domingo, 9 de julio de 2023

Cuentos completos, por Lorrie Moore

 

Cuentos completos, de Lorrie Moore

Editorial Seix Barral. 953 páginas. Libros de relatos publicados en 1985, 1990, 1998 y 2014. Esta edición es de 2020

Traducción de Alejandro Pareja Rodríguez, Isabel Murillo, María José Galilea Richard y Daniel Rodríguez Gascón.

 

Recuerdo cuando, hace ya más de dos décadas, los suplementos culturales elogiaron con mucho énfasis el libro Pájaros de América (1998), tercera colección de relatos de la escritora Lorrie Moore (Glens Fall, Nueva York, 1957). El libro, publicado en España por la editorial Salamandra, estaba (y sigue estando) en la biblioteca pública de Móstoles, y yo planeé leerlo durante mucho tiempo. En 2006, pasé un mes en Londres y compré allí su versión en inglés, editado por Faber and faber. Leí, con la ayuda de un diccionario, los dos primeros cuentos, y en el tercero, que, compruebo ahora, tengo subrayadas algunas frases, abandoné el proyecto, y me puse con algún otro libro en inglés. Ahora no recuerdo cuál sería, pero en ese momento me tuvo que parecer más fácil de entender.

 

Pájaros de América seguía en la biblioteca de Móstoles, pero, por una cosa u otra, lo fui dejando pasar. Cuando en 2020, la editorial Seix Barral publicó los Cuentos completos de Lorrie Moore donde, lógicamente, estaba incluido Pájaros de América, pensé que esta vez sí que tenía que leerlo. Cambié un libro que me regalaron por Reyes en El Corte Inglés de Goya por este de los cuentos, y creo que ha permanecido, aun así, dos años en mis estanterías de libros pendientes de leer.

 

Estos Cuentos completos están formados por cuatro libros: Autoayuda (1985, 9 cuentos), Como la vida misma (1990, 8 cuentos), Pájaros de América (1998, 12 cuentos) y Gracias por la compañía (2014, 8 cuentos). En total 37 narraciones; y a algunas, que sobrepasan las 50 páginas, podríamos ya considerarlas casi novelas cortas.

 

Autoayuda (1985) se abre con Cómo ser la otra mujer, que junto al último cuento Llenar, son las dos mejores piezas del libro. Cómo ser la otra mujer está narrado en la segunda persona del futuro: «Os conoceréis con gabardinas caras de color beis, una noche espesa como el caldo.», es su primera frase. Una chica joven empieza un romance con un hombre casado y habrá de aprender a ser la otra mujer, o tal vez a tomar la decisión de ser una mujer independiente y que no acepta esa situación.

El título del libro, Autoayuda, cobra ya sentido en este primer cuento, porque la mayoría de los relatos están escritos como si se tratase de un falso manual de «autoayuda», de ahí la segunda persona y el tono pedagógico. Es un recurso divertido al principio, pero que acaba agotándose y limitando las posibilidades de algunas narraciones.

 

De lo que se apoderan es un relato más tradición, con una narradora en primera persona. Aquí no existe ese juego de la voz que da consejos del falso manual de autoayuda. Es un relato correcto, sobre las madres que se casan con hombres frío; pero, teniendo en cuenta los grandísimos relatos que contiene este libro, este relato aún no está a la altura de los mejores logros de la autora.

Guía de divorcio para niños sí usa esta segunda persona de la que hablaba. Es el cuento más corto de este libro (y quizás de todos). De nuevo es correcto, sobre los dolores de un niño cuyos padres se han divorciado, pero sin más.

 

Cómo, de nuevo, usa el recurso de esa segunda persona que da consejos. Me parece un cuento más distante de la protagonista –que va a conocer a un hombre con el que tal vez no congenie– que el primero, menos conseguido que aquel.

 

Irme de esta manera está escrito en primera persona y es un relato más clásico, sobre una escritora de libros infantiles, a la que le han detectado un cáncer y está pensando en suicidarse. El planteamiento sobre los límites morales o intelectuales de esta decisión me ha parecido bien planteado. Un relato tenso.

 

En Cómo hablar a tu madre (notas), escrito en segunda persona y con escenas que avanzan hacia atrás en el tiempo, me ha parecido que Moore se deja llevar más por el juego literario que por la fuerza por contar una buena historia. Narración demasiado artificiosa para mí.

 

Amahl y los visitantes nocturnos: una guía para el temor del amor, también está escrito en segunda persona, pero aquí sí hay una historia concreta y contada desde la cercanía. El vecino y amigo gay de una mujer, le ha regalado su gato porque le da alergia. La mujer vive con un hombre y empieza a sospechar que le es infiel. Buen cuento.

 

Cómo hacerse escritora, en segunda persona, es un relato irónico, que, en más de una de sus páginas, se puede leer como si fuese autobiográfico. Con comicidad y dolor, se habla del aprendizaje lleno de fracaso e incomprensión para tratar de ser artista.

 

Llenar cierra el primer libro y, con sus más de 40 páginas, se puede leer ya casi como una novela corta. Existe una relación compositiva entre el relato que abre el libro y el que lo cierra. Autoayuda empieza con Cómo ser la otra mujer, sobre una mujer que empieza una relación con un hombre casado, y Llenar trata de una mujer casada que empieza a sospechar que su marido le engaña con otra. Dos caras de una misma moneda, dos puntos de vista diferentes de una misma historia. En Llenar ya se ha acabado la ocurrencia del libro falso de autoayuda y es una narración tensa y muy bien construida. Para mí ha sido el mejor relato de este primer libro.

 

El libro Como la vida misma (1990) empieza con el relato Dos chicos, que habla de una chica joven, que –el título no engaña– está saliendo con dos chicos a la vez. Al acercarnos a este primer cuento, el lector ya sospecha que Moore ha cogido confianza en sí misma y que va a seguir con la senda de Llenar. Dos chicos es un gran relato, lleno de detalles, que lo hacen muy vívido.

 

Vissi D´arte me ha parecido uno de los mejores relatos de este segundo libro y diría que del conjunto en general. Trata sobre un joven que ha emigrado a Nueva York para tratar de cumplir su sueño de ser dramaturgo. Sus problemas para ser puro con su arte y prosperar están planteados de un modo mucho más maduro que en el cuento del libro anterior Cómo hacerse escritora. Vissi D´arte es un cuento muy intenso y dramático, con un cierre estupendo. Me ha encantado.

 

Alegría nos traslada al Medio Oeste, el corazón de Estados Unidos, donde ha regresado una mujer que vive sola con un gato. En una parte de su composición me ha recordado al cuento Parece una tontería de Raymond Carver.

Después de leer los tres primeros cuentos de este segundo libro, empiezo a pensar que Moore ha entrada en la verdadera gran etapa creadora de su vida como escritora de relatos, porque estas tres composiciones son espectaculares.

 

Además usted es feo es el cuento más famoso de este libro, porque fue elegido para alguna antología importante en Estados Unidos. Quizás el exceso de expectativas hizo que me decepcionara un poco y que no me pareciera mejor que los anteriores, que me habían parecido muy buenos. Trata sobre una profesora que ha de relacionarse con un hombre, que no acaba de gustarle, en una fiesta de Halloween. Es un gran cuento, en cualquier caso.

