viernes, 16 de julio de 2010

Al compás de la rueda, por Juan Ignacio Colil


Das Kapital ediciones. 204 páginas. Primera edición de 2010.

Un amigo chileno (que suele comentar en este blog bajo el nombre de noseaszote), me ha hecho llegar el libro de relatos de un amigo, Juan Ignacio Colil, editado en Santiago de Chile por la nueva editorial Das Kapital.

Recibí el paquete postal con ilusión. Mi interés por el libro fue creciendo cuando leí en la contraportada que Colil había ganado premios en su país, como el Premio Alerce de la Sociedad de Escritores o el Premio Municipal de Santiago (éste último también lo ganó Roberto Bolaño por su conjunto de cuentos Llamadas telefónicas).

Al compás de la rueda se compone de 17 narraciones más o menos breves, desde las 3 páginas del cuento El amigo marinao hasta las 23 de La cita; el espacio geográfico que aparece reflejado en ellos suele ser el de la ciudad de Santiago de Chile (aunque con alguna excepción, como en La cita, que transcurre en Buenos Aires, o el de Encender la noche, que transcurre en un pueblo chileno); y el tiempo narrativo suele ser el del Chile actual o en algunos casos la evocación de los años de la dictadura de Pinochet.

En la página 156, Colil hace decir a uno de sus personajes: “No soy de aquellos que se dejan guiar por sus sospechas, palpitaciones, sueños y dolores puntuales”. Todo este libro se compone precisamente de esos elementos: sospechas, palpitaciones, sueños y dolores puntuales.
Cuando hace unos días comentaba el libro de cuentos, Contraluces, del peruano Leoncio Robles, hablé de varias corrientes hispanoamericanas de relatos. Yo diría, siguiendo las líneas de ese discurso, que el libro de Colil se inscribe en la corriente de escritores hispanoamericanos que, como Roberto Bolaño o Juan Villoro, siguen el modelo de construcción del relato norteamericano, con su carácter epifánico y elusivo.
Así por ejemplo en el segundo del conjunto, el titulado Azotea, alguien evoca su juventud, posiblemente en los años 80 del siglo XX, y nos hace partícipes del impacto que supuso en su vida vislumbrar a través de la ventanilla de un coche el interior de otro donde la policía retenía a una joven con los ojos vendados. El tono de amenaza es constante en este relato, como en casi todas las páginas de Al compás de la rueda. Una amenaza latente pero que no llega a verse materializada casi nunca, una amenaza que siempre aparece mostrada de forma elusiva, y aquí reside uno de los mayores logros del libros: su capacidad para inquietarnos con lo que queda contenido fuera de lo narrado.
Así, por ejemplo, en el cuento Lo cierto de la historia, un adulto evoca un episodio de su niñez que le hizo distanciarse de un amigo. Ambos espiaban las extrañas entradas y salidas de coches de una casa aparentemente vacía, y aunque de forma directa no logramos vislumbrar el interior del objeto espiado, el lector relaciona los movimientos de su interior con las desapariciones de la dictadura.
Lo comentado anteriormente me hace pensar en la influencia del también chileno Roberto Bolaño sobre estos cuentos; como Bolaño, Colil también construye sus historias creando misterios en cada párrafo que transmiten profundidad y poesía a lo narrado.
Pero no todos los cuentos de Al compás de la rueda son de corte realista, también se filtra el coqueteo de lo neofantástico en composiciones que recuerdan a los juegos de Julio Cortázar, como en los cuentos Encuentro en el Tlaloc o La cita.

Como Bolaño, Colil también usa a la figura del escritor o el poeta como protagonista de sus historias; connotando a esa figura con la idea de la locura, como en el cuento El oficio de escritor, o la recarga de ironía sarcástica como en el cuento Cuestión de actitud.

El estilo suele basarse en muchos casos en una construcción de frases cortas. Leemos, por ejemplo, en la página 79: “La calle era angosta y oscura. Los adoquines del suelo se veían húmedos. El tipo venía desde el fondo. Apenas se distinguía como una sombra en movimiento. Caminaba tranquilo, seguro. Tenía algo de misterio. Cojeaba notoriamente. Pasaban muchos autos a pesar de que no era tarde.” Esas frases cortas transmiten ritmo a lo narrado; un estilo eficiente que no elude una poesía contenida.

Los personajes suelen ser melancólicos, solitarios, asustados; el amor nunca llega a concretarse en nada productivo, representada su búsqueda frustada por la aparición en los relatos de actrices porno, bailarinas de streaptease, prostitutas… que nunca llegan a intimar con los protagonistas masculinos. El único personaje masculino cercano a una mujer, el del relato La cita, la acaba perdiendo en mitad del cuento.

