domingo, 5 de junio de 2011

Tiempo de vida, por Marcos Giralt Torrente

Editorial Anagrama. 200 páginas, 1ª edición de 2010, ésta 3ª de 2010.

El pasado 27 de mayo, viernes, se inauguró la Feria del Libro de Madrid, y como viene siendo habitual el acontecimiento fue celebrado por una tormenta. Después de que escampara, sobre las 7 de la tarde, me decidí a acercarme y saludar a mis editores de Baile del Sol, a los que puedo ver más o menos una vez al año, ya que la editorial se encuentra ubicada en las Islas Canarias.

Tuve una conversación agradable, durante más de una hora, con la editora Ángeles Alonso, y después me dediqué a pasear por la feria, con escasa afluencia de un público temeroso aún de la lluvia. En una de las casetas estaba Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968), del que no había leído ningún libro, pero cuyo nombre, desde hace una década, mantenía en mi lista de autores jóvenes españoles que me gustaría leer, al menos desde que ganó el premio Herralde de Novela en 1999 con París. Había leído de éste y sus posteriores libros buenas críticas en prensa, así como alguna entrevista al autor. También había leído en el Babelia reseñas que él hacia de otros libros. Recordé que el año pasado su libro Tiempo de vida recibió bastantes comentarios elogiosos en prensa y recientemente ha vuelto a sonar su nombre porque Giralt Torrente ha sido el ganador del premio Ribera del Duero, en su segunda convocatoria, otorgado a un libro de relatos, y entre los finalistas había nombres de la talla de Javier Tomeo o Marcelo Lillo. Este libro al principio se titulaba Cuentos de amor invertebrado, y al salir publicado se llama El fin del amor.
Y Marcos Giralt Torrente, a pesar de su prestigio, estaba solo en la caseta, contemplando la tarde lluviosa con cara de aburrimiento, sin ningún lector que desease intercambiar unas palabras con él o que le firmara un libro. Y éste, pensé, es todo el triunfo de la literatura.

Hablé un rato con él y compré Tiempo de vida y El fin del amor. Con este último estoy ahora y el anterior lo acabé hace unos días.

Tiempo de vida no es propiamente una novela, aunque podría funcionar como tal. En ella Giralt Torrente, paralizado como artista por la reciente muerte de su padre, se propone exorcizar sus fantasmas y analizar la relación que ha mantenido a lo largo de su vida con su progenitor, una relación en ocasiones difícil y distante.

“Todo el mundo tiene padres y todos los padres mueren. Todas las historias de padres e hijos están inconclusas, todas se parecen.
La vergüenza, los pudores. Los propios y los ajenos.
El reto, lo nunca hecho. Hablar por primera vez con la voz propia. Una sensación nueva que aturde: no poder inventar” Escribe el autor en la página 13, y por tanto podríamos incluir Tiempo de vida en el género de la autoficción. En las primeras páginas el autor relaciona su libro con otros de autores que también hablan de la relación que mantuvieron con sus padres o del modo de enfrentar su muerte, libros como Mi oído en su corazón de Hanif Kureishi o Patrimonio de Philip Roth, que yo también he leído y con los que disfruté.

Marcos Giralt no usa casi ningún nombre propio para hablar de las personas de su historia, sino que utilizará circunloquios para evitar nombrarlos: mi padre, mi madre… y el insistente “la amiga que mi padre conoció en Brasil” (la figura que saldrá peor parada de una narración, que pretende ser, en principio, conciliadora).

Giralt Torrente, después de ponernos sobre aviso de las intenciones de su narración, gira su mirada hacia el pasado, hacia la época previa a su existencia, y reconstruye el noviazgo de sus padres gracias a fotografías o retazos de historias. Y tras su nacimiento en 1968 va desgranando recuerdos, en los que se muestra la relación con su padre, que empezará a vivir separado de su madre y de él, cuando aún el autor es un niño.
 El padre es pintor profesional y en algún momento Giralt Torrente parece intuir que la vida familiar ahoga a un hombre que prefiere su vida bohemia. Los encuentros y los desencuentros se van produciendo a lo largo de los años, los amores y los rencores.

