El general del ejército muerto, de Ismaíl Kadaré
Editorial Alianza. 346 páginas. 1ª edición de 1963; ésta es de 2019.
Traducción de Ramón Sánchez Lizarralde
Ismaíl
Kadaré (Gjirokastra, Albania; 1936
– Tirana, 2024) era
uno de los autores clásicos del siglo XX europeo, que había anotado desde hacía
mucho tiempo, y que tenía aún pendientes de leer. De hecho, creo que es el
único autor de lengua albanesa del que se ha hablado a nivel europeo, o al
menos yo no conozco a otro.
Me apenó que, cuando murió en el
verano de 2024, a los 88 años, aún no hubiera leído nada suyo. Para solucionarlo,
a principios de 2025 le escribí al representante de prensa de la editorial Alianza, para que me enviara
tres libros del autor, para poder leerlos y reseñarlos. Estos libros fueron: El
general del ejército muerto (1963), Crónica de piedra (1971)
y El
Palacio de los Sueños (1981), que –leí en internet– eran tres de sus
obras más significativas. Se considera que El
Palacio de los Sueños es su obra maestra y no quería empezar por ella, sino
acercarme hasta la cima de la montaña habiendo podido conocer antes sus
laderas, así que empecé por El general
del ejército muerto que fue su primera novela publicada. Según la
información que encuentro en internet se publicó por primera vez en 1963, pero
al final del libro existe la siguiente nota del autor: «Tirana, 1962-1966». Por
lo que he leído en el prólogo de Crónica
de piedra, a cargo de Ramón Sánchez
Lizarralde, el traductor, Kadaré revisó más de una vez sus libros y en
algunas de las siguientes ediciones los iba mejorando. Quizás esto fue lo que
ocurrió con El general del ejército
muerto, que se publicó por primera vez en 1963, cuando el autor tenía 27
años, y luego lo fue corrigiendo y modificando para ediciones posteriores. O
quizás hay un error inicial en la página de la Wikipedia, o en algún otro
lugar, que es arrastrado posteriormente en el resto de páginas.
En 1939 la Italia fascista de Benito
Mussolini invadió Albania, creando un protectorado, situación que se prolongó
hasta 1943. La narración de El general
del ejército muerto empieza «veinte años después de la guerra», referencia
que se repite más de una vez en el texto. Así que el tiempo narrativo del libro
debe ser 1962-63. El algún momento se habla también de la guerra de Vietnam,
que comenzó en 1964 y, teniendo en cuenta que el tiempo de la novela se
prolonga durante unos dos años, estos deben de estar comprendidos entre 1962 y
1965.
El general ha recibido la misión de
viajar a Albania, en la compañía de un cura, que también es militar (con grado
de coronel), pero en la actualidad la misión del cura «solo figuraba como
representante espiritual» (pág. 18). «El general dio a entender que él era el
principal personaje de aquella misión», leemos en la página 18. Aunque el
general esté al mando de la misión, dependerá, en más de una ocasión del cura,
puesto que este sí estuvo durante la Segunda Guerra Mundial destinado a Albania
y conoce el idioma albanés, habilidad de la que carece el general. El general
ha recibido la misión de –tras un acuerdo entre su país y Albania– viajar a
Albania para buscar y rescatar los restos de los soldados muertos de su país en
la última guerra, y entregar estos restos a sus familiares. Aunque en todas las
reseñas que se pueden leer sobre este libro en internet señalan que el general
y el cura proceden de Italia, Kadaré se cuida de nombrar a este país de un modo
directo, aunque, más tarde, cuando estos personajes lean el diario de un
soldado que murió en Albania y que, queda claro que pertenece a su ejército, se
citará al «duce» como responsable de la situación, y por tanto se hablará por
fin de Mussolini e Italia.
«Sobre la tierra extranjera caía una
mezcla de agua y nieve.» es la primera frase del libro, y resultará
significativa, porque un mal tiempo perenne parecerá acompañar al general y al
cura en su misión en Albania, un mal clima que se acabará convirtiendo en un
símbolo de la triste misión que les ha sido encomendada a estos hombres. El general
observará, desde la ventanilla del avión «la imagen amenazadora de las
montañas», «tierras abruptas» o «sombrías laderas» y una sensación de
irrealidad empezará a rondarle. «En aquellos abismos y barrancos, por toda
aquella vastedad invernal, se pudría bajo la lluvia el ejército que él venía a
exhumar.» (pág. 15). El clima como símbolo es muy importante en la composición
de la novela, que se divide en dos partes, y entre las dos se producirá un
salto temporal, en el que el narrador aludirá hablar de la primavera y el
verano de las tierras albanesas, para dejarnos otra vez ante las inclemencias
del segundo otoño del general y el cura. En otro momento del libro, el coronel
recordará unos días que pasó en una playa de su país, antes de partir para su
misión, y el narrador escribirá: «comenzaron a aparecer nubes en el horizonte,
nubes negras cargadas de lluvia, que viajaban hacia el este, hacia Albania.»
