domingo, 9 de junio de 2019

Lava, por Daniel Mella


Lava, de Daniel Mella

Editorial Comba. 165 páginas. Primera edición de 2013, esta de 2018.

Hace cerca de un año me escribió a través de Twitter Juan Bautista Durán, el editor de Comba, con quien compartí espacio en la web de la revista Eñe. Juan Bautista me preguntaba si me apetecía leer El hermano mayor del escritor uruguayo Daniel Mella (Montevideo, 1976), un libro que había sonado bastante en Uruguay. En aquel momento le comenté que tenía demasiados compromisos de lectura pendientes y que quizás le pidiese el libro más adelante. Ocurrió que unos meses después, hablando con Antonio Jiménez Morato, éste me habló muy bien de Daniel Mella, y varios meses después entré en la web de la editorial Comba y estuve curioseando su catálogo. Ahí vi que además de El hermano mayor, Mella había publicado su libro de cuentos Lava. Pinché sobre este libro y empecé a leer las páginas del primer relato, que están disponibles en la web. Rápidamente me convencí de que me apetecía leer a Mella, que su prosa encajaba bastante bien con el tipo de relatos que me suelen gustar. Además, me di cuenta de que mi admirado Elvio E. Gandolfo elogiaba la obra de Mella. Así que pensé que había llegado el momento de escribirle a Juan Bautista Durán para que me enviara estos dos libros.

Daniel Mella empezó a publicar muy joven. Sus novelas Pogo (1997), Derretimiento (1998) y Noviembre (2000) aparecen cuando todavía es un veinteañero. Después dejó de escribir ­­–o al menos de publicar– hasta que apareció el conjunto de cuentos Lava en 2013. En España la editorial Lengua de Trapo publicó al menos una de las primeras novelas de Mella en 1999, Derretimiento.

Lava está formado por siete cuentos, y casi todos suelen tener al menos veinte páginas. Ya he comentado más de una vez que ésta es una distancia narrativa que me gusta mucho.

El primer cuento, Lava, es el que da título al conjunto. En él, una pareja joven, que ha decidido tener un hijo, se va a de vacaciones al sur de Chile para ver el volcán de Pucán. La descripción de los tranquilos días de vacaciones se va cargando de un sentimiento de tensión, con la amenaza del volcán nevado de fondo. La pareja deja la habitación en la que pernocta y decide irse con un joven local a una casa que alquila su tío al pie de la montaña. El cuento transita entonces entre el lirismo y la extrañeza; la tensión sigue creciendo.
En el prólogo del valioso libro de cuentos La hora de los monos del argentino Federico Falco, Antonio Jiménez Morato hablaba de las características del cuento neofantástico, un tipo de narración en la que lo contado está bastante apegado a la realidad, pero donde las reacciones de las personas o las situaciones no acaban de ser del todo verosímiles. En este sentido, para Jiménez Morato los cuentos de, por ejemplo, Raymond Carver no son realistas. El final del cuento Lava me hizo pensar en esta discusión teórica sobre el cuento. En Lava no acaba de pasar nada directamente fantástico, pero la deriva de las situaciones se hace cada vez más misteriosa y extraña. Es un cuento muy bello y emocionante. El lenguaje es ajustado, pero la mera enunciación de detalles descriptivos hace que la página se vaya cargando de fuerza poética.

Bocanada está contado desde el punto de vista de una mujer joven que ha tenido dos hijos. El cuento se centra en el parto de la segunda hija, que nace con un problema respiratorio. La tensión y la sensación de peligro también están muy bien dosificadas, con la escena final en que la mujer conversa con su marido en un taxi y donde el misterio de las relaciones humanas queda en primer plano. A diferencia de lo que hace Carver (con quien siento muy relacionada la propuesta de Mella), los finales de Mella no tratan de ser epifánicos, sino que la narración abierta tiene un punto de fuga hacia el misterio. De nuevo, un gran relato.

Después de los dos relatos anteriores, estaba empezando a suponer que los cuentos de este libro tenían un hilo conductor, el de las parejas jóvenes y los nacimientos, pero no. La propuesta de Mella es amplia y realmente variada. El narrador del tercer cuento, La esperanza de ver, es un hombre que evoca un episodio de sus catorce años, que guarda relación con el que tal vez fue su primer amor («Me preguntaba si Nicole no sería mi primer amor», pág. 53). «Nicole era chicata», leemos en la página 46. Tuve que buscar en internet qué significaba para un uruguayo la palabra «chicata» porque era algo importante en la trama. «Chicata» quiere decir corta de vista. De hecho, el protagonista acabará pensando que Nicole es prácticamente ciega. La decepción adolescente le llegará al protagonista por algo que acabará viendo y que seguramente preferiría no haber visto. Un bello cuento melancólico sobre el fin de las ilusiones en la adolescencia.