La narración se va cuestionando a sí misma continuamente desde el presente narrativo. Así leemos en la página 47:
“Ésta es una historia de dos aunque sólo yo la cuente. Mi padre no la contaría. Mi padre callaba sobre casi todo.
Por momentos me asusta la responsabilidad. Intento prescindir de todo adorno, incorporar los recuerdos tal y como me vienen a la cabeza. (…) Hasta ahora no había escrito con mi propia voz. (…) Es una sensación nueva que me aturde. La ficción te permite decirlo todo. Con tu propia voz, en cambio, o bien tienes la tentación de callar, o bien echas de menos poder inventar.”

Aunque el texto no está dividido en capítulos sí se advierten dos partes principales: una que ocupa aproximadamente la primera mitad del libro y es el tiempo que podríamos llamar “anterior a la enfermedad del padre” y que abarcaría unos 40 años, y una segunda parte, que ocupa la segunda mitad y que correspondería al tiempo “posterior a la detección de la enfermedad del padre”, y que ocuparía unos 2 años en la historia.

En la página 135 Giralt Torrente escribe: “”Hay lugares que desconozco y lugares a los que no quiero llegar. Mi vista tiene que ser de pájaro.”

Y la relación esquiva, no exenta de rencor, de la juventud se vuelca en acercamiento y atenciones del hijo hacia el padre. El tiempo no es infinito, parece ser la esencia de esta novela (o autoficción) y los problemas del pasado en las relaciones familiares se pueden quedar sin resolver por la propia precariedad de la vida. No debemos perder el tiempo, parece concluir.

El estilo quebrado por continuas frases subordinadas y matices me ha parecido muy rico, propio de un escritor muy seguro, muy maduro; y a pesar de la duda metaliteraria, expresada por el autor, de que su impúdico relato pueda no interesar a un posible lector, creo que la narración sí ha conseguido sus objetivos: exorcizar los fantasmas del autor, homenajear a su padre y emocionar al lector con un experiencia vital tan íntima como universal, que tiene que ver con la reflexión sobre el propio origen y la creación de la identidad.

16 comentarios:

  1. A mi no acabó de gustarme el libro David, en cambio me encantó leer Mi oído en su corazón y Patrimonio. De hecho me gustan muchos los libros donde se explica la relación padres e hijos.

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  2. Hola Madison:
    Yo sí que he leído con interés este libro; de hecho ha conseguido emocionarme y hacerme pensar en mi relación con mi propio padre. Así que si un libro consigue ese (con, además, una prosa pulida) creo que merece mi aprobación.

    No me gustaría caer en la idea competitiva de la literatura, pero si lo comparamos con Kureishi y Roth, quizás yo también me quedaría con estos dos, al fin y al cabo se trata de dos de mis escritores favoritos.

    saludos

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  3. De acuerdo, David, con la reseña. A mi me gustó hacer hincapié sobre la capacidad de influencia que, al fin y al cabo, tiene el arte sobre la realidad. Lo pasado pasado está pero si tenemos en cuenta los acontecimientos que sucedieron como la percepción (siempre subjetiva) de ellos está claro que estos han cambiado gracias al libro. Sería justo decir que el autor no sólo ha plasmado la percepción que de ellos tuviera en su momento sino que, además, al llevar a cabo la tarea de escribirlos ha creado también dicha percepción, los ha revivido y también vivido de otra manera.

    Y, sí, es sobre todo un relato emocionante. Me puso los pelos de punta en muchas ocasiones y al cerrar el libro sentí que Giralt me había permitido una aventura única por terrenos verdaderamente agrestes, que me había permitido, como lector, vivir una experiencia que se me antojaba intrasitable y que sigo pensando intransitable si el autor no dispone de la honestidad o de la técnica narrativa necesarias.

    Perdona el rollo, pero es que escribir sobre los libros es, en parte, como volver a leerlos.

    Un saludo.

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  4. Me ha gustado la última frase de Peri Lope.

    Interesante la reseña. Este libro lo he visto en la biblioteca varias veces. Tiene un portada muy llamativa pero hasta ahora no había encontrado ninguna referencia de fiar. Anotado queda.

