Editorial Libros del Asteroide. 122 páginas. Primera edición de 2014,
ésta es de 2018.
La primera vez que leí a Eduardo
Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971) fue en 2005. Compré en la Cuesta de
Moyano de Madrid su novela El ángel literario, que quedó semifinalista
del premio Herralde de 2003. El ganador fue El pasado de Alan Pauls, el primer finalista Una vez Argentina de Andrés Neuman y
la mención especial (con publicación) fue para El ángel literario de Eduardo Halfon. Leí Una vez argentina y El ángel literario. El pasado lo tengo en casa, pendiente de lectura.
Con El ángel literario tuve una
sensación extraña. Creo que era la primera novela que leía en la que la
metaliteratura se convertía en el discurso dominante. A Enrique Vila-Matas le leí más tarde. En su libro, Halfon especulaba
sobre el momento exacto en el que algunos escritores empezaron a escribir.
Quizás debería volver a leerlo.
Me había ido fijando, durante los últimos años, en las reseñas que los
libros de Eduardo Halfon, publicados en la editorial
Libros del Asteroide, estaban generado. Tenía, desde hacía tiempo, su
nombre anotado en mi lista mental de nuevos autores hispanoamericanos a los que
debía leer (o en mi caso, más bien, seguir leyendo), y pensé que el momento
había llegado cuando desde la editorial
Páginas de Espuma me llegó, sin que yo lo solicitara, su libro ilustrado Oh
gueto mi amor. Además, me di cuenta de que Halfon iba a estar firmando
sus libros en la Feria del Libro de Madrid a principios de junio. Así que
decidí pasarme por la feria para comprar Monasterio, Signor Hoffman y Duelo
y que me los dedicara. También llevé conmigo El ángel literario, publicado por Anagrama en 2004. Halfon se
sorprendió seriamente al ver este libro, que esperemos que rescate ahora Libros
del Asteroide. Aunque lo cierto es que la verdadera sorpresa me la llevé yo,
cuando me percaté de que Halfon me conocía a mí porque leía mis reseñas
(discúlpenme este momento de ego).
A finales de junio, con el curso académico ya a un día de acabarse, me
apeteció ponerme con los libros de Halfon. Así que miré sus fechas de
publicación y empecé por el más antiguo de los tres que había comprado, Monasterio. La novela empieza con dos
hermanos guatemaltecos llegando, desde América, en avión a Tel Aviv para
asistir a la boda de su hermana pequeña, que se ha convertido en judía
ortodoxa. El protagonista y narrador de la novela se llama Eduardo Halfon y
comparte gran parte de la biografía con el autor del libro. En la presentación
de Oh gueto mi amor que tuvo lugar en
la Casa de América de Madrid –se puede ver en YouTube– Halfon afirma: «Toda
ficción, en mi opinión, es autoficción.» Su narrador se parece bastante a él
mismo, pero esto no quiere decir que en sus libros no haya ficción. Por lo que
sé, el personaje Halfon va pasando de uno de sus libros a otro, en una especie
de gran novela en marcha.
Las andanzas de Halfon en Israel, los días previos a la boda de su
hermana, se desarrollan entre diversos choques culturales y las reflexiones
sobre la identidad judía o, de forma más general, sobre el concepto de identidad.
Halfon proviene de una familia de judíos de diversas partes del mundo: Siria,
Líbano, Egipto y Polonia. Halfon no es un judío prácticamente, y en realidad no
se siente cómodo con los rituales de los judíos ortodoxos, pero sí conversa de
forma continua con sus raíces judías, y con las diversas persecuciones y
diásporas a las que se han enfrentado sus antepasados. «Los rezos, mecánicos o
no, comprensibles o no, tenían su propio sentido. No puedo imaginarme que un
rezo, cualquier rezo, tenga un sentido más profundo que un beso materno en la
noche.» (pág. 39).
