Tarántula, de Eduardo Halfon
Editorial Libros del Asteroide. 181 páginas. 1ª edición de 2024.
En 2024 Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971) ha publicado una nueva
novela de su serie protagoniza por el personaje Eduardo Halfon, que sería
alguien muy parecido a él mismo, pero con algunas diferencias en su
personalidad; así, por ejemplo, el Halfon escritor no es fumador y el Halfon
personaje sí. El Halfon escritor juega de forma continua a la idea de la
autoficción; es decir, al hablar de un personaje que se llama como él, que
también es escritor y cuyas circunstancias vitales son similares a las del
autor, el lector tiende a pensar que las novelas del Halfon escritor son
autobiográficas. De hecho, casi, más que de una nueva novela de Eduardo Halfon,
deberíamos hablar de un nuevo capítulo dentro de la gran novela que Halfon
lleva escribiendo durante los últimos años. Toda esta construcción narrativa,
en la que las breves novelas que va sacando son coherentes con las anteriores y
el narrador es el mismo, no empezó a funcionar desde la primera obra de Halfon,
pero según fueron pasando los años, el autor guatemalteco afinó la idea y,
ahora mismo, su obra es una gran novela en construcción con el mismo narrador y
el mismo mundo ficcional.
De este modo, hay hechos vitales
en la biografía del Eduardo Halfon personaje (que deben coincidir, en gran
medida, con el Eduardo Halfon autor) de los que se habla, de forma recurrente,
en cada nueva entrega de su obra. Por ejemplo, en Tarántula vuelve a aparecer el abuelo polaco, que estuvo en un
campo de concentración nazi, del que ha hablado principalmente en El
boxeador polaco, pero en esta ocasión se nos habla de cómo fue su
entierro en Guatemala, una escena que no recuerdo que haya aparecido en otros
libros de Halfon.
Tarántula empieza con un Eduardo Halfon de trece años. Estamos; por
tanto, estamos en 1984. En 1981, la familia dejó Guatemala, por su clima de
violencia, y emigró a Estados Unidos. Esto ha sido contado ya en el libro Mañana
nunca lo hablamos y aparece como tema en alguno de los relatos de Un
hijo cualquiera (la entrega de 2023). En 1984, después de tres años
fuera del país, los padres de Halfon consideran que es una buena idea que él y
su hermano, de doce años, vuelvan al país, durante las vacaciones escolares de
Navidad, para participar en un campamento para niños judíos, principalmente
guatemaltecos, pero también de otros países latinoamericanos. Como suele ser
habitual en los cuentos y novelas de Halfon, en Tarántula la tensión narrativa comienza siempre fuerte. «Nos
despertaron a gritos» es la primera frase del libro. Doce niños son despertados
de forma violenta en la tienda del campamento. A ella entra Samuel Blumm, el
monitor. «En su brazo izquierdo, tardé en notar, caminaba una enorme
tarántula.» Con esta otra frase acaba la primera escena. Desde ahí, Halfon nos
contará la historia de como su familia dejó (o «huyó de») Guatemala y de cómo,
tres años después, los padres han querido que vuelva al campamento. De hecho,
Halfon ya habla casi siempre en inglés y le cuesta volver a usar el español.
Acaban de aparecer ya en estas
primeras páginas dos de los temas principales y recurrentes de Halfon: el de su
condición de judío y el tema de su búsqueda de la identidad. Halfon ha nacido
en Guatemala, pero sus abuelos son judíos que proceden del Este de Europa y de
Oriente Medio. En gran medida, su obra propone una reconstrucción del árbol
familiar, sus mitos, historias y orígenes; y, como todo esto ha marcado su
propia existencia. De nuevo en Tarántula
nos vamos a encontrar con un niño que, en gran medida, rechaza su herencia
judía, porque le resulta de un peso excesivo y le exige el cumplimiento de unas
normal y tradiciones que son incomprensibles para él.
Con diez años Halfon dejó el país, sobre el
que principalmente escribe, y en Tarántula
nos cuenta que, tras tres años, le cuesta hablar español, idioma en el que, en
el futuro, se va a convertir en un escritor relevante. La lucha por conquistar
la identidad está presente también en esta idea. En la página 12, hablando de
sus padres, leemos: «Yo rechazaba sus horarios, sus reglas, sus gustos, sus
dietas, sus deportes, sus ideas, incluso su lenguaje: desde que habíamos
llegado a Estados Unidos, yo me negaba a hablarles en español; ellos me hablaban
en español y yo les respondía en inglés. Pero mi más grande rechazo, y sin duda
el más escandaloso, fue hacia el judaísmo.»