    Saludos,

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  5. Está bien, entraré al trapo. Lope lleva tiempo retándome a discrepar; he podido resistir la provocación. Pero David, que ahora te unas tú...
    Coincido con Madison.
    Si habeis leído mi reseña, poco tengo que añadir. Que está bien escrito: miles de personas escriben bien. Por ejemplo David Pérez Vega, sin ir más lejos. En cuanto a la historia, podría ser muy hermosa si no fuera por dos graves errores, a saber: ajuste personal de cuentas y excesivo remarque de la parte intransferible de su historia personal, que sólo es entendible para sus familiares y amigos más íntimos.
    La segunda parte mejora el libro enormemente. La relación final entre un padre moribundo y su hijo. Es ahí donde debía haberse centrado Giralt Torrente y haber dejado sus cuentas pendientes para quien o quienes tengan la deuda.
    Concluyo. Lo que intento decir es que este tipo de historias deben sobrecoger. Este libro no sobrecoge, sólo llama la atención de vez en cuando.

    Por cierto, David,felicidades por la publicación de tu poemario Siempre nos quedará Casa Blanca.

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  6. Hola Arreco:

    Gracias por entrar a dar vidilla al blog, y gracias por el cumplido sobre mi escritura, que me crea sonroso: si hablamos de escribir bien, me basta ver cómo Giralt ordena las subordinadas que matizan a la idea principal para saber que escribe bastante mejor que yo.

    Hay algo más, que no comenté en la entrada, por la que me ha atraído este libro: como escritor me gusta indagar en cómo otros escritores resuelven el problema artístico de hacer pública su intimidad.
    Mi padre estuvo bastante enfermo (casi vive de milagro) y mi familia estuvo hace unos años más de 2 meses de hospitales, y yo acabé escribiendo una novela con todo aquello, explicando cómo los distintos miembros de la familia se habían enfrentado al problema. Y este manuscrito originó algún conflicto con mis padres. Esto es lo que Philip Roth llama “el mal de Zuckerman”: saber que lo que escribes ya a molestar a tú familia, a tu comunidad, y cómo superar esa idea…
    Y por esto me gustaba la parte metaliteraria en la que Giralt se cuestiona su propia escritura y habla de cómo sus novelas de ficción habían sido leídas por su padre, buscando claves personales…

    Saludos
    David

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  7. ¡Maldición! Qué fue de la polémica. ¿Se esfumó?

    Pues digo que Arrecogiendobellotas no tiene razón, que David un poco y que Carlos es injusto destacando de un texto tan largo tan sólo la última frase...

    Bueno, y digo más:

    Lo del síndrome Zuckerman me parece muy interesante y lo sufro y siento que no soy libre por su culpa. Y esto sin haber publicado jamás, aunque escribiendo siempre.

    Y creo que Giralt Torrente escribe muy bien, creo que atina con el tono a la perfección. Escribe bien sobre cuestiones muy difíciles. No creo que eso lo hagan miles de personas. Y mucho menos de escritores.

    Voy a leer el poema que has colgado, David.
    Saludos.

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  8. Lo que quería decir, Peri, es que el último párrafo me gustó, pero que el resto me encantó. Si callé fue porque me parecía tan obvio...

    Y coincido otra vez, en esta ocasión con un párrafo completamente diferente: a mi también me parece interesantísimo todo el asunto Zuckerman (tiene nombre de novela de intriga: deberíamos entre todos desarrollar un argumento, que David lo escriba y luego forrarnos con los derechos de autor). Si ya mi blog me dio algunos problemillas familiares con cierta entrada no me quiero ni imaginar lo que podría llegar a ser escribir un libro.

    Saludos,

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  9. Hola:

    Sobre el interesante tema de "el síndrome de Zuckerman" (antes lo llamé "mal") es muy recomendable leer el libro de Philip Roth que sacó Seix Barral con cuatro de las novelas de Roth protagonizadas por Zuckerman: "Zuckerman encadenado", y junto a ellas leer de Roth "Patrimonio" y "El mal de Portnoy", para comprender cómo Roth se vale de su biografía en su ficción y cómo esta última afecta a su vida real.
    Recuerdo que Zuckerman describía así la relación con la mujer de su hermano: cuando él entraba en una habitación, ella salía y en su preencia ella siempre premanecía muda. Y dice: "Estaba claro que era alguien que no quería salir en un libro".