(pág. 115)
El general y el cura, de los que
nunca sabremos los nombres, cuentan con listas que detallan, hasta cierto
punto, la localización de las tumbas que han de buscar. Sin embargo, debido a
diversas circunstancias, como el clima o la imprecisión de las localizaciones
anotadas durante la guerra, la tarea no sea fácil. Además, tendrán que
contratar a trabajadores locales que les ayuden y, allí por donde pasen, podrán
sentir miradas de curiosidad, que pueden también mezclarse con el rencor que
algunos aldeanos pueden sentir al revivir el pasado. Así mismo, la relación que
se establece entre el general y el cura no siempre va a ser cómoda.
En algunos capítulos se nos
mostrarán episodios del pasado del general, como las visitas que, tras saberse
públicamente qué misión iba a llevar en Albania, empezará a recibir en su casa
de familiares de los militares muertos allí. Todos ellos le rogarán que
encuentre los restos de sus hijos, maridos, etc. Sobre todo, se destacará la
relación que el general acabará tenido con la familia del coronel Z, cuya joven
y bella viuda le pedirá encarecidamente que encuentre los restos de su esposo.
Esta búsqueda del coronel Z, sobre cuya muerte existe un misterio, será uno de
los leitmotiv de la novela. Es posible también que el coronel Z no haya sido la
estupenda persona que su familia piensa que era.
La novela utiliza el recurso cervantino
del relato dentro del relato. Así un camarero de Gjirokastra –ciudad
natal de Kadaré– le contará a aquel la historia de un burdel de mujeres
italianas que los invasores abrieron en su ciudad. O, como ya conté antes, el
lector podrá acercarse a las páginas de un soldado desertor, que recibirá un
juicio negativo por parte del general y el cura, al considerar su testimonio el
propio de un «llorica sentimental».
Además, el general y el cura se irán
cruzando por los caminos de Albania con otro militar de un ejército extranjero
(posiblemente alemán), al que acompaña un alcalde, que ha de realizar una
misión similar a la suya, aunque sus listas y localizaciones parecen más
caóticas.
Kadaré irá haciendo descubrir al
general, y con él al lector, cómo es el carácter y cómo son las costumbres de
los albaneses. Así, por ejemplo, hablará de sus ideas ancestrales de venganza
que, por lo que he leído en internet, es el tema central de su novela Abril
quebrado (1978).
Será significativo para el lector
observar los cambios que se irán produciendo en el orgullo del general al
enfrentarse a su penosa misión, a la que acabará considerando miserable:
«repatriar aquel gran ejército, reducido ahora a unas cuantas toneladas de
calcio y fósforo.» (pág. 258) Esta idea del ejército de jóvenes muertos
prematuramente se va también cargando de simbolismo, y hará que el libro cobre
un profundo mensaje antibélico.
El tramo final de la novela, en el
que se va acumulando la tensión narrativa y la melancolía, me ha parecido
magistral. Es sorprendente la madurez que presenta Ismaíl Kadaré en su primera
novela, que fue muy bien acogida en Francia y desde aquí se lanzó al resto del
mundo, empezando a consolidar el prestigio del autor. El general del ejército muerto es una de las obras maestras de la
segunda mitad del siglo XX.
Me alegra mucho que comentes a Kadaré, uno de los escritores de quien más libros he leído y a quien descubrí con veinte años en Iruñea gracias a mi amigo Montxo (también descubrí por él a Mujica Lainez, uno de mis escritores favoritos). Ramón Sánchez Lizarralde fue el primer traductor cuyo nombre me supe de memoria, su historia es muy interesante. Me han gustado la consideraciones que haces sobre el libro, es una maravilla "El general…".
ResponderEliminarUn abrazo, David.
Hola, Gonzalo, a principios de año leí tres libros sguidos de Kadaré: El general del ejército muerto, Ciudad de piedra y El Palacio de los sueños. Quiero leer más.
EliminarUn abrazo
Te recomiendo "El expediente H.", "Spiritus", "El puente de los tres arcos" y "Frías flores de marzo", por decirte títulos de diferentes épocas, pero, vamos, que tiene un montón de libros.
EliminarUn abrazo.
El expediente H. lo tengo en casa sin leer aún.
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