Túpelo está narrado por un uruguayo de veintiséis años que dejó su país y emigró a Bruselas. Nos hablará de los días en que trabajó en un bar llamado Túpelo. Se sucederán las descripciones de personajes variopintos y el final creará en el lector una sensación de extrañeza similar a la del final de Lava. Tensión, precisión y misterio para un final poético, abierto e inesperado. Un final donde el realismo se fragmenta y sus esquirlas se incrustan en las propuestas del cuento neofantástico.

Ahora que sabemos quizás se ha convertido en un mi cuento favorito del conjunto, y el nivel de los siete cuentos es realmente alto. Si hasta ahora teníamos aquí historias de parejas jóvenes, de un adolescente y un joven, aquí nos encontramos con una pareja en la que ambos han pasado ya los sesenta años y están empezando a tener miedo de la vejez. Después de una visita a su suegra de noventa y un años que vive en una residencia, la mujer decide no entrar en la casa que comparte con su marido y dejarse caer en la vereda. El marido la observará desde la ventana. Quizás ésta sea la situación más irreal con la que vamos a encontrarnos en este libro, un cuento muy carveriano, un cuento muy bueno y de un bellísimo final.

En La emoción de volar el narrador es un chico de catorce años que escribe un diario. En La esperanza de ver el protagonista era un adulto que evocaba su pasado a los catorce años, y por tanto la voz narrativa era la de un adulto; en La emoción de volar la voz narrativa es la de un adolescente de catorce años, en los primeros años 90, cuando Irak invadió Kuwait. Como adolescente que es, suele mostrarse exaltado e ingenuo. Este narrador juega al baloncesto (como el propio autor), le están empezando a interesar las chicas y además es mormón (como también fue el autor) y cree en la salvación y el camino de virtud que propone Jesucristo. La narración se extenderá por dos o tres años, anotaciones sobre amigos, resultados de partidos de baloncesto, reflexiones religiosas y comentarios sobre las chicas que conoce y de las que cree enamorarse. El lenguaje es menos rico que el de otros cuentos y tiene alguna torpeza buscada, para simular que está escribiendo de verdad un adolescente, como por ejemplo: «Un amigo me pide que lo acompañe a acompañar a una joven» (pág. 121) o «Tuvimos que esperar como 3 horas para subir porque había cantidad de gente para subir» (pág. 128).
La emoción de volar, con sus casi treinta páginas, es el cuento más largo del conjunto y yo estaba esperando un final explosivo en el que confluyeran sus líneas narrativas; es decir, un final en el que su enamoramiento de las chicas chocara con su fe religiosa, por ejemplo. Quizás el final me haya decepcionado un poco, porque acaba de una forma más huidiza que como pensaba. En cualquier caso es un buen cuento, dentro de un conjunto de relatos muy notable.

En Lámpara el narrador tiene cuarenta y tres años y regenta un quiosco. Recibe la llamada de unos alumnos de la universidad que están haciendo un reportaje sobre su tío, el Lámpara, que fue un músico relativamente famoso en el Uruguay de los años 70 y 80. «Supongo que el Lámpara fue para mí lo que fue para todos: un ejemplo de que había gente que estaba más viva que otra» (pág. 143). El narrador no parece pasar por un momento muy vital. El requerimiento de los universitarios hará que empiece a evocar la relación con su tío y con sus padres, dando lugar a una escritura muy melancólica y poética.

En general, Lava me ha parecido un gran libro de relatos. Daniel Mella nos muestra aquí a un conjunto de personajes muy variado, desde adolescentes que están empezando su camino en la vida, hasta personas que han de encarar la vejez y la muerte. El estilo es preciso y rico en detalles, con momentos muy poéticos. La tensión y el misterio se van expandiendo por las páginas hasta conseguir unos finales abiertos muy potentes.
En 2013 Lava ganó el prestigioso Premio Bartolomé Hidalgo de Narrativa en Uruguay; en España se publicó en enero de 2018. Diría que ha sido un libro que ha pasado un tanto desapercibido, lo cual es una pena, porque contiene cuentos muy valiosos que se merecen llegar a muchos lectores.
Me ha gustado mucho Lava. A continuación leeré su novela El hermano mayor. La semana que viene la comento.

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