domingo, 23 de abril de 2017

La casa en el límite, por William Hope Hodgson.

Editorial Cátedra, letras populares. 267 páginas.
Primera edición de 1908; ésta es de 2016.
Edición y traducción de Jesús Jiménez Varea.

Después de haber descubierto la colección Letras populares de Cátedra gracias a Gestarescala de Philip K. Dick, libro que solicité a la editorial y que ésta me envió para que lo comentara, estuve curioseando por su página web. Me pareció que La casa en el límite de William Hope Hodgson (1877, Blackmore Ende, Gran Bretaña-1918, Ypres, Bélgica) me podía gustar. Se lo solicité a la editorial y también me lo enviaron. Muchas gracias.

De Hodgson había leído dos cuentos: Demonios del mar y Una voz en la noche, que aparecían en Una antología de cuentos de terror en el mar, un magnífico libro para los amantes de los cuentos de terror, publicado por Valdemar. El segundo cuento lo volví a leer en otra de las antologías de Valdemar: Los mejores relatos de terror aparecidos en Valdemar. En la primera antología, me pareció que la voz de Hodgson destacaba. De hecho, Valdemar ha publicado un libro con todos sus cuentos de terror en el mar titulado Los mares grises sueñan con mi muerte, que más de una vez he pensado leer.

A la novela le anteceden unas cincuenta páginas, escritas por Jesús Jiménez Varea (que también es el traductor), que hablan de la vida de Hodgson y analizan su obra. Las dejé para el final y comencé directamente con la novela. A ésta la acompañan sesenta y una notas que se pueden consultar en quince páginas finales. Las notas son muy curiosas: explican al lector algunas costumbres de la época, la relación de Hodgson con los escenarios elegidos en su novela, alguna idea física de las fantasías propuestas por el autor e incluso aclaraciones sobre algunos problemas de traducción.

La casa en el límite comienza con dos amigos que, en 1877 (el año de nacimiento del autor), han decidido pasar una semana pescando en un riachuelo de una remota región del noroeste de Irlanda (en esta zona, nos contarán las notas, el padre de Hodgson, pastor anglicano, fue enviado para evangelizar a los nativos católicos, con los que tuvo más de un enfrentamiento). Los lugareños los mirarán con recelo. Siguiendo la corriente del río llegarán a un lugar extraño, donde parece haber un jardín de árboles frutales abandonado y una casa derruida al borde de un abismo. «¡Qué agreste lugar, tan lúgubre y tenebroso!», leemos en la página 81 y «El abismo, tal como lo describió Tonnison, parecía, más que cualquier otra cosa, un pozo o un foso gigantesco que se internaba directamente en las entrañas de la Tierra», en la página 85. Entre las ruinas de la casa encontrarán un libro manuscrito, algo destrozado en su parte central, que se llevarán a su campamento para leerlo. El manuscrito se titula La casa en el límite. Este primer capítulo está contado en primera persona. En el segundo, el lector se acercará a otra primera persona, el antiguo habitante de la casa. El manuscrito empieza así: «Soy un hombre viejo. Vivo en esta casa antigua, rodeada por unos jardines enormes y descuidados» (pág. 88). Este hombre vive en la casa junto a su hermana, que ejerce de ama de llaves, y su perro, Pepper. En el manuscrito se propone relatar algunos hechos sobrenaturales que le han acontecido en la casa. Primeramente se describe un viaje astral, en el que el narrador se enfrentará a una serie de deidades que han sido adoradas por antiguas civilizaciones de la Tierra (Kali, la diosa hindú de la muerte; el dios egipcio Set, o Seth, el Destructor de Almas…). Al lector de libros clásicos de terror, este viaje a través de las estrellas puede recordarle a las historias propuestas por H. P. Lovecraft y sus primordiales. Según se explica en las notas, La casa en el límite la leyó el propio Lovecraft cuando ya había escrito los relatos principales de su ciclo de terror cósmico. En cualquier caso, Hodgson parece un antecedente claro de Lovecraft.

