domingo, 5 de julio de 2020

Relatos reunidos, por César Aira


Relatos reunidos, de César Aira

Editorial Random House. 209 páginas. 1ª edición de los cuentos de 1994-2010; ésta es de 2017.

En la primavera de 2018 fui a la presentación de Prins, en ese momento la última novela de la abultada carrera de César Aira (Coronel Pringles, Argentina, 1949), que tuvo lugar en el edificio de Telefónica en Gran Vía. Unas semanas antes yo le había solicitado la novela a la editorial, pero llegó unos días más tarde y tuve que ir a la presentación sin ella. Ya que estaba allí, escuchando al siempre brillante César Aira, me apeteció irme con un libro firmado y compré en un puesto de la entrada Relatos reunidos. Este volumen de cuentos ha permanecido dos años en mis estanterías de libros por leer a pesar de estar firmado por César Aira. Nada nuevo dentro de mis desbarajuste habitual.

Después de haber leído siete novelas suyas, ya sé que al abrir uno de los libros de Aira me puedo encontrar con cualquier tipo de propuesta, y que la lógica de lo que me encuentre se puede romper en cualquier momento. Empecé una mañana, en mi descanso escolar de profesor online, con A brick wall donde Aira rememora un viaje que de adulto hace a su Pringles natal. Empieza recordando la gran cantidad de películas que veía de niño en el cine del pueblo y acaba realizando un gran homenaje a la amistad en la infancia. A brick wall es un cuento realista y de una factura muy bella. La verdad es que me sorprendió mucho, porque me parecía escrito por un autor que era Aira y que a la vez no era. Era Aira negándose a sí mismo, era un Aira jugando a ser Manuel Puig, y a la vez las reflexiones sobre la realidad de Aira estaban plenamente ahí. A brick wall es un gran comienzo para este libro. «Desde muy chico nos revelamos como auténticos fanáticos del cine. Todos los otros chicos que conocíamos lo eran también, inevitablemente porque el cine era la gran diversión, la gran salida, el lujo que teníamos.» (pág. 15)

En Picasso, un genio que aparece en una botella de leche le propone al narrador el siguiente dilema: ¿Prefiere que le conceda ser Picasso o tener un Picasso? Es un relato interesante sobre la identidad, uno de los grandes temas de Aira.

La revista Atenea es otro relato –en apariencia– realista, que guarda relación con A brick wall. Un Aira de veinte años nos habla de la primera vez que quiso fundar una revista literaria con un amigo. El realismo inicial se va desmembrando según la narración se adentra en un absurdo de derivaciones matemáticas. En tres de los relatos de este libro se habla de la imposibilidad de doblar un papel más de nueve veces, y este tipo de juegos matemáticos recorren el volumen.
En estos tres primeros cuentos el narrador parece el propio Aira, más o menos disfrazado, más o menos distorsionándose a sí mismo. No será raro que en algún relato el protagonista se llame directamente César Aira.

El perro es una de las más bellas composiciones de este libro. Un hombre (un narrador que también podría ser César Aira) viaja en ómnibus, y un perro empieza desde la vereda a ladrar al vehículo y a perseguirlo. El narrador se dará cuenta de que el perro le ladra a él, porque en el pasado le maltrató. El perro como símbolo de los remordimientos es una imagen poderosa.

En el café habla –como ocurría en The brick wall– de la forma mágica de entender el mundo en la infancia. Una niña pequeña va recibiendo figuras de papiroflexia de los comensales de las distintas mesas de un café. Por su amor por los objetos extraños me ha recordado a un cuento de Felisberto Hernández, autor al que Aira admira mucho.

Después de leer estos primeros cinco cuentos, tengo la sensación de que la fantasía de Aira se mantiene mejor en la distancia de un cuento que en una novela. En estos cuentos el juego por el que altera la realidad parece más medido que lo que ocurre en sus novelas, que se pueden desbordar por varios costados a la vez. De este modo, al tener más claras las reglas compositivas estaba teniendo la sensación de disfrutar más que lo que suelo disfrutar de las novelas, que siempre me parece que empiezan muy bien y que, en la mayoría de los casos, acaban en el puro disparate. Algo que también puede ser divertido, pero que rompe con el sentido de emocionalidad que produce un texto narrativo. Sin embargo, aún era pronto para juzgar por completo el libro, aún tenía Aira camino por delante para desbordar sus propuestas.

El té de Dios es puro Aira sin timón. Dios celebra su cumpleaños con un suntuoso té al que solo invita a monos. «El desarrollo imposible de un five o´clock que sucede fuera del tiempo, en una pura invención fabulosa.» Además nos contará la historia de una partícula. El contraste entre lo grande y lo pequeño es otra de las obsesiones del autor. Aquí la propuesta me parece excesiva, es como si no hubiera relato, no hubiera continuidad narrativa, y Aira describiera un cuadro de Salvador Dalí.

