Editorial Alianza. 906 páginas. 1ª edición de 1871-1872 en publicación periódica, 1873 como libro; esta edición es de 2011.
Traducción de Juan López-Morillas.
Fue con 20 años cuando leí por primera vez a Fiódor Dostoyevski (Moscú, 1821- San Petesburgo, 1881), y el estreno tuvo lugar con la novela corta El jugador (1866). Quizás porque había puesto demasiadas expectativas en su lectura, al acabarla me sentí un tanto defraudado. El verdadero descubrimiento de Dostoyevski ocurrió para mí unos años después, cuando a los 22 leí Crimen y castigo (1866). Ya me había cambiado de carrera (de la Complutense a la Carlos III ) y recuerdo aún aquellas mañanas de diciembre del 96 cuando me acercaba en tren a la universidad de Getafe y leía Crimen y castigo electrificado, con la piel de gallina, y me deslumbraba pasando las páginas que transcurrían ante mis ojos. Esta lectura fue un verdadero descubrimiento que convirtió a Dostoyevski en uno de los escritores de mi vida. Y lo raro es que dejara pasar 4 años hasta acercarme de nuevo a él: en el 2000 leí Los hermanos Karamazov (1879-1880), atraído –lo recuerdo- por una frase que cita de este libro Charles Bukowski en su novela La senda del perdedor: “¿Quién no ha querido alguna vez matar a su padre?”. Otro deslumbramiento poderoso. Recuerdo que en junio del 2000 paseaba por la feria del Libro de Madrid con este libro en la mano y en una de las casetas cambié 4 palabras con Javier Tomeo. Le dije (en la conversación tenía sentido) que me solía gustar todo lo que leía y Tomeo se sonrió con un bufido, para acabar posando su mirada sobre el libro de la biblioteca que llevaba bajo el brazo y decir: “Bueno, si siempre lees libros como ese no me extraña”. Y le acabé comprando su novela El castillo de la carta cifrada, que por cierto me encantó.
Y más raro aún: tuvieron que pasar 5 años más para que volviera con mi querido Dostoyevski: en noviembre de 2005 leí seguidos: El doble (1846) y Apuntes del subsuelo (1864).
Más tarde compré El idiota (1868-1869) en los dos volúmenes de bolsillo que tiene Alianza, y al final no me decidí a leerlo porque me encontré con alguna opinión en Internet que afirmaba que Los demonios era mejor. Así que después de dejar durante un par de años El idiota en mi anaquel de libros inleídos, al final me decidí a comprar en este último diciembre –para aprovechar las vacaciones de Navidad de profesor- Los demonios. Como no encontré la edición en dos volúmenes de Alianza, compré el libro en su nuevo formato de bolsillo, aunque las tapas me parecían muy endebles y temí que se me fuera a desmontar durante la lectura. La verdad es que ha aguantado bien mis subrayados y notas en los márgenes, y sólo se ha doblado alguna esquina.
Hacía tiempo que no leía un libro de un autor ruso en la editorial Alianza y para empezar a hablar de Los demonios quiero apuntar que las traducciones de Juan López-Morillas (1913-1997) son toda una experiencia. Imagino que su trabajo se realizó en la década del 50, 60, 70 del siglo XX y frente a las antiguas traducciones de los rusos que había en España, que se tomaban de francés, su labor es encomiable y valiosa. Pero diría que son traducciones que se encuentran ya desfasadas, pues López-Morilla usa un registro del español, cuando quiere ser coloquial, que debía de ser usual hace medio siglo y que hoy día está cuajado de palabras y expresiones que no reconozco o que me parecen poco apropiadas: “escándalo morrocotudo” (pág. 45), “aumentó su pachorra” (pág. 50), “Era, por añadidura, un chismorrero impenitente” (pág. 51), “No haga usted el pazguato” (pág. 350), “¡Detesto su clemencia! ¡Me jeringo en ella…!” (pág. 374), “tomó para sí el oficio de truchimán” (pág. 430), “¡Si te llevaba en brazos cuando eras tamañita!” (pág. 511); además usa frases hechas que no he oído en mi vida, por ejemplo, repite varias veces: “a quien ponía como chupa de dómine” (pág. 588) que debe ser una expresión equivalente a “poner a parir a alguien” y que me suena a Quevedo; usa variantes de palabras poco usuales, como “onceno” (pág. 711) por undécimo, o “femenil” (pág. 182) por femenino; y se repite una construcción que me sonaba extrañísima: “Volví en mi acuerdo” (pág 123, 187…), que, consultando un diccionario de Internet, significa “Volver en sí, recobrar el uso de los sentidos perdidos en algún accidente”.
