Igual que durante los últimos años, dejo aquí un enlace al vídeo de mi canal de YouTube, en el que hablo de mis 10 mejores lecturas de 2023.
domingo, 31 de diciembre de 2023
domingo, 24 de diciembre de 2023
Los que escuchan, por Diego Sánchez Aguilar
Los que escuchan, de Diego Sánchez Aguilar
Editorial Candaya. 539 páginas. Primera
edición de 2023
De Diego
Sánchez Aguilar (Cartagena, 1974) había leído Nuevas teorías sobre el orgasmo
femenino (Balduque, 2016), un libro de cuentos que ganó el Premio Setenil en 2016, y Factbook
(Candaya, 2018), que fue su primera novela.
Con Los que escuchan (Candaya, 2023),
Sánchez Aguilar le presenta al lector una novela bastante más extensa que la
anterior, con la que guarda más de algún paralelismo.
En Los
que escuchan las protagonistas principales son las hermanas Asunción, de 46
años, durante el tiempo narrativo de la novela, y Esperanza de 41, y Sánchez
Aguilar ha elegido para hablar de ellas la tercera persona, frente a la primera
que escogió en Factbook para acercarnos
a Gustavo y Rosa, una pareja que, en el tiempo narrativo de la historia
contada, ya se había separado. En Factbook
existía un tercer grupo de capítulos en los que unos policías indeterminados
interrogaban a supuestos terroristas que descubrían en la red, y en Los que escuchan hay un grupo de
capítulos, que cubrirían una función similar, en los que la tercera persona se
acerca hasta la figura de Francia, que es la asesora del presidente de Francia,
en una Cumbre del Futuro del G7, que se está celebrando en la ciudad innominada
en la que viven las protagonistas. Además de conocer a Asunción, Esperanza y
Francia, también nos acercaremos a la figura de Ulises, un amigo de Esperanza
de la facultad de Bellas Artes, donde los dos estaban estudiando, y que en la
actualidad habla en un programa de radio, desde el que lanza mensajes, con
tendencia apocalíptica, sobre el futuro del planeta. Y, en algunos de los
capítulos que se dedican a Asunción, también se nos acabará hablando de su hijo
Andrés, un niño apocado que acaba de empezar primero de la ESO en un nuevo
centro, en el que está teniendo problemas de integración.
En el presente narrativo del libro,
Esperanza, que a los dieciocho años abandonó el hogar familiar, se encarga
ahora de cuidar a su madre anciana, tarea que había sido llevada a cabo por
Asunción durante los años anteriores, en los que la hermana pequeña estuvo
desaparecida. Esperanza tiene vagos recuerdos de sus últimos años, que parece
que ha pasado con un grupo similar a una secta. El padre de ambas, que llegó a
ser un escritor con un reducido prestigio, ya ha muerto cuando empieza la
narración.
En Factbook,
Sánchez Aguilar nos presentaba un mundo ligeramente distópico en el que, por
ejemplo, el Mar Menor de Murcia se ha convertido en un barrizal y la educación
y la sanidad pública ahora están gestionadas por completo por empresas
privadas. Y en Los que escuchan
también muestra una ligera variante sobre la realidad que, más que una posible
realidad proyectada hacia el futuro, se basa en un hecho fantástico: algunos de
los personajes pueden oír (o han oído en algún momento de sus vidas) un ruido
de origen desconocido y que es como una crepitación, como el sonido que emitían
las antiguas televisiones cuando no emitían ningún canal.
El trasfondo de Factbook era una crítica al neoliberalismo de la crisis económica
de 2008-2014, que hizo que tanta gente se empobreciera. En Los que escuchan también existe una crítica a este mismo
neoliberalismo, pero ahora centrada en las consecuencias climáticas. Esperanza,
desde muy joven, ha sufrido ecoansiedad, y en el tiempo narrativo de la novela
está volviendo a tener contacto con su antiguo grupo de activistas climáticos,
que parecen planear alguna acción contra la Cumbre del Planeta, que va a juntar
a los líderes del G7, en la ciudad en la que vive, una ciudad indefinida, pero
que tiene metro y que se encuentra al borde de un desierto. Cuando los
capítulos se acercan a Francia, el tiempo narrativo –descubrirá el lector– se
modifica un tanto, porque esos capítulos parecen que se sitúan en un tiempo
ligeramente posterior al de Esperanza y Asunción, y lo que ha ocurrido en esa
Cumbre (donde los líderes mundiales muestran síntomas de haberse quedado
catatónicos), también parece tener relación con lo que se nos va a contar en
las otras partes del libro.
Como ocurría en Factbook (sobre todo en su primera parte), en el tiempo narrativo
de la novela les van a acontecer muy pocos sucesos a los protagonistas. Un
capítulo prototípico nos presentará a Esperanza o Asunción realizando alguna
tarea cotidiana (por ejemplo, ir al trabajo en coche y luego en metro, en el
caso de Asunción, o cuidar a la madre, en el caso de Esperanza) y mientras se
exponen estos hechos minúsculos el narrador nos alumbrará sobre algún episodio
del pasado de los protagonistas. En el caso de Esperanza su pasado es más
turbulento que el de Asunción, porque desde joven mostró una personalidad
antisistema, y Asunción vivió una vida más convencional. Sin embargo, la
supuesta normalidad de Asunción tampoco parece haberle traído la felicidad, ya
que su trabajo en una empresa de marketing se muestra como una continua fuente
de ansiedad y frustraciones. Esperanza empezó a oír «el Ruido» desde que era
pequeña, y Asunción lo está empezando a oír ahora, cuando los nubarrones se
ciernes sobre su futuro laboral.
«El Ruido» se nos presenta como un
fenómeno que no es exclusivo de los personajes de la novela, ya que existen
páginas de internet donde otras personas, que también lo perciben, hablan de
este fenómeno; sin embargo, los médicos no van a saber identificar la dolencia
y se la achacarán al estrés. «El Ruido», en definitiva, parece simbolizar la
angustia de la vida actual, sometida al neoliberalismo y al estrés climático;
en este sentido, es significativo que afecta mucho menos a las personas de
África que a las occidentales.
Me han gustado bastante más los
capítulos dedicados a Esperanza y Asunción (que suelen ocupar unas veinte
páginas) que aquellos dedicados a Francia, que suelen ser más cortos. Sin
embargo, es posible que uno de estos últimos capítulos sea de los más bellos
del libro, aquel en el que se narra como Sonja Horensen, una niña ciega que se
ha convertido en emblema de la lucha por el cambio climático (apenas un
trasunto poco disimulado de Greta Thunberg) pasa a vivir unos meses con los
samis, símbolo de un pueblo en armonía con la naturaleza que va a desaparecer.
Algunos capítulos de esta novela son
soberbios en su construcción: me ha parecido de una gran poesía uno en el que, por
ejemplo, Esperanza y Ulises tratan de escuchar «el Ruido» en el desierto del
Gran Cañón de Estados Unidos, o aquel en el que Ulises busca la realidad
histórica de «el Ruido» en los aparatos que durante la Primera Guerra Mundial,
antes de que se inventase el radar, se usaban, con personas que escuchaban
mediante, para tratar de detectar el vuelo de los aviones enemigos. En la
ligera irrealidad de este capítulo me ha parecido detectar la influencia
benefactora del Gustavo Faverón de Vivir
abajo, una novela que estoy seguro de que Sánchez Aguilar ha leído.