 

Sitios donde buscar la cabeza trata sobre una mujer de mediana edad que recibe en su casa a un amigo inglés de su hija, que está estudiando en Inglaterra. Es un cuento original, porque hasta ahora los personajes solían ser mujeres solas en busca del amor y aquí se plantea otro tipo de trama, sobre las frustraciones y choques culturales que sufre el chico inglés en América.

 

El cazador judío transcurre en el Medio Oeste, y trata de una mujer que conoce a un hombre de origen judío, algo extraño en esa región. Es un buen cuento, pero no llega al nivel de los primeros.

Aún no he hablado del humor en los cuentos de Moore, cuando es una característica importante en la composición. Es un humor que nace de la ironía de que las cosas no sean como esperamos, un humor que nace de la desesperación. En este relato había marcado este párrafo: «El arma de Pinky disparó repentinamente hacia los árboles. El ruido inundó el bosque como una guerra e hizo caer al suelo las agujas amarillas de un alerce–. ¡Ahhhh! –gritó Odette–. ¿Qué sucede? –Recordó entonces que las armas no eran para chicas. Eran para chicos. Las habían inventado los chicos. Las habían inventado los chicos que nunca habían superado el desengaño de que su propio orgasmo no fuera acompañado por un gran y sonoro “Bum”–.» (pág. 355)

 

Otro vez muerto de hambre recrea una conversación entre dos personas en un restaurante. Una de ellas está deprimida. Creo que este es el peor cuento de este libro. Desde luego, no está al nivel de los anteriores.

 

Como la vida misma es el último cuento y es ligeramente distópico. Trata sobre una pareja que está atravesando una crisis, en un contexto de pobreza material. Es un tanto irónico sobre el capitalismo, ya que describe un mundo en el que está, por ejemplo, prohibido no tener un televisor. De nuevo, no está a la altura de los cuatro o cinco primeros cuentos de este libro, que son realmente muy buenos.

 

El tercer libro, Pájaros de América (1998), comienza con el cuento Dispuesta sobre una actriz cuya carrera no parece ir a ninguna parte y se vuelve a su Chicago natal, desde Hollywood. Allí va a conocer a un hombre que repara coches y que no se parece a los que conocía en su vida pasada, pero que, tal vez, le pueda gustar, aunque parece mirarlo con aires condescendientes. Es un buen cuento, al nivel de los mejores del libro anterior.

 

Que es más de lo que puedo decir de ciertas personas trata de un viaje que una mujer hace con su madre hasta Irlanda. En este viaje se jugará con la idea de dependencia entre ambas y con sus fuerzas y miedos. En la página 447 se habla de la relación que tiene Abby, la protagonista, con un hombre y se dice que «lo había comenzado a tratar como a una especie de mascota». Una idea parecida aparece en el primer cuento de este libro y en varios relatos más. En bastantes casos, Moore nos habla de mujeres que tratan de tener relaciones, o de cortar con ellas, con hombres que sienten que no están a su altura.

Este relato lo recordada, en gran parte, de mi primera lectura en 2006.

 

Danza en Estados Unidos habla de una mujer que se reúne, tras doce años, con un amigo que ha tenido un hijo con una enfermedad seria y degenerativa. Es un relato duro, como va a ser más de uno de aquí en adelante. Este cuento habla del fin de muchos sueños de la juventud y es bello y trágico.

 

Vida en comunidad trata de una mujer, hija de padres rumanos, emigrados a Estados Unidos, que se queda huérfana pronto. Es bibliotecaria de un pueblo del Medio Oeste y siente que no encaja allí, como tampoco encaja con la pareja que ha encontrado. Es un cuento melancólico.

 

Agnes de Iowa trata de una mujer de media edad, que trabaja en un colegio y en una actividad, en la que el colegio trae a dar una charla a un escritor negro de Sudáfrica, siente una fascinación hacia él, que podría ser amor. Me ha gustado mucho el personaje del marido. Moore lo construye con estos apuntes: «Él nunca había adquirido el aspecto de madurez anclado en el sufrimiento que bruñía la cara de tantos hombres. Su desgracia en la vida (una niñez de palizas, una madre moribunda) era como las arenas movedizas, y tenía que mantenerse completamente apartado de ellas. No se permitía ningún recuerdo infeliz en voz alta. Estaba apegado a la misma alegría amable que había ido afilando con éxito cuando era niño, la cual le hacía parecer como un necio incluso ante sí mismo. Quizá le perjudicaba un poco en su trabajo.» (pág. 516).

Este es uno de los relatos que más me ha gustado de este libro.

 

Charadas recrea la conversación de una familia en Navidad, durante una cena. Me pasa igual que con el cuento Otra vez muerto de hambre, del segundo libro, que recreaba una conversación en un restaurante, y creo que aquí baja el nivel del libro.

Considero que a Lorrie Moore se le dan mejor los relatos en los que el tiempo avanza y los personajes cambian con su paso, que estos otros que transcurren en muy poco tiempo y, a través de las conversaciones, aparecen las frustraciones de las personas.

 

En Arre, borriquito, vamos a Belén una mujer tiene que acudir al psicólogo tras la muerte de su gato. De nuevo, es Navidad, y seguramente los motivos de la tristeza de esta mujer van mucho más allá de la muerte de su gato. Está bien, sin alardes.

 

Una nota preciosa sería un relato de campus. Un profesor, que vuelve a estar soltero, se ha liado con una exalumna bastante más joven que él, pero, en realidad, quizás le guste más la mujer de un amigo.

En este relato aparece, por primera vez, una referencia a internet.

 

Después de tres cuentos en los que me ha parecido que el nivel del libro bajaba un poco, llegamos a Si es lo que te apetece, vale, que nos abre una nueva puerta narrativa, y el nivel de nuevo se va para arriba. Aquí nos encontramos con una relación homosexual entre dos hombres de media edad, que hacen turismo en coche por Estados Unidos. Uno de ellos es ciego y además es de clase social más alta que el otro. Los conflictos no tardarán en aparecer entre ellos, ya que además el hombre más humilde ha estado casado con una mujer y es padre de un adolescente.

 

La agencia inmobiliaria trata de una mujer que piensa que su marido le engaña y esto suele ocurrir en primavera. «La clave del matrimonio, concluyó, era no tomárselo como algo demasiado personal.» (pág. 630). Además, hace unos años Ruth ha contraído cáncer. Piensa que, tal vez, sus problemas se puedan solucionar comprando una nueva casa y mudándose al campo. Este relato acaba siendo humorístico, pero habla tan desde el absurdo de las vidas angustiosas que más bien provoca escalofríos. Es muy bueno.

 

Gente así es la única que hay por aquí: farfullar canónico en oncología pediátrica trata sobre una pareja que ha de afrontar el cáncer de su hijo, apenas un bebé. Es un cuento demoledor, que me revolvió por dentro. Las páginas finales son una maravilla. Es muy bueno también.

