domingo, 4 de septiembre de 2022

Cuentos completos 1, por Philip K. Dick

 


Cuentos completos 1, de Philip K. Dick

Editorial Minotauro. 651 páginas. 1ª edición de la década de 1950; ésta es de 2019.

 

Ya he comentado más de una vez en mis redes sociales que Philip K. Dick (Chicago, 1928 – Santa Ana, 1982) fue mi escritor favorito en la adolescencia, entre los dieciséis y los veinte años. A esta edad dejé de leer radicalmente novelas de género ‒ciencia ficción y terror‒ para pasar a leer «gran literatura». Cuando tenía unos treinta y cinco años volví con Dick, a raíz de leer en Entre paréntesis, el libro de reseñas y columnas de Roberto Bolaño, una conversación entre éste y Rodrigo Fresán, en la que hablaban de que Dick les encantaba y que le consideraban uno de los mejores diez escritores norteamericanos del siglo XX, lo que para ellos equivalía a decir que era uno de los diez mejores escritores del siglo XX. Leí entonces alguna de las novelas de Dick que se me quedaron sin leer en la adolescencia, como Los tres estigmas de Palmer Eldritch, Tiempo de Marte o El hombre en el castillo y, de nuevo, quedé subyugado ante sus potentes ideas narrativas.

 

Dick es el escritor del que más novelas he leído, que superan las veinte. He leído casi todas las que se han publicado en España, y además alguna en inglés que no estaba traducida. Sin embargo, no había leído sus cuentos. Ahora mismo los libros de cuentos me gustan mucho, y no es raro que yo elija leer libros de cuentos, pero de adolescente prefería con mucho las novelas, salvo que el escritor fuese H. P. Lovecraft. De hecho, leí una antología de cuentos de Philip K. Dick sobre los diecisiete años, que se titulaba La máquina preservadora, en una edición de Edasa Nebulae de 1989, pero, frente a las novelas, no me acabó de gustar.

 

Así que el proyecto de leer los cinco volúmenes de cuentos de Dick, que en España ha publicado Minotauro, llevaba años rondándome la cabeza. Conozco varias bibliotecas públicas cerca de casa que los tienen, pero un día me apeteció ir a La Central de Callao y comprar el primer volumen en el nuevo formato de Minotauro, que venden ahora como «edición revisada». Como en La Central no estaba, lo acabé comprando en la cercana FNAC.

 

El libro empieza con un interesante prólogo del propio Dick, en el que diserta sobre qué es ciencia ficción y qué no lo es. Para Dick la ciencia ficción no puede ser definida como «un relato, novela o drama ambientado en el futuro», para él la simple aventura espacial no es ciencia ficción. Para Dick, también puede haber ciencia ficción ambientada en el presente. El mundo creado debe diferenciarse del real al menos en un punto significativo, en este mundo ficticio debe haber al menos una desfiguración conceptual. Si el cambio que la novela plantea, el lector piensa que puede darse, entonces se trata de una novela de ciencia ficción, y si no puede darse, entonces sería de fantasía.

 

Este primer volumen de los Cuentos completos reúne 25 narraciones escritas entre 1951 y 1952; es decir, cuando Dick tenía unos 23 o 24 años. Así que lo primero que debemos ver aquí es que nos encontramos ante la obra de una persona muy joven. Una vez acabado el libro sorprende la madurez de alguna de sus ideas y la limpieza de sus planteamientos.

 

Al final del libro existe un anexo en el que se explica dónde se publicó alguno de los cuentos y Dick reflexiona, desde la madurez, sobre ellos. Aquí descubro que Estabilidad, el primer relato, lo escribió en 1947, y que estaba inédito. Por tanto este cuento está escrito cuando Dick tiene unos 18 o 19 años. Es un texto juvenil sobre las paradojas de los viajes en el tiempo y, aunque resulta un tanto confuso, ya se aprecia en él el gusto por las paradojas de la trama y por las persecuciones paranoicas y las imágenes potentes.

 

Roog, sobre un perro que no entiende por qué cada semana los basureros invaden el jardín de sus amos y quiere advertirles (infructuosamente) de un peligro, es ya un texto poderoso. En él hay ya serios elementos de la obra de Dick: la paranoia y la incomunicación entre los seres vivos. Además la historia tiene una lectura directa (la comentada) y otra más inquietante: quizás el perro tenga razón y tras la apariencia cotidiana de los basureros se esconda la amenaza de una invasión alienígena.