Es cierto que las débiles líneas argumentales
del presente narrativo de Los que
escuchan no quedarán del todo cerradas al finalizar el libro, pero el
despliegue de literatura de calidad del que disfruta el lector de esta novela
es apabullante. La prosa de Diego Sánchez Aguilar ha dado un salto muy
importante desde Factbook, que ya era
una buena novela, hasta este Los que
escuchan, donde sus párrafos inteligentes, misteriosos, evocadores y
poéticos, en los que escasean los adjetivos, convierten a este libro en una
grandísima narración, en uno de las mejores novedades literarias escritas en
español que he leído en los últimos años.
domingo, 17 de diciembre de 2023
Putas para Gloria, por William T. Wollmann
Putas para Gloria, de William T. Vollmann
H&O Editores. 226 páginas. Primera
edición de 1991, ésta es de 2022
Traducción de Rafael Heredero de Pedro
Desde ya unos cuantos años, venía
oyendo hablar a algunos escritores españoles del norteamericano William T. Vollmann (Los Angeles,
1959), como de uno de los más relevantes escritores norteamericanos actuales.
Me sonaban sobre todo la novela Europa Central, publicada en Random House (libro que en 2005 ganó el
Nacional Book Award), y otras que han
ido apareciendo en la editorial Pálido Fuego, como La
familia real. Eran novelas de un gran número de páginas. Cuando vi que
la editorial catalana Hurtado y Ortega
publicaban Putas para Gloria (1991), y que era ésta una novela
significativa, dentro de la obra de Vollmann, pero más corta que las anteriores,
me apeteció pedírsela para poder leerla y escribir una reseña sobre ella. De
esta forma, quizás me animase a leer sus libros más largos. Putas para Gloria estuvo publicada en
España por la interesante editorial El
Aleph, pero ahora mismo, cuando H&O la han vuelto a poner en
circulación, estaba descatalogada.
En la primera página, el narrador
del libro nos informa de que «todas las historias de putas aquí contadas son
reales». Al final del libro hay un anexo titulado Perfil de la prostituta callejera
del Tenderloin, en el que el lector podrá acceder a un cuestionario,
donde el autor (suponemos) ha entrevistado a prostitutas reales del Tenderloin,
el barrio de San Francisco que va a ser el escenario principal de Putas para Gloria. Al final también se
sitúa una lista de los precios, por diferentes servicios de prostitución, entre
los años 1985 y 1988.
En la novela no se da una fecha
clara en la que se sitúa la acción, pero los precios que se manejan en ella, en
torno a la prostitución son un poco inferiores a los de la lista suministrada,
en la calle no parece haber demasiado miedo al contagio del SIDA, y además se
dice que la pareja de una prostituta va a salir de la cárcel en 1992, un tiempo
que parece algo lejano en la ficción de este libro, así que he considerado que
la novela debe estar ambientada sobre 1985. La ciudad sí que claramente es San
Francisco, y el lugar principal por el que deambulan los personajes es el
barrio de Tenderloin, lleno de prostitutas, chulos, tirados y traficantes de
droga.
El personaje principal de la novela
es Jimmy, un hombre de edad indefinida, pero más viejo que joven, que fue
soldado en Vietnam en 1968. En el tiempo narrativo de la novela vive en una
pensión del Tenderloin y recibe un cheque del gobierno, que el lector entiende
que es una pensión por haber sido soldado. No llegaremos a saber si es un
herido de guerra o tiene diagnosticada alguna secuela psíquica. Con el dinero
del gobierno, además de pagar la pensión, Jimmy principalmente se dedica a
emborracharse y a mantener relaciones sexuales con prostitutas.
Tanto en el primer capítulo, como en
el último, el narrador le mostrará al lector a Jimmy a través de una mirada
externa, y en el resto de capítulos, su mirada se centrará sobre Jimmy, aunque
también es cierto que, en algunas páginas, el narrador describe algunas
vivencias de las personas que se relacionan con él. «A Jimmy siempre le habían
gustado las putas», leemos en la página 20.
En gran medida, pero de forma
superficial, lo que el lector se va a encontrar en esta novela son páginas y
páginas en las que Jimmy se emborracha y busca prostitutas. En este sentido, Putas para Gloria nos puede recordar a
la propuesta de escritores como Charles
Bukowski y la tendencia del «realismo sucio» norteamericano. Y este no
sería, por tanto, un libro acto para lectores excesivamente sensibles. Ni
siquiera en las escenas de sexo podemos hablar de que Vollmann busque el
erotismo, sino que lo que busca parece ser el feísmo y la depravación. Sin
embargo, la prosa que usa Vollmann para describir este feísmo y esta
depravación acaba siendo poética. «Se llamaba Nicole y parecía más que
jovencita, puede que unos veinticinco, larguirucha, pero no angulosa y dura
como un trozo de cristal roto, solo gastada como una goma de borrar sucia.»
(pág. 24)
También Jimmy se relaciona con Código
Seis, antiguo compañero en la guerra de Vietnam, que después de haber tenido
una casa y una mujer, ahora vive en la calle como un mendigo. Prostitutas blancas
y negras, chulos, travestis, transexuales, traficantes de drogas, mendigos…
este es el mundo de Putas para Gloria.
En algún momento del libro, el
lector se puede sentir abrumado por la descripción de cómo se repiten los días
de Jimmy, entre el alcohol y las prostitutas, pero realmente sí que existe una
evolución narrativa en la novela. Pronto sabremos que Jimmy está buscando a
Gloria, que es una prostituta con la que el lector pensará que se ha
relacionado en el pasado y que, en el tiempo de la novela, ha abandonado el
Tenderloin. Pero en realidad Gloria es una prostituta idealizada, y
posiblemente en el ideal de Jimmy ni siquiera sea una prostituta, sino que
Gloria simboliza el deseo de Jimmy de encontrar una pareja y sentirse
comprendido y amado.
«Está bien dijo todas esas putas de
ahí fuera son para mí pero cada una de ellas tiene algo que darle a Gloria
también si puedo descubrir lo que es y ayudar a Gloria como una salpicadura de
luz en el océano cuando todo se mueve y se balancea y brilla en el sol que Dios
me ayude ahora porque Gloria es el gigantesco mar en el que nadan todas esas
putas marinas; que dios me ayude a dejar de comer para que así pueda gastarme
más dinero de mi subsidio en putas y encontrar lo que necesito encontrar y dios
permita a Gloria acercarse a mí porque de lo que estoy seguro es de que no
quiero morir solo.» (Pág. 32). En párrafos como este que he seleccionado,
podemos ver que el narrador acaba cediendo su voz narrativa a algunos de sus
personajes y estos suelen tener unos pensamientos cercanos al delirio. A veces
Jimmy no paga a las prostitutas por sexo, sino por que le cuentes sus
historias, que en su mente pasarán a formar parte del pasado de Gloria. Jimmy,
en realidad, parece alguien a punto de sufrir un colapso mental, posiblemente
un brote de esquizofrenia.
Sin que resulte nada obvio, he
tenido la sensación de que Vollman acaba transformando la búsqueda de Gloria
por parte de Jimmy en una búsqueda religiosa. En la página 72 leemos: «Siempre
que Jimmy necesitaba el olor de una mujer o el peso suave del abrazo de una
mujer, ¡por qué no!, tenía a las putas que eran ellas mismas por Gloria, que formaba
parte de todas ellas y vivía en todas ellas como una diosa celeste atracándose
del humo del sacrificio.» Gloria, el nombre de la mujer idealiza por Jimmy, no
parece casual. Entre las personas más derruidas de la sociedad, Jimmy,
profundamente desesperado, busca «la gloria» o «el amor de Dios», que
representa para él una especie de redención.
