La posibilidad de una isla, de Michel Houellebecq
Editorial Alfaguara. 439 páginas. 1ª edición de 2005.
Traducción de Encarna Castejón
Bajaba por la cuesta de Moyano, sin
intención de comprar nada (como siempre) cuando vi en un puesto un montoncito
de libros de Alfaguara. Entre ellos
se encontraba La posibilidad de una isla, la única novela de Michel Houellebecq (Reunión, Francia,
1958) que no había leído. El libro costaba 10 € y estaba nuevo. Entonces conté
las monedas de un euro que llevaba en la cartera, que resultaron ser justo 10 y
que me abultaban en el pantalón desde hacía algunos días. Me dejé llevar por el
pensamiento mágico: no podía ser una casualidad que el libro costase 10 € y que
justo tuviera 10 monedas de un euro. Lo compré. Y digo que me dejé llevar por
el pensamiento mágico porque creía recordar que La posibilidad de una isla lo tienen en la biblioteca de Móstoles y
que lo podía sacar de allí en cualquier momento sin necesitad de pagar nada.
Sin embargo, el libro entró en mi casa y ha permanecido en mi montaña de libros
sin leer durante unos pocos años.
Al fin me decidí a tomar La posibilidad de una isla de mis
estanterías y acercarme a ella. Por un
lado me parecía recordar que no había leído demasiadas buenas críticas sobre
ella y, por otro lado, cuando apareció me extrañó que Houellebecq hubiera
pasado de publicar en Anagrama y ahora lo hiciera en Alfaguara. Yo había leído
de él en Anagrama Las partículas elementales, Ampliación del campo de batalla
y Plataforma.
En mi cabeza aparecían dos hipótesis que podían explicar el cambio de
editorial: la nueva novela era notablemente peor que las otras y Anagrama, que
no se casa con nadie, no había querido publicársela, o bien Houellebecq se
había vuelto un autor tan mediático que Alfaguara le hizo una oferta por la
traducción de su nueva novela con la que Anagrama no puedo competir.
Después de leer La posibilidad de una isla me inclino por la segunda hipótesis. Sin
embargo, después de este cambio a Alfaguara, Houellebecq ha vuelto a publicar
sus dos últimas novelas con Anagrama.
Houllebecq había publicado, hasta el
momento en el que me acerqué a ésta, siete novelas y ésta era la única que me
quedaba sin leer.
El protagonista principal de La posibilidad de una isla es Daniel,
que le será presentado al lector a los diecisiete años, justo cuando se va a
subir por primera vez a un escenario en un hotel de la playa para ejecutar un
número cómico, que iniciará su exitosa carrera como humorista satírico. «Yo era
un agudo observador de la realidad
contemporánea.», apunta Daniel sobre sí mismo, parafraseando a los críticos
de sus espectáculos.
Como suele ocurrir en todas sus
novelas, el protagonista de los libros de Houellebecq suele ser un álter ego de
él mismo. Cuando en 2005, Houllebecq publica La posibilidad de una isla ya ha conocido el éxito literario y los
protagonistas de sus novelas se convierten en personas de gran éxito económico,
lo que las hace vivir un tanto apartadas del resto de la sociedad. Daniel
declara que casi no tiene ningún amigo, siempre piensa que la gente se le
acerca para aprovecharse de su dinero.
En la página 27 leemos: «Ahora me
resulta casi imposible recordar por qué me casé con mi primera mujer (…).
Probablemente vivimos juntos dos o tres años; cuando se quedó embarazada, me
largué enseguida. (…) El día del suicidio de mi hijo me hice unos huevos con
tomate. (…) Nunca quise a ese niño: era tan idiota como su madre y tan malo
como su padre. Su desaparición estaba lejos de ser una catástrofe; podemos
apañárnoslas sin seres humanos como él.» Es por párrafos como éste por lo que
un porcentaje alto de los lectores dicen que no aguantan a los cínicos y
descarnados narradores de Houellebecq. Diría que Houellebecq no gusta a los
lectores que necesitan sentirse identificados en todo momento con la voz
narrativa de la novela que leen. Houellebecq es un cínico y un provocador, que
no pretende complacer al lector sino zarandearlo, hacer que sus convicciones
tiemblen, que se pregunte por sus deseos más hondos.
