Cuentos completos 1, de Philip K. Dick
Editorial Minotauro. 651 páginas. 1ª edición de la década de 1950;
ésta es de 2019.
Ya he comentado más de una vez en
mis redes sociales que Philip K. Dick
(Chicago, 1928 – Santa Ana, 1982) fue mi escritor favorito en la adolescencia,
entre los dieciséis y los veinte años. A esta edad dejé de leer radicalmente
novelas de género ‒ciencia ficción y terror‒ para pasar a leer «gran
literatura». Cuando tenía unos treinta y cinco años volví con Dick, a raíz de
leer en Entre paréntesis, el libro de reseñas y columnas de Roberto Bolaño, una conversación entre
éste y Rodrigo Fresán, en la que
hablaban de que Dick les encantaba y que le consideraban uno de los mejores
diez escritores norteamericanos del siglo XX, lo que para ellos equivalía a
decir que era uno de los diez mejores escritores del siglo XX. Leí entonces
alguna de las novelas de Dick que se me quedaron sin leer en la adolescencia,
como Los
tres estigmas de Palmer Eldritch, Tiempo de Marte o El
hombre en el castillo y, de nuevo, quedé subyugado ante sus potentes
ideas narrativas.
Dick es el escritor del que más
novelas he leído, que superan las veinte. He leído casi todas las que se han
publicado en España, y además alguna en inglés que no estaba traducida. Sin
embargo, no había leído sus cuentos. Ahora mismo los libros de cuentos me
gustan mucho, y no es raro que yo elija leer libros de cuentos, pero de
adolescente prefería con mucho las novelas, salvo que el escritor fuese H. P. Lovecraft. De hecho, leí una
antología de cuentos de Philip K. Dick sobre los diecisiete años, que se
titulaba La máquina preservadora, en una edición de Edasa Nebulae de 1989, pero, frente a las novelas, no me acabó de
gustar.
Así que el proyecto de leer los
cinco volúmenes de cuentos de Dick, que en España ha publicado Minotauro,
llevaba años rondándome la cabeza. Conozco varias bibliotecas públicas cerca de
casa que los tienen, pero un día me apeteció ir a La Central de Callao y
comprar el primer volumen en el nuevo formato de Minotauro, que venden ahora
como «edición revisada». Como en La Central no estaba, lo acabé comprando en la
cercana FNAC.
El libro empieza con un interesante
prólogo del propio Dick, en el que diserta sobre qué es ciencia ficción y qué
no lo es. Para Dick la ciencia ficción no puede ser definida como «un relato,
novela o drama ambientado en el futuro», para él la simple aventura espacial no
es ciencia ficción. Para Dick, también puede haber ciencia ficción ambientada
en el presente. El mundo creado debe diferenciarse del real al menos en un
punto significativo, en este mundo ficticio debe haber al menos una
desfiguración conceptual. Si el cambio que la novela plantea, el lector piensa
que puede darse, entonces se trata de una novela de ciencia ficción, y si no
puede darse, entonces sería de fantasía.
Este primer volumen de los Cuentos completos reúne 25 narraciones
escritas entre 1951 y 1952; es decir, cuando Dick tenía unos 23 o 24 años. Así
que lo primero que debemos ver aquí es que nos encontramos ante la obra de una
persona muy joven. Una vez acabado el libro sorprende la madurez de alguna de
sus ideas y la limpieza de sus planteamientos.
Al final del libro existe un anexo
en el que se explica dónde se publicó alguno de los cuentos y Dick reflexiona,
desde la madurez, sobre ellos. Aquí descubro que Estabilidad, el primer
relato, lo escribió en 1947, y que estaba inédito. Por tanto este cuento está
escrito cuando Dick tiene unos 18 o 19 años. Es un texto juvenil sobre las
paradojas de los viajes en el tiempo y, aunque resulta un tanto confuso, ya se
aprecia en él el gusto por las paradojas de la trama y por las persecuciones
paranoicas y las imágenes potentes.
Roog, sobre un
perro que no entiende por qué cada semana los basureros invaden el jardín de
sus amos y quiere advertirles (infructuosamente) de un peligro, es ya un texto
poderoso. En él hay ya serios elementos de la obra de Dick: la paranoia y la
incomunicación entre los seres vivos. Además la historia tiene una lectura
directa (la comentada) y otra más inquietante: quizás el perro tenga razón y
tras la apariencia cotidiana de los basureros se esconda la amenaza de una
invasión alienígena.
La pequeña rebelión sobre unos
soldaditos para niños con vida propia es un cuento fantástico y no de ciencia
ficción. Se nota que en esta época Dick aún estaba buscando su camino, y crea
un relato que recuerda a la saga de películas de Toy story. Un relato sin
mucha trascendencia.