Me gustaría destacar el relato titulado El gran salto, que ha resultado ser mi favorito del conjunto y en él creo ver un resumen de los elementos con los que Colil juega en este libro: un joven periodista quiere entrevistar al amigo del padre de uno de sus amigos, un norteamericano de visita en Chile, que tiene la particularidad de ser el primer hombre que pisó la Luna, Neil Amstrong. Los chilenos dejan hablar a Amstrong, que hace una evocación poética de su juventud, y en un momento dado reciben la noticia de que el hijo del amigo de Amstrong ha sido detenido y deciden acudir a la comisaría. De camino, todos serán detenidos y a la mañana siguiente puestos en libertad, junto al amigo e hijo que iban a buscar. Amstrong muestra su incredulidad, y su amigo le dice: “-Convéncete gringo, estamos en Chile”. Es decir, estamos en un relato de Colil, donde siempre, por encima de la composición poética de los personajes, flota una sutil y desasida amenaza.

Un destacado libro de relatos, escrito por un escritor con oficio. ¿Llegaremos a verlo editado en España?

6 comentarios:

  1. Conversando con Colil sobre "El gran salto", decíamos que finalmente el lado oscuro de la luna, para el propio Amstrong, era ese Chile oscuro.

    ResponderEliminar
  2. Hola David

    Gracias por el comentario. Noseaszote me había hablado mucho de ti y de las conversaciones sostenidas. Veo que no eres un invento de su mente extraviada.
    He leído y releído el comentario. Me han quedado muchas ideas dando vueltas,sobre todo eso de lo elusivo y epifánico.
    Y pensar que yo no me encontraba tan bolañista.
    saludos.

    ResponderEliminar
  3. Hola Juan:

    La verdad es que siendo tú chileno y escribiendo cuentos, con el transfondo de la dictadura y usando más de un vez la figura del escritor... la tentación de relacionar lo escrito con Bolaño era alta, y supongo que más si estos cuentos son leídos desde fuera de Chile. También leí en Internet una entrevista que te hacían y ahí hablabas de tus lecturas de Bolaño o Marcelo Lillo. A veces escribo la reseña sin buscar nada, para que sea más natural y a veces busco información sobe el autor que me ayude a interpretar.

    De todos modos todo esto de relacionar a escritores con Bolaño viene de antiguo. Noseaszote y yo nos conocimos en un foro donde se hablaba de la obra de Bolaño,y al final el juego, durante unos dos años, consistió en, además de leer los libros de Bolaño, buscarle antecedentes y discípulos. Acabamos relacionando a un centenar de escritores con Bolaño (que para mí ha sido la gran influencia también en lo que he escrito en los últimos años).

    De todos modos no sé si has leído los cuentos del argentino Patricio Pron. Ahí si que es clara la relación con Bolaño.

    Noseaszote: la imagen de la otra cara de la Luna relacinada con Chile para un gringo me parece muy poética.

    un abrazo a los dos

    ResponderEliminar
  4. ...traigo
    sangre
    de
    la
    tarde
    herida
    en
    la
    mano
    y
    una
    vela
    de
    mi
    corazón
    para
    invitarte
    y
    darte
    este
    alma
    que
    viene
    para
    compartir
    contigo
    tu
    bello
    blog
    con
    un
    ramillete
    de
    oro
    y
    claveles
    dentro...


    desde mis
    HORAS ROTAS
    Y AULA DE PAZ


    TE SIGO TU BLOG




    CON saludos de la luna al
    reflejarse en el mar de la
    poesía...


    AFECTUOSAMENTE
    DAVID PÉREZ VEGA

    ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DEL FANTASMA DE LA OPERA, BLADE RUUNER Y CHOCOLATE.

    José
    Ramón...

    ResponderEliminar
  5. Hola José Ramón:

    Bienvendo a este espacio. Muy curioso el post poetizado.

    un saludo

    ResponderEliminar
  6. Hola David

    Resulta que a veces cuesta mirarse a sí mismo y distinguir las influencias, creo que uno va incorporando a aquellos autores que lo han marcado y de alguna forma los va transformando. De Bolaño lo que más me ha gustado es Los Detectives Salvajes y 2666. Uno se sumerge en su lectura, sin saber para donde va y eso deja de ser importante hasta que uno sale nuevamente a la superficie.
    Buen dato el de Pron, lo buscaré y felicitaciones por el Blog

    ResponderEliminar