El cerebro musical es uno de los relatos más largos y posiblemente el que más se parece a una novela de Aira. De forma similar a lo propuesto en A brick wall, Aira empieza evocando aquí un recuerdo de infancia, una noche en la que cenaba con sus padres en el restaurante de un hotel de Pringles. Desde el realismo (como ocurría, por ejemplo, en la novela Las noches de Flores) el cuento se desborda hasta el surrealismo más divertido. Me ha parecido una propuesta mucho más interesante que El té de Dios. El cerebro musical es un cuento muy imaginativo, que habla sobre la falsedad y viveza de los recuerdos de la infancia.

En Mil gotas la pintura de la Gioconda se descompone y sus gotas se dedican a recorrer el mundo. Con Mil gotas me ha ocurrido igual que con El té de Dios, que como broma me parece imaginativa, pero que son bromas que no dan para veinte páginas de narración. Aquí se narran las andanzas de algunas de estas gotas por el mundo.

El todo que surca la nada me ha recordado a una narración de Mario Levrero, por su capacidad para encontrar un misterio en las banalidades de la existencia. Dos narraciones (al menos) dentro de otra, y en la principal además aparecerá un fantasma.

El hornero trata sobre las inquietudes de un pájaro en la Argentina de 1890 y parece un homenaje al Borges que hablaba de la repetición en la vida de las personas.

El carrito es el cuento más corto del conjunto y resulta agradable su modesta fantasía.

Pobreza donde un escritor sin éxito conversa con su propio fracaso parece un homenaje cómico al Pablo Neruda de Oda a la pobreza.

Los osos topiarios del parque Arauco es una broma que acaba teniendo un trasfondo social.

En El criminal y el dibujante Aira vuelve a dar vueltas sobre el tema de la identidad. Aquí de nuevo tengo la sensación de broma alargada que va perdiendo brillo.

El infinito entronca con A brick wall porque vuelve a hablar de los juegos de la infancia, y habla de las reglas mágicas de nuevos juegos del pasado, igual que se hacía en A brick wall, pero entre los dos cuentos me quedo con el primero.

Sin testigos es un cuento crudo sobre la marginalidad, que extrañamente parece de Cesár Aira porque también habla de la identidad.

El espía también habla sobre la identidad, sobre la persona que se descompone en varias, uno de los temas recurrentes del autor, pero llego ya a él algo agotado. Tengo la sensación de que los cuentos de Aira ya me han dado todo lo que me tenían que dar y no lo disfruto.

Como decía al principio, después de siete novelas ésta es la primera vez que leo cuentos de César Aira. Como siempre, me parece que su prosa es muy inteligente. Por más que parodie estilos y temáticas de narrativas baratas, su prosa siempre es elegante y medida. Junto a algunas propuestas que no me han llegado –cuentos como El espía, o El criminal y el dibujante– considero que hay aquí verdaderas joyas, entre las que destacaría A brick wall, El perro, En el café, El Cerebro Musical o El Todo que surca la Nada, cuentos donde el genio de Aira está más contenido y la narración se le muestra al lector de forma más clara, acabada y contundente.

4 comentarios:

  1. He leído solamente de César Aira "Las noches de Flores" y recuerdo que fue una lectura que me sorprendió. Fue como muy argentina. Ahora acabo de leer a Selva Almada, novelista argentina. Tu reseña de estos relatos de César Aira me ha hecho recordar que en "Las noches e Flores" también yo veía como parodias y/o confesiones literarias respetuosas al estilo de autores argentinos presentes en la tradición de la literatura del país(Sábato, Borges, Cortázar...).
    Tomo nota del titulo de este volumen.
    Un saludo

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    1. Hola, Juan Carlos:

      César Aira es un escritor muy original, aunque también me parece que leer seguidos muchos libros suyos puede ser excesivo.
      Los cuentos me han gustado. Te recomiendo también "Cómo me hice monja" o "El tilo".

      Saludos

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  2. Gracias, David. ¿Qué novelas de Aira de las que ha leído recomendaría a alguien que no ha leído nada de él? Hace tiempo que siento curiosidad.
    Andrés

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    1. Hola, Andrés:

      "Como me hice monja" es de las novelas más famosas. "El tilo" me gustó bastante también. Este libro de cuentos podría estar bien para empezar.

      Y si quieres ir directamente a lo loco con Aira puedes tomar "Las noches de Flores", por ejemplo.

      Saludos

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