Cartas III, El terror de la razón, de H. P. Lovecraft
Editorial Aristas Martínez. 425 páginas.
1ª edición de 2024.
Traducción y edición de Javier Calvo
En 2023 leí Cartas I, Escribir contra los
hombres, de H. P. Lovecraft
(Providence, 1890-1937), que publicó la editorial
Aristas Martínez. En 2024 leí Cartas II, Diario de sueños, que, al
principio del proyecto, iba a ser una parte del segundo volumen de las cartas,
editadas en español por Javier Calvo
para la editorial Aristas Martínez,
y al final se desprendió de ese libro y se publicó como un volumen
independiente. A finales de 2024, Aristas Martínez publicó el tercer y
definitivo volumen de estas cartas seleccionadas de Lovecraft, con el título de
El terror de la razón. Como contaba
Calvo en el volumen I de las cartas, Lovecraft llegó a escribir unas 75.000
cartas, de las que se conservan 10.000. En Estados Unidos existe una edición de
las cartas completas, formada por 23 volúmenes.
El volumen I trataba sobre las ideas
literarias de Lovecraft y las percepciones sobre su propia obra y la de sus
amigos. En el segundo volumen se recogían los veintidós sueños que Lovecraft
narró por cartas a sus interlocutores, y Calvo hacía el ejercicio de buscar en
su obra artística si esos sueños se habían trasladado a las novelas y relatos
del autor. Este tercer volumen es «de temática más amplia y dispersa», apunta
Calvo en la primera página de su prólogo. A veces Lovecraft, en sus extensas
cartas, desarrollaba ideas que podían tener la densidad de un ensayo, que luego
usaba, con las mismas palabras, para publicarlos en periódicos amateurs.
Javier Calvo ha dividido los
contenidos de este volumen en cinco partes. Calvo hace una introducción a cada
una de las partes, que acaba siendo bastante significativa. En el volumen I,
hacía una introducción al comienzo de cada año y aquí la introducción es por
esa división temática, que él mismo ha decidido y que considera arbitraria. Así
cada una de estas cinco partes recorren, en orden cronológico, todas las etapas
vitales del autor.
A continuación voy a hablar un poco
de cada una de ellas:
1) Un arte individual de la
reminiscencia
Aquí Lovecraft habla de su relación
con el pasado y el conflicto que le suponen los cambios históricos. Nos dirá
Calvo que, en 1904, cuando muere el abuelo de Lovecraft el pasado se convierte
para él en su auténtica patria, un espacio seguro y sin pérdidas.
«Todo lo que he amado lleva dos
siglos muertos», leemos en la página 32, en una carta a Kleimer. Lovecraft se
va a identificar sobre todo con el siglo XVIII y con la Roma clásica. En
relación a la historia de Estados Unidos, respecto a la guerra de independencia
de 1776 él se sentía a favor del rey británico y piensa que fue un error que
Estados Unidos se desligara de Gran Bretaña.
«Es el mundo actual el que me parece
más irreal y fantástico, y espero a medias despertarme y descubrir el mundo de
1903» (pág. 36)
Lovecraft ama Providence fundada en
1636, porque considera que es la más colonial e inglesa de las ciudades
americanas. No le gusta la vida industrial y urbana, sino que añora un mundo de
pueblos con casitas pintorescas.
En la página 52 me agrada leer las
cartas que Lovecraft le manda a la escritora Zealia Brown Reed. Leí los tres relatos que escribió en
colaboración con ella en el libro Más allá de los eones (La maldición de Yig, El
montículo y La cabellera de Medusa), entonces firmaba como Zelia Bishop y esos cuentos fueron de
los que más me gustaron de este volumen de relatos en colaboración.
Son interesantes las notas que
Javier Calvo añade sobre los interlocutores de Lovecraft. Así conoceremos, por
ejemplo, a Woodbum Harris, un
granjero de Vermont, sin un interés aparente por la literatura, al que
Lovecraft escribió tres cartas y entre las tres suman 250 páginas.
Para Lovecraft el futuro y el
progreso carecen de significación concreta.
«El crecimiento inevitable de la era
de las máquinas ha hecho que nuestro sistema económico de libre mercado sea
obsoleto e impracticable, de tal manera que no podremos tener paz hasta que lo
reemplacemos por algún nuevo sistema adecuado a las nuevas condiciones y que
devuelva al hombre de la calle la capacidad para ganarse la vida.» (páginas
92-93).
2) La ética del espectador
Aquí Lovecraft hablará de la
necesidad de crearse una ética individual. Calvo opina que Lovecraft, sin
quererlo, se aproxima a las filosofías orientales, como el Tao, en su negación
del deseo.
«La humanidad en su conjunto carece
de meta o propósito.» (pág. 109)
«Apenas sé cómo es sentir emoción.»
y «El erotismo pertenece a un orden inferior de instintos, y es una cualidad
animal en lugar de noblemente humana.» (Pág. 111)
«Jamás he sentido el más mínimo
interés por el romance y el afecto.» (pág. 112)
«Los mayores placeres no residen en
las cosas frenéticas o animales, sino en las percepciones estéticas delicadas y
en la tranquilidad no emocional.» (pág. 118)
Para Lovecraft, que se declara no
creyente, Dios es la Razón.
Sí le gusta viajar a Lovecraft, de
lo que saca «una sensación más intensa y emocionante de expansión, de sorpresa
y de la inminencia de prodigios desconocidos.» Le gustaba viajar por las
regiones más remotas de Nueva Inglaterra, buscando lo antiguo en las
construcciones.