Más allá se encuentra el wub lo había
leído ya hace treinta años en la antología comentada. Fue el primer relato
publicado por Dick en 1952. Como lo cuenta él me parece divertido: por esa
época trabajaba en una tienda de discos en Berkeley y cuando se publicó su
cuento en la revista Planet Stories llevó unos ejemplares a la tienda. Un
cliente le preguntó si él leía aquella basura, y él tuvo que admitir que no
solo la leía, sino que además la escribía. Más
allá se encuentra el wub es un relato sobre el choque de civilizaciones y
la conquista de Marte, y resulta estimulante y divertido.
Digamos desde ya, que en estos
cuentos Dick es un escritor de ciencia ficción especulativa y que no le
preocupa en absoluto la coherencia física real de lo que plantea. Así en este
libro nos podemos encontrar con naves espaciales que llegan a un planeta y sus
tripulantes humanos pueden bajarse a explorarlo sin problemas de gravedad y, en
muchos casos, sin problemas respiratorios. En este sentido, el Marte de Dick se
parece mucho al que dibuja Ray Bradbury
en Crónicas
marcianas, que es un libro que se publicó en 1950 y que diría que es
una clara influencia del Dick de estos cuentos.
Al leer El cañón en un bar me di
cuenta perfectamente de que estaba siendo feliz leyendo a Dick, de que en gran
medida estaba volviendo a mi adolescencia. Aquí no encontramos con otro de los
temas fundamentales de Dick: el antibelicismo. Recordemos que este cuento se
publicó en 1952 con los recuerdos de la Segunda Guerra Mundial y las bombas
atómicas sobre Japón aún muy recientes. En El
cañón un grupo de científicos terrestres investiga en un planeta lejano la
que parece una civilización extinguida por una guerra.
La calavera trata, de
nuevo, como en Estabilidad, de las
paradojas de los viajes en el tiempo. Tiene 30 páginas y empieza ya a ser casi
una novela corta. Su desenlace me ha parecido un poco inocente, pero sigue
siendo entretenido.
Quizás en estos primeros cuentos,
Dick quiere ofrecer al lector una sorpresa al final del cuento y, en más de un
caso, resulta un tanto forzada. Sin embargo, para mí, lector rendido a Dick,
todo esto acaba por resultarme entrañable.
Los defensores tiene otras
30 páginas y, más que un relato, empieza a parecerse ya a un novela corta. El
material de este relato Dick lo usaría para el argumento de su novela La penúltima verdad (1964), que fue la
última de él que leí en mi primera etapa adolescente a los diecinueve años. Me
ha parecido una narración ya más acabada y madura que las anteriores. Un robot
le dice a unos humanos: «No están preparados para saber la verdad» o «Somos los
administradores provisionales de un mundo abandonado temporalmente por sus
amos.» Puro Dick: vivimos en una realidad simulada, las autoridades nos engañan.
En La nave humana Dick se
plantea si una inteligencia humana es siempre superior a una artificial, y me
ha recordado mucho a los planteamientos del escritor de ciencia ficción polaco Stanisław Lem, que fue un gran
admirador de Dick.
Flautista en el bosque es un
relato antibelicista, un relato prehippy
camuflado de relato de ciencia ficción en que se plantea el encuentro entre dos
civilizaciones.
En Los infinitos Dick
explora los peligros de los encuentros con lo desconocido en el espacio. De
nuevo, Dick se deja llevar por una idea potente por más absurdo que sea su
planteamiento. De hecho, muchos de estos cuentos funcionan más que como
especulación científica, como alegorías de alguna idea. El giro final de este
cuento no lo vi venir y me pareció realmente muy divertido.
El argumento de La máquina preservadora
es directamente una chifladura. Un científico, en el contexto de la guerra
fría, teme que desaparezca la civilización y el arte. Principalmente le
preocupa que desparezca la música y para evitarlo idea una máquina que
convierte las partituras en seres vivos (¿por qué así se preserva la música?),
seres que deja en libertad en un bosque cercano a si casa. Cuando quiere
recuperar a los animales y convertirlos de nuevo en partituras la armonía de la
música ha desaparecido porque los animales han evolucionado para sobrevivir. En
este caso he contado casi todo el argumento porque quiero llamar la atención
sobre un hecho importante y que este cuento ejemplifica perfectamente: Dick
trabaja en muchos de sus cuentos con una lógica propia, ajena a la del mundo
real, y por esto resulta en muchos casos tan desconcertante y poderoso. Diría
que este tipo de relatos ha influido en la prosa de escritores latinoamericanos
como Mario Levrero y Elvio Gandolfo.
