domingo, 25 de agosto de 2024

Trabajos, por Juan José Saer

 


Trabajos, de Juan José Saer

Editorial Seix Barral, 251 páginas. Escritura de los textos posterior al 2000; esta edición es de 2005

 

Compré Trabajos (2005) de Juan José Saer (Serodino, Argentina, 1937 – París, 2005) en una Feria del Libro de Madrid, hace ya unos diez años. Lo compré en la caseta de un librero argentino que trae (o traía, porque los últimos años ya no lo he visto en el Retiro, parque donde se celebra la feria) libros editados en Argentina y no en España. Recuerdo el precio; era barato, solo 10 euros. Era un libro editado por Seix Barral Argentina, que no se comercializaba en España. Creo que lo compré en la época en la que estaba leyendo toda la narrativa de Saer y este libro, al ser de artículos periodísticos, se me fue quedando sin leer, hasta que a finales de 2023 me propuse leer todos los libros que me faltaban de Saer y me acerqué a El limonero real (1974), que lo había comprado también hace tiempo, y le solicité a la editorial Rayo Verde su edición de El concepto de ficción. Tras acercarme a este último libro, con textos sobre literatura, escritos por Saer entre 1965 y 1996, me pareció una buena idea seguir con Trabajos que recogía también textos sobre literatura, escritos a partir del 2000. Entre medias leí la novela Memorias de Leticia Valle de Rosa Chacel.

 

Los textos de Trabajos se publicaron principalmente en tres periódicos: Folha de Sao Paulo, El País de Madrid y La Nación de Buenos Aires. Esto hace que, en general, al tener que adaptarse al espacio que le ceden estas publicaciones, los textos de Trabajos sean más cortos que los de El concepto de ficción, ya que en este compendio había textos que Saer había escrito para reflexionar sobre sus lecturas, a título personal, y no habían sido publicados previamente en ningún medio. También diría que los textos de Trabajos, en general, son de línea más clara que algunos que se encontraban en El concepto de ficción, que necesitaban de un alto grado de concentración para seguirlos de un modo adecuado. El orden de los textos de Trabajos no es cronológico.

 

Como ya hice con El concepto de ficción, voy a destacar algunas ideas que me han llamado la atención de Trabajos:

 

El posmodernismo literario vendría a anunciar la muerte de las vanguardias, pero, según Saer, también existiría un argumento unido a la difusión y la recepción de la obra con el que no está de acuerdo: el posmodernismo, a la tiranía de las vanguardias, opone la democratización de la cultura y de este modo, según él, Isabel Allende y Juan Carlos Onetti serían los dos igualmente novelistas. No sé si hay que explicar que para Saer solo Onetti es un novelista. Para Saer esta idea del posmodernismo es liberal: otorgar valor a algo si tiene valor de mercado.

 

Saer habla de la representación de la realidad en la literatura, y compara la lectura de pasajes de la Biblia con la lectura de Homero. «Poco importa la verdad de una historia; es el uso que una sociedad hace de ella lo que cuenta. Las intensas visiones bíblicas repugnan a muchas inteligencias porque quienes suelen apropiarse de ellas con los fines más diversos, las decretan obligatoriamente ciertas, no alegóricas ni simbólicas sino auténticas, afirmación que ninguna mente crítica estaría dispuesta a aceptar.» (pág. 20)

 

Saer critica la narrativa de consumo que apuesta por la épica, la linealidad, la acción, la transparencia, y también la intriga excesiva, caracteres contrastados, conflictos temáticos, cuando, en realidad, el relato moderno, sobre todo a partir de El Quijote, basa su fuera en la antiépica.

 

El Ulises de Joyce acumula en cada uno de sus capítulos varios principios de organización que se superponen y se combinan. Proust compuso En busca del tiempo perdido de un modo opuesto, primero iba a ser un artículo, luego un cuento, una novela breve, y así hasta que todo se le acabó desbordando sin control.

 

Saer habla de la breve obra de Bartolomé Hidalgo (1788 – 1822), padre de la literatura gauchesca. En sus primeros poemas imitaba la retórica neoclásica, hasta que en 1816 aparece Cielito de la independencia, donde, a través de las canciones populares, su lenguaje poético cobra vida. De aquí Saer reivindica el uso privado del lenguaje.

 

Saer habla de la inclusión o no de la Carta al padre en las obras completas de Kafka. «La Carta al padre sería un libro único sino hubieses sido escritas las Confesiones de San Agustín.» (pág. 46), los dos libros tienen una estructura idéntica.

 

Saer se pregunta si sobrevivirá la cultura argentina a la crisis del 2000. Para Saer la literatura argentina ha florecido siempre en medio de la violencia política.

Saer destaca la influencia de los autores brasileños sobre el resto de escritores latinoamericanos que escriben en español, así ensalza, por ejemplo, a Guimaraes Rosa.