Como se ha podido observar en
algunos de los párrafos que he seleccionado aquí, Vollmann prescinde, en gran
medida, de las comas y los puntos al escribir; sobre todo cuando se está
acercando al flujo de conciencia de sus personajes. Putas para Gloria es una narración dura, que ahonda en terrenos
oscuros, pero cuya búsqueda bíblica, dentro de todo su feísmo poético, consigue
emocionar al lector.
Putas para
Gloria ha sido un buen comienzo con Vollmann, un autor del que David Foster Wallace decía que era una
de las voces más singulares de su generación. Ahora me queda acercarme a sus
extensas novelas.
domingo, 10 de diciembre de 2023
Relatos autobiográficos, por Thomas Bernhard
Relatos autobiográficos, de Thomas Bernhard
Editorial Anagrama. 425 páginas. Primera
edición de 1975-82; ésta es de 2023
Traducción de Miguel Sáenz
Los cincos Relatos autobiográficos
de Thomas Bernhard (Heerlen, Países
Bajo, 1931 – Gmunden, Austria, 1989) que componen este volumen son El
origen (1975), El sótano (1976), El
aliento (1978), El frío (1981) y Un
niño (1982). Yo los había leído todos en la segunda mitad de la década
de los 90. No me acerqué a ellos en el orden cronológico, ni seguidos. Su
lectura se intercaló con otros libros durante un periodo que debió de abarcar
unos dos años. Leí tres de la biblioteca de Móstoles, y dos más los compré
porque no estaban allí. Anagrama los vuelve a editar ahora en un solo tomo, con
un prólogo del prestigio traductor del alemán Miguel Sáenz, después de que su reedición en la colección Otra
vuelta de tuerca llevara años descatalogada.
Hay una idea inicial en el prólogo de
Sáenz que me llama la atención de entrada: nos cuenta que en 1991 Louis Huguet,
de la universidad de Perpiñán, trató de contrastar los hechos relatados en
estos libros con la esquiva vida de Bernhard, para descubrir que todo lo que
contaba el autor en estas páginas no era real, como habían creído hasta
entonces los críticos germanos. De hecho, yo leí estos libros, hace más de
veinte años, pensando que, efectivamente, sí que eran narraciones que
reflejaban al completo la vida de Bernhard. Pero lo cierto es que realidad y
ficción se entremezclan aquí, igual que en el resto de sus novelas.
El
origen nos lleva al Salzburgo de 1943, cuando el narrador tiene unos doce
años y se encuentra interno en un colegio de secundaria. Mientras se desarrolla
la Segunda Guerra Mundial, él se encierra en el cuarto donde se guardan los
zapatos en el colegio para practicar con su violín, a la vez que los
pensamientos suicidas le asaltan y trata de no sucumbir a ellos. El origen no da tregua al lector desde
su primera frase: «La ciudad, poblada por dos clases de personas, los que hacen
negocios y sus víctimas, solo es habitable, para el que aprende o estudia, de
forma dolorosa, una forma que turba a cualquier naturaleza, con el tiempo la disturba y perturba y, muy a menudo, solo de forma alevosa y mortal.» Y digo
que el narrador no le da tregua al lector en dos sentidos: en uno semántico,
con sus frases largas, alambicadas, llenas de comas, con sentencias que se
persiguen a sí mismas, con matizaciones exasperadas. Además, estas
construcciones semánticas tomarán grupos de palabras como motivo compositivo y se
irán repitiendo como el estribillo de una pieza musical. En este sentido me
llama la atención la construcción «la así llamada», que funciona de un modo
irónico, al rebajar el valor del sustantivo que Bernhard coloca a continuación.
Y también el narrador no dará tregua al
lector porque su propuesta es radical desde el primer momento: los libros de
Bernhard siempre son críticos con su época, sus conciudadanos y sus ideas
políticas (nazis, sin ir más lejos) o religiosas (católicas, que llega a
equiparar a las ideas nazis), y el narrador siempre estará hablando del
suicidio, al que no se atreve a entregarse por cobardía.
El narrador irá, periódicamente,
recordándole al lector que está escribiendo unas memorias, rememorando
acontecimientos que sucedieron hace unos treinta años.
«La época de aprender y estudiar es,
principalmente, una época de pensar en el suicidio, y quien lo niega, lo ha
olvidado todo.» (pág. 23), estas narraciones están repletas de sentencias como
ésta. O esta otra de la página 60: «No hay padres en absoluto, solo hay
criminales como procreadores de nuevos seres, que actúan contra esos seres
procreados por ellos, con toda su insensatez y embrutecimiento, y en esa
criminalidad son apoyados por los gobiernos.»
«Quien está a favor del deporte tiene a
las masas de su lado, quien está a favor de la cultura, las tiene en contra,
decía mi abuelo, y por eso todos los gobiernos están siempre a favor del
deporte y en contra de la cultura.» (pág. 52)
En realidad, los sucesos narrados en una
novela como El sótano son escasos:
tocar el violín en el cuarto de los zapatos del internado, huir hasta los
túneles de Salzburgo cuando hay alarma de bombardeo y contar cómo los símbolos
del catolicismo sustituyeron a los del nazismo en el internado, una vez que se
acabó la guerra. Sobre este tema, cuenta Sáenz en su prólogo que Franz
Wesenauer, al que se refiere Bernhard como «el Tío Franz» en el libro, le puso
al autor una querella por difamación y la ganó. Esto hizo que se tuvieran que
retirar algunas de las páginas del libro, y así nos ha llegado a nosotros.
En El
sótano el narrador nos contará cómo decide dejar el instituto, a los
dieciséis años, y buscar trabajo en la «dirección contraria», un trabajo que
sea lo contrario de lo que se supone que debe desear. De este modo, acabará
trabajando de dependiente y chico de los recados en una tienda –ubicada, como
nos indica el título, en un sótano– en uno de los barrios marginales de
Salzburgo. En esta novela podemos encontrar algunos motivos sociales, porque
Bernhard pondera positivamente a la población, casi siempre marginal, de este
poblado frente a la del resto de la ciudad; una población con la que se volverá
a encontrar con los años en la sección de sucesos, crímenes y juicios de las
páginas de los periódicos. En el sótano el adolescente Bernhard hará buenas
migas con las compradoras de la tienda y su jefe, en unos años (finales de los
40) en los que solo se hablará de la guerra recién acabada.
En El
aliento se narrará el internamiento del joven protagonista de dieciocho
años en un hospital como consecuencia del enfriamiento (pleuresía húmeda, en realidad) que sufrió una mañana en la tienda
del sótano por descargar un camión de patatas con poco abrigo. En mi primera
lectura, hace ya unos veinticinco años, El
aliento fue el libro que más me gustó del conjunto y creo que ahora ha
vuelto a ocurrir lo mismo. A pesar de que está narrado desde un moridero, desde
una planta terrorífica del hospital, en la que médicos y enfermeras depositan a
los pacientes solo esperando su muerte, El
aliento es un terrorífico canto a la vida, al deseo de vida de un joven,
que además de dedicarse a ser aprendiz de tendero había empezado a tomar clases
de canto, auspiciado por su abuelo, para convertirse en un cantante de ópera.
Un sueño que se verá truncado por los problemas pulmonares que ya va a
arrastrar de por vida.
En El
frío los problemas de salud del joven Bernhard empeorarán al contraer la
tuberculosis en un centro de curación de su pleuresía húmeda. Aquí ya nos
contará Bernhard que a los dieciocho años ha comenzado a escribir. «Mi abuelo,
el escritor, había muerto, ahora tenía que escribir yo, ahora tenía yo la posibilidad de escribir» (pág.