Imagino que cualquier lector español de literatura, nacido en las décadas del 60, 70, 80 del siglo XX, se ha tenido que encontrar alguna vez con un libro ruso traducido por Juan López-Morillas, y la verdad es que su trabajo tiene un aire reconocible que hace que mi reencuentro literario de estas navidades haya sido tanto con Dostoyevski como con él; ya que hace que en mi cabeza resuenen otros libros de Dostoyevski pero además Anna Karenina de Tolstoi o Historias de San Petersburgo de Gogol, que también me llegaron gracias al filtro de Juan López-Morillas; y sé que leyendo a los tres autores me podría topar con un personaje “emperejilado”, con ganas de armar “bochinche” o que le duele el “magín” o el “caletre”.
Otra característica de estas ediciones es que no se traducen las frases que están en francés en el original.
En realidad, aunque a veces al pasar las páginas de Los demonios me entraba -debido al vocabulario empleado- la risa; una risa que nada tenía que ver con la intención de Dostoyevski, también he de decir que al final López-Morilla me acaba pareciendo simpático. Y habría de añadir algo más importante: parafraseando a Borges, cuando afirma que la traducción de El Quijote aguanta el traspaso a cualquier idioma porque Cervantes consiguió crear una historia y unos personajes con la suficiente entidad como para atravesar cualquier frontera lingüística o cultura, Dostoyevski tiene tanta fuerza narrativa que arrastra sin resuello al lector durante estos cientos de páginas sin importar bochinches, emperejilamientos, dómines… o no entender una frase en francés.
Dostoyevski comienza la escritura de Los demonios a raíz de una noticia de la época (1869): la muerte de un estudiante a manos de unos compañeros, que formaban una célula revolucionaria de 5 personas, tal como apuntaba la teoría de Bakunin. La intención política de la novela es clara: Dostoyevski no comparte los métodos violentos de cambio social que llegan de Europa por parte de nihilistas, anarquistas o socialistas; que le parecen propios de personas endemoniadas.
La novela comienza hablando de Stefan Trofimovich Verhovenski, figura intelectual venida a menos, que sobrevive como profesor y protegido de la potentada Varvara Petrovna Stravrogina, en una ciudad de provincias. El comienzo de la narración es amable, y el narrador se muestra condescendiente e irónico al retratar a estos personajes.
Si las primeras páginas parecen hacernos creer que Los demonios está escrito por un narrador omnisciente, pronto el texto nos indica que el narrador está implicado en la historia: “Yo todavía no he aparecido en escena” (pág. 64), “Aquí tuve ocasión de verle por primera vez” (pág. 67), “Entro ahora en la descripción de la circunstancia, hasta cierto punto divertida, con la que propiamente empieza mi crónica” (pág. 93); y en la página 97 tenemos esta revelación: “Como cronista, me limito a presentar los acontecimientos con fidelidad, exactamente como ocurrieron, y no tengo la culpa de que parezcan improbables.”. Y en la página 160 conseguimos leer una pequeña descripción del narrador por parte de otro personaje: “Es el señor G-v, joven que posee una educación clásica y que está relacionado con lo mejor de la sociedad.” Consultando lo escrito en Wikipekia sobre Dostoyevski me ha encantado poder ampliar mi vocabulario de comentador de libros; allí se afirma que el narrador de Los demonios es “homodiegético: Donde homo significa «mismo» y diégesis «historia». Dentro de esta categoría se considera al narrador como alguien que ha vivido la historia desde dentro y es parte del mundo relatado.”