 

La pequeña rebelión sobre unos soldaditos para niños con vida propia es un cuento fantástico y no de ciencia ficción. Se nota que en esta época Dick aún estaba buscando su camino, y crea un relato que recuerda a la saga de películas de Toy story. Un relato sin mucha trascendencia.

 

Más allá se encuentra el wub lo había leído ya hace treinta años en la antología comentada. Fue el primer relato publicado por Dick en 1952. Como lo cuenta él me parece divertido: por esa época trabajaba en una tienda de discos en Berkeley y cuando se publicó su cuento en la revista Planet Stories llevó unos ejemplares a la tienda. Un cliente le preguntó si él leía aquella basura, y él tuvo que admitir que no solo la leía, sino que además la escribía. Más allá se encuentra el wub es un relato sobre el choque de civilizaciones y la conquista de Marte, y resulta estimulante y divertido.

Digamos desde ya, que en estos cuentos Dick es un escritor de ciencia ficción especulativa y que no le preocupa en absoluto la coherencia física real de lo que plantea. Así en este libro nos podemos encontrar con naves espaciales que llegan a un planeta y sus tripulantes humanos pueden bajarse a explorarlo sin problemas de gravedad y, en muchos casos, sin problemas respiratorios. En este sentido, el Marte de Dick se parece mucho al que dibuja Ray Bradbury en Crónicas marcianas, que es un libro que se publicó en 1950 y que diría que es una clara influencia del Dick de estos cuentos.

 

Al leer El cañón en un bar me di cuenta perfectamente de que estaba siendo feliz leyendo a Dick, de que en gran medida estaba volviendo a mi adolescencia. Aquí no encontramos con otro de los temas fundamentales de Dick: el antibelicismo. Recordemos que este cuento se publicó en 1952 con los recuerdos de la Segunda Guerra Mundial y las bombas atómicas sobre Japón aún muy recientes. En El cañón un grupo de científicos terrestres investiga en un planeta lejano la que parece una civilización extinguida por una guerra.

 

La calavera trata, de nuevo, como en Estabilidad, de las paradojas de los viajes en el tiempo. Tiene 30 páginas y empieza ya a ser casi una novela corta. Su desenlace me ha parecido un poco inocente, pero sigue siendo entretenido.

Quizás en estos primeros cuentos, Dick quiere ofrecer al lector una sorpresa al final del cuento y, en más de un caso, resulta un tanto forzada. Sin embargo, para mí, lector rendido a Dick, todo esto acaba por resultarme entrañable.

 

Los defensores tiene otras 30 páginas y, más que un relato, empieza a parecerse ya a un novela corta. El material de este relato Dick lo usaría para el argumento de su novela La penúltima verdad (1964), que fue la última de él que leí en mi primera etapa adolescente a los diecinueve años. Me ha parecido una narración ya más acabada y madura que las anteriores. Un robot le dice a unos humanos: «No están preparados para saber la verdad» o «Somos los administradores provisionales de un mundo abandonado temporalmente por sus amos.» Puro Dick: vivimos en una realidad simulada, las autoridades nos engañan.

 

En La nave humana Dick se plantea si una inteligencia humana es siempre superior a una artificial, y me ha recordado mucho a los planteamientos del escritor de ciencia ficción polaco Stanisław Lem, que fue un gran admirador de Dick.

 

Flautista en el bosque es un relato antibelicista, un relato prehippy camuflado de relato de ciencia ficción en que se plantea el encuentro entre dos civilizaciones.

 

En Los infinitos Dick explora los peligros de los encuentros con lo desconocido en el espacio. De nuevo, Dick se deja llevar por una idea potente por más absurdo que sea su planteamiento. De hecho, muchos de estos cuentos funcionan más que como especulación científica, como alegorías de alguna idea. El giro final de este cuento no lo vi venir y me pareció realmente muy divertido.

 

El argumento de La máquina preservadora es directamente una chifladura. Un científico, en el contexto de la guerra fría, teme que desaparezca la civilización y el arte. Principalmente le preocupa que desparezca la música y para evitarlo idea una máquina que convierte las partituras en seres vivos (¿por qué así se preserva la música?), seres que deja en libertad en un bosque cercano a si casa. Cuando quiere recuperar a los animales y convertirlos de nuevo en partituras la armonía de la música ha desaparecido porque los animales han evolucionado para sobrevivir. En este caso he contado casi todo el argumento porque quiero llamar la atención sobre un hecho importante y que este cuento ejemplifica perfectamente: Dick trabaja en muchos de sus cuentos con una lógica propia, ajena a la del mundo real, y por esto resulta en muchos casos tan desconcertante y poderoso. Diría que este tipo de relatos ha influido en la prosa de escritores latinoamericanos como Mario Levrero y Elvio Gandolfo.