280). La persona que Bernhard más admira, su referente vital, es su abuelo
materno, que ha sido anarquista en su juventud y de adulto trata de ser
novelista con escaso éxito. Bernhard no llega a conocer a su verdadero padre,
alguien que sedujo a su madre y luego abandonó a ésta y a su hijo. La figura
paterna la ocupará alguien distante, pero correcto, al que denomina «mi tutor»,
que tendrá dos hijos con su madre, a los que Bernhard sacará una buena cantidad
de años. El frío acaba con un
Bernhard de diecinueve años enfermo y con bastante desaliento vital por
delante.
Si bien los cuatro libros anteriores
seguían un orden cronológico en los sucesos contados, Un niño empieza cuando Bernhard tiene ocho años. Es decir, el
narrador se va a centrar ahora en los años que preceden a El origen, y nos narrará, principalmente, la relación con su abuelo
materno y sus diversas mudanzas.
Hay personas que prefieren empezar estos
Relatos autobiográficos por Un niño, pero creo que es más
recomendable leerlos en el orden cronológico de escritura y no de
acontecimientos narrados, porque así se puede apreciar mejor la evolución de la
escritura de Bernhard: las repeticiones y frases alargadas y repletas de comas
y subordinadas de El origen se van
apaciguando hasta unos párrafos más limpios en Un niño.
Como me ocurre al leer a Michel Houellebecq –quizás el sucesor más
claro de Bernhard–, al contrario de lo que puede parece a primera vista, aunque
Bernhard hable de suicidios, enfermedades, hospitales, pobreza… su escritura
tiene tanta fuerza, que su rabia y sus desahogos son muy vitales, y al final su
crítica feroz y despiadada, su disparar contra todo (médicos, instituciones,
profesiones respetables, etc.) tiene un punto humorístico.
Opina Miguel Sáenz que Thomas Bernhard
es el mejor escritor en alemán de la segunda mitad del siglo XX (el de la
primera mitad sería Franz Kafka), y
creo que poco más se puede decir. Estos Relatos
autobiográficos los recordaba como una de las grandes lecturas de mi vida,
y mi reencuentro con ellos no me ha decepcionado en absoluto. Todo un acierto
de Anagrama esta reedición de estos libros que ya no se encontraban en el
mercado.
domingo, 26 de noviembre de 2023
Cuentistas latinoamericanos actuales
En mi canal de YouTube, Bienvenido, Bob, publiqué un vídeo donde hablo de los cuentistas actuales latinoamericanos que he leído. Es este:
domingo, 19 de noviembre de 2023
Incierta gloria, por Joan Sales
Incierta gloria, de Joan Sales
Editorial Planeta. 696 páginas. 1ª
edición de 1956
Traductor Carlos Pujol
En el canal de YouTube Totralibros,
que lleva Jan Arimany, estuve viendo
un vídeo titulado Top 20 de la literatura catalana, y me llamó mucho la atención
que hablase de una novela sobre la guerra civil que no me sonaba de nada, Incierta
gloria de Joan Sales
(Barcelona, 1912 – 1983). La busqué en internet y la encontré en mi librería de
segunda mano favorita de Madrid, Ábaco, por 9 euros, en una edición
de tapa dura de Planeta, que además
de la novela Incierta gloria (1956) también contiene El viento de la noche
(1983), que es otra novela que actúa como segunda parte, o apéndice, de la
primera.
Joan Sales fue soldado republicado,
durante la guerra civil, y a su fin se exilió a República Dominicana y a
México. Regresó a Barcelona en 1948, y fundó la editorial Club Editor, para publicar obras en catalán, que sigue
existiendo. Fue el primer editor de libros tan significativos como La
plaza del Diamante de Mercè
Rodoreda o Bearn o La sala de las muñecas de Llorenc Villalonga. Con su novela Incierta gloria ganó el premio Joanot Martorell en 1955. El libro
apareció en 1956 recortado por la censura. Sales lo fue corrigiendo y ampliando
hasta llegar a su versión definitiva en los años 70. De hecho, al principio El viento de la noche formaba parte de Incierta gloria, pero esos capítulos
fueron creciendo y tomó la decisión de que lo mejor era que se publicase como
otra novela, aunque siguiera hablando de los personajes de Incierta gloria, unos veinte años después de haberse acabado la
guerra.
La novela está dividida en tres
partes. En la primera nos acercamos a la voz narrativa de Luis, un teniendo
barcelonés de la república, destinado en un pueblo del bajo Aragón, que le
escribe cartas a su hermano mayor Ramón, que es un religioso que se ocupa de
personas discapacitadas. Las primeras cartas están fechadas en junio de 1937,
cuando la guerra ya lleva un año de desarrollo. El lector va a leer estas
cartas, que funcionan como si fueran las páginas de un diario, puesto que Luis
no recibe respuesta y, por tanto, no hay interferencia en el flujo de
información que recibe el lector. Uno de los temas sobre los que escribe Luis
es sobre su amigo Julio Solerás, que se encuentra en el frente con él y que fue
su compañero en la facultad de Derecho. Solerás es brigada de intendencia en la
guerra, y es un personaje extraño, lleno de contradicciones y que continuamente
parece querer epatar a su interlocutor, resultando, más de una vez,
impertinente; aunque, a través de las palabras de Luis, el lector sabrá que es
un joven que proyecta mucho magnetismo. Los dos, que tienen unos veinticinco
años, se relacionan con Cruells, que tiene veinte, y que, antes de la guerra,
era seminarista. Estos van a ser los tres personajes masculinos principales de
la novela y comparten en su biografía una importante coincidencia: los tres son
huérfanos de padre y madre, y se han criado con sus tías, en el caso de Solerás
y Cruells, y con sus tíos en el caso de Luis. Luis ha tenido un hijo con Trini,
aunque no están casados, algo raro para la época. Trini procede de una familia
de anarquistas de Barcelona y, aunque Luis viene de una familia de militares y
su tío dirige una fábrica de pastas, él ha preferido politizarse y renegar de
sus orígenes burgueses. Además, Luis es un mujeriego y tratará de conquistar a
una mujer llamada Olivela, que vive con sus hijos en un castillo de la
localidad. Olivela era una sirvienta de la que se encaprichó el señorito en
cuya casa trabajaba, y con el que llegó a tener hijos. Al comienzo de la
guerra, los anarquistas mataron al marido, pero no a ella, precisamente por no
estar casada. Sin embargo, este hecho martiriza a la mujer, que no quiere que
sus hijos sean ilegítimos.
Durante más
de cien páginas, aunque el escenario narrativo se encuentra en el frente, la
acción de la guerra parecía alejada, y no se hablaba de ninguna batalla. Cuando
ésta tiene lugar, Luis le contará a su hermano en sus cartas que casi no
recuerda nada de las batallas, tan solo a reclutas llorando. Sin embargo, en
relación a una batalla he leído una de las escenas que más me han impactado del
libro: los republicanos atacan una trinchera nacional y, al verse superados,
estos últimos se rinden. Un alférez nacional sale de la trinchera, con los
brazos en alto, queriendo unirse en un abrazo fraternal con el enemigo que le
ha vencido. El narrador (Luis), curtido en la guerra, lo ve con unos
prismáticos, y piensa «Es el viejo truco que también nosotros hemos usado otras
veces en idénticas circunstancias. Los míos tiran los fusiles para subir con
los brazos libres, arrebatados de entusiasmo, recuerdo de pronto que son
reclutas, que ignoran esos trucos tan sobados. (…) que sea tan profundo en
nosotros ese deseo de ser hermanos y que lo utilicemos para matarnos más a
mansalva…»
No había
leído nunca nada así en un libro bélico e inmediatamente me ha parecido que
tenía que ser real, que el propio Sales lo había vivido, porque como ficción
resulta inverosímil. No me puedo imaginar una escena así en, por ejemplo, Salvar al soldado Ryan. Es una escena
que alguien que escriba ahora una ficción sobre la guerra civil no habría
podido inventar porque no resultaría creíble.