G-v, el narrador, es uno de los amigos de Stefan Trofimovich Verhovenski, que unos meses después de los acontecimientos inusuales (muertes violentas, incendios…) que han asolado a su ciudad de provincia, decide redactar una crónica que reconstruya lo ocurrido. Algunos sucesos los puede describir G-v como testigo, y otros tiene que reconstruirlos a través de testimonios. Y en más de un caso, el lector tiene la impresión de que G-v sucumbe a la tentación de hacer literatura, recreando unos diálogos de los que nadie puede guardar un recuerdo fidedigno, y otorgando a los personajes del drama unos pensamientos que sólo pueden ser reconstrucciones especulativas.
Si en un principio las intenciones de Dostoyevski fueron las de novelar el asesinato de un estudiante por parte de un grupo de extremistas, tal como ya apunté, pronto el talento del ruso se desborda, creando un impresionante fresco de época, que trasciende a la pura novela política o costumbrista, pero también al relato psicológico (del que Dostoyevski fue maestro); ya que, quizás, lo más interesante de esta novela sea lo que tiene de precursora de muchos de los cauces por los que iba a transcurrir la narrativa del siglo XX: prácticamente todo lo que fue, 70 ó 80 años después, el existencialismo francés; casi todo Sartre o Camus, se encuentra ya aquí, en estos personajes desesperados y suicidas, en estos hombres en busca de un sentido que se les escapa en medio de la angustia del existir, cuando se percatan de que la idea de dios los ha abandonado. Como dice la solapa de Alianza entre los personajes de Los demonios destaca con fuerza Nikolai Stravrogin, “figura atormentada que casi un siglo después habría de fascinar a Albert Camus”: Nikolai Stravrogin, o el padre literario de Meursault, el extranjero.
Y quizás lo más interesante para mí ha sido darme cuenta de la influencia de Dostoyevski en Franz Kafka, de quien releí sus 3 novelas seguidas (en la edición de Valdemar) hace 3 navidades: las conversaciones delirantes, sin entenderse, casi monólogos absurdos a dos voces de los personajes de Los demonios, preceden a las conversaciones de los personajes de El desaparecido, El proceso o El castillo; así que si Los demonios adelante casi un siglo el existencialismo del siglo XX, adelanta también unas cuantas décadas el expresionismo de Robert Walser o Kafka.
Y los acontecimientos narrados en Los demonios se agolpan en nuestra memoria según avanzamos por sus páginas, deseosos de conocer, intrigados por una trama envolvente, que tiene mucho que ver con la mejor novela negra.
Destacan como personajes Piort Stepanovich, el hijo de Stefan Trofimovich, intrigante y sibilino; y por supuesto, como afirmaba Camus, Nikolai Stavrogin, el hijo de Varvara Petrovna Stravrogina; pero también otros secundarios, como el infeliz Shatov, o Kirillov con sus delirantes teorías sobre el suicidio.
Me parece un poco irrelevante resumir el argumento de las obras maestras de la literatura, y como curiosidad me interesa apuntar que mucha de la fuerza de esta novela se haya en un capítulo final, que queda fuera del texto y que se añadió a las ediciones de Los demonios a partir de 1921 cuando fue hallado entre los papeles de la viuda de Dostoyevski, y que el director de la revista en la que se estaba publicando la novela se negó a dar el visto bueno en su momento, y que tampoco pasó la censura en 1873 cuando se publicó como libro.
Me parecía al ir acabando la novela que el personaje de Stavrogin salía del foco de la acción y que acababa quedando un poco desdibujado frente a los otros personajes de la historia; pero mi impresión era falsa: Dostoyevski sí tenía intención de definir más a su criatura; y este trabajo estaba en estas página que sólo vieron la luz décadas después. ¿Por qué? Porque en este capítulo Stavrogin visita a un religioso y le confiesa sus crímenes y su locura, sus visiones y sus atrocidades: “Le contó que era víctima, sobre todo de noche, de cierta clase de alucinaciones; que a veces veía o sentía junto a sí a un ser maligno, burlón y «racional».” (pág. 871); “Le diré en serio y sin empacho que creo en el demonio, que creo en él canónicamente, en un demonio personal, no alegórico.” (pág. 872); “Toda situación extremadamente vergonzosa, completamente degradante, detestable y, sobre todo, ridícula, en que me he hallado en mi vida ha despertado siempre en mí, junto con una cólera desmedida, un deleite indescriptible.” (pág. 879). Y aquí descubrimos su verdadera personalidad, asocial, psicopática, nihilista.
