El fin de la familia, de Augusto Rodríguez
Editorial Nana Vizcacha. 67 páginas. 1ª edición de 2019.
Además de escritor, Augusto Rodríguez (Guayaquil, Ecuador,
1979) es el editor de la ecuatoriana El
Quirófano Ediciones. Alguna vez habíamos conversado a través de Facebook y
un día que vino a Madrid, a finales de 2019, quedamos para tomar algo. Yo le
regalé varios de mis libros y él me entregó algunos de los libros editados por
él en Ecuador y otro de la nueva editorial madrileña Nana Vizcacha. Acordé con Augusto que cuando apareciera en el
mercado su novela El fin de la familia –para lo que quedaban unas semanas– se la
pediría a su editora Lucía Brenlla, para
poder leerla y reseñarla.
El fin de la
familia es una novela corta, de apenas 60 páginas, que leí de un tirón un viernes,
sentado en la barra de un bar mientras tomaba un café.
La novela está contada por un
narrador innominado, al que el lector acabará identificando con el propio
autor, sobre todo porque, hacia el final, Rodríguez introduce en el texto tres
fotografías en las que se pueden observar los cambios de su casa familiar.
La primera parte del libro se titula
Retratos
familiares, y comienza con el narrador revisando álbumes de
fotografías. «Escribir es tal vez la única justicia que puedo hacer por mi
familia, por los que están, porque los que se fueron y por los que llegarán»,
leemos en la primera página.
«En ese ataúd iba mi abuelo y fue el
fin de mi familia», leeremos en la página 19. Buscar los motivos que han
llevado al fin –o a la dispersión de la familia– será el tema narrativo
principal de Rodríguez. Además de mencionar algunas muertes, también nos
hablará del divorcio de sus padres.
En esta primera parte, el
protagonista evoca principalmente una etapa de su vida que se corresponde con
la infancia. Lo hace a través de diversas figuras cercanas: abuelo, padre y
diversos tíos y tías. Estos últimos están nombrados con siglas. Si el libro es
de autoficción –algo que no se especifica en la contraportada–, estas siglas nos
hacen sospechar algunos problemas para narrar sobre la propia vida de los que
ya he hablado en otras ocasiones. Es posible que al hablar de familiares
cercanos el pudor y el miedo a ofender hagan que el escritor no sea todo lo
incisivo que podría ser. De hecho, he tenido la sensación de que cuando, en vez
de hablar de familiares, se recuerda alguna anécdota protagonizada por amigos
de la niñez, las historias son más potentes y tienen más capacidad para
impactar al lector por su singularidad; anécdotas que tienen que ver con el descubrimiento
del sexo y también con los abusos en la infancia.
En esta primera parte, además de las
personas, se recuerda al barrio de la niñez y se analizan algunos de sus
cambios.
Creo que el libro gana cuando se
adentra más en el impudor, como en esas páginas que ya he señalado sobre los
amigos, y pierden cuando el autor trata de generalizar. Señalo dos reflexiones
en concreto que no me han gustado: «Creo que Messi no es humano, es
extraterrestre» (pág. 29), comentario que no deja de ser un lugar común, y que
no aporta nada a lo expuesto en el texto. Entre la página 26 y 27 se hace una
reflexión sobre el cambio en la labor docente desde la infancia del narrador
hasta la actualidad: «No solo el profesor no puede tocar al alumno (cosa que
está muy bien) pero si el alumno saca notas bajas el malo de la película es el
docente. Él no sabe enseñar, no tiene pedagogía, no tiene alma de profesor y es
humillado e insultado. Ahora parece mejor pasar al alumno y no meterse en líos.
El infierno de los profesores de escuela debe ser horrible». Considero que este
párrafo rompe con el tono confesional del libro y no encaja en la lógica de lo
narrado.
Me gusta –porque volvemos al tono
confesional y a la cercanía de lo particular– cuando se habla con admiración
del abuelo, que era un gran lector del Ulises de Joyce. Estas páginas me han recordado a la parte de la pentalogía
autobiográfica de Thomas Bernhard en
la que evoca la influencia que tuvo sobre él su abuelo materno.
El lenguaje es directo, con algún
vuelo poético, como este de la página 20: «Regresó dormido a su ciudad, la que
lo vio formarse como hombre, para poder mirar desde lo más profundo cómo crece
una raíz en el cielo».
La segunda parte es mucho más corta
que la primera y se titula El invierno de mi padre. El padre
del narrador es chileno, y cuando se divorcia de su madre se vuelve a su país.
Allí irá en el invierno de 1998 el protagonista para vivir con él, planes que
se verán frustrados de forma dramática. La intimidad de estas páginas resulta
bella. De un modo extraño, se habla aquí de un sueño en el que el narrador
conoce al escritor cubano José Lezama
Lima. Por inesperadas, me gustan estas páginas.
La tercera parte se titula igual que
el libro, El fin de la familia. Aquí se habla de los «locos de las familias»,
personaje encarnado en el texto por «mi tía, la Loca» y su relación enfermiza
con la abuela del narrador. «Pobre de mi abuela, tener que haber engendrado una
hija víbora, una hija buitre y una hija cuervo» (pág. 62). Estas páginas se
relacionan con la cita inicial del libro tomada del autor colombiano Fernando Vallejo: «La loca era más
dañina que un sida».
Si el autor consideraba que el fin
de su familia empezaba con la muerte de su abuelo, considera que termina con la
muerte de su abuela.
Como dije al principio, leí esta
novela corta, El fin de la familia,
de un tirón. Pese a algún altibajo, en general contiene páginas bellas y
emotivas, de trasfondo poético. Aun así, me he quedado con la sensación de que
Augusto Rodríguez podría haber sacado más partido a su material narrativo si
hubiera decidido desarrollar más los personajes y las historias que toca.
Rodríguez ha trabajado, hasta ahora, más con la poesía que con la prosa y, en
sus futuras obras novelísticas, debería dejar atrás la condensación propia de
la poesía y adentrarse en la frondosidad del desarrollo narrativo.
Pues no la conocía, pero me ha parecido muy interesante.
ResponderEliminarMe ha encantado tu blog, me quedo de seguidora y te invito a que te pases por el mío si te apetece (es Relatos y Más, es que aparecen dos en el perfil).
Un abrazo.
Hola Rocío:
EliminarMe alegra que te guste el blog, me paso por el tuyo.
Un abrazo
Me gusta como reseñas aunque en general no leo libros
ResponderEliminarInvestigo lo que me apasiona en el internet
Un placer el haberte hallado
Hola:
EliminarGracias por tus palabras hacia el blog. Ojalá sirva para que te animes a leer alguno de los libros que comento.
Saludos