Sacrificio es un
cuento más fantástico que de ciencia ficción. Es simpático, pero inferior a
otros ya leídos.
El hombre variable, con sus
casi 100 páginas, es más una novela que un relato. Y ha constituido una de las
grandes sorpresas de este libro. Se considera que Lotería solar, de 1955, es la primera novela de Dick, pero yo
diría, ahora mismo que es El hombre
variable. Y El hombre variable me
parece bastante mejor que Lotería solar.
En El hombre variable nos encontramos
ya con el personaje prototipo de las novelas de Dick: un paria que tiene un
trabajo manual, por el que siente amor, y que se va a envuelto en un juego de
fuerzas que se escapan de las manos. Paranoica, persecución, pérdida de
referencias… Una gran novela corta.
Después de leer El hombre variable, acercarme a La rana infatigable hace
que su lectura me resulte menor, apenas un juego simpático sobre una paradoja
científica.
En La cripta de cristal el
libro recupera el nivel. Un nuevo cuento sobre la destrucción de Marte y sus
civilizaciones por parte del hombre, muy en la línea de Crónicas marcianas de Ray Bradbury, que ya comenté antes.
La vida efímera y feliz del zapato
marrón vuelve a ser una extravagancia más fantástica que de ficción especulativa,
en la línea surrealista de La máquina
preservadora.
En El constructor un hombre
con miedo a una guerra nuclear construye un barco en el jardín de su casa. En
este cuento parece que Dick juega a ser, de nuevo, un escritor diferente y el
planteamiento y la hondura de este cuento me recuerda a algunos de los de John Cheever.
El factor letal es un bello
cuento sobre las paradojas de los viajes en el tiempo, uno de los grandes temas
de Dick.
La paga, con sus 50
páginas vuelve a ser más una novela corta que un relato. Más de uno de los
cuentos de Dick ha sido usado como base para una película, y me extraña que no
haya ocurrido con La paga, porque
diría que es el más cinematográfico de los relatos de este libro. Un hombre ha
trabajado para una empresa durante los últimos dos años, se supone que ha
firmado un contrato según el cual al finalizar sus tareas recibirá una fuerte
suma de dinero pero los recuerdos de los dos últimos años serán borrados de su
mente. Cuando comienza la narración, el protagonista se dará cuenta también de
que, en algún momento del pasado cercano, también ha firmado la renuncia al
dinero pactado, pero tiene una bolsa con diversos objetos que aún no saben para
qué sirven. Pronto se dará cuenta de que su «yo del pasado» se los ha entregado
para salvarle de los peligros del futuro. Muy bueno.
En El gran C Dick plantea un
mundo apocalíptico y la vida de los supervivientes en medio de la decadencia
tecnológica. Según nos acercamos hacia el final tengo la impresión de que el
pulso de un Dick de 24 años es cada vez más firme.
En el jardín es un
cuento fantástico. Resulta algo desconcertante leerlo en este momento, cuando
creía que los titubeos eran más de páginas pasadas.
El rey de los elfos es otro
cuento fantástico, que me parece bastante mejor que En el jardín. En El rey de
los elfos está muy bien planteada la disyuntiva entre la posibilidad de estar
leyendo un cuento fantástico o un cuento de locura.
En Colonia volvemos al tema
de los peligros de encontrarnos con otras formas de vida en el espacio. Otro
cuento desasosegante que, perfectamente, podía haber sido llevado al cine.
En La nave de Gamínedes
volvemos a las guerras interplanetarias y a las paradojas de los viajes
espaciales y en el tiempo. Me ha parecido inferior a otros cuentos en los que
ya se planteaba este tema.
El volumen finaliza con La niñera
que es un cuento muy bello sobre la competencia entre diversas inteligencias
artificiales. De fondo, como en muchas novelas de Dick, existe una crítica a la
sociedad de consumo.
En resumen, estos cuentos de Philip
K. Dick me han parecido divertidos y brillantes. Solo en algún momento, sus
planteamientos me han resultado un tanto inocentes y, en general, me sorprende
que historias tan maduras e imaginativas estén escritas por una personas de
veintitrés o veinticuatro años. Me lo he pasado muy bien leyendo este libro y
me alegra mucho saber que aún me quedan cuatro volúmenes más de cuentos de
Dick. Tengo ya ganas de acercarme a los cuentos que escribía en la década de
1960, que para mí es su mejor momento como creador, si atendemos a su
producción novelística.
No hay comentarios:
Publicar un comentario