 

Una madre estupenda habla de una mujer que se casa con un hombre, sin estar muy convencida y le acompañará a Italia, para disfrutar de una beca artística. La premisa del cuento me ha parecido un tanto exagerada: la mujer mata por accidente a un bebé en las primeras páginas y no consigue olvidarse de eso en Italia. No es un mal cuento, porque este libro tiene un nivel medio muy alto, pero los anteriores son mejores.

 

Gracias por la compañía (2014) es el cuarto y último libro de cuentos. Han pasado dieciséis años desde la publicación del anterior, y si el lector hecha la vista atrás podrá comprobar que las protagonistas (casi siempre son mujeres, aunque no siempre) de estos cuentos han ido envejeciendo con la autora. En el primer libro y el segundo se nos presentaba a personas jóvenes que se estaban emparejando o eran matrimonios nuevos. En Pájaros de América ya había matrimonios de mediana edad o personas divorciadas de esta edad que buscaban pareja y en Gracias por la compañía sus personajes son de mediana edad o ya se acercan a la tercera edad.

 

Muda es un cuento muy bueno (casi una novela corta, con sus 50 páginas) sobre un divorciado, que aún no se cree que lo está, que conoce a una mujer, de la que acabará sospechando que está algo loca. Las dudas sobre si seguir con ella empezarán para él. En este libro el humor negro se vuelve más exagerado o grotesco: «Era la primera vez que se relacionaba con enfermos mentales, pero ahora estaba más convencido que nunca de que debían existir leyes internacionales que evitaran que fuesen demasiado atractivos.» (pág. 808)

 

En El enebro una mujer habla de la muerte de una amiga, y de la forma de despedirla de un grupo de mujeres. En este cuento el nivel baja. Al final leo una dedicatoria a una mujer realmente muerta y entiendo que este relato es una despedida real de la autora a una amiga, pero el lector no va a entrar bien en la propuesta.

En este tramo final de los cuentos, en cualquier caso, la muerte va a estar cada vez más presente.

 

Pérdidas de papel trata de un matrimonio en descomposición que, antes de divorciarse, va a hacer un viaje al Caribe. No es un mal cuento, pero no está a la altura de los grandes relatos de este libro.

 

Enemigos trata de un matrimonio de personas de sesenta años, que llevan seis sin hacer el amor porque él está tomando antidepresivos, y son invitados a una cena benéfica de ricos. Guarda alguna relación con las ironías de Una madre estupenda, el último cuento de Pájaros de América. Otra vez tengo la sensación de que el nivel está bajando.

 

Alas es, de nuevo, casi una novela breve, con sus 50 páginas y trata de una joven que ha sido cantante de un grupo musical, ya en decadencia, emparejada con un músico al que empieza a ver como una persona bastante inútil. El cuento trata de la relación de amistad (tal vez interesada) que esta mujer treintañera va a entablar con un anciano vecino. Junto con Muda, el primer relato, creo que es el cuento que más me ha gustado de este libro.

 

Referencial trata de una pareja con un hijo perturbado. Es un cuento dramático, pero no alcanza la maestría de Gente así es la única que hay por aquí: farfullar canónico en oncología pediátrica, el cuento sobre la pareja del bebé con cáncer.

 

Sujeto a registro trata de un encuentro entre una pareja en París. Él trabaja para el servicio de inteligencia norteamericano y está asustado porque sabe que en breve van a salir al mundo las imágenes sobre los abusos de los soldados norteamericanos en Irak. En más de un cuento, Moore habla de la situación política norteamericana, y en este cuarto libro la guerra de Irak ha sido, en más de un caso, un telón de fondo. Así era en el primer cuento, en Muda, y ese telón funcionaba como elemento amenazante u ominoso del relato, pero aquí, en Sujeto a registro, me ha parecido solo una excusa para hacer un relato político y no me ha convencido.

 

El libro se cierra con Gracias por la compañía. Aquí el acontecimiento histórico de fondo es la muerte de Michael Jackon, una mujer y su hija, van a acudir a la boda campestre de la que fue la niñera brasileña de la hija. Es un buen cuento.

 

En una entrevista leí que Lorrie Moore podía estar pensando, tomando notas y planificando un relato durante semanas, para, finalmente, escribirlo en unas horas frenéticas. Al leer esto relatos es sorprendente la cantidad de detalles que poseen, ya sean sus personajes principales o secundarios. El trabajo de orfebrería en cada uno de los cuentos es sobresaliente. Estos cuentos muestran un mundo amplio, concentrado en 20 o 30 páginas, pero no funcionan con la técnica de la «historia oculta», propia de un cuento de Raymond Carver, o tal vez sí, pero no exactamente. Los personajes tienen debilidades o frustraciones que el lector intuirá durante el relato y, normalmente, se enfrentaran a realidades que no saben exactamente cómo afrontar. En general, son relatos protagonizados por mujeres (y hombres en menor medida) desesperados y asustados.

Con algún altibajo, algo perfectamente normal en los libros de relatos, el nivel medio de estos Cuentos completos de Lorrie Moore es realmente sobresaliente.

domingo, 2 de julio de 2023

La mujer de la arena, por Kobo Abe

 


La mujer de la arena, de Kobo Abe

Editorial Siruela. 206 páginas. 1ª edición de 1962. Ésta es de 2006.

Traducción de Kazuya Sakai

 

Ya he comentado que, a principios de 2022, me apeteció volver a leer al premio Nobel de literatura de 1994 el japonés Kenzaburo Oé, del que había leído cinco libros a finales de los años 90. Después me apeteció seguir con literatura japonesa, y leí libros de Natsume Soseki, Osamu Dazai y de Yuriko Miyamoto. En la mayoría de las páginas web que consultaba, en busca de los autores japoneses más relevantes, solía aparecer también el nombre de Kōbō Abe (Tokio, 1924 – 1993), al que suelen, además, denominar el «Kafka japonés».

 

Tomé de la biblioteca de Móstoles su novela El mapa calcinado (1967), que era la única que tenían. Pero, según la información que leía en internet, ésta no estaba entre sus novelas más señeras, así que saqué, antes de leer la otra, en préstamo, de la biblioteca de Ciudad Lineal, La mujer de arena (1962), que sí se suele señalar como una de sus novelas más significativas.

 

El protagonista de La mujer de la arena se llama Jumpei Niki, aunque este dato del nombre no lo sabremos hasta, exactamente, la última página del libro, cuando podamos leer una ficha de «persona desaparecida», en la que se muestran algunos de sus datos personales. Gracias a esta misma ficha, sabremos que la acción de la novela comienza en agosto de 1955. Jumpei tiene treinta y un años, y este dato sí se da en el propio cuerpo de la narración.

«Cierto día de agosto, un hombre desapareció. Aprovechando sus vacaciones, había ido a una playa, que estaba a medio día de viaje en tren, y no se volvió a saber de él. La búsqueda que emprendió la policía y los avisos en los diarios no dieron ningún resultado.», con este párrafo, en el que se adelanta el propio final de la historia, comienza el libro.