En La posibilidad de una isla, Daniel nos va a hablar de su relación
con dos mujeres. La primera será Isabelle, de su edad, y redactora jefa en Lolita, una revista de tendencias para
jovencitas cuyo público objetivo empieza a ser, en realidad, el de mujeres de
más edad. La segunda será Esther, una actriz española, veinticinco años más
joven que él; la conocerá cuando ella tenga veintidós años y él cuarenta y
siete.
Con Isabelle, Daniel empezará a
tener cada vez menos relaciones sexuales según pasa el tiempo y ella se acerca
a sus cuarenta años, edad en la que parece abandonarse y aceptar una decadencia
sin retorno. Ya no se sentirá segura, ni tan siquiera, para dirigir la revista Lolita, porque en ese ambiente laboral
la competición profesional pasa, en gran parte, por la belleza y la juventud
propias.
Por su parte Daniel cada vez se
siente más mayor y desapegado de sus espectáculos cómicos, tomando la decisión
de jubilarse a sus cuarenta y siete años, periodo de su vida que coincide con
el comienzo de su relación con Esther, una joven que –literalmente– va a volver
loco de amor y deseo a nuestro cínico.
Como es habitual, en esta novela se
pueden rastrear las relaciones que guarda su protagonista, Daniel, con su
autor: ambos encumbrados por una sociedad, que consideran decadente, gracias a
sus ideas cínicas (las de uno expresadas mediante sus espectáculos cómicos y las
del otro mediante la literatura); ambos han sido acusado de racistas e
islamófobos por sus palabras y ambos (posiblemente) están obsesionados con el
suicidio y el sexo, la pulsión de muerte y la de vida, el Eros y el Tánatos.
Houellebecq no suele destacar por
sus tramas (aunque a mí me parece que la de El
mapa y el territorio está muy bien planteada) ni por la creación de
personajes (sobre todo femeninos), ni por un gran lenguaje metafórico y
literario; y de estos tres problemas se puede acusar a La posibilidad de una isla. Y si no destaca por sus tramas, ni por
la creación de personajes, ni por el lenguaje literario, ¿por qué Houellebecq
se ha convertido en un autor tan leído, seguido y polémico? La fuerza de las
propuestas de Houellebecq está en la potencia de sus ideas, en sus intuiciones
fulminantes de la decadencia de nuestra sociedad. «Cuando se me califica de
sociólogo, se hace como crítica a mi arte narrativo, pero yo lo recibo como un
cumplido. La literatura sin ideas, el estilo como arte puro, no es lo mío. Los
partidarios de una literatura purista, bella, son prestidigitadores que no
tienen nada verdadero que decir.», leo en una entrevista que Romain Leick le hace a Houellebecq.
En La posibilidad de una isla Houellebecq nos habla de una sociedad
hedonista que ha encumbrado a la juventud por encima de todo. «Juventud,
belleza, fuerza; los criterios del amor físico son exactamente los mismos que
los del nazismo.» (pág. 67); «Aumentar los deseos hasta lo insoportable y a la
vez hacer que satisfacerlos resultara cada vez más difícil: ése era el
principio único en el que se basaba la sociedad occidental.» (pág. 76); «La
vida sexual del hombre se divide en dos fases: la primera, en la que eyacula
demasiado pronto, y la segunda, en la que ya no se le pone dura.» (pág. 184);
«La belleza física desempeña exactamente el mismo papel que la nobleza de
sangre en el Antiguo Régimen, y la breve conciencia que estas chicas guapísimas
pueden tener en la adolescencia del origen meramente accidental de su rango
pronto cede el paso a una sensación de superioridad innata, natural,
instintiva, que las sitúa lejos y por encima del resto de la humanidad.» (pág.
197)
Además de hablar sobre la fuerza de
la juventud –encarnada en el cuerpo de Esther–, también nos informa Houellebecq
de los ancianos que mueren abandonados en Francia durante las olas de calor de
todos los veranos y del incremento del número de suicidios a partir de los
cincuenta años.
