Tess de los d´Urberville, de Thomas Hardy
Editorial Alba. 478 páginas. 1ª edición
de 1891, ésta es de 2017
Traducción de Catalina Martínez Muñoz
A finales de 2020 leí Jude
el oscuro (1985), la última novela que escribió Thomas Hardy (Higher Bockhampton, Stinsford, Inglaterra, 1840 - Max Gate, 1928). Me impresionó mucho aquella lectura
y se convirtió en una de las mejores de ese año. Luego, en 2021, me acerqué a El
alcalde de Casterbridge (1886), que me pareció una buena novela, pero
que no estaba a la altura de Jude el oscuro.
Leí que la crítica considera que las dos grandes novelas de Hardy eran Jude el oscuro y Tess de los d´Urberville
(1891). Su última y penúltima novela. Hardy dejó de escribir novelas, por las
fuertes críticas que recibió de la sociedad de su época, que juzgaban sus
obras, no por su calidad literaria, sino por su idea de «moralidad». Y Hardy
era realmente duro con la hipocresía moral de su época.
Tess de los d´Urberville comienza con
un hecho fortuito: el campesino John Durbeyfield se cruza, camino de su casa,
después de haber bebido más de un trago, con un sacerdote viejo, pero nuevo en
la comarca, que le saluda con el apelativo de «sir». Algo que sorprende a John.
El sacerdote le aclarará que su apellido, Durbeyfield, es, en realidad, una
deformación de d´Urberville, una antigua e ilustre familia que proviene de los
normandos. Esta noticia inesperada trastocará la vida del sencillo John, que
empieza a darse ínfulas de grandeza. John es de natural perezoso y bebedor, y
cada día lo tiene más complicado para sacar adelante a su familia, con media
docena de hijos. A su mujer y él se les ocurrirá la idea de enviar a Tess, la
mayor de los hijos, que anda por los dieciséis años, a pedir ayuda, reclamando
el lazo de sangre, a una familia de d´Urberville que viven en su región. Lo que
aún no saben es que esos familiares lejanos si siquiera son unos verdaderos
d´Urberville, como ellos, sino unos comerciantes enriquecidos que han tomado el
apellido para ennoblecerse de forma ilegítima.
El alcalde
de Casterbridge empezaba con una escena tremenda: un hombre borracho
vende a su mujer en una fonda, y luego no dejará de arrepentirse. En los tres
libros que he leído de Hardy los protagonistas toman malas decisiones influidos
por el alcohol, que es un elemento naturalista más en el conjunto de las
realidades descritas. Hombres y mujeres que aspiran a algo más de lo que la
vida les hace ser, pero que parecen abocados a no poder abandonar sus tristes
condiciones existenciales. Siempre, las circunstancias y la sociedad van a
estar ahí, interpuestas entre sus sueños y la realidad. Sin embargo, los
impedimentos de la realidad se acercaban más a las premisas del folletín en El alcalde de Casterbridge, y me han
parecido más sutiles y trascendentes en las otras dos novelas.
La acción, como en muchas de las
obras de Hardy, se sitúa en la región de Wessex, de nombre ficticio, y que se ubica
en el sur y suroeste de Inglaterra. En Tess
de los d´Urberville, por ejemplo, aparece el pueblo de Casterbridge de la
novela El alcalde de Casterbridge.
Imagino que también habrá localidades que se repiten en Jude el oscuro, pero ya no recordaba los nombres, después de tres
años.
Creo que no voy a contar mucho del
argumento de esta novela, porque es preferible que el lector se acerque a ella
sin más. Pero sí voy a hablar de algunos de sus temas, que la hacen realmente
moderna: en gran medida, Tess de los
d´Urberville es una novela sobre el consentimiento sexual de las mujeres,
que en la novela se pueden ver abocadas a situaciones de abuso, y, sin embargo,
la culpa de este abuso caerá más sobre la víctima que sobre el verdugo, por ser
mujer en un caso y hombre en el otro. Incluso los personajes más
filosóficamente avanzados, no podrán dejar atrás sus prejuicios sobre la
«virtud» de las mujeres, aunque ésta les haya sido arrancada por la fuerza.