 

El hombre sin nombre —o que solo adquiere uno en la última página del libro—, que protagoniza la novela trabaja como maestro y vive solo en una residencia. Además es un entomólogo aficionado y, precisamente, ha acudido a la playa con la intención de capturar insectos para su colección. «El verdadero placer de los entomólogos es mucho más sencillo, más directo; consiste en descubrir nuevos especímenes. Cuando esto ocurre, el nombre del descubridor aparece en las enciclopedias ilustradas de entomología junto con el nombre técnico en latín del insecto descubierto: es la consagración. Sus esfuerzos serán coronados por el éxito si su nombre se perpetúa en la memoria de los hombres, aunque sea asociado con un insecto.» (pág. 19) En este párrafo creo encontrar humor en Abe, al asociar el triunfo de su personaje a algo nimio, a un propósito intrascendente. Pero además, creo encontrar un homenaje a Franz Kafka. Su famosa novela breve La metamorfosis (1915) comienza así: «Cuando Gregor Samsa despertó una mañana de un sueño inquieto, se encontró en la cama convertido en un monstruoso insecto.»

Ya he comentado que al leer durante 2022 a escritores japoneses me ha llamado la atención la influencia de la literatura occidental sobre ellos: en Kenzaburo Oé y Osamu Dazai se notaba la influencia de la literatura francesa (lengua que estudiaron en la universidad) y en Natsume Soseki la influencia de la inglesa (lengua que estudió en la universidad). Si bien Kobo Abe estudió medicina en la universidad, como su padre (una profesión que no llegó a ejercer), me parece clara la influencia de Kafka, el autor checo de habla alemana. En La metamorfosis, Samsa se va a ver convertido, de un modo simbólico, en un insecto, y en La mujer de la arena, Abe va a jugar continuamente a la idea de que su protagonista se va a ver atrapado en una trampa para insectos, pasando a ser él uno de esos insectos que venía persiguiendo.

 

El argumento de La mujer de la arena es, en apariencia, sencillo. Jumpei Niki busca insectos en unas dunas cercanas a una playa. En estas dunas hay un pueblo, con unas casas extrañamente cavadas en las dunas. Un viejo le pregunta si es un inspector del gobierno y al contestarle que no, parece relajarse. El viejo indica a Jumpei que se le ha hecho tarde para regresar a la ciudad y que lo mejor será que pernocte en el pueblo. Le conducirá a una casa, en la que vive una mujer. Solo se puede acceder a la casa, bajando por una escala, ya que la vivienda se encuentra en un pozo excavado en las dunas. Será una sorpresa para Jumpei descubrir que a la mañana siguiente, desde arriba, han retirado la escala y que se encuentra atrapado allí. La mujer le contará que desde el último tifón se ha quedado viuda y ha perdido a su hijo. Así que parece que los habitantes del pueblo han querido reemplazar al hombre muerto por otro para que pueda ayudar a la mujer en sus tareas. «Era una pesadilla demasiado fantástica.», va a pensar Jumpei en la página 52.

La mujer, ayudada ahora por el hombre, debe sacar arena para tratar de que la duna no acabe de derrumbar su casa.

En un momento se insinúa que la cooperativa de la aldea vende la arena y hace negocio con ella, pero en realidad ‒quizás porque olvidé algún párrafo‒ no he acabado de tener claro si la arena que mueven la mujer y el hombre acaba siendo sacada hasta la superficie. En realidad, Jumpei ha caída en un sueño de Sísifo, obligado a mover arena con el único fin de no morir aplastado con ella. Aquí la novela, gracias a este simbolismo expresionista, nos habla sobre la inutilidad de los esfuerzos humanos, que es también uno de los temas de Kafka.

Son continuas las metáforas y las comparaciones que se establecen en la novela entre la situación del personaje y el mundo de los insectos. Así por ejemplo leemos: «Y él había caído estúpidamente en una trampa, en un hormiguero.» (pág. 52), «El hombre parecía una de esas moscas grandes y negras que creen estar volando y solo consiguen chocar contra el vidrio.» (pág. 105) o «Hasta la sensación de vergüenza quedó borrada, como un ala de libélula consumida en un instante por el fuego.» (pág. 173).

La novela está escrita en tercera persona, pero, en más de una ocasión, se pasa a la primera persona de Jumpei, y así el lector puede acceder de un modo directo a sus pensamientos.

 

También se habla de la arena con profusión, casi como si se tratase de un ser vivo. «En última instancia pienso que el mundo es como la arena… No se puede conocer su verdadera naturaleza mientras se la considera como cuerpo estático… No es que la arena fluya; el fluir mismo es la arena…» (pág. 91)

«La belleza de la arena pertenecía al reino de la muerte.» (pág. 157)

 

En la novela se habla en algún momento, muy de pasada, de la guerra, que ha finalizado una década antes. «Recordaba cómo unos diez años antes, cuando solo quedaban ruinas de la guerra, todos anhelaban la libertad de no seguir caminando. Y ahora, pensó, ¿será que nos hemos cansado de la libertad de dejar de caminar? ¿Acaso él mismo no se había dejado seducir por esta arena, cansado ya de juegos caprichosos?» (pág. 82)

 

En la novela también podemos encontrar un componente erótico. Ya dije que Jumpei tiene treinta y un años y la mujer con la que va a pasar a convivir tiene treinta. Entre ellos se establecerá una relación marcada por el deseo y la desconfianza.

 

Ya he hablado de las referencias a La metamorfosis de Kafka, pero diría que La mujer de la arena guarda también referencias a otro de los relatos más famosos de Kafka, el titulado La guarida, que empieza así: «He terminado la guarida y parece que ha quedado bien. Desde fuera solo se puede ver un gran agujero, pero éste, en realidad, no conduce a ninguna parte; después de un par de metros se levanta una pared rocosa natural.» Esta guarida de la que habla Kafka le va a suponer mucho trabajo al ser que la habita y siempre estará teniendo que reparar los continuos derrumbes que sufre, como les ocurre a los protagonistas de la novela de Abe.

En la página 172 leemos la siguiente frase: «A menos que uno fuera un artista del trapecio, tarde o temprano llegaría al límite de la resistencia.» Un artista del trapecio es uno de los más famosos cuentos de Kafka, y esa cita, donde se da el título de forma literal, no puede ser una casualidad.

 

Hacia el final, el protagonista exclama: «¡Su Señoría, exijo que se me diga cuál es el contenido de la acusación! Exijo que se me comunique el motivo de mi sentencia.» (pág. 185), que parece otra referencia clara a la obra de Kafka, en este caso a la novela El proceso, donde su protagonista, Joseph K., se encuentra una mañana con el aviso de que está en un proceso, pero nadie le dice de qué se le acusa.