No niego que
puedan existir grandes novelas históricas; de hecho, lo es una de mis
favoritas, Guerra y paz de Lev
Tolstoi. Pero hay escenas literarias y testimoniales que se introducen en
los libros porque el escritor las ha vivido y le obsesionan; en caso contrario,
no podría confiar en ellas, ya que resultarían no creíbles. Y por estos
motivos, cuando me apetece leer ficción sobre acontecimientos históricos,
prefiero la creado por autores que fueron testigos de los hechos, como es el
caso de Incierta gloria de Joan
Sales.
Es también
una gran imagen la del convento del pueblo en el que los anarquistas han sacado
a los muertos del cementerio y alguien –no está claro si han sido ellos
también– han recreado en el altar una boda de momias. En gran medida esta
primera parte, y el libro en general, es una crítica a los desmanes de los
radicales de izquierdas, asociados al anarquismo, y sus asesinatos en la ciudad
de Barcelona, una realidad que no les llegaba con mucho detalle a los soldados
del frente. Sobre el ejército nacional se habla de un modo mucho más difuso y
borroso. En toda la novela de Incierta
Gloria no se nombra a Francisco Franco, y en El viento de la noche tan solo una vez.
En la segunda parte la narradora es
Trini, la pareja de Luis, y también leeremos sus cartas. Es interesante el
juego: las cartas de Trini que vamos a leer están dirigidas a Solerás, que le
entregó el mazo a Luis, al final de la primera parte. Así que a estas cartas de
Trini a Solerás, el lector se acerca sabiendo que las está leyendo Luis. Trini
se siente un tanto abandonada por su pareja y está empezando a encontrar
consuelo en Solerás, de quien es amigo desde la adolescencia, desde antes de
conocer a Luis. La correspondencia desde el frente por parte de Solerás es
mucho mayor que de parte de Luis. Las cartas de Trini nos llevan a la Barcelona
de diciembre de 1936, y a través de ella conoceremos lo que ocurre en la ciudad
durante este periodo convulso de la guerra. Hay algunos detalles que me han
llamado la atención, como este apunte de la página 198: «Nunca había habido
colas tan largas delante de las taquillas de los cines como desde que empezó la
guerra.»
Trini tiene veintiún años y, aunque
viene de una familia de anarquistas descreídos, justo en estos momentos de
asesinatos de personas religiosas en la ciudad es cuando empieza a sentir fe y
la necesitad de acudir a misas clandestinas y hacerse católica. Trini vive en
un chalet de Pedralbes, que pertenecía a la fallecida madre de Luis.
Me ha gustado también la escena en
la que Trini tiene que ir hasta los pueblos del interior de Cataluña para
conseguir alimentos clandestinos y al volver en tren a la ciudad los tiene que
tirar por la ventanilla porque en la estación se los pueden requisar, y saltar
ella detrás. Pero los conductores de los trenes ya saben que sus pasajeros
hacen esto y aminoran la marcha al ir a entrar a la estación central. Me ha
sonado a detalle real de los tiempos de la guerra.
En esta parte, sobre a través de las
opiniones del tío de Luis, que ha tenido que refugiarse en casa de Trini, se
sigue criticando a los anarquistas y sus asesinatos de inocentes y destrucción
de la industria catalana.
El narrador de la tercera parte es
Cruells, que ya aparecía como personaje en la primera parte. En este caso Sales
abandona el recurso de las cartas y se insinúa que Cruells está recordando (o
tal vez escribiendo) sobre sus recuerdos de la guerra desde algún punto del
futuro (aparece el año 1945), cuando ya ha vuelto al seminario y se ha
convertido en sacerdote. Cruells recuerda, en gran medida, a Solerás, que se
convierte en el cuarto personaje principal de la novela. Aunque Sales no le
cede a él la palabra directamente, está muy presente en las narraciones de los
otros tres personajes. «Era un chico extraño, abrupto, repelente y atrayente a
la vez.», dice Cruells de Solerás en la página 327.
Como curiosidad, decir que en la
página 330 parece encontrarse un dardo envenenado que le lanza Sales a
posiblemente Ernest Hemingway y su novela Por
quién doblan las campanas: «Los extranjeros de todo ese inmenso fregado van
a sacar unas historias sensacionales de toreros y gitanas.» (pág. 330)
En la página 364 nos encontramos con
una reflexión interesante: «En el frente no hay día en el que uno u otro no
cambie de trinchera; pero es una corriente de doble dirección, eso es lo que no
quieres comprender. Y de cada lado desertan por el mismo motivo: todos
asqueados por los horrores de las retaguardias».
Cruells, del que ya dije que al
incorporarse al frente era seminarista y que, tras acabar la guerra, será
sacerdote es un personaje curioso, contradictorio; y muchas de sus reflexiones
irán por este camino. De hecho, el propio autor era republicano, antifranquista
y católico y plasmó sus inquietudes en Incierta
gloria, una expresión que se repite en el libro, y que procede de un verso
de William Shakespeare.
Más o menos, en la página 500 acaba Incierta gloria, y las 200 últimas
páginas de este volumen corresponden a otra novela titulada El
viento de la noche. Ya he comentado que, tras su primera aparición en
1956, Sales fue ampliando la novela. He leído que, al principio, la que iba a
ser la novela El viento de la noche,
donde el narrador vuelve a ser Cruells, empezó siendo unos capítulos sueltos de
la tercera parte de Incierta gloria.
Pero en las siguientes revisiones esos capítulos crecían hasta que Sales
decidió que serían una nueva novela, que funcionaria como una suerte de segunda
parte o apéndice de la primera, y que se publicaría como un libro
independiente. De hecho, creo que ya no se comercializa esta edición que tengo
yo donde las dos novelas se publican juntas, sino que los libros se han de
comprar por separado. Seguramente leer El
viento de la noche sin haber leído antes Incierta gloria no tenga mucho sentido. Y es cierto también que el
magisterio de una gran novela como es Incierta
gloria se pierde en El viento de la
noche, una novela inferior a la primera y en que parece que Sales ya no
tenía, en realidad, nada más importante que contar sobre sus personajes, pero,
aun así, lo ha querido contar de todos modos. El tono de El viento de la noche es más alucinatorio, menos objetivo que el de
Incierta gloria, y en esta novela
Sales, a través de la voz narrativa de un Cruells cada vez más viejo, va
recreando, en repeticiones y nuevos círculos concéntricos, los recuerdos de la
guerra y la posguerra y nos contará qué hizo la vida con los personajes de la novela
anterior.
No he hablado nada del estilo
literario de Incierta gloria: me ha
parecido que sin llamar especialmente la atención –el autor no usa potentes
juegos metafóricos o el brillo de asociaciones de ideas brillantes– Sales
construye su novela y su estilo con mucha sobriedad y acaba creando una novela
muy sólida, que he disfrutado mucho.