Después de este primer viaje astral, el narrador empezará a recibir en la casa la visita de unos extraños seres con forma de cerdos erguidos. Me ha gustado leer en el prólogo una denominación de la escritora Farah Mendlesohn sobre este tipo de narraciones: las llama «fantasías de intrusión» (pág. 45). Las páginas del libro en las que se describe el ataque de estos seres (que en apariencia provienen de un pozo cercano a la casa) y la defensa que ejerce el narrador me han parecido las más divertidas del libro. Tienen todo el encanto de las revistas pulp de la época. En una de las notas se cuenta que el escritor de fantasía Terry Pratchett señala que una de las posibles explicaciones de la novela es que el narrador esté loco y que su relato sea una fantasía. Esto se vería justificado porque, cuando le ve con una escopeta, dispuesto a defender la casa del ataque de los seres porcinos, su hermana se encierra en su cuarto, temerosa de él. Para Pratchett, La casa en el límite es su novela de horror favorita. Habla de ella en estos términos: «Olvidaos de los vampiros y los derramamientos de sangre (…), aquí es donde empiezan los gritos de verdad, en el vacío exterior, donde nadie puede oírlos. Fue el Big Bang de mi universo privado como lector de ciencia ficción/fantasía y, más adelante, como escritor» (pág. 54).

Después de este ataque se incrementa el deseo del narrador de averiguar qué está ocurriendo. Para ello no dudará en descolgarse por el pozo del que parecían provenir los seres porcinos. En la narración se justifica que el personaje no huya del lugar porque, en las visiones que tiene, allí ha empezado a aparecer un amor de juventud y quiere que eso se repita. O tal vez no huye de la casa porque está loco. El personaje de la hermana queda bastante desdibujado en la historia.

Hay una parte de la novela, que posiblemente sea la más famosa, que a mí me gusta menos: aquella en la que se describe un viaje astral en el que el narrador acaba contemplando el fin del mundo, porque llevará en sus viajes a un momento del tiempo en el que la luz del sol ha dejado de brillar. Se cita aquí como influencia La máquina del tiempo de H. G. Wells. Esta parte de la novela recuerda la recreación de visiones de mundos fantásticos de Lord Dunsany o de H. P. Lovecraft, como La búsqueda en sueños de la ignota Kadath. En este tipo de historias, la descripción de un mundo maravilloso prima sobre la creación de una verdadera atmósfera de terror, y yo las disfruto menos que una narración clásica de terror con ribetes pulp. En cualquier caso, estoy de acuerdo con el crítico de literatura de terror S. T. Joshi cuando señala que La casa en el límite está constituida por una serie de interludios de horror, pero falla como novela unificada. Para él, el relato del viaje del narrador hacia el futuro y la contemplación de un mundo acabado es «una de las mejores secuencias de la literatura de horror». Ya he comentado que yo no soy de los que disfrutan especialmente con estas fantasías descriptivas, en las que el narrador siempre parece acorazado ante los peligros que describe.

Me ha gustado mucho la lectura final del texto introductorio de Jesús Jiménez sobre la vida y la obra de Hodgson, que con trece años se enroló en un barco como grumete, permaneció diez en alta mar, dando varias veces la vuelta al mundo, y después se ganó la vida como escritor de narraciones de género para las revistas de la época. Para Hodgson, los relatos eran alimenticios y de lo que más orgulloso estaba era de sus cuatro novelas. Las páginas en las que se resume el argumento de su novela The Night Land son maravillosas de puro delirantes; parecen uno de esos relatos que introducía Roberto Bolaño en sus narraciones cuando hablaba de escritores descalabrados. Hodgson, ya con cuarenta años, se empeñó en participar como voluntario en la Primera Guerra Mundial y murió en Bélgica en 1918.


La casa en el límite es una narración extraña, con páginas muy divertidas, otras muy líricas y muy diferentes a las anteriores, en las que se rompe la unidad novelística y que pueden desconcertar al lector. Como ya he señalado, yo he disfrutado más de unas partes que de otras, y me ha gustado mucho la introducción a la vida y la obra del autor. Una narración, en sí misma, fascinante. Me está apeteciendo cada vez más leer Los mares grises sueñan con mi muerte, volumen que recoge todos sus cuentos de terror en el mar. En cualquier caso, La casa en el límite es uno de los clásicos de terror moderno que gustará, por ejemplo, a los lectores de H. P. Lovecraft.

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