Editorial Anagrama. 299 páginas. 1ª edición de 2010.
En Blanco nocturno Ricardo Piglia ha escrito una novela negra siguiendo las claves del modelo que él mismo había desentrañado al hablar de este género en El último lector. Así, esta novela nos hablará de personajes alejados de la sociedad, como el Dupin de Poe -la figura del lector, según la interpreta Piglia-, pero también de hombres solos que han de aceptar las reglas económicas de un juego turbio, como el Marlowe de Chandler.
La novela comienza hablándonos de Tony Durán, un norteamericano extraño, un mulato puertorriqueño, que aparece en un pueblo de la provincia de Buenos Aires; por un único comentario en la página 136 descubrimos que es Adrogué (el pueblo natal de Piglia). Durán aterriza en esta población perdida en la pampa argentina, con un bolso lleno de dinero y se relaciona con las hermanas mellizas Belladona, Sofía y Ada (las hijas del cacique local), a las que ha conocido en Estados Unidos y con las que mantiene “un ménage à trois que escandalizó al pueblo” (pág. 13 y 1ª del libro).
Como rasgo que había aislado Piglia en las novelas de Chandler, aquí también las mujeres aparecen en dúo y son hijas del dinero. Enseguida sabremos que Durán muere asesinado en su habitación de hotel, y Croce, el jefe de policía del pueblo, y Saldía, su ayudante, inician las pesquisas para averiguar las causas y atrapar a los culpables de su muerte. Croce, en algún momento, llega a llamar a Saldía “Watson”. Croce es un policía mayor, un vieja escuela al que las autoridades querrían apartar de su cargo, pero es admirado en la región porque consigue resolver casos en principio inverosímiles y con técnicas deductivas aparentemente ilógicas.
Respecto a Respiración artificial, que leí ya hace más de una década, el lenguaje de Blanco nocturno es mucho más diáfano. Si en sus comienzos como narrador Piglia parecía admirar la complejidad de las estructuras de William Faulkner, en su madurez, y dentro de su admiración por la literatura norteamericana, ahora parece haberse fijado más en la elegancia, aparentemente leve, de Scott Fitzgerald.
Es notable la descripción de Tony Durán como un trabajador de casinos y seductor de mujeres, muy hermosa la imagen de su infancia en Nueva Jersey, donde su padre atendía una gasolinera, y Durán en la noche veía detenerse para repostar los coches de lujo con bellas mujeres camino de Nueva York.
En la pág. 33 se describe así a Durán: “Era un joven arribista, un Julien Sorel del Caribe, como dijo, erudito, Nelson Bravo, el redactor de sociales del diario local”. Las referencias literarias son constantes en la novela, sobre todo cuando aparece en el pueblo Emilio Renzi, periodista de la capital que debe cubrir la información del crimen, y su investigación parece que le es cedida desde la imposibilidad de Croce.
Piglia ha decidido situar la acción de su novela en 1972, en un campo aparentemente monótono, pero lleno de pulsiones ocultas, salvajes, donde todo el mundo espera una inminente vuelta de Perón desde el exilio. En este entorno rural, con luchas por las tierras, e interesado por los caballos y los gauchos, las referencias de Piglia a lo literario son constantes; en la novela se dan cita Stendhal, Sartre, Jung, Melville, Hemingway…, y como ya descubriera en su análisis de Chandler, el uso de un género aparentemente de la baja cultura no es más que una excusa para analizar el terreno más pantanoso de una sociedad desde el punto de vista de la alta cultura.
Sé que Renzi aparece en otras novelas de Piglia, no recuerdo si lo hace en Respiración artificial, al menos es el protagonista de La ciudad ausente, que hoy empezaré a leer; separado, periodista, cínico, con una novela inacabada en un cajón, decide forzar la situación para quedarse más tiempo en el pueblo del que le pide su periódico para intentar aclarar el crimen: es el prototipo de Marlowe a la argentina.
La estructura del libro es notable: si bien el comienzo remitía a la elegancia descriptiva de Fitzgerald, la narración se complica –a lo Faulkner, podríamos decir-, ya que la mayoría de la información que nos llega de la vida y muerte de Tony Durán nos es mostrada a través de una conversación entre Croce, Saldías y otras personas en un bar del pueblo.