Hasta ahora pensaba que Días
de llamas de Juan Iturralde
era la novela de la guerra civil que más me había gustado y, aunque es cierto
que en ella se refleja mejor el miedo de la retaguardia, ahora considero que en
mi imaginario Incierta gloria de Joan
Sales ha ganado muchos enteros como la posible mejor novela sobre la guerra
civil. En 2014 se tradujo al inglés y tuvo muy buena acogida crítica en Gran
Bretaña. Hace poco se ha traducido también al chino. Incierta gloria es una grandísima novela de la literatura española
del siglo XX y el hecho de haber sido escrita originalmente en catalán
(traducida al castellano de forma estupenda por Carlos Pujol, por cierto) ha hecho que no sea tan conocida en el
resto de España, que no es Cataluña, tanto como se merece.
domingo, 12 de noviembre de 2023
Tía buena (una investigación filosófica), por Alberto Olmos
Tía buena (una investigación filosófica), de Alberto Olmos
Editorial Círculo de Tiza. 290 páginas. Primera edición de 2023
He leído bastantes de los libros que ha escrito Alberto Olmos (Segovia, 1975), desde que empecé en 1999 con su ópera prima, A bordo del naufragio. Sin embargo, no había leído nada aún de su obra, fuera de la ficción, salvo sus artículos de periódico. Aunque tengo aún en casa sin leer Vidas baratas: elogio de lo cutre y Cuando el Vips era la mejor librería de la ciudad, me apeteció ponerme con su último ensayo, Tía buena (una investigación filosófica) y se lo solicité a su editora de Círculo de Tiza.
Cuando uno conoce a Alberto Olmos, como es mi caso, y se acerca a un libro con el título Tía buena, y cuya primera parte se titula ¿En serio vas a escribir este libro?, lo primero que piensa es que Olmos ha escrito un libro de humor. Y lo cierto es que, en parte, así es, pero no en su conjunto, como trataré de explicar a continuación.
«Durante el verano posterior a mi divorcio, empecé a darle vueltas a una expresión popular que siempre había desatendido: “tía buena”», ésta es la primera frase del libro y, desde luego, no es una primera frase casual. Con ella, el autor le muestra al lector sus cartas, el momento vital por el que atraviesa. «Quizás volver a la soltería y a mirar con más intención o interés a las mujeres de mi alrededor (lo cual incluye hoy en día las redes sociales, por supuesto), provocó en mí una estupefacción nueva, un cuestionamiento.», continúa.
Olmos pretende escribir un ensayo sobre la idea de ser una «tía buena», desde el punto de vista de las mujeres, ¿qué siente, o experimenta, una mujer al saberse mirada como tía buena? En una primera aproximación al tema, Olmos quedará con diversas amigas, que pueden alcanzar el estatus de «tía buena», en mayor o menor medida, y las interrogará sobre el tema. A la mayoría de las mujeres cercanas que aparecen en el libro ha tenido la prudencia de cambiarles el nombre (en otros casos no, como en el de las escritoras Luna Miguel o Jimina Sabadú, que aparecen con su nombre, aunque lo que cuenta de ellas pertenece a su faceta pública). Según estas primeras aproximaciones al objeto de la investigación, Olmos opinará que el rol de ser tía buena se elige, que la mujer que va a ejercer en su círculo de amigos, laboral, etc. como tía buena ejerce una voluntad –mediante las actitudes o la elección de la ropa– de serlo. De este modo, nos hablará de amigas que cambiaron su estilo de vestir o que se operaron los pechos y empezaron a llamar la atención de los hombres, atrayendo sus miradas, mucho más que antes. «La infelicidad se combate con exhibicionismo», acabará sentenciando sobre las palabras de una amiga.
Uno de los amigos varones de Olmos opinará que el proyecto de éste es una forma ingeniosa de ligar, de empezar un coqueteo con el piropo soterrado de decirle a una mujer que es una «tía buena» o qué significa eso para ella.
Me he reído con esta reflexión: «El mundo de los libros, según vi durante años, se origina mayormente en la casa de un pobre desgraciado que escribe y termina en una fiesta donde ese desgraciado que escribe se ve rodeado de millonarios y tías buenas.» (pág. 41)
La primera parte, que ocupa unas 50 páginas, es un relato metaficcional; en el que Olmos le cuenta al lector por qué quiere escribir su libro y cómo piensa hacerlo. Es la parte más divertida y ligera del libro. También acaba siendo un relato de duelo sobre su divorcio, ya que empieza con él y finaliza cuando el autor nos anuncia que tiene una nueva pareja.
Antes de entrar de lleno en el asunto, Olmos coloca en el libro un Interludio filológico, en el que trata de localizar el momento exacto en el que surge el término «tía buena» en el habla coloquial de España. Con la ayuda de un catedrático de universidad, Olmos nos mostrará que la expresión «tía buena» ya se usaba en España a mediados del siglo XIX.
La segunda parte se titula Una investigación filosófica, y aquí ya se encuentra el cuerpo principal del libro. Si, como ya he apuntado, la primera parte es la más ligera y divertida, y acaba funcionando como una introducción, el tema del libro se va a desarrollar en realidad en ésta mucho más larga segunda parte. En ella, Olmos hablará de sí mismo en muchas menos ocasiones, y analizará las lecturas que ha hecho para tratar de dar respuesta a sus preguntas iniciales. En el siglo XIX empezará la obsesión popular por la belleza, a la vez que se normaliza el uso de las fotografías. Tendencia que explotará en el sigo XX con el cine, ya que cualquier mujer podrá compararse con las actrices de la pantalla, que establecerá unos patrones de belleza deseados por ellas, y anhelados por ellos.
En realidad, el ensayo de Olmos acaba siendo un estudio de la mirada de los hombres sobre la belleza de las mujeres. Algunas de las páginas más interesantes del libro son aquellas en la que se analiza el posible conflicto entre los estándares de belleza femeninos y los presupuestos del feminismo. «Y es que hay, por paradójico que suene, “un feminismo de las chicas guapas”. Consiste en resignificar los patrones estéticos tradicionales de la mujer físicamente atractiva y considerarlos propios, no impuestos, sin variarlos un ápice. (…) Las cantantes populares siempre han aportado a su trabajo musical una considerable dosis de “sex appeal”, lo cual era machista; ahora las cantantes aportan a su trabajo musical la misma dosis de “sex appeal”, y esto es feminista.» (pág. 102)
Uno de los capítulos trata de demostrar que son los hombres los que miran a las mujeres y que éstas son miradas. De ahí se pasará a analizar el fenómeno de la exhibición en Instagram, por ejemplo, y el uso que hacen las mujeres de su «capital erótico». Se hablará también de esas parejas que se acoplan al prototipo de mujer atractiva y hombre de éxito económico, prototipos arcaicos que se encargan de perpetuar las modernas redes sociales, a juicio de Olmos.
Todo el análisis de Olmos me parece interesante –ya he dicho que su libro se centra en analizar la mirada de los hombres sobre las mujeres–, pero creo que se ha dejado fuera de análisis algunos fenómenos de la actualidad: cada vez más hombres no se visten para tener éxito económico (como se apunta en el libro), sino para lucir su físico, y muchas de las cuentas de Instagram en las que alguien exhibe su juventud o su cuerpo son de hombres. Para Olmos no parece existir el concepto de «capital erótico» masculino –algo de lo que llega a hablar, pero muy de pasada y como fenómeno marginal– y, posiblemente, sobre esta idea se podrían escribir páginas interesantes sobre el cambio de roles y la modernidad.
Se nota que Olmos se ha documentado con profundidad y las citas que hace de libros clásicos que tratan sobre la belleza, lo sexi y la mirada son muy interesantes y él consigue, acercando estos modelos a la moderna realidad de, por ejemplo, Instagram, sacar un interesante partido a esas ideas.