Para acabar, voy a reproducir una cita que tengo anotada en la primera página de mi edición de Crimen y Castigo, una cita tomada del Trópico de Capricornio de Henry Miller, y que me tomé la molestia de escribir ahí en 1996, cuando ya había dejado de ser un estudiante de CC. Físicas y me había convertido en un descreído estudiante de Empresariales. Vuelvo a hacer mías, más de 15 años después, las palabras de Miller: “La noche que me senté a leer a Dostoyevski por primera vez fue un acontecimiento en mi vida, más importante incluso que mi primer amor. Fue el primer acto deliberado, consciente, que tuvo sentido para mí; cambió la faz del mundo por completo. Ya no sé si es verdad que el reloj se paró en aquel momento, cuando alcé la vista después del primer trago intenso. Fue mi primer vislumbre del alma del hombre, ¿o debería decir que Dostoyevski fue el primer hombre que me reveló su alma? Quizás hubiese sido yo un poco raro antes, sin darme cuenta, pero desde el momento en que me sumergí en Dostoyevski fui clara e irrevocablemente raro y me sentí satisfecho de serlo. El mundo ordinario, despierto, cotidiano había acabado para mí. También murió cualquier ambición o deseo de escribir que tuviera, y por mucho tiempo. Era como los hombres que han estado mucho tiempo en las trincheras, demasiado tiempo bajo el fuego. El sufrimiento humano ordinario, la envidia humana ordinaria, las ambiciones humanas ordinarias… eran mierda para mí.”
Punto por punto...
ResponderEliminarHola Viejo Fettes:
ResponderEliminarMe alegro de que te pases por aquí y de que te hay gustado esta entrada.
saludos
Qué buena la foto de la portada, por cierto.
ResponderEliminarNo he leído los demonios y no creo que llegue a ella hasta dentro de un par de años (voy por "El Señor Projarchin") pero me ha gustado ver la referencia a la traducción. ¿Cómo es posible que una novela como esta no se haya vuelto a traducir "recientemente"? Al menos se ha reeditado; ya no me quejo.
Pero las traducciones... ahora mismo estoy leyendo el Goriot de Balzac en la nueva traducción de Alba y paralelamente en otra más antigua y esta segunda clama al cielo: díjole, debíales, sacóse... dios qué horror! Es para cortarse las venas, de verdad.
Por cierto, le comentaba ayer a Daniel Espinar con motivo de su entrada sobre El Doble (http://miedoalaliteratura.wordpress.com/2012/01/21/dostoyevski-nos-propone-un-cursillo-de-superacion-personal/) lo genial que resulta encontrarse con tantas y tan buenas reseñas de Dostoievski.
Un saludo,
Hola Carlos:
ResponderEliminarUn gran proyecto el tuyo con todo Dostoyesvski. Yo espero seguir con él sin dejar pasar mucho tiempo.
Sí, yo pensaba que Alba había hecho algo con Los demonios, pero no es así.
La verdad es que se notaba por ejemplo una prosa distinta al leer Guerra y Paz en la editorial Munnick y Anna Kanerina en Alianza.
Entro ahora al enlace que me das.
saludos
Me ha gustado mucho la entrada, David. Es un placer leerte con tantas referencias que das...
ResponderEliminarUn día de estos -más bien de aquellos- atacaré LOS DEMONIOS, sí señor...
Hola, David. Qué buena entrada. Parece que la blogósfera española declaró 2011 como el año Dostoievski, dejando a un lado al pobre de Dickens.
ResponderEliminarQué simpáticas las traducciones de este señor. Supongo que, sin acordarme y sin poder verificarlo ahora, yo también he pasado por ellas, ya que casi todo mi Dostoievski me lo leí en Alianza. Es una buena excusa para (re)leerlo en otra edición. Aunque no sé, estas traducciones tienen algo de entrañable, además de que te recuerdan todo el tiempo que estás leyendo una traducción, lo que no está de más. Abrazo, Federico
Hola Peri: Gracias por tus palabras. Dostoyesvski siempre merece la pena: yo creo que es uno de los autores más influyentes para los autores del siglo XX. Me dejé en el tintero hablar de otros escritores influidos: Hamsun, Roberto Art...