 

Así que hemos podido comprobar que el apelativo que se le da a Kobo Abe de «el Kafka japonés» está justificado. En definitiva, La mujer de la arena me ha parecido una angustiosa, erótica, bella y misteriosa novela, y Kobo Abe uno de los escritores más originales (pese al peso de Kafka sobre su obra) de los japoneses que he leído hasta ahora.

domingo, 25 de junio de 2023

Maurice, de E. M. Forster

 


Maurice, de E. M. Forter

Editorial Navona. 290 páginas. Escrito en 1913-14, publicado en 1971, ésta edición es de 2022

Traducción de José Manuel Álvarez Flórez y Ángela Pérez Gómez

 

Hace unos veinticinco años leí Una habitación con vistas (1908) de E. M. Forster (Londres, 1879 – Coventry, 1970). Recuerdo que fue un libro con el que no conecté, su conflicto me resultó anticuado y no disfruté aquella lectura. Sin embargo, en los últimos años, Almudena, mi mujer, ha estado leyendo la obra de este autor británico, y le ha gustado mucho. Esto me hizo pensar que, tal vez, leí aquella primera novela en un momento inadecuado, o que si lo leyera ahora me gustaría más. Almudena me recomendaba, sobre todo, Maurice, que Foster escribió entre 1913 y 1914, pero que no se publicó hasta 1971, un año después de la muerte del autor. Éste temía que el libro fuera rechazado por todas las editoriales, por su temática homosexual explícita, o que, en caso de publicarse, acabara con su carrera.

 

Almudena leyó Maurice en su edición de Seix Barral de 1983, en la Biblioteca Breve, que yo le regalé, tras encontrarla en la Cuesta de Moyano por dos o tres euros. Vi que Navona ha publicado algunas nuevas ediciones de los libros de E. M. Forster y les solicité Maurice y Pasaje a la India para poder reseñarlas. Ya en casa me di cuenta que la traducción de Navona y la de Seix Barral, que tenía en casa, era la misma. Navona ha revisado esa traducción y a actualizado algunos de los criterios de uso gramatical, como el de no acentuar palabras como «rio» (pág. 16). El libro de Navona tiene la letra más grande y me parece una mejor edición, en todo caso, de un libro que estaba descatalogado, así que bienvenida sea esta edición.

 

Maurice es una «bildungsroman» o novela de aprendizaje, en la que conocemos a su protagonista ­­–Maurice Hall– el día en el que, a los catorce años, va a terminar su formación en un colegio privado y va a pasar a estudiar bachillerato, con la idea de estudiar una carrera en la prestigiosa universidad de Cambridge. Maurice es huérfano y uno de sus profesores de ve en la obligación de, antes de que les abandone, explicarle cómo funciona el mundo de las relaciones sexuales entre un hombre y una mujer. De forma sutil, el primer capítulo se cierra anunciando el drama que llegará más tarde: «Después la oscuridad avanzó de nuevo, la oscuridad es primigenia pero no eterna, y produce su propia y dolorosa aurora.» (pág. 21)

 

Maurice descubrirá al llegar a casa ese verano del fin del colegio que el jardinero que estaba empleado en su casa, y con el que había jugado de niño, se ha despedido y ha dejado a la familia. Empezará a llorar, sin saber qué es lo que le ocurre. El lector intuye que Maurice llora porque el jardinero ha sido, sin todavía poder formulárselo de forma consciente, su primer amor. Imagino que ningún lector actual se va a acercar a este libro sin saber que es una novela que trata sobre la homosexualidad del propio autor. En caso contrario, hacer una deducción como la que he hecho yo arriba le costaría más, puesto que la novela, al menos en su primer tercio, es sutil en sus enunciados y muestra la confusión interior que va a atravesar el joven Maurice, que no sabe cómo interpretar sus sentimientos y deseos.

 

Forster no dedicará muchas páginas a describirnos la vida de Maurice en el bachillerato. Se limitará a señalar aspectos de su personalidad como estos: «En una palabra, fue un miembro mediocre de un mediocre colegio y dejó una desvaída y favorable impresión tras él.» (pág. 27). A los dieciséis años, empiezan a surgir «pensamientos sucios en su mente», pero Forster se guardará de explicarnos en qué consisten y se mantendrá así, por ahora, una buscada ambigüedad.

Más tiempo será el dedicado en la novela al paso de Maurice por la universidad. Cuando Maurice llega a ella, Forster se encargará de contarle al lector que en su proceso de formación Maurice va a hacer un descubrimiento que será trascendental: «Las personas se transformaron en seres vivos. Hasta entonces, había supuesto que eran lo que él pretendía ser: lisas piezas de cartón sobre la que se dibujaba una imagen convencional.» (pág. 36)-

Para Mourice la vida, parece decirnos Forster, consiste en guardar las formas y pasar por un ciudadano respetable, independientemente de sus sentimientos o los impulsos que sienta dentro de sí; sentimientos e impulsos que deberán ser siempre reprimidos.

Sin embargo, Maurice va a tener que enfrentarse a sus verdades interiores y verbalizar ante sí mismo que solo se siente atraído por su propio sexo. «Amaba a los hombres y siempre los había amado» (pág. 73)

 

Una cosa que me gusta de Maurice es que Forster no idealiza a su personaje –aunque el lector pueda leer la novela identificando a Maurice con el propio autor– sino que lo muestra con todas sus debilidades, lejos de la victimización. Así en la página 73, después de pasar una primera crisis en la que ha de reconocerse que es homosexual, Forster escribe esto sobre él: «No había merecido el afecto de nadie, pues de comportaba con los demás de un modo convencional, artero y mezquino, porque lo mismo hacía consigo mismo.»

 

Una idea interesante sobre el libro es la de ver cómo lidian sus personajes homosexuales con sus ideas religiosas. En este sentido, Clive, al que Maurice conoce en la universidad, se da cuenta de que debe cortar con el cristianismo, que no tiene capacidad de acogerle, aunque esto vaya a chocar con las ideas conservadoras de su familia (a la que no revelará, en ningún caso, su condición sexual).

Aunque Maurice va a sufrir algún tipo de discriminación cuando terceras personas sospechen de su homosexualidad, Forster, como decía, no cae en una mirada victimista hacia sus personajes, y se encargará de señalarnos que su condición sexual les convertirá, por ejemplo, en misóginos: «Las mujeres se habían transformado en algo tan remoto como los caballos o los gatos. Todo lo que aquellas criaturas hacían resultaba estúpido.» (pág. 114)

Además, Forster presenta a Maurice, perteneciente a una familia burguesa, como un clasista. En la página 188 leemos en boca de Maurice: «Yo también he tenido relación con los pobres –dijo Maurice, tomando un trozo de pastel–, pero no puedo preocuparme por ellos. Uno debe echar una mano en pro de la tranquilidad del país de un modo general, eso es todo. Ellos no tienen nuestros sentimientos. No sufren lo que nosotros sufriríamos si estuviéramos en su lugar.»

 

Y, sin embargo, pese a estos elementos de su personalidad, que podrían hacernos antipático a un personaje como Maurice, la novela consigue ser profundamente emotiva. En Maurice, Forster nos muestra a un hombre burgués que, si no hubiera sido por su condición sexual, que le va a obligar a bucear en sí mismo y preguntarse por su identidad, rompiendo con muchos de sus tabués, se hubiera convertido en un ciudadano convencional, machista y clasista, como exigían los cánones de su tiempo y de su clase social. En la Gran Bretaña de la época se homosexual era ilegal y Maurice podía haber acabado en la cárcel si alguien le acusa de practicarla, lo que hará que tenga que replantearse algunas de sus ideas sobre la sociedad en la que vive.