Es cierto, también, que, lo que empezó en la primera parte con ligereza y humor, acaba cargándose con tintes más amargos, sobre todo cuando habla de conceptos como los de «el negocio de la frustración», al analizar el mundo de la ropa y la moda. También se cita al filósofo de origen coreano, pero que escribe en alemán, Byung-Chul Han (autor de, por ejemplo, La sociedad del cansancio) y se acaba especulando con la idea de que las relaciones entre hombre y mujeres, en la mayoría de los casos, acaban siendo
transacciones comerciales, entre el estatus del hombre y la belleza de la mujer; una idea que, como he apuntando antes, me acaba pareciendo que (con los nuevos roles de hombres y mujeres) se ha podido quedar algo anticuada.
En cualquier caso, el ensayo de Olmos me ha parecido muy interesante, lleno de reflexiones punzantes, que siempre invitan a ser pensadas dos veces, y que he leído siempre con curiosidad. Me ha gustado este Alberto Olmos ensayista, que después de sus últimos años peleándose con los artículos periódicos, cada vez tiene la prosa más afilada para analizar la realidad en la que vive. Tía buena es un libro refrescante, atrevido y, a la vez, hondo y melancólico.
domingo, 5 de noviembre de 2023
La joven vampira, por J. H. Rosny Aîné
La joven vampira, de J. H. Rosny Aîné
Editorial Aristas Martínez. 106 páginas. Primera edición de 1911, ésta es de 2023
Traducción de Robert Juan-Cantavella
Sin habérselo solicitado a la editorial, me llegó a casa un paquete que contenía la novela corta La joven vampira (1911) del escritor francés –de origen belga– J. H. Rosny Aîné (Bruselas, 1856 – París, 1940). Normalmente no me gusta que las editoriales, que tienen mi dirección, me envíen libros que yo no solicito, porque –aunque no debería– me crea una especie de obligación por ellos, que en muchos casos no quiero hacer mía. Sin embargo, esta vez, el envío me vino bien: quería hacer una vídeo reseña con un libro de terror para mi canal de YouTube Bienvenido, Bob, y tenía pensado leer El gran dios Pan y otros relatos de terror sobrenatural de Arthur Machen, editado por Valdemar, pero se me estaba echando el tiempo encima y el libro de Rosny era bastante más corto que el de Machen, y esto hizo que me decidiera por él para el «especial Halloween» del canal.
J. H. Rosny Aîné, de nombre real Joseph Henri Honoré Boex –leo en la nota introductoria del traductor y escritor Robert Juan-Cantavella–, desarrolló gran parte de su carrera literaria con su hermano Séraphin Justin François Boex, y que los dos firmaban con el pseudónimo J. H. Rosny. Cuando los hermanos empezaron a trabajar por separado, Joseph Henri empezó a firmar como J. H. Rosny Aîné, que significa «el mayor». Pensaba que no conocía nada de este autor, hasta que me he dado cuenta de que es suya la novela La guerra del fuego (1909), en la que se basa la película que en España se llamó En busca del fuego (1981) del director Jean-Jacques Annaud, que, casualmente, estaba viendo en la plataforma Filmin durante los mismos días que leía La joven vampira.
«–Hay algo de verdad en todas las creencias ancestrales de los hombres –dijo Jacques Le Marquand», con esta frase, pronunciada por el narrador de la historia, comienza la novela.
Jacques Le Marquand y su amigo Charmel hablan en Francia sobre el contenido de verdad de las leyendas populares, como la del vampiro, y Le Marquand afirma que, entre 1902 y 1905, conoció a una mujer vampira en Londres. A partir de aquí Le Marquand pasará a ser el narrador, para su amigo, de la historia de la que fue testigo en Londres. La figura de los dos amigos iniciales se diluirá pronto en el texto, y Le Marquand se convertirá en un narrador que cuenta hechos y pensamientos de otros que no ha podido conocer de primera mano, y que no explicará cómo han llegado hasta él. Es decir, Rosny se permite la licencia literaria de convertir a su narrador interpuesto en un narrador omnisciente.
La muerte de la joven Evelyn Grovedale es confirmada por dos médicos; sin embargo, a la mañana del cuarto día del velorio sus familiares la encontrarán resucitada. «Presentaba ciertas particularidades interesantes para los científicos, aunque preocupantes para sus allegados. Su memoria se hallaba en el mayor desorden, no hablaba más que en largos intervalos y de forma incoherente.» (pág. 17). Con el tiempo Evelyn llegará a ser «casi normal», pero se comportará con los suyos de un modo extraño: de hecho, sus hermanos pequeños y su madre empezarán a perder vitalidad y a volverse pálidos. Evelyn se acabará casando con el joven James Bluewinkle y se irá a vivir con él. Sus hermanos y su madre empezarán a recobrar la salud, a la vez que será James quien empiece a perderla.
En otras novelas en las que se trata el mito del vampiro, éste suele presentarse como un espectro amoral, un ser que puede, por ejemplo, atravesar las paredes, como ocurría en Drácula (1897) de Bram Stoker, o tiene poderes telepáticos; y, de este modo, Drácula puede manipular la mente de un loco en la novela. La vampira de Rosny, sin embargo, es
más corpórea y humana que el vampiro de Stoker. Ni siquiera aparece en el libro de Rosny la idea de que a los vampiros no debe alcanzarles la luz del sol. En este sentido, Evelyn se nos muestra como una joven, que siente cierta confusión con su identidad anterior, y que no puede alimentarse con propiedad gracias a los alimentos tradicionales, sino que debe consumir sangre, se entiende que humana, pero tampoco va a probar la de ningún animal.
La vampira de Rosny no consigue extraer la sangre del cuerpo de las personas clavándoles los colmillos, sino que le bastará con posar sus labios sobre la piel de una persona para conseguir absorber su sangre. La piel de la víctima no queda rota ni dañada, y con este detalle la novela se convierte en una historia fantástica, aunque el narrador trata de contar cómo es la realidad física de la que se va a nutrir en sus leyendas el mito del vampiro.
Como ocurría en la película Solo los amantes sobreviven (2013) de Jim Jarmusch, donde los vampiros compraban plasma sanguíneo para no tener que atacar a ninguna persona, Evelyn, la joven vampira, siente escrúpulos morales ante el daño que causa a terceros al tener que sustraerles su sangre. En este sentido, se aleja del mito del Drácula de Stoker.
La joven vampira es más una novela fantástica que de terror, porque lo cierto es que Rosny no dibuja en ella escenas perturbadoras, sino más bien curiosas o ligeramente inquietantes.
Carmilla (1872) de Sheridan Le Fanu, de la que Stoker tomó elementos para su Drácula, tenía un componente erótico que también acaba teniendo La joven vampira, puesto que Evelyn, o el ser que ha ocupado el cuerpo de Evelyn, en un momento dado, va a dejar de ser ese ente para volver a ser la Evelyn que era y, esto, lejos de inquietar a James hace que se refuerce su interés erótico por esa nueva persona que va a ocupar ahora el cuerpo de la que había sido su mujer hasta ahora.
Sí que me ha resultado inquietante o misterioso ese mundo cósmico del que la vampira parece proceder y del que guarda vagos y tenebrosos recuerdos.
El estilo de la novela es sencillo, sin grandes alardes metafóricos; una prosa eficiente, que se lee con simpatía, asumiendo su esencia pulp. La joven vampira es una novela corta con encanto y que gustará a todas aquellas personas que, como yo, estén interesadas en las variantes del mito del vampiro.
domingo, 22 de octubre de 2023
Pasaje a la India, por E. M. Forster
Pasaje a la India, de E. M. Forter
Editorial
Navona. 467 páginas. Primera edición de 1924, ésta es de 2022
Traducción
de José Luis López Muñoz
Hace unos
meses le solicité a la editorial
Navona el envío de Maurice (escrito entre 1913-14 y publicado en 1971) y Pasaje
a la India (1924) de E. M.