ResponderEliminarHoal Federico: si al final López-Morillas se convierte en alguien entranable, es cierto.
Y no me olvido de Dickens: nunca he leído ningún libro de él y me propuesto poner remedio a esto este año.
saludos
Reseña muy interesante como siempre. Es refrescante leer reseñas actuales de clásicos eternos. Saludos.
ResponderEliminarOtra vez nos cruzamos lecturas, hace tres años lei Los demonios en la colección de la Biblioteca Personal de Borges, y quedé fascinado. Llegué a su lectura porque era un leitmotiv permanente en El corrector, de Ricardo Menéndez Salmón, que acababa de leer. Valió mucho la experiencia, aunque lógicamente la lectura del ruso fue mucho más deslumbrante.
ResponderEliminarEl otro día compré Crimen y Castigo en una nueva edición de la Editorial Gredos, tengo la impresión de que será una nueva traducción o, al menos,una de gran valía. Este año me gustaría ponerme con una serie de clásicos que todavía no había leído (¡son tantos!) y que me gustaría ir leyendo ahora. Como complemento, tengo en mi mesilla de noche los ensayos de Montaigne, para irlos leyendo a sorbitos...
Un abrazo, David. Nos seguimos leyendo, seguimos leyendo.
Hola Tirso: me alegro de que te haya interesado la lectura.
ResponderEliminarHola Detective: creo que yo he visto en alguna librería esa traducción de Gredos de Crimen y castigo, no sé cómo será.
Sé que Alba está haciendo nuevas y buenas traducciones de los rusos; pero faltan aún los libros más famosos de Dostoyevski.
saludos
Muy buena reseña. Difícil hacerlo mejor.
ResponderEliminarEn cuanto a traducciones de Dostoievski, me quedo con la de Cansinos Assens de Memorias de subsuelo.
Y estoy totalmente de acuerdo con lo que denuncia La Medicina de Tongoy en su comentario. No sólo es vergonzoso el caso de Dostoievski sino también el de muchos clásicos modernos (de los rusos pienso en Tolstoi como "Mucha tierra para un hombre" que ha acabado editando Nórdica y que es de lo mejor que tiene el autor por la interpretación tan salvaje que tiene).
De todas formas el caso más bestia, creo yo, es el de D'Annunzio, el cual había que leerlo en una edición infumable de Aguilar tipo Biblia. Se agradece que Alfabia haya publicado recientemente El triunfo de la muerte. En este sentido Impedimenta está haciendo un trabajo excepcional con traducciones de Döblin, Benson, Stifter, Wydham Lewis e incluso se han atrevido con el marido de la Woolf.
Saludos.
Hola Vincent:
ResponderEliminar¿Estas seguro de que la traducción de Memorias del subsuelo del Cansinos Assens es del original? Porque es posible, teniendo en cuenta la época, que Assens tradujera ese libro de la tracucción al francés... algo frecuente en la época.
En todo caso es muy de agradecer, como tú apuntas, el trabajo de las nuevas editoriales que reeditan con tanta dignidad a los clásicos.
saludos
Las mejores traducciones de Dostoievski son, en mi humilde opinión, las de José Fernández Sánchez, que no son precisamente "actuales". En particular, la de "Crimen y Castigo", para Editorial Juventud, es imbatible. López Morillas es otro grandísimo traductor al que pocas pegas se le pueden poner... las frases no traducidas en francés y algo de razón en el uso de algunas palabras poco comunes. Pero vamos...poner a alguien de "chupa dómine" es una expresión que yo he oído toda mi vida y no me considero viejo...
ResponderEliminarY teniendo en cuenta que Dostoievski es un autor decimonónico, lo que me parecería ridículo es "actualizarlo" poniendo en su pluma expresiones como "estar rayado" o "tope guay"
Hola anónimo:
ResponderEliminarSobre estas traducciones de Fernádez Sánchez: ¿estás seguro de que son traducciones directas del ruso? Porque en España hace años se estilaba traducir a los rusos de la traducción de francés.