Con la aparición de Renzi cambia el foco de la novela, y también se transforma la estructura: ahora la narración, en tercera persona siempre, se acerca más al punto de vista de este personaje. Y se irán intercalando fragmentos de una conversación posterior de Renzi con una de las hermanas Belladona al convertirse en amantes (de nuevo la sombra de las novelas de Chandler).
Me ha resultado curioso el peso de las ideas de El último lector sobre Blanco nocturno. El conflicto que lleva a la muerte de Durán guarda relación con la fábrica que los dos hermanos varones de las Belladona, Lucío y Luca, crearon en el pueblo. La fábrica está en ruinas y es posible que sea embargada (en esto recuerda a El astillero de Onetti). Lucío está muerto y Luca vive encerrado en el edificio de la fábrica que contuvo sus sueños. Allí lee un libro de Jung, como Piglia dice que leía Robinson la Biblia en su isla: como si las palabras del libro le estuvieran dirigidas en exclusiva y marcasen su vida. Me ha llamado la atención la influencia del libro de Philip K. Dick El hombre en el castillo en este pasaje.
La novela sigue las reglas del género negro y también lo cuestiona: “Renzi había leído tantas novelas policiales que conocía muy bien el mecanismo. El investigador siempre tiene a alguien con quien discutir sus teorías” (pág. 184). Al desaparecer Saldías esta figura pasa a ser Renzi para Croce.
Cuando más nos acercamos a la solución de la trama, ésta parece hacerse cada vez más oscura. Pág. 283: “Cuando más cerca estás del centro más te enredas en una telaraña que no tiene fin”.
Pág. 284: “Habría que inventar un nuevo género policial, la ficción paranoica. Todos son sospechosos, todos se sienten perseguidos. El criminal ya no es un individuo aislado, sino una gavilla que tiene el poder absoluto”.
No dije en la entrada anterior algo que apuntó Piglia sobre esta novela cuando le escuché en la Casa de América: el personaje de Luca se basa en la historia de un primo suyo de Adrogué.
Blanco nocturno es una novela muy conseguida; posiblemente Piglia sea el escritor argentino vivo de más peso, es decir, uno de los escritores de más peso de nuestra lengua en la actualidad.
En Blanco nocturno Ricardo Piglia ha escrito una novela negra siguiendo las claves del modelo que él mismo había desentrañado al hablar de este género en El último lector. Así, esta novela nos hablará de personajes alejados de la sociedad, como el Dupin de Poe -la figura del lector, según la interpreta Piglia-, pero también de hombres solos que han de aceptar las reglas económicas de un juego turbio, como el Marlowe de Chandler.
La novela comienza hablándonos de Tony Durán, un norteamericano extraño, un mulato puertorriqueño, que aparece en un pueblo de la provincia de Buenos Aires; por un único comentario en la página 136 descubrimos que es Adrogué (el pueblo natal de Piglia). Durán aterriza en esta población perdida en la pampa argentina, con un bolso lleno de dinero y se relaciona con las hermanas mellizas Belladona, Sofía y Ada (las hijas del cacique local), a las que ha conocido en Estados Unidos y con las que mantiene “un ménage à trois que escandalizó al pueblo” (pág. 13 y 1ª del libro).
Como rasgo que había aislado Piglia en las novelas de Chandler, aquí también las mujeres aparecen en dúo y son hijas del dinero. Enseguida sabremos que Durán muere asesinado en su habitación de hotel, y Croce, el jefe de policía del pueblo, y Saldía, su ayudante, inician las pesquisas para averiguar las causas y atrapar a los culpables de su muerte. Croce, en algún momento, llega a llamar a Saldía “Watson”. Croce es un policía mayor, un vieja escuela al que las autoridades querrían apartar de su cargo, pero es admirado en la región porque consigue resolver casos en principio inverosímiles y con técnicas deductivas aparentemente ilógicas.
Respecto a Respiración artificial, que leí ya hace más de una década, el lenguaje de Blanco nocturno es mucho más diáfano. Si en sus comienzos como narrador Piglia parecía admirar la complejidad de las estructuras de William Faulkner, en su madurez, y dentro de su admiración por la literatura norteamericana, ahora parece haberse fijado más en la elegancia, aparentemente leve, de Scott Fitzgerald.