Me han gustado también algunas leves notas de humor, como cuando Maurice y Clive tienen que dejar Cambridge y empezar a trabajar: «Después la prisión se cerró, pero sobre ambos a la vez. Clive entró en el tribunal. Maurice en los negocios.» (pág. 114)

 

El libro se cierra con una nota final, firmada por Forster en 1960, aquí el autor nos dice que en Maurice trató de crear un personaje lo más alejado de él mismo: «Alguien agraciado, sano, físicamente atractivo, mentalmente lento, un aceptable hombre de negocios y bastante presumido» (pág. 285). Forster se queja, casi cincuenta años después de haber escrito el libro, que para lectores actuales solo puede tener un interés parcial. Pero realmente, Maurice es una novela muy entretenida, emocionante, rompedora y moderna para un lector actual, más de un siglo después de ser escrita. Una delicia de libro. Quiero seguir con la obra de E. M. Forster.

domingo, 11 de junio de 2023

Como si existiera el perdón y Quebrada, por Mariana Travacio

 


Como si existiera el perdón y Quebrada, de Mariana Travacio

Editorial Las afueras. 143 y 166 páginas. 1ª ediciones de 2016 y 202, éstas son de 2022

 

De la nueva editorial Las afueras –ubicada en Barcelona–, y que principalmente publican literatura latinoamericana, había leído hasta ahora dos libros, Cielos de Córdoba de Federico Falco y Tengo miedo torero de Pedro Lemebel, libros que me gustaron y que me parecieron muy bien editados. Como les sigo en redes sociales, estaba viendo que la novela Como si existiera el perdón (2016) de Mariana Travacio (Rosario, Argentina, 1967) se estaba empezando a convertir en el libro más leído y celebrado de la editorial. Barajé la idea de solicitárselo para leerlo y hacer una reseña, pero, como me suele ocurrir habitualmente, en la lucha entre leer novedades o clásicos, estaba ganando esta vez la segunda opción. Sin embargo, cuando publicaron una segunda novela de Travacio, titulada Quebrada (2022), al tener mi dirección de los envíos anteriores, los editores me metieron en los envíos de prensa sin hablarlo antes. Lo cierto es que esto es algo que no me gusta que ocurra, porque me crea sentimiento de culpabilidad no acercarme a estos libros. Suelo tener hablado con las editoriales, con las que estoy en contacto, que no me envíen libros sin que yo se lo solicite, y este tema aún no lo había tratado con los entusiastas editores de Las afueras. Cambiamos unos mensajes y quedamos en que me enviaran también Como si existiera el perdón, porque había leído que estas dos novelas estaban relacionadas y sabía que si no leía primero esa, no iba a leer Quebrada. Ellos accedieron, y me encontré con las dos novelas en mis estanterías de libros por leer.

Acercarme a ellas una detrás de la otra ha sido, al final, una buena decisión, porque le hablan al lector del mismo mundo referencial.

 

El narrador de Como si existiera el perdón es Manoel, que perdió a sus padres siendo muy niño, y casi lo único que sabe de ellos es que se fueron a trabajar a un campo lejano, para darle a él una vida mejor, pero que de allí no volvieron a su pueblo porque habían muerto. Cuando también muere su abuela, el Tano –que regenta un bar en el pueblo– le ofrecerá su casa a Manoel y oficiará de padre para él. Precisamente a este local del Tano será donde aparezca –en la primera página de la narración– uno de los hermanos Loprete, preguntando por una mujer llamada Pepa. El Tano quiere ayudar a Loprete, pero éste, después de cinco ginebras, desenvainará un cuchillo y se lanzará sobre sus interlocutores, que, para defenderse, le acabarán dando muerte. A partir de este hecho fortuito (narrado en las primeras dos páginas del libro) se desata una historia de rencores y venganzas, que hará que, en primera instancia, el Tano y Manoel tengan que abandonar el pueblo donde viven y refugiarse en otro pueblo del que el Tano es originario, y donde vive su hermana Luisa.
La escena inicial en la pulpería me ha recordado a esas historias iniciales en la obra de Jorge Luis Borges, cuando hablaba de los malevos y los cuchilleros, como en el cuento El sur.

 

Éste es el primer párrafo de la novela: «Allá, donde vivíamos, venía el viento norte. Era un viento de calor que nos cercaba despacio hasta instalarse como un perro hambriento. Cuando nos tenía rodeados, dormíamos unas siestas interminables. Nos despertábamos cuando el sol se iba y el cielo quedaba con un resplandor que seguía levantando el olor de la tierra seca.» Desde el comienzo Travacio nos traslada a un mundo en el que el paisaje es un personaje más, un paisaje de desierto, austero, donde es difícil que la tierra dé algo de fruto. En contraste, la tierra de los hermanos Loprete es una tierra de lluvias y charcos de agua, muy fértil.

La importancia del paisaje es fundamental también en Quebrada, donde un matrimonio mayor, formado por Lina Ramos y Relicario Cruz, vive en una zona montañosa que tampoco da frutos. Su hijo, el Talas, se fue hace catorce años, cuando tenía trece, a trabajar con el hermano de Lina a la selva. Desde entonces no saben nada de ellos. Lina ha decidido descender por la quebrada, hasta que encuentre un río, que la conducirá al mar. Relicario no quiere ir con ella, porque no quiere abandonar a sus muertos en el pueblo que le vio nacer.

Tanto por el tema del terreno pedregoso, desértico; la relación tan intensa que los personajes mantienen con los muertos, con la sensación de que pueden resucitar o aparecérseles, así como por el lenguaje austero, pero poético, estas dos novelas de Mariana Travacio me parecen influidas por la obra de Juan Rulfo, tanto por la novela Pedro Páramo, como por el conjunto de cuentos El llano en llamas.

Quebrada tiene dos partes, la primera consta de dos narradores, Lina y Relicario, y los capítulos en los que habla cada uno suelen alternarse, pero no exactamente, habiendo al final más capítulos en los que habla Lina. La segunda parte podría ser otra nueva novelita, y cuyo narrador esta vez es Rulfino, otro chico joven, que también es huérfano, como el narrador de Como si existiera el perdón.

Relicario, como buen personaje rulfiano, conversa con los muertos, en este caso su madre y su padre, cuyos huesos desentierra del cementerio para llevárselos con él, cuando decide seguir a Lina, con un borrico y un carro.

El paisaje de estas novelas de Travacio (y sobre todo Quebrada) me ha hecho pensar en el cuento Luvina de Juan Rulfo, que comienza así: «De los cerros altos del sur, el de Luvina es el más alto y el más pedregoso. Está plagado de esa piedra gris con la que hacen la cal, pero en Luvina no hacen cal con ella ni le sacan ningún provecho.»

En la página 82 de Quebrada leemos: «Y acá los grillos aturden, pero los perros no ladran.», que me ha parecido un guiño directo al cuento No oyes ladrar los perros de Rulfo.

 

El rancho de los Loprete, centro desde donde, en gran medida, va a pivotar la historia contada en estas dos novelas, está dominada por don Luis Loprete, que actúa como cacique local, como rico hacendado que piensa que todas las mujeres de los alrededores pueden ser suyas. En este sentido, volvemos a encontrar nuevas referencias al mundo de Pedro Páramo y al mundo de las novelas de dictadores latinoamericanas.