Aquí también, en alguna carta,
Lovecraft habla de su sensación de fracaso vital y de falta de dinero: «Conozco
a pocas personas cuyos logros estén más continuamente alejados de sus
aspiraciones, o que en general tengan menos razones para vivir.» (pág. 170)
3) Una filosofía sin el hombre
Para Lovecraft el universo no tiene
un plan central.
«Nuestra especie humana no es más
que un incidente trivial en la historia del cosmos.» (pág. 193). Más adelante
se referirá a las personas como «alimañas irrelevantes», piojos o insectos
reptantes.
Al principio va a rechazar las
teorías de Einstein y todo el cuerpo de la nueva física cuántica (de la que
hablará bastante en sus cartas), para acabar aceptando sus preceptos.
No sabemos nada del cosmos y la
religión le parece un mito falso.
No le gustan los escritores de
ciencia ficción que muestran la vida en otros planetas como si fuesen muy
parecidos a los humanos, lo que a Lovecraft le parece muy improbable.
4) Del fascismo ilustrado al
socialismo racional
Antes del crack de 1929, Lovecraft
se consideraba archiconservador, partidario de un orden monárquico y
aristocrático. De hecho, hasta 1930 escribió muy poco sobre política en sus
cartas.
Lovecraft se sentirá contrario al
movimiento de independencia de Irlanda, porque él se siente profundamente
anglosajón y británico.
En las 15 únicas cartas en las que
habla de política, antes de 1930, Javier Calvo lo retrata como «un pobre hombre
desconectado de la realidad» (pág. 284)
Lovecraft sentirá una simpatía
inicial por el fascismo de Mussolini y, en menor medida de Hitler, al que ve
como un imitador de Mussolini.
«En realidad, el fascismo que
Lovecraft quiere para América es un socialismo cultivado y humanístico,
dirigido y controlado por una élite funcionarial ilustrada y altamente
preparada.», dice Calvo en la página 287.
A pesar de que a Lovecraft casi no
salía de su casa, en la que vivía con dos tías, le gusta verse a sí mismo como
un hombre de acción, como un soldado. Es particularmente cómico este párrafo de
la página 302: «¿Es que vamos a ser tan mujeriles como para preferir la
vocecilla emasculada de un árbitro al sediento grito de un guerrero de barba
rubia y ojos azules? ¡El único poder seguro en el mundo es el poder de un brazo
derecho velludo y musculado!» Aseveraciones como esta me hacen pensar que Lovecraft
era un homosexual reprimido, a pesar de que se casó con una mujer, durante un
breve periodo de tiempo, y que en alguna carta mostraba su aversión por los
homosexuales.
Según avanzan los años 30, Lovecraft
va cambiando sus posiciones políticas del fascismo fantasioso, hasta posiciones
más sociales, para evitar una revolución popular. Al final, será partidario de
las políticas del New Deal de Roosevelt.
Tampoco le gustará la prohibición de Hitler de prohibir los libros escritos por
judíos.
«Lo que necesitamos, sin duda, está
bastante más a la izquierda que el New Deal.» (pág. 346)
5) El problema de las razas
Javier Calvo ha dejado para el final
este tema, porque es el más controvertido del libro. Dice que lo podía haber
ocultado, pero que le parecía su obligación mostrar todas las facetas de la
personalidad de Lovecraft y el racismo es importante en la configuración de su
semblante. Calvo no quiere blanquear a Lovecraft.
Calvo señala que existió el proyecto
de erigir en Providence una estatua de Lovecraft, pero al final se rechazó por
su racismo. Ya he contado alguna vez que yo estuve en Providence, buscando las
huellas de Lovecraft y que me extrañó que, salvo una placa en el patio de la
universidad, no había nada que recordara la vinculación del autor con su
ciudad. Me doy cuenta ahora de que se debía a este problema.
Dice Calvo que algunos de los
biógrafos de Lovecraft han tratado de minimizar su racismo, considerando el
contexto de su época, pero él señala que, incluso así, Lovecraft estaba entre
los individuos más retrógrados con este tema de los nuevos Estados Unidos.
Sobre todo, Lovecraft echaba pestes
de los extranjeros con los que se encontró en Nueva York, cuando se mudó allí
con la idea de ganarse la vida y no pudo conseguirlo, como vimos en el volumen
de Cartas I. Lovecraft tenía una idea
anticuada sobre la ciencia biológica en lo que respecta a los seres humanos, y
pensaba erróneamente que blancos, negros, eslavos u orientales no tenían
ancestros comunes. Algunas de las opiniones que aparecen en las cartas de esta
sección sobre los negros son realmente terribles y he decidido no reproducir
aquí ninguna de muestra.
De los tres volúmenes de cartas, el
que me sigue resultando más interesante y emocionante es el primero, donde
Lovecraft hablaba de sus aspiraciones y fracasos literarios. Era un libro que,
incluso, alguien que no fuese fan de Lovecraft, pero que sí estuviera
interesado en los procesos creativos de los escritores podría disfrutar. En
cambio, estas Cartas III creo que
están destinadas, de forma más específica, a los fans de Lovecraft, que quieran
conocer más rasgos de su personalidad.
Me sigue quedando por leer su libro
de ensayos, que publicó Páginas de
Espuma. A ver si lo leo pronto.