 

Sacrificio es un cuento más fantástico que de ciencia ficción. Es simpático, pero inferior a otros ya leídos.

 

El hombre variable, con sus casi 100 páginas, es más una novela que un relato. Y ha constituido una de las grandes sorpresas de este libro. Se considera que Lotería solar, de 1955, es la primera novela de Dick, pero yo diría, ahora mismo que es El hombre variable. Y El hombre variable me parece bastante mejor que Lotería solar. En El hombre variable nos encontramos ya con el personaje prototipo de las novelas de Dick: un paria que tiene un trabajo manual, por el que siente amor, y que se va a envuelto en un juego de fuerzas que se escapan de las manos. Paranoica, persecución, pérdida de referencias… Una gran novela corta.

 

Después de leer El hombre variable, acercarme a La rana infatigable hace que su lectura me resulte menor, apenas un juego simpático sobre una paradoja científica.

 

En La cripta de cristal el libro recupera el nivel. Un nuevo cuento sobre la destrucción de Marte y sus civilizaciones por parte del hombre, muy en la línea de Crónicas marcianas de Ray Bradbury, que ya comenté antes.

 

La vida efímera y feliz del zapato marrón vuelve a ser una extravagancia más fantástica que de ficción especulativa, en la línea surrealista de La máquina preservadora.

 

En El constructor un hombre con miedo a una guerra nuclear construye un barco en el jardín de su casa. En este cuento parece que Dick juega a ser, de nuevo, un escritor diferente y el planteamiento y la hondura de este cuento me recuerda a algunos de los de John Cheever.

 

El factor letal es un bello cuento sobre las paradojas de los viajes en el tiempo, uno de los grandes temas de Dick.

 

La paga, con sus 50 páginas vuelve a ser más una novela corta que un relato. Más de uno de los cuentos de Dick ha sido usado como base para una película, y me extraña que no haya ocurrido con La paga, porque diría que es el más cinematográfico de los relatos de este libro. Un hombre ha trabajado para una empresa durante los últimos dos años, se supone que ha firmado un contrato según el cual al finalizar sus tareas recibirá una fuerte suma de dinero pero los recuerdos de los dos últimos años serán borrados de su mente. Cuando comienza la narración, el protagonista se dará cuenta también de que, en algún momento del pasado cercano, también ha firmado la renuncia al dinero pactado, pero tiene una bolsa con diversos objetos que aún no saben para qué sirven. Pronto se dará cuenta de que su «yo del pasado» se los ha entregado para salvarle de los peligros del futuro. Muy bueno.

 

En El gran C Dick plantea un mundo apocalíptico y la vida de los supervivientes en medio de la decadencia tecnológica. Según nos acercamos hacia el final tengo la impresión de que el pulso de un Dick de 24 años es cada vez más firme.

 

En el jardín es un cuento fantástico. Resulta algo desconcertante leerlo en este momento, cuando creía que los titubeos eran más de páginas pasadas.

 

El rey de los elfos es otro cuento fantástico, que me parece bastante mejor que En el jardín. En El rey de los elfos está muy bien planteada la disyuntiva entre la posibilidad de estar leyendo un cuento fantástico o un cuento de locura.

 

En Colonia volvemos al tema de los peligros de encontrarnos con otras formas de vida en el espacio. Otro cuento desasosegante que, perfectamente, podía haber sido llevado al cine.

 

En La nave de Gamínedes volvemos a las guerras interplanetarias y a las paradojas de los viajes espaciales y en el tiempo. Me ha parecido inferior a otros cuentos en los que ya se planteaba este tema.

 

El volumen finaliza con La niñera que es un cuento muy bello sobre la competencia entre diversas inteligencias artificiales. De fondo, como en muchas novelas de Dick, existe una crítica a la sociedad de consumo.

 

En resumen, estos cuentos de Philip K. Dick me han parecido divertidos y brillantes. Solo en algún momento, sus planteamientos me han resultado un tanto inocentes y, en general, me sorprende que historias tan maduras e imaginativas estén escritas por una personas de veintitrés o veinticuatro años. Me lo he pasado muy bien leyendo este libro y me alegra mucho saber que aún me quedan cuatro volúmenes más de cuentos de Dick. Tengo ya ganas de acercarme a los cuentos que escribía en la década de 1960, que para mí es su mejor momento como creador, si atendemos a su producción novelística.

 

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