Me decía una persona, en las redes sociales, al comentar que estaba leyendo a Mariana Travacio, que los momentos de lluvia interminable en el llano, en la tierra de los Loprete, y la idea de que la mitad de la decena de hermanos Loprete están aquejados de locura y los otros hermanos los mantienen atados, le recordaba también al mundo de los Buendía y al Macondo de Gabriel García Márquez. Me parece una observación interesante y aquí quería recogerla.

 

La estructura narrativa de Como si existiera el perdón es muy precisa, muy de guion cinematográfico de una película western. En este sentido, Como si existiera el perdón me ha recordado a las propuestas de westerns modernos del norteamericano Cormac McCarthy, en novelas como Meridiano de sangre o Todos los hermosos caballos. Sin embargo, la novela inicial de Travacio se me acabó haciendo un poco corto, y pese a que era una novela bien construida, eché de menos, al acabarla, que la autora no hubiera decidido profundizar más en su historia y hacerla más larga, de tal manera que su narración envolviera más al lector. Imagino que estas narraciones tienen que tener ecos también de El gaucho Martín Fierro de José Hernández, pero esta es una de mis lagunas en literatura argentina y no lo puedo afirmar, solo intuir. En ningún momento, Travacio usa la palabra «gaucho», pero sí habla, por ejemplo, de «las boleadoras», que usaban normalmente los gauchos para cazar animales o reses. Como diría Borges, en el Corán no hablaban de camellos; pero se presuponía que estaban allí. Tampoco se habla nunca de Argentina, aunque el lector supone que es en su interior donde la autora ha situado la acción de sus historias.

Cuando empecé a leer Quebrada no estaba seguro de hasta qué punto ambas novelas estaban relacionadas. Como ya he apuntado, Quebrada empieza con la descomposición del matrimonio formado por Lina y Relicario, que viven en una montaña austera y condenada, donde casi todo el mundo se ha ido a territorios más fértiles. Al principio se narra un viaje, el que inicia Lina montaña abajo y luego el vieje de Relicario, que la sigue montaña abajo, unas semanas después. No sabía que Lina iba a llegar hasta el rancho de los Loprete y que, por tanto, lo contado en una novela y en la otra se iba a relacionar de forma más estrecha que como estaba suponiendo.

Travacio narra un mundo de hombres violentos, rencorosos, vengativos…, un mundo de masculinidad tóxica. En este sentido, su propuesta me ha recordado a la novela Ladrilleros de Selva Almada, que también hablaba de la violencia entre hombres en un pueblo del interior de Argentina.

Una de las preguntas que he estado haciendo continuamente al leer estos libros era ¿en qué época están ambientados? No aparece ninguna televisión o automóvil. Diría que las historias se ubican a finales del siglo XIX.

 

En resumen, Como si existiera el perdón y Quebrada me han parecido novelas violentas, poéticas, de prosa concentrada, con aires de Juan Rulfo y Cormac McCarthy, novelas buenas y bien hechas; y creo que ganan al leerlas en conjunto.

domingo, 4 de junio de 2023

Tess de los d´Urberville, pro Thomas Hardy

 


Tess de los d´Urberville, de Thomas Hardy

Editorial Alba. 478 páginas. 1ª edición de 1891, ésta es de 2017

Traducción de Catalina Martínez Muñoz

 

A finales de 2020 leí Jude el oscuro (1985), la última novela que escribió Thomas Hardy (Higher BockhamptonStinsford, Inglaterra, 1840 - Max Gate, 1928). Me impresionó mucho aquella lectura y se convirtió en una de las mejores de ese año. Luego, en 2021, me acerqué a El alcalde de Casterbridge (1886), que me pareció una buena novela, pero que no estaba a la altura de Jude el oscuro. Leí que la crítica considera que las dos grandes novelas de Hardy eran Jude el oscuro y Tess de los d´Urberville (1891). Su última y penúltima novela. Hardy dejó de escribir novelas, por las fuertes críticas que recibió de la sociedad de su época, que juzgaban sus obras, no por su calidad literaria, sino por su idea de «moralidad». Y Hardy era realmente duro con la hipocresía moral de su época.

 

Tess de los d´Urberville comienza con un hecho fortuito: el campesino John Durbeyfield se cruza, camino de su casa, después de haber bebido más de un trago, con un sacerdote viejo, pero nuevo en la comarca, que le saluda con el apelativo de «sir». Algo que sorprende a John. El sacerdote le aclarará que su apellido, Durbeyfield, es, en realidad, una deformación de d´Urberville, una antigua e ilustre familia que proviene de los normandos. Esta noticia inesperada trastocará la vida del sencillo John, que empieza a darse ínfulas de grandeza. John es de natural perezoso y bebedor, y cada día lo tiene más complicado para sacar adelante a su familia, con media docena de hijos. A su mujer y él se les ocurrirá la idea de enviar a Tess, la mayor de los hijos, que anda por los dieciséis años, a pedir ayuda, reclamando el lazo de sangre, a una familia de d´Urberville que viven en su región. Lo que aún no saben es que esos familiares lejanos si siquiera son unos verdaderos d´Urberville, como ellos, sino unos comerciantes enriquecidos que han tomado el apellido para ennoblecerse de forma ilegítima.

 

El alcalde de Casterbridge empezaba con una escena tremenda: un hombre borracho vende a su mujer en una fonda, y luego no dejará de arrepentirse. En los tres libros que he leído de Hardy los protagonistas toman malas decisiones influidos por el alcohol, que es un elemento naturalista más en el conjunto de las realidades descritas. Hombres y mujeres que aspiran a algo más de lo que la vida les hace ser, pero que parecen abocados a no poder abandonar sus tristes condiciones existenciales. Siempre, las circunstancias y la sociedad van a estar ahí, interpuestas entre sus sueños y la realidad. Sin embargo, los impedimentos de la realidad se acercaban más a las premisas del folletín en El alcalde de Casterbridge, y me han parecido más sutiles y trascendentes en las otras dos novelas.

 

La acción, como en muchas de las obras de Hardy, se sitúa en la región de Wessex, de nombre ficticio, y que se ubica en el sur y suroeste de Inglaterra. En Tess de los d´Urberville, por ejemplo, aparece el pueblo de Casterbridge de la novela El alcalde de Casterbridge. Imagino que también habrá localidades que se repiten en Jude el oscuro, pero ya no recordaba los nombres, después de tres años.

 

Creo que no voy a contar mucho del argumento de esta novela, porque es preferible que el lector se acerque a ella sin más. Pero sí voy a hablar de algunos de sus temas, que la hacen realmente moderna: en gran medida, Tess de los d´Urberville es una novela sobre el consentimiento sexual de las mujeres, que en la novela se pueden ver abocadas a situaciones de abuso, y, sin embargo, la culpa de este abuso caerá más sobre la víctima que sobre el verdugo, por ser mujer en un caso y hombre en el otro. Incluso los personajes más filosóficamente avanzados, no podrán dejar atrás sus prejuicios sobre la «virtud» de las mujeres, aunque ésta les haya sido arrancada por la fuerza.

