió el hilo. En ningún caso, como ya comenté al
hablar de Tango satánico, es esta una característica de estilo que deba
alarmar a ningún lector con un mínimo de experiencia. En realidad, cuando uno se
sumerge con predisposición en la página la experiencia lectora acaba siendo muy
gratificante, pues la prosa de Krasznohorkai es realmente
rica e inteligente.
En estas primeras
páginas me he encontrado con un interesante nuevo recurso: el narrador, además
de mostrarnos la escena, nos informará sobre cómo los personajes se la
relatarán en un futuro cercano (al día siguiente, normalmente) a terceros que
no vivieron esa escena. Así nos hablará el narrador de la reacción de los siete
chicos ante el monólogo de Korin: «ellos siete no estaban por la labor ni
dispuestos a responder a nada, que no les interesaba el asunto, sobre todo a
partir del momento en el que el “pavo ese empezó con aquello de perder la
cabeza”, como contaron más tarde a unos amigos, porque a ellos les importaba
“un pijo”, dijeron» (pág. 13). Este recurso, le da juego a Krasznahorkai de
salirse, durante algunas líneas, de su estilo denso y ceder la voz narrativa a
los personajes, mediante –como vemos– el uso del estilo indirecto libre.
Hacia la mitad de la
novela, Krasznahorkai usa un poco menos este recurso, pero lo cierto es que
esta presente durante todo Guerra y guerra.
Korin trabajaba en un
archivo en una provincia húngara. Este escenario, del que no se habla mucho, en
realidad, en la novela, acaba, sin embargo, creando sobre la misma un aire de
irrealidad kafkiano. Korin ha descubierto en su archivo un documento que, en
principio, no debería estar allí. Ha descubierto una novela sin firma y
considera que hacer que ese texto, que encuentra sublime, sea conocido, se va a
convertir en la misión de su vida, una vida que hasta entonces pensaba sin
alicientes. Korin se divorcia de su mujer, vende su casa y sus bienes y con el
dinero que ha obtenido va a viajar a Nueva York, esa «Roma», donde ocurre todo,
como se anunciaba en la cita que he recogido en esta reseña. Una vez cumplida
su misión (dar a conocer el manuscrito que acabará llamando Guerra y guerra)
piensa que su vida dejará de tener sentido y sucumbirá (esos son sus planes) a
sus tendencias suicidas.
Guerra y guerra se publicó en 1999, en un momento en el que el uso de internet
comenzaba a popularizarse. La idea de Korin es crear una página web y dejar ahí
el texto que ha encontrado para que pueda aspirar a la inmortalidad. Además,
esto debe hacerlo desde Nueva York, el centro del mundo.
Según Korin empieza a
teclear el texto, el lector lo irá conociendo. Korin ha quedado fascinado por
la historia de cuatro hombres que, en cada capítulo de la obra, aparecen en
algún contexto histórico (la antigua Grecia, la Alemania medieval, Venecia,
etc.) en el que está a punto de comenzar una guerra. Korin también le irá
relatando, lo que lee y pasa a ordenador, a una mujer portorriqueña en cuya
casa empezará a vivir en Nueva York, junto a un húngaro.
Uno de los temas de la
novela es el de la incomunicación, puesto que Korin casi no sabe nada del
idioma inglés y le contará sus impresiones sobre la novela a la mujer en
húngaro, idioma que esta desconoce. Además, el lector intuye que ese texto en
húngaro que Korin vierte en la recién estrenada red lo más probable es que no
llegue a nadie y que, por tanto, sus deseos de inmortalidad o trascendencia, a
través de su perdurabilidad, acaben resultando vanos. De todos modos, cuando
Korin consigue encontrar a interlocutores húngaros tampoco acaba teniendo mucho
éxito, puesto que sus interlocutores le consideran un loco.
Como ya conté, en la
primera escena, Korin sufre la violencia de un atraco y, en su primer día en
Nueva York, según está saliendo del aeropuerto, alguien le agrede sin ningún
motivo. La historia de la humanidad, parece decirnos este libro, es una
historia de violencia, muerte y guerra.
Guerra y guerra es un libro, en principio, de lectura más sencilla que Tango
satánico, puesto que en esta nueva novela el narrador sigue casi
exclusivamente las andanzas de un único personaje –Korin– y en Tango
satánico la novela era más coral. También, en la segunda parte de Tango
satánico, había algún capítulo un tanto desconcertante, que parecía salirse
de la lógica de la historia contada y que requería que el lector pusiera de su
parte alguna hipótesis sobre lo que estaba ocurriendo. El lector de Guerra y
guerra, una vez superado el tema de las frases larguísimas, como ya he
comentado, va a adentrarse en un texto más lineal, aunque con varias analepsis,
donde el narrador nos explicará el pasado de Korin, y la novela se irá haciendo
algo más oscura en su segunda parte (como ocurría en Tango satánico)
cuando nos acerquemos a las páginas del manuscrito que fascina a Korin aunque,
como él mismo afirma, no acaba de entender todos sus significados, llegando a
decir que se encuentra ante un manuscrito ilegible.
El lector acabará
sintiendo simpatía hacia Korin y su deseo de ser inmortal a través de la obra
de un artista desconocido. Korin es un ser absolutamente vulnerable en la
ciudad de Nueva York, un ser existencialista que enfrentará al lector al
misterio de la violencia y el sinsentido del mundo, con algunos ecos finales de
novela de Thomas Bernhard.
Como ya me pareció Tango
satánico, Guerra y guerra es, de nuevo, una grandísima novela.

No hay comentarios:
Publicar un comentario