Sí, tienes razón al decir que un personaje del XIX diga: "tope guay" quedaría muy raro.
POr lo que yo veo al leer, os traductores suelen usar un lenguaje muy neutro, que supongo que hace que se pierdan matices del original.
Qué bueno que a ti te suene eso de "chupa de dómine". Imagino que no es una cuestión de edad, sino de zona geográfica. Yo en Madrid nunca lo había oído.
Una curiosidad sobre una traducción: leí La vida exagerada de Oscar Wao de Junot Díaz, en el original inglés, y cuando no entendía usaba la traducción. Bien pues el traductor había cogido expresiones como "Ey, man", y traducía el man por "Papichulo", reinterpretando el inglés normal de Diaz a un español de Repúlica Dominicana...
saludos
Junot Diaz es dominicano.
EliminarSí, ya sé que Díaz es dominicano, pero escribe en inglés y ese inglés es un inglés culto, neutro, y su traductora al español, Ichy Obejas, que es cubana y no dominicana, de repente se inventa un registro del dominicano de la calle que no está en el libro de Diaz. Hablo sobre esto en esta entrada del blog:
Eliminarhttp://desdelaciudadsincines.blogspot.com.es/2013/09/asi-es-como-la-pierdes-por-junot-diaz.html
Saludos
Estoy seguro, hombre. José Fernández Sánchez, ya fallecido, fue uno de los niños evacuados a Rusia durante la guerra civil. Trabajó en la biblioteca Lenin de Moscú y entre otros galardones, la Unión de escritores de Moscú, le otorgó el premio "Pushkin". No creo que tradujera del francés... De verdad que se lo recomiendo encarecidamente a todos los fans de Dostoievski. Como muestra, un pequeño fragmento del que para mí es uno de los momentos cumbre, no solo de Crimen y Castigo, sino de la Historia de la Literatura, el "monólogo de Marmeladof":
ResponderEliminar-"¿Compadecerme? ¿Por qué me han de compadecer? -bramó de pronto Marmeladof, levantándose, abriendo los brazos con un gesto
de exaltación, como si sólo esperase este momento-. ¿Por qué me han de compadecer?, me preguntas. Tienes razón: no merezco que
nadie me compadezca; lo que merezco es que me crucifiquen. ¡Sí, la cruz, no la compasión...! ¡Crucifícame, juez! ¡Hazlo y, al
crucificarme, ten piedad del crucificado! Yo mismo me encaminaré al suplicio, pues tengo sed de dolor y de lágrimas, no de alegría.
¿Crees acaso, comerciante, que tu media botella me ha proporcionado algún placer? Sólo dolor, dolor y lágrimas he buscado en el
fondo de este frasco... Sí, dolor y lágrimas... Y los he encontrado, y los he saboreado..."
Por cierto, la nueva edición de Gredos está traducida por Augusto Vidal, que ya traducía a autores rusos (directamente del ruso) desde los años 60, o sea que nueva no es.
López Morillas es verdad que es peculiar en algunos vocablos, como tú mismo has señalado, pero en conjunto es excelente y muy fiable.
Un saludo igualmente
Hola anómino:
ResponderEliminarBueno, podía haber buscado lo de Fernández Sánchez en internet, pero me pilló el comentario en casa de mis padres y no era plan aislarme en el ordenador para una vez a la semana que voy de visita...
En todo caso, siempre me encanta descubrir cosas con los lectores que son tan amables como para dejar comentarios en las entradas.
La verdad es que el párrafo de Crimen y castigo me ha hecho pensar que debería releer este libro, que ya hace tiempo. Quizás busque esta traducción.
Sí, lo de López Morillas y sus sinónimos, por ejemplo, de cabeza (magín, caletre...) son muy buenos; aunque como ya digo en la entrada que me acaba resultando entrañable.
gracias y saludos
La edición de Editorial Juventud aún está en catálogo y baratita. Por cierto, que al final se me olvidaba hacer el comentario que quería desde el principio...
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con lo que dices del capítulo (apéndice) "Visita a Tihon".