Es notable la descripción de Tony Durán como un trabajador de casinos y seductor de mujeres, muy hermosa la imagen de su infancia en Nueva Jersey, donde su padre atendía una gasolinera, y Durán en la noche veía detenerse para repostar los coches de lujo con bellas mujeres camino de Nueva York.
En la pág. 33 se describe así a Durán: “Era un joven arribista, un Julien Sorel del Caribe, como dijo, erudito, Nelson Bravo, el redactor de sociales del diario local”. Las referencias literarias son constantes en la novela, sobre todo cuando aparece en el pueblo Emilio Renzi, periodista de la capital que debe cubrir la información del crimen, y su investigación parece que le es cedida desde la imposibilidad de Croce.
Piglia ha decidido situar la acción de su novela en 1972, en un campo aparentemente monótono, pero lleno de pulsiones ocultas, salvajes, donde todo el mundo espera una inminente vuelta de Perón desde el exilio. En este entorno rural, con luchas por las tierras, e interesado por los caballos y los gauchos, las referencias de Piglia a lo literario son constantes; en la novela se dan cita Stendhal, Sartre, Jung, Melville, Hemingway…, y como ya descubriera en su análisis de Chandler, el uso de un género aparentemente de la baja cultura no es más que una excusa para analizar el terreno más pantanoso de una sociedad desde el punto de vista de la alta cultura.
Sé que Renzi aparece en otras novelas de Piglia, no recuerdo si lo hace en Respiración artificial, al menos es el protagonista de La ciudad ausente, que hoy empezaré a leer; separado, periodista, cínico, con una novela inacabada en un cajón, decide forzar la situación para quedarse más tiempo en el pueblo del que le pide su periódico para intentar aclarar el crimen: es el prototipo de Marlowe a la argentina.
La estructura del libro es notable: si bien el comienzo remitía a la elegancia descriptiva de Fitzgerald, la narración se complica –a lo Faulkner, podríamos decir-, ya que la mayoría de la información que nos llega de la vida y muerte de Tony Durán nos es mostrada a través de una conversación entre Croce, Saldías y otras personas en un bar del pueblo.
Con la aparición de Renzi cambia el foco de la novela, y también se transforma la estructura: ahora la narración, en tercera persona siempre, se acerca más al punto de vista de este personaje. Y se irán intercalando fragmentos de una conversación posterior de Renzi con una de las hermanas Belladona al convertirse en amantes (de nuevo la sombra de las novelas de Chandler).
Me ha resultado curioso el peso de las ideas de El último lector sobre Blanco nocturno. El conflicto que lleva a la muerte de Durán guarda relación con la fábrica que los dos hermanos varones de las Belladona, Lucío y Luca, crearon en el pueblo. La fábrica está en ruinas y es posible que sea embargada (en esto recuerda a El astillero de Onetti). Lucío está muerto y Luca vive encerrado en el edificio de la fábrica que contuvo sus sueños. Allí lee un libro de Jung, como Piglia dice que leía Robinson la Biblia en su isla: como si las palabras del libro le estuvieran dirigidas en exclusiva y marcasen su vida. Me ha llamado la atención la influencia del libro de Philip K. Dick El hombre en el castillo en este pasaje.
La novela sigue las reglas del género negro y también lo cuestiona: “Renzi había leído tantas novelas policiales que conocía muy bien el mecanismo. El investigador siempre tiene a alguien con quien discutir sus teorías” (pág. 184). Al desaparecer Saldías esta figura pasa a ser Renzi para Croce.
Cuando más nos acercamos a la solución de la trama, ésta parece hacerse cada vez más oscura. Pág. 283: “Cuando más cerca estás del centro más te enredas en una telaraña que no tiene fin”.
Pág. 284: “Habría que inventar un nuevo género policial, la ficción paranoica. Todos son sospechosos, todos se sienten perseguidos. El criminal ya no es un individuo aislado, sino una gavilla que tiene el poder absoluto”.
No dije en la entrada anterior algo que apuntó Piglia sobre esta novela cuando le escuché en la Casa de América: el personaje de Luca se basa en la historia de un primo suyo de Adrogué.
Blanco nocturno es una novela muy conseguida; posiblemente Piglia sea el escritor argentino vivo de más peso, es decir, uno de los escritores de más peso de nuestra lengua en la actualidad.
Hola, David: He pospuesto la lectura de Piglia por la última de Elvira Lindo. Sin duda, tu comentario, me servirá como guía en mi lectura.