Si bien al comienzo del libro parece que el principal tema narrativo
de la novela va a ser la boda de la hermana y los conflictos que esto puede
generar –entre la tradición y la modernidad de una familia que siente en
diversos grados su judaísmo–; en realidad, el tema narrativo mutará. O bien,
podríamos señalar que no existe ningún núcleo narrativo principal y que la
novela se va abriendo a múltiples subtramas o subtemas de forma rápida y
fluida. De hecho, al principio la acción avanza de forma cronológica, mostrando
al narrador y a su familia en los días previos a la boda, con pequeños
comentarios que glosan las escenas propuestas, abriéndose hacia explicaciones
de la historia familiar o el pasado del personaje, pero hacia la mitad la
novela juega a la narración dentro de la narración. Así se trasladan las
páginas a la narración del encuentro de Halfon con Tamara en un bar escocés de
la Antigua Guatemala. Tamara es una azafata de vuelo israelí con la que Halfon
se encuentra en el aeropuerto de Tel Aviv después de muchos años, y que será
importante para la conclusión del libro. También se narra la muerte y el duelo
por uno de los abuelos de Halfon en Guatemala, o la visita que hace Halfon a
Polonia para buscar la antigua casa de su abuelo antes de ser enviado a Auschwitz.
Todavía no estoy del todo seguro, porque he de leer antes otros libros
de Halfon para poder afirmarlo con rotundidad, pero creo que en su obra existen
hilos narrativos que vuelven a sus páginas una y otra vez, como ese boxeador
polaco que ayudó a su abuelo a sobrevivir al campo de concentración (uno de sus
libros de cuentos se llama precisamente así, El boxeador polaco), o la visita al gueto de Łódź, de la que se
habla en Monasterio y también en Signor Hoffman. En la reseña que el
crítico Nadal Suau escribió sobre
este libro en El Cultural en octubre
de 2014 se afirma: «Aquí Halfon trata el tema de la identidad, reiterando
determinados motivos y hasta reciclando pasajes enteros (se trata de un autor
reincidente, jazzístico, que gusta de reubicar piezas de su propio universo en
nuevos contextos para extraerles nuevos ecos y significaciones).» Me gusta esa
idea de los temas jazzísticos; de hecho, se hace alguna reflexión sobre el jazz
en Monasterio.
Me ha parecido detectar en Monasterio
una influencia de la forma de narrar de Roberto
Bolaño. En sus libros, Bolaño siempre abre sus páginas –contando anécdotas
e historias secundarias– a la sensación de amenaza y al misterio. En Monasterio, no podemos hablar
estrictamente de sensación de «amenaza» sobre los protagonistas, pero las
historias mostradas (oralmente, de documentales de la televisión, de libros o
recuerdos…) sí se abren al misterio, que deja un rastro poético en la composición
del libro. Y la amenaza (una amenaza real, física, en los libros de Bolaño)
proviene en Halfon –de forma más diluida que en Bolaño, en cualquier caso– de
la extrañeza ante la memoria y la violencia del pasado, que confrontan nuestra
mirada con el mundo.
Uno de los recursos usados para crear la sensación de cadencia poética
es el de la repetición de construcciones lingüísticas al comienzo de las frases
de un mismo párrafo. Por ejemplo en la página 100 varias frases seguidas
empiezan con el verbo «Pensé» y más debajo de la página, otras frases,
comienzan con el sintagma «El otro».
Las últimas diez páginas de Monasterio
me han parecido magistrales. Por un lado, el libro acaba de un modo inesperado
para las expectativas de un lector tradicional y, por otro lado, se plantea
aquí una reflexión sobre la idea de identidad y supervivencia muy bella. «Cada
persona decide cómo quiere salvarse.», afirma Eduardo Halfon en la página 120
del libro, ya casi antes de cerrarlo.
He leído bastantes reseñas elogiosas de Monasterio en internet, y también algunas negativas. Creo que las
reseñas negativas apuntaban hacia la falta de consistencia de la trama,
tratando de valorar el libro por unas coordenadas clásicas que no son las
suyas. Monasterio no es una novela
breve de introducción-nudo-desenlace, ni pretende serlo. Monasterio es un libro sobre la identidad, la memoria y el viaje,
que muestra la extrañeza ante el mundo de su narrador, un guatemalteco que,
como leeré en Signor Hoffman, le cuesta sostener ante los demás –y casi ante
sí mismo– que es guatemalteco. Monasterio
es una novela corta bellísima y honda, misteriosa en su aparente –pero falsa–
fluidez y ligereza. He sentido fascinación por su voz narrativa, y unas
terribles ganas de seguir con el resto de la obra de Halfon. Me voy a unir al
primer tipo de reseñas que comentaba: Monasterio
es una pequeña joya de la nueva narrativa hispanoamericana.
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