Es un capítulo esencial para comprender el personaje de Nikolai Stavroguin, por lo que me parece fatal que no se incluya en el lugar que Dostoievski le reservó en la novela, aclarando, por supuesto, que no aparece en la versión "oficial". Hubiera sido muy fácil y hubiera ayudado mucho a comprender la esencia de la novela, sin esperar a haberla acabado. Imagino que la causa de la censura es la historia en la que abusa de una niña de 10 años, demasiado fuerte para aquella época. Y eso que le hizo varias correcciones...
En fin, que si alguien va a leerla, no se olvide de leer el "apéndice" en su sitio, después del capítulo VIII de la segunda parte.
Gracias y sigue con el blog, que es excelente
Hola Anónimo:
ResponderEliminargracias por la información sobre la editorial Juventud.
Sí, es extraño leer el capítulo "Visita a Tihon" fuera de sitio.
Y gracias por tus palabras hacia mi blog.
saludos
me uno al pedido de nuevas traducciones, si a usted le ha fastidiado un poco la traducion ya antigua de morillas imaginese para un lector hispanoamericano
ResponderEliminarHola Anonimo:
ResponderEliminarNo habia visto su mensaje hasta ahora, estoy fuera de Espana (uso un teclado no espanol, como ve). Si, a ver si hay nuevas traducciones. Creo que la editorial Alba esta en ello.
saludos
Quisiera saber su opinión respecto de Los hermanos Karamazov de Editorial Juventud. Gracias.
ResponderEliminarHola, lector:
EliminarDisculpe la tardanza, no tenía acceso a internet.
Lo cierto es que no conozco esa edición de Editorial Juventud.
Yo lo leí en Cátedra, y recuerdo que era una buena edición, como siempre, con muchas notas sobre la época y demás.
Ahora lo ha editado Alba, y al verlo me dieron ganas de comprarlo y releerlo. Si quiero leer un clásico y lo tiene Alba yo no dudaría, su trabajo es muy bueno.
Si sólo tiene acceso a esa edición de Juventud yo intentaría mirar de qué año es la traducción. Si es antigua cabe la posibilidad de que el libro no esté traducido del ruso sino del francés, y a mí no me gustaría leer algo así. Pero no lo sé en realidad.
En cualquier caso, Los hermanos Karamazov es un libro muy grande, y esta clase de libros aguantan casi cualquier traducción (aunque si tenemos una buena mejor, claro).
Que disfrute del libro.
Saludos
En esta entrada citan los traductores directos del ruso: https://traduccionmedicatecnicaliteraria.wordpress.com/2012/09/02/los-traductores-de-crimen-y-castigo-de-dostoievski/
ResponderEliminarEn lo que a mi respecta, he leído la traducción de uno de ellos, José Fernández -editorial Juventud-, y me parece extraordinaria.
Murió hace cuatro años:
http://elpais.com/diario/2011/11/13/necrologicas/1321138801_850215.html
Un poco más sobre José Fernández:
ResponderEliminarhttp://www.scherzo.es/Luis-Su%C3%B1en/blog/jose-fernandez-sanchez
Muchas gracias por la información.
EliminarSaludos
Otro ejemplo: Anna Karenina, que estoy leyendo de Juan López-Morillas. Me está gustando, aunque quizá es un tanto enrevesada. Aquí, en busca de la traducción perfecta, se habla de ello:
ResponderEliminarhttp://unbrilloensordecedor.blogspot.com.es/2013/02/anna-karenina-en-busca-de-la-traduccion.html
Perdón, releyendo mi anterior mensaje veo que puede dar lugar a equívoco. Cuando dije enrevesada me refería a la traducción, no a la obra en sí que es ciertamente sublime.
ResponderEliminarGracias por la aclaración, aunque creo que quedaba claro.
EliminarSaludos
Las traducciones de Rafael Cansinos Assens son directas del ruso. Le llevó 8 años traducir toda la obra de Dostoievski y se empleó a fondo intentando recrear el lenguaje decimonónico. Esas traducciones del francés son anteriores, sobre 1920.
ResponderEliminarHola, Francisco:
EliminarGracias por los datos.
Saludos