 

«Los más grandes nombres de la creación novelística posteriores a Cervantes se confiesan deudores de ese texto inagotable.» (pág. 79), uno de los aportes fundamentales de Cervantes a la narrativa moderna en la moral del fracaso.

 

Saer elogia al poeta francés Francis Ponge, al que no conocía.

Saer pondera positivamente la primera traducción del Ulises, la de J. Salas Subirat.

 

Uno de los mejores artículos del libro es aquel en el que Saer pone en tela de juicio las famosas, pero cuestionables, opiniones sobre literatura de Vladimir Nabokov, las llama «las absurdas opiniones de Nabokov». En su libro sobre literatura, Nabokov afirma que piensa como un genio, pero opina Saer que nada lo justifica. Nabokov habla mal de Freud, Conrad, Eliot, Thomas Mann, Faulkner, Camus, Dostoievski…, pero no escatima su admiración hacia cualquier profesor universitario que haya hablado bien de sus libros.

 

Saer elogia El hombre sin atributos de Robert Musil, a la que considera una de las grandes novelas alemanas.

 

Saer vuelve a hablar en Trabajos, como ya hizo en El concepto de ficción, del movimiento Nouveau Roman, «el último gran movimiento literario significativo de las letras francesas» (pág. 116) y ensalza de nuevo a Robbe-Grillet.

 

Es bonito el artículo sobre Felisberto Hernández, al que considera uno de los grandes autores del siglo XX.

 

Sartre apoyó y lanzó en Francia al autor maldito Jean Genet.

Saer ensalza la novela Respiración artificial (1980) de Ricardo Piglia, que propone la historia no como objeto de representación, sino como tema. Saer no cree en los parámetros de la novela histórica: «Una novela escrita hoy en día y que transcurra en la Edad Media, es solo la proyección de un individuo actual en una fantasmagoría que él confunde con la Edad Media, y la cual sería tan inoportuno aplicarle el epíteto de “histórica” como a un baile de máscaras.» (pág. 145)

 

Es interesante el artículo sobre Robert Walser, quien, mientras estuvo internado en un sanatorio mental, escribía en trozos de papel minúsculos, y adaptaba sus escritos al espacio disponible. 526 manuscritos que necesitan de lentes de aumento para ser descifrados.

 

Saer, como ya hizo Borges, habla de Las mil y una noches y dice que al libro original se le han añadido historias que no proceden de la época en la que fue escrito, como la historia de Aladino y de Simbad el Marino.

 

Saer ensalza la figura del poeta argentino Hugo Gola.

 

Saer habla de la novela Bouvard y Pécuchet de Flaubert y dice que es precursora de la obra de Kafka.

Saer habla de la familia en la literatura, y nos recuerda, como dato curioso, que Sherlock Holmes tenía un hermano que trabajaba en el Foreign Office.

Saer recuerda al paraguayo Augusto Roa Bastos en Argentina. En Buenos Aires fue donde escribió su gran obra Yo el Supremo, cuyo rasgo principal dice que es la desmesura.

Saer habla del rechazo que sufrió, por parte de la crítica, la segunda novela de Dostoievski, El doble, después de la buena acogida que tuvo su primera novela, Las pobres gentes.

 

Es bonito el artículo en el que Saer cuenta cómo la literatura argentina entró en su vida. Los primeros versos de Martín Fierro no los leyó, sino que los escuchó en una película.

Saer vuelve a ensalzar el valor de la poesía brasileña y me llama la atención esta frase: «Vidas secas de Nelson Pereira do Santos, que a mi parecer es la obra maestra del cine latinoamericano.» (pág. 200), no conocía esta película y he sentido curiosidad por ella.

 

Saer rinde homenaje a su admirado poeta de Entre Ríos, Juan L. Ortiz, que murió en 1978. Para Saer, Ortiz es el más grande poeta argentino del siglo XX.

 

Quizás lo mejor del libro son las 45 páginas finales dedicadas a Juan Carlos Onetti. Sobre todo ensalza La vida breve, novela que, para Saer, transita entre el realismo y lo fantástico. Una novela en la que el protagonista Brausen crea la ciudad de Santa María, y sus habitantes saben que han sido creados por él, a quien levantan una estatua en una plaza, como fundador de la ciudad. Sin duda, debo al fin leer La vida breve, la obra fundamental de Onetti, que aún no he leído.

 

Los textos de Trabajos me han parecido más accesibles que los de El concepto de ficción, en general también eran más cortos. De Trabajos destaco, como ya he dicho esas 45 páginas finales sobre Onetti. Algunos otros de sus textos me han interesado menos, pero su nivel general es siempre alto.

1 comentario:

  1. Lo que hiciste con Saer, de leer toda su obra, lo hice en su momento con Onetti, al menos la parte de ficción. Y con Felisberto Hernández, sorprende ver como ciertos temas, ciertas atmósferas acompañan a los autores a lo largo de los años y los textos.

    Saludos,
    J.

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