    Desde mi modesto punto de vista, me pasó algo parecido al publicar mi novela "Acantilados de Howth": la gente al leerla no podía separar al personaje de mí mismo. Y personas que me conocen, que saben, por ejemplo, que yo nunca he vivido en Irlanda, como mi personaje que lo hace allí dos años y medio, al leer el libro me decía: "me voy por cuanto te vas a ir de Irlanda". Es decir, sin duda el personaje era yo, viviendo una vida paralela, o algo así.

    saludos

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  10. Impagable la anécdota de Roth. Pero más impagable todavía la maestría con la que acabas de colocarme 6 novelas de Roth en mi calendario de "urgentes".

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  11. Hola Carlos:

    En serio, si no has leído a Philip Roth aún ponte con él ya. Posiblemente sea el mejor escritor vivo del mundo.

    Y para acabar de matarte: todos los libros de Roth citados están genial, pero el que a mí más me gusta es "Pastoral americana", donde también aparece Zuckerman como uno de los protagonistas.

    saludos

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  12. Sí he leído a Roth, pero ninguno de los mencionados (que recuerde ahora mismo "El pecho" o "Elegía"). De hecho hasta hace unos minutos tenía pensado acabarme en breve el resto de su trilogía Keplesh pero ya veo que no va a ser para esta.

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  13. Hola Carlos:

    Esos libros de los que hablas no los he leído.
    Tengo ganas de volver con Roth, y creo que los que más me apetecen son "La conjura contra América" y "el teatro de Sabbath".

    saludos

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  14. Me toca:
    Me parece totalmente erróneo considerar el síndrome Zuckerman en el libro de Giralt Torrente. Sin embargo es perfectamente aplicable a la novela Acantilados de Howth, por ejemplo. O a cualquier relato que escribiera uno de nosotros.
    Me explico: el maldito síndrome Roth (como debería llamarse) es el que se produce en las personas anejas al escritor cuando creen percibir, con más o menos acierto, que alguno de los personajes de la novela es un reflejo de su propia personalidad. Esto, evidentemente no es síndrome cuando se trata de una autobiografía, es simplemente una plasmación de la persona vista por el autor, no un personaje. Una portada con el autor y su padre predicen la aparición de personas reales.
    Veo claro que Giralt Torrente juega con los sentimientos personales del lector para colar de rondón su venganza, que no calificaré.

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  15. Va:

    No veo venganza, Arrecogiendo, en el libro de Giralt Torrente, sino más bien comprensión. Quizás, ahora que lo dices, tengas razón en que no deba considerarse aquí el síndrome Zuckerman pues, efectivamente, Torrente busca, precisamente, el exorcismo (así lo llama David) o una especie de catarsis, esto sí: muy peculiar, muy directa en cuanto que no utiliza la representación artística para ello sino la plasmación de la realidad y, para ello, su comprensión.

    De aquí que, según veo, Giralt Torrente no hace un ejercicio de venganza sino de justicia. La cuestión para ti es, según creo, que esto no es interesante para el lector y que, además, produce cierto sonrojo pero, vaya, aquí es difícil que nos pongamos de acuerdo... Para mi su lectura fue emocionante.

    Un saludo.

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  16. Hola, a mí tampoco me parece que aquí hay venganza, no al menos contra el padre, con quien quiere el narrador quedar en paz; si tal vez con el personaje llamado "la amiga que mi padre conoció en Brasil", de la que imagino que la lectura de este libro le tuvo que escocer, pues sale bastante mal parada. Y parece claro que una de las subtramas de este libro es vengar las afrentas personales recibidas de esta mujer.

    Y sí yo creo que lo del "síndrome de Zuckerman" se podría aplicar a este libro, donde se describe como el padre leía los libros de ficción del hijo, y también le puede sentar mal a algún otro personaje verse reflejado en el libro, aunque no aparezca su nombre, o aparezca tal cual y salga y no quede bien parado.

    saludos
    David

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