En cualquier caso, las escenas
sexuales de abusos están contadas muy sutilmente, y el lector, aunque lo
supondrá, no acabará nunca de saber qué ha ocurrido exactamente entre algunos
de los personajes.
Además, Tess habrá de quejarse a sus
padres de que no le advirtieron nada sobre los peligros que acechan a las
jovencitas por parte de los hombres. Para Tess su belleza será una especie de
condena. De hecho, hay un momento impresionante, en el que va a sufrir los
abusos laborales de un patrón miserable y ella se relajará porque no le tiene
miedo a ese tipo de abusos, como sí a los que provienen del deseo; abusos en
los que los hombres pueden llegar a culpar a las mujeres sobre lo que su
belleza les «conduce a hacer».
Creo que Jude el oscuro era un libro que no daba tregua al lector de un modo
más intenso que Tess de los d´Urberville,
que tiene algún momento valle en la narración de su drama. En estas «páginas
valle» de la novela, Hardy describe la vida rural en una vaquería de un pueblo
de Inglaterra con mucho encanto y con mucho conocimiento, como puede apreciar
el lector gracias a los sutiles detalles con que se describen las tareas
agrícolas. Sin embargo, el último tramo del libro es tan demoledor y potente
como el de Jude el oscuro. Tess, como
va a ser Jude en la imaginación de su autor, cuatro años más tarde, tiene
ambiciones, y quiere mejorar y aprender. Jude soñaba con acudir a la
universidad y conseguir una formación reglada, algo que le va a resultar
imposible viniendo del ambiente en el que vive. En Jude el oscuro la universidad se llevaba más de un palo por
elitista, y esto también va a ocurrir en Tess
de los d´Urberville.
Dentro de una novela de realismo
tremendista, como es ésta, me ha encantado una página en la que Hardy, para
simbolizar el frío interior que atraviesa el corazón de Tess, lo muestra con el
invierno que sufre la campiña y unos espectrales pájaros que llegan del Polo
Norte: «Hacía años que no se veía un invierno como aquel. Llegó poco a poco,
sigiloso, como los movimientos de un jugador de ajedrez. Una mañana, los pocos
árboles solitarios y los tejos de los setos amanecieron como si hubieran
cambiado su forma vegetal por un tegumento animal. Las ramas estaban cubiertas
de una pelusa blanca, como una piel que le hubiera crecido a la corteza durante
la noche, cuadriplicando su grosor normal; el árbol o los setos formaban un
dibujo de duras líneas blancas en el lúgubre gris del cielo y el horizonte. Las
telas de las arañas revelaron su presencia en cobertizos y paredes, donde hasta
entonces no se habían observado, visibilizadas ahora por aquel ambiente
cristalizado, y colgaban como lazos de estambre blanco en verjas, postes y
salientes de las casas.
A esta temporada de humedad
congelada siguió una secuencia de heladas secas, cuando a la meseta de
Flintcomb-Ash empezaron a llegar en silencio extraños pájaros del Polo Norte,
criaturas flacas y espectrales, de ojos trágicos, ojos que habían presenciado
pavorosos cataclismos en las recónditas regiones polares, de una magnitud
inconcebible para el ser humano, bajo temperaturas gélidas que ningún hombre
sería capaz de soportar; que habían visto partirse las masas de hielo y
desmoronarse las montañas de nieve en el fulgor de la aurora boreal; ojos casi
cegados por los torbellinos de ventiscas colosales, que habían presenciado
contorsiones terráqueas y aún conservaban la emoción causada por aquellas escenas.