En La posibilidad de una isla, Houllebeq recicla algunos temas
narrativos de su novela Lanzarote,
que para mí es (con diferencia) su novela más floja. En La posibilidad de una isla, Daniel entra en contacto con la secta
de los elohimitas que creen en la vida eterna a través de la clonación de los
cuerpos. Quizás las páginas en la que se habla de esta secta sean las menos
creíbles del libro, pero gracias a ellas Houellebecq alcanza una vía narrativa
interesante.
Es cierto que Houellebecq es un
escritor de ideas potentes sobre la decadencia de Occidente y que éstas se
repiten de un libro a otro, con ligeras variantes. En sus novelas, después de
analizar los problemas del presente, los últimos capítulos trasladan la ficción
hacia el futuro y se establece una especulación con una posible evolución del
ser humano. Esto ocurría, por ejemplo, en Las
partículas elementales y en El mapa y
el territorio. En La posibilidad de
una isla se da una variante: desde el principio el lector se acerca a los
capítulos de la narración de Daniel –llamado, en realidad, Daniel1–, que se
encuentran intercalados con los de Daniel24 y Daniel 25, que son clones de
Daniel y que comentan la narración de Daniel1 desde una distancia de 2000 años.
Esto hace que la estructura de La
posibilidad de una isla sea una de las más complejas en las novelas de
Houellebecq.
Como me suele ocurrir con
Houellebeq, pronto he sucumbido al leer La
posibilidad de una isla a la fuerza de su voz narrativa (aunque en
realidad, en este caso, había tres voces narrativas). Lo cierto es que tengo la
sensación de que las voces narrativas de los libros de Houellebecq son siempre
la misma –siempre habla él mismo–, pero su discurso es tan potente y
reconocible que me arrastra por la página y siempre quiero seguir leyendo. Los
personajes de Houellebecq (posibles trasuntos de sí mismo), tras sus palabras
cínicas y nihilistas, muestran tanto desencanto y soledad que acaban
inspirándome compasión y ternura. Su deseo de sexo (Eros) es lo único que
parece hacerles que se aferren a la vida y venzan su pulsión de muerte (Tánatos).
Pensaba que La posibilidad de una isla me iba a defraudar, pero no ha sido así.
Sin haberse convertido en mi libro favorito de Houllebecq, me parece una novela
en perfecta consonancia con su obra (como ya he apuntado, sólo Lanzarote me parece claramente
inferior).
Ya he leído todas las novelas de
Houellebecq y en cuanto publique la próxima sé que me apresuraré a leerla. No
se me ocurre un elogio mayor para un autor.
Mi toma de contacto con Houellebecq fue precisamente 'La posibilidad de una isla'. Debió de ser al poco de publicarse porque si lo llegué a conocer fue por una reseña en la sección de libros de una revista de tendencias a la que era muy aficionado hace ya casi 15 años. Ni que decir tiene, me convertí en seguidor incondicional de su obra, tanto escrita como de sus incursiones en el cine, ya sea como actor o como director (fue el responsable de una adaptación a la gran pantalla de este libro). Como bien dices, en cuanto publica una nueva obra me hago con ella en cuanto puedo. Por cierto que tengo 'Sumisión' pendiene de lectura desde principios de años, un poco por aquello de retrasar la recompensa y mantener la excitación que me produce saber que tengo pendiente una novela suya.
ResponderEliminarHola:
Eliminar"Sumisión" no la metería en el grupo de las mejores novelas de Houellebecq, pero tiene cosas que merecen la pena, como siempre. Yo la leería ya, y y luego si eso releer.
Saludos
Estoy contigo y estaba equivocado. Quiero decir que la novela que tenía pendiente desde principios de año es 'Serotonina', de la cual ya estoy dando cuenta y disfrutando como no hacía desde 'Plataforma'. En lo que estoy de acuerdo es que aun siendo buenas, no metería ni 'Sumisión' ni 'El mapa y el territorio' entre las mejores novelas de Houellebecq.
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