Eduardo Halfon organiza Tarántula mostrando pequeñas escenas que
pivotan en torno a una escena central: ¿qué pasó en el campamento para niños
judíos en 1984 que, desde unas enseñanzas para sobrevivir al aire libre, devino
en violencia? Así, años después, se encontrará en París con Regina, una niña
que también fue a ese campamento, con la que hablará del pasado. Y Regina le
llevará hasta el monito Samuel, con el que Halfon se encontrará en Berlín,
ciudad en la que actualmente reside el Halfon autor y el Halfon personaje. Las
escenas están cortadas y entreveradas con otras. Es decir, el encuentro en
París con Regina no se narra de un modo lineal, sino que para contar esa
escena, aparecen otros cortes de otras escenas entre medias. Lo mismo ocurre
con el encuentro con Samuel. Diría que Halfon escribe de forma lineal cuatro o
cinco escenas principales y luego, al ordenar la novela en su versión final,
las trocea y las entrevera entre sí. Como cada corte acaba con un misterio o
una insinuación de violencia, esto hace que el lector se acelere al leer la
siguiente microescena para conseguir descubrir la continuación de la anterior.
En relación a la temática del
judaísmo y la identidad, otra de las características del Halfon escritor es
hablar en sus libros del cosmopolitismo: así, por ejemplo, Samuel y Eduardo
hablarán sobre sus días en común en el campamento de Guatemala en un
restaurante o prostíbulo tailandés en Berlín. Y, como pasa en otros libros, uno
de los mayores misterios a los que se enfrentarán el narrador es al de las
palabras y ritos mayas de su tierra de origen.
Las escenas que crea Halfon se
debaten (menos en pequeños momentos explicativos) entre la tensión narrativa
que genera el posible estallido de la violencia y la presencia de un misterio
por resolver en el texto. ¿Qué pasó aquel día de 1984 en el campamento de
Guatemala?
Uno de los recursos literarios de
los que suele valerse es el de las repeticiones de palabras, lo que hace que
resalte una idea o sensación. En la página 134, por ejemplo, leemos: «Soñé que
estábamos caminando mi padre y yo por un bosque lleno de luz. Él estaba vestido
con pantalones negros y saco negro y corbata negra y sombrero negro.» Otro
recurso es el de que el narrador duda de sus propios recuerdos, y estos pueden
ser reconstruidos de un modo diferente por distintos testigos. El
enfrentamiento de distintas versiones de los mismos hechos contribuirá también
a generar una sensación de misterio.
Cuando en 2023 comenté Un hijo cualquiera, el anterior libro de
Halfón, que, en ese caso, se trataba más de un libro de relatos que de una
novela, dije que quizás su modelo de escritura estaba empezando a mostrar
síntomas de agotamiento. Al ser la propia vida de Halfon y de su familia la
materia prima de los relatos, estas no pueden ser, por lógica, infinitas. Diría
que el conflicto en torno al campamento de niños judíos de Tarántula no está tomado de la memoria del Halfon escritor, sino
que en este caso se trata de un suceso totalmente inventando. No quiero
desvelar la naturaleza del problema que se plantea en el libro, en la escena
central del campamento, y que, como en otras ocasiones, le servirá al autor
para reflexionar y exponer la persecución de los judíos (sobre todo en los días
del nazismo), pero por un lado he sentido cierta sensación de inverosimilitud
(el conflicto planteado no puede ser real) y por otro lado también he sentido
cierta sensación de incoherente en relación al conjunto completo de la obra de
Halfon. Es decir, al haber leído todos los libros de Halfon y recordar bastante
bien la historia familiar del personaje, considero que si lo contado en Tarántula fuese real, estos hechos
habrían aparecido, aunque fuera de refilón, en alguno de sus libros anteriores,
igual que aparece, por ejemplo, de forma recurrente, el abuelo polaco con el
tatuaje en el antebrazo de su número del campo de concentración. Dicho lo
anterior, esto no significa que no haya disfrutado de Tarántula, que sí lo he hecho y mucho. Tarántula me ha gustado más, sin duda, que Un hijo cualquiera, la anterior obra del autor. La construcción de Tarántula, con sus escenas poéticas,
misteriosas y con la tensión narrativa de la posible violencia siempre a punto
de estallar, entreveradas entre sí, es un pequeño prodigio de ingeniería
narrativa; como por otro lado, ya había hecho en otras de sus obras, como, por
ejemplo, en Canción, a cuya
estructura se parece mucho Tarántula.
Creo que como yo sé que acabaré escribiendo una reseña sobre cada libro que leo
y voy tomando notas sobre su construcción, me fijo en detalles que es muy
posible que un lector más puro no se fije. En este sentido, Tarántula es una gran novela corta,
perfectamente disfrutable por los seguidores de Halfon o por cualquier lector
nuevo que se acerque a su obra, y que no desmerece a sus grandes novelas como Monasterio
o Duelo.