Estos pájaros sin nombre se acercaban mucho a Tess y Marian, pero nada contaban
de lo que habían visto y que la humanidad jamás vería. No tenían la ambición
del viajero por contar sus aventuras, y, mudos, impasibles, despreciaban
aquellas experiencias a las que no daban ningún calor, y preferían fijarse en
lo que ocurría en esta acogedora meseta: en los triviales movimientos de las
muchachas que removían la tierra con sus escardaderas para desenterrar un
manjar que podría servirles de alimento.» Sé que esta cita, de la página 350,
es excesiva para una reseña, pero me gustó tanto esta página que quiero que
quede aquí registrada, por si me apetece volver a leerla en el futuro.
Aunque ya he dicho que esta novela
tiene mucho que ver con el naturalismo, Hardy también se permite algunas notas
de humor. En este sentido, me ha gustado este párrafo de la página 339: «De
pequeña había visto a veces a los cazadores asomados por encima de los setos,
escudriñando entre la maleza y apuntando con sus escopetas, vestidos de una
manera extraña y con los ojos sedientos de sangre. Aunque en esos momentos
parecieran hombres toscos y brutales, le habían explicado, no eran así todos
los días del año; en realidad eran personas muy civilizadas, menos ciertas
semanas del otoño y el invierno, en que, como los habitantes de la península de
Malaca, se comportaban como enajenados y, animados por el único propósito de
destruir la vida –en este caso la de unos pájaros inofensivos, criados
artificialmente con el único fin de satisfacer estas inclinaciones–, perdían
sus modales de caballeros y se volvían salvajes con sus compañeros más débiles
en la numerosa familia de la naturaleza.»
Como era propio en las novelas del
siglo XIX, el narrador de Tess de los
d´Urberville interviene en la narración, aunque estas intervenciones se han
quedado un tanto anticuadas, no resultan molestas. En más de un caso, el
narrador analiza a los personajes con una profundidad que no podrían llevar a
cabo (como el narrador nos indica) ellos mismos. En algún momento, el narrador
llega a juzgar la conducta de alguno de los personajes, usando un plural
mayestático. Siempre, en cualquier caso, el narrador está del lado de Tess, la
protagonista trágica de esta historia, que llegará incluso a desear no haber
nacido («Jamás en su vida, podía jurarlo por su alma, había hecho nada malo a
conciencia. Y, sin embargo, la habían juzgado con la mayor severidad.», página
428).
Tess de los
d´Urberville es una novela eminentemente moderna, porque Hardy
muestra la débil posición de la mujer en su época con una perspectiva que
resulta totalmente actual. A veces la he sentido como si una persona del siglo
XXI estuviera escribiendo una novela ambientada en el siglo XIX. Tess de los d´Urberville, además de una novela naturalista, no
deja de ser una novela política y de denuncia. «Pocas mujeres se ofrecían para
trabajar en el campo en la temporada de invierno, y resultaba más ventajoso
contratarlas, porque eran más baratas y hacían su trabajo tan bien como los
hombres.» (pág. 346). En este sentido, me ha parecido tan reivindicativa de la
pobre posición de la mujer en la sociedad de la época como pueden serlo las
novelas de Anne Brontë, La
inquilina de Wildfred Hall (1848) y Agnes Grey (1847).
Creo que me gustó más Jude el oscuro (1895), la última novela
de Thomas Hardy, que Tess de los
d´Urberville (1891), la penúltima, pero esta segunda me ha parecido una
grandísima novela, en cualquier caso. Las dos son bastantes mejores que El alcalde de Casterbridge (1886), y ésta
también es una buena novela.
Cuando comenté Jude el oscuro, acabé diciendo que una de las influencias más
claras que mostraba este autor era la de Fiódor
Dostoievski, y acabé escribiendo que Thomas Hardy era el «Dostoievski del
Támesis» y con Tess de los d´Urberville,
repleta de personajes atormentados, me lo ha confirmado. Conecto mucho con este
autor; debo acercarme a más libros suyos.
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