En cualquier caso, las escenas sexuales de abusos están contadas muy sutilmente, y el lector, aunque lo supondrá, no acabará nunca de saber qué ha ocurrido exactamente entre algunos de los personajes.

Además, Tess habrá de quejarse a sus padres de que no le advirtieron nada sobre los peligros que acechan a las jovencitas por parte de los hombres. Para Tess su belleza será una especie de condena. De hecho, hay un momento impresionante, en el que va a sufrir los abusos laborales de un patrón miserable y ella se relajará porque no le tiene miedo a ese tipo de abusos, como sí a los que provienen del deseo; abusos en los que los hombres pueden llegar a culpar a las mujeres sobre lo que su belleza les «conduce a hacer».

 

Creo que Jude el oscuro era un libro que no daba tregua al lector de un modo más intenso que Tess de los d´Urberville, que tiene algún momento valle en la narración de su drama. En estas «páginas valle» de la novela, Hardy describe la vida rural en una vaquería de un pueblo de Inglaterra con mucho encanto y con mucho conocimiento, como puede apreciar el lector gracias a los sutiles detalles con que se describen las tareas agrícolas. Sin embargo, el último tramo del libro es tan demoledor y potente como el de Jude el oscuro. Tess, como va a ser Jude en la imaginación de su autor, cuatro años más tarde, tiene ambiciones, y quiere mejorar y aprender. Jude soñaba con acudir a la universidad y conseguir una formación reglada, algo que le va a resultar imposible viniendo del ambiente en el que vive. En Jude el oscuro la universidad se llevaba más de un palo por elitista, y esto también va a ocurrir en Tess de los d´Urberville.

Dentro de una novela de realismo tremendista, como es ésta, me ha encantado una página en la que Hardy, para simbolizar el frío interior que atraviesa el corazón de Tess, lo muestra con el invierno que sufre la campiña y unos espectrales pájaros que llegan del Polo Norte: «Hacía años que no se veía un invierno como aquel. Llegó poco a poco, sigiloso, como los movimientos de un jugador de ajedrez. Una mañana, los pocos árboles solitarios y los tejos de los setos amanecieron como si hubieran cambiado su forma vegetal por un tegumento animal. Las ramas estaban cubiertas de una pelusa blanca, como una piel que le hubiera crecido a la corteza durante la noche, cuadriplicando su grosor normal; el árbol o los setos formaban un dibujo de duras líneas blancas en el lúgubre gris del cielo y el horizonte. Las telas de las arañas revelaron su presencia en cobertizos y paredes, donde hasta entonces no se habían observado, visibilizadas ahora por aquel ambiente cristalizado, y colgaban como lazos de estambre blanco en verjas, postes y salientes de las casas.

A esta temporada de humedad congelada siguió una secuencia de heladas secas, cuando a la meseta de Flintcomb-Ash empezaron a llegar en silencio extraños pájaros del Polo Norte, criaturas flacas y espectrales, de ojos trágicos, ojos que habían presenciado pavorosos cataclismos en las recónditas regiones polares, de una magnitud inconcebible para el ser humano, bajo temperaturas gélidas que ningún hombre sería capaz de soportar; que habían visto partirse las masas de hielo y desmoronarse las montañas de nieve en el fulgor de la aurora boreal; ojos casi cegados por los torbellinos de ventiscas colosales, que habían presenciado contorsiones terráqueas y aún conservaban la emoción causada por aquellas escenas. Estos pájaros sin nombre se acercaban mucho a Tess y Marian, pero nada contaban de lo que habían visto y que la humanidad jamás vería. No tenían la ambición del viajero por contar sus aventuras, y, mudos, impasibles, despreciaban aquellas experiencias a las que no daban ningún calor, y preferían fijarse en lo que ocurría en esta acogedora meseta: en los triviales movimientos de las muchachas que removían la tierra con sus escardaderas para desenterrar un manjar que podría servirles de alimento.» Sé que esta cita, de la página 350, es excesiva para una reseña, pero me gustó tanto esta página que quiero que quede aquí registrada, por si me apetece volver a leerla en el futuro.

 

Aunque ya he dicho que esta novela tiene mucho que ver con el naturalismo, Hardy también se permite algunas notas de humor. En este sentido, me ha gustado este párrafo de la página 339: «De pequeña había visto a veces a los cazadores asomados por encima de los setos, escudriñando entre la maleza y apuntando con sus escopetas, vestidos de una manera extraña y con los ojos sedientos de sangre. Aunque en esos momentos parecieran hombres toscos y brutales, le habían explicado, no eran así todos los días del año; en realidad eran personas muy civilizadas, menos ciertas semanas del otoño y el invierno, en que, como los habitantes de la península de Malaca, se comportaban como enajenados y, animados por el único propósito de destruir la vida –en este caso la de unos pájaros inofensivos, criados artificialmente con el único fin de satisfacer estas inclinaciones–, perdían sus modales de caballeros y se volvían salvajes con sus compañeros más débiles en la numerosa familia de la naturaleza.»

 

Como era propio en las novelas del siglo XIX, el narrador de Tess de los d´Urberville interviene en la narración, aunque estas intervenciones se han quedado un tanto anticuadas, no resultan molestas. En más de un caso, el narrador analiza a los personajes con una profundidad que no podrían llevar a cabo (como el narrador nos indica) ellos mismos. En algún momento, el narrador llega a juzgar la conducta de alguno de los personajes, usando un plural mayestático. Siempre, en cualquier caso, el narrador está del lado de Tess, la protagonista trágica de esta historia, que llegará incluso a desear no haber nacido («Jamás en su vida, podía jurarlo por su alma, había hecho nada malo a conciencia. Y, sin embargo, la habían juzgado con la mayor severidad.», página 428).

Tess de los d´Urberville es una novela eminentemente moderna, porque Hardy muestra la débil posición de la mujer en su época con una perspectiva que resulta totalmente actual. A veces la he sentido como si una persona del siglo XXI estuviera escribiendo una novela ambientada en el siglo XIX. Tess de los d´Urberville, además de una novela naturalista, no deja de ser una novela política y de denuncia. «Pocas mujeres se ofrecían para trabajar en el campo en la temporada de invierno, y resultaba más ventajoso contratarlas, porque eran más baratas y hacían su trabajo tan bien como los hombres.» (pág. 346). En este sentido, me ha parecido tan reivindicativa de la pobre posición de la mujer en la sociedad de la época como pueden serlo las novelas de Anne Brontë, La inquilina de Wildfred Hall (1848) y Agnes Grey (1847).

 

Creo que me gustó más Jude el oscuro (1895), la última novela de Thomas Hardy, que Tess de los d´Urberville (1891), la penúltima, pero esta segunda me ha parecido una grandísima novela, en cualquier caso. Las dos son bastantes mejores que El alcalde de Casterbridge (1886), y ésta también es una buena novela.

Cuando comenté Jude el oscuro, acabé diciendo que una de las influencias más claras que mostraba este autor era la de Fiódor Dostoievski, y acabé escribiendo que Thomas Hardy era el «Dostoievski del Támesis» y con Tess de los d´Urberville, repleta de personajes atormentados, me lo ha confirmado. Conecto mucho con este autor; debo acercarme a más libros suyos.