ResponderEliminarPasaré a comentar cuando haya terminado la labor.
Vaya, Belladona, como la pornstar gringa...¡¡¡Dios mío, a ver si ahora van a tildar a Piglia de posmoderno!!!!
ResponderEliminarSaludos!!
Hola Hilvanes:
ResponderEliminarLeí una crítica de la última novela de Elvira Lindo en el Babelia, ponían muy bien a su última novela. Aunque siendo ella y su marido trabajadores de El país, para fiarse...
Hola Lalo:
NO sabía lo de Belladona, una especie de chsite italiano.
En realidad en este libro Piglia es muy clásico, es más posmoderno en Respiración artifial, o La ciudad ausente, que estoy leyendo ahora.
SAludos
A decir verdad el libro me pareció bastante pobre, como si estuviese pensado para ir derecho a un guión de cine. No hice un análisis profundo aún , pero la verdad es que terminé el libro a regañadientes. Creo que uno de los pocos escritores con peso que nos quedan en el pais es David Viñas, y su novela "Tartabul", uno de los mejores exponentes literarios que haya por la zona. La cosa, basicamente apunta a pensar que es lo que hace un escritor: o cuenta algo y el peso está en qué contar, o se trabaja en el cómo contar. Piglia es del primer grupo, mientras Viñas (como Joyce), es del segundo.
ResponderEliminarUn saludo
Hola Ana y Nico:
ResponderEliminarA mí sí me gustó el libro, y no creo que se parezca a un guión de cine. Me pareció muy trabajada la estructura y la descripción de las relaciones en el pueblo. Quizás el interés decae un poco en la más corta segunda parte, pero el conjunto me parece muy notable.
No conozco a David Viñas. Lo anoto. Parece interesante.
saludos
Sí, David Viñas es sin duda un referente importantísimo. Pero en relación a la novela de Piglia, me quedan algunos cabos sueltos, o digamos rotos: la fábrica en medio del campo es una idea interesante, pero no entendí bien la idea de que lo apuran a venderla para poner un centro comercial. Como idea, mucho sentido no tiene: en esas pampas, realmente no hay nada, menos va a haber un centro comercial. Y luego, el fallo de culpabilidad a un inocente, no tiene porqué destrabar esos intereses: parece no haber resolución cierta sobre eso.
ResponderEliminarEn el juicio, dónde se culpa a un inocente y listo, está bien: rompe la regla del género policial. Pero la culpa que carga Luca, con su final consecuente, no me cierra: como si el personaje estuviese pintado de tal manera (oscura, digamos) donde no le cabe la culpa, o al menos queda un poco forzada.
No sé, no digo que no me haya gustado, pero creí que iba a ser algo más complejo, al menos con alguna búsqueda estética más profunda. Pero bueno, acá vamos.
Un abrazo.
Hola Ana y Nico:
ResponderEliminara mí me llamó la atención de la novela precisamente la estética, porque asociaba a Piglia con el barroquismo de respiración artificial, y ese control de lo narrado me parece muy eficiente. Me encanta la escena de la carrera de caballos, o las descripciones de personajes secundarios, como ese que muere en un circo...
Lo del centro comercial era porque ahora pasaba por allí una carretera importante, y al parecer está basado en algo real: por experiencia: cuando metes en una novela algo real siempre suena a poco creible.
Saludos
Estupendo post sobre Piglia del que me apropiado parcialmente en mi blog. He encluido un link a tu post. Por si te interesa:
ResponderEliminarhttp://espitolas.blogspot.com/2010/10/tres-novelistas-contemporaneos-i.html
Un saludo y gracias!
Leí El último lector y me gustó mucho, Blanco nocturno lo he tenido varias veces en las manos y al final siempre me he decantado por algún otro y este lo he dejado un poco de lado; pero es que tu reseña es muy buena y me han entrado ganas de lerlo.
ResponderEliminarYa te contaré, ahora estoy con el último de Marías y es espléndido, maravilloso...
Un abrazo David
Hola madison:
ResponderEliminarNo sé si has visto que ayer (creo) le ha concedido el premio de la crítica en España a la mejor obra en lengua castellana de 2010 a Blanco Nocturno (por si esto importa).
A mí Marías me gusta bastante, a ver si leo este último o algún otro y lo comento en el blog.
saludos