Forster (Londres, 1879 – Coventry, 1970). para poder leerlos y reseñarlos.
Ya he comentado que, hace unos veinticinco años, leí Una habitación con vistas
(1908) y no me entusiasmó, pero quería darle una nueva oportunidad a este autor
británico, al que mi mujer estaba leyendo y sí le gustaba.
Leí Maurice y me impresionó, me pareció una novela muy sensible y
adelantada a su tiempo y, unos meses después, he leído Pasaje a la India.
Un año antes había visto en Filmin
la película que estrenó David Lean
en 1984, adaptando esta novela y, por tanto, conocía a grandes rasgos la
historia que iba a leer. Sabía cuál iba a ser el conflicto, aunque ya había
olvidado los detalles y esto, a mí, que me importan poco los llamados
«spoilers», me da bastante igual, puesto que considero que la gran literatura
funciona como un juego creado con sutilezas del lenguaje y no con los giros de
una trama, como funcionan los llamados «bestsellers».
Aunque Pasaje a la India se publicó en 1924, lo cierto es que su primer
capítulo traslada al lector a una narración del siglo XIX, ya que en él no
aparecen los personajes de la historia, sino se describe la inventada ciudad
india de Chandrapore. También –en la primera y la última línea del capítulo– se
habla de las cuevas de Marabar, lugar en el que se va a desarrollar el nudo
dramático de la historia. Habrá algún otro capítulo corto en el libro, que
actuará como capítulo de transición, en el que solo se describa algún lugar, o
el mismo paso de las estaciones climáticas en Chandrapore.
En el capítulo 2 asistiremos a una
reunión de personajes indios, y aparecerá el que será uno de los temas
principales del libro: «discutían si era posible ser amigo de un inglés». A
alguno de los indios, que ha tenido la oportunidad de estudiar en Europa, les
parecerá que eso era algo más fácil de conseguir en Inglaterra que en la India.
Los ingleses, cuando llegan a la India, para ocupar algún cargo en la
administración, quizás empiezan siendo amistosos con los nativos, pero al final
acaban siempre desconfiando de ellos y marcando distancias. Según alguno de los
indios, esto ocurre a los dos años de estar en el país, en el caso de los
hombres, y en el de las mujeres, el cambio se produce en tan solo seis meses.
«Aziz no lo sabía, pero dijo que sí.
También él generalizaba a partir de sus desilusiones; a los miembros de una
raza sometida les resultaba difícil hacerlo de otra manera. Reconocidas las
excepciones, estuvo de acuerdo en que todas las mujeres inglesas eran altivas y
banales.», leemos en la página 19. Aziz va a ser uno de los protagonistas del
libro. Es un joven médico indio, de religión musulmana, viudo y con tres hijos,
que no viven en Chandrapore, sino con unos familiares. Me ha llamado la
atención la de veces que, al principio del libro, se señala que Aziz se siente
agraviado por el comportamiento de los ingleses hacia él o hacia los indios en
general. Me estaba pareciendo un detalle poco sutil por parte de Forster. Sin
embargo, he acabado cambiando de opinión: mientras que en la película de David
Lean, Aziz parece siempre un indio bondadoso sin fisuras, en la novela, el
personaje es más complejo. Aziz es un hombre orgulloso (y que vive a la
defensiva) que, en más de un caso, el lector comprende que cree recibir ofensas
que no son tales. Además, Aziz va a ser capaz de mostrarse cruel con alguno de
sus compañeros de trabajo indios.
A la India llegan dos mujeres
inglesas: la señora Moore, de avanzada edad, madre de Ronny Heaslop, el
magistrado municipal de Chandrapore; y la joven Adela Quested, que viaja a la
India para conocer mejor a Ronny, con el que aún no ha decidido si se va a
casar. «Quiero ver la India auténtica» es una frase que la señorita Quested le
repetirá a la señora Moore más de una vez. Adela parece ser una de esas mujeres
de las que hablaban los indios del capítulo 2: aún es pronto para ella y, al
llevar menos de seis meses en la India, no recela de los indios y no quiere todavía relacionarse solo con
ingleses. A Adela, en sus primeros días en Chandrapore, le está avergonzado el
trato que los ingleses dan a los indios.
El cuarto personaje principal de la
novela va a ser el señor Fielding, un inglés que trabaja en la ciudad como
director del instituto local. Fielding, en cierto modo, es un inadaptado, un
hombre que ya pasa de los cuarenta años –edad excesiva para ser un aventurero
en la India– y que no tiene esposa ni hijos. Fielding y Aziz empezaran, en el
tiempo de la novela, una relación de amistad, que, pese al apoyo del inglés al
indio, en sus peores momentos, nunca dejará de tener sus tiranteces y Forster
nos mostrará siempre sus dificultades culturales y sus recelos.
Como se adelantaba en el capítulo 1,
en las cuevas de Marabar se va a desatar un conflicto que acabará con uno de
nuestros protagonistas en la cárcel y otro recuperándose de un shock. En gran
medida, ésta es una novela que se desarrolla en torno a un juicio. Un juicio
que pondrá en jaque la endeble convivencia en la ciudad de Chandrapore entre
indios e ingleses.
Forster es crítico con sus
compatriotas y no se muestra complaciente con la presencia de los británicos en
la India. En la página 37, es el propio narrador innominado (es decir, el
autor) quien denomina al himno nacional británico como «himno del ejército de
ocupación». Ya comenté, tras leer Maurice,
que la mirada de Forster sobre la sociedad británica, con su defensa del amor
homosexual, me parecía adelantada a su época, y me lo ha vuelto a parecer al
leer Pasaje a la India, porque estoy
seguro de que, cuando apareció la novela en 1924, a más de un británico le tuvo
que escocer la mirada del autor sobre la realidad colonial, una realidad en la
que los británicos, en más de una ocasión, juegan a mostrarse como dioses ante
la población de los países que han colonizado.
Sin embargo, y aquí está la grandeza
de la novela, Pasaje a la India no es
un panfleto en contra de la colonización, sino que se trata de una novela muy
sutil, que funciona en diversos niveles. Por un lado, nos encontramos con
ingleses que están convencidos, de buena fe, de su buen hacer en la India: han
hecho que se desarrolle el país y actúan como mediadores entre la comunidad
musulmana e hindú, que, sin ellos, es posible que entraran en conflicto. Por
otro lado, tenemos aquí a indios, como el propio Aziz, susceptibles y que
pueden sentirse ofendidos por motivaciones en el comportamiento de los ingleses
que no son reales. Forster usará el humor para mostrarnos, en más de un caso,
los desencuentros de los personajes.
Pasaje a la
India también es moderna, de un modo inesperado, porque pone en tela de juicio
los presupuestos del moderno movimiento «Me too», y la idea de que siempre hay
que creer a las víctimas. Aunque, en el caso del libro, esta cuestión no solo
compete al género masculino y femenino, sino que está enturbiada por prejuicios
raciales.
Aunque el propio Forster cae en
hacer generalizaciones sobre el carácter de los orientales y los occidentales,
como la que leemos en la página 397: «En el oriental la sospecha es una especie
de tumor maligno, una enfermedad mental que le hace perder la naturalidad y le
vuelve hostil de repente; confía y desconfía al mismo tiempo de una manera que
el occidental no es capad de entender.», también nos advierte de que no se
puede juzgar a la población de un país por el comportamiento de una sola
persona, como leemos en la página 102: «En cuanto a la señorita Quested,
aceptaba literalmente como verdad todo lo que Aziz decía. En su ignorancia lo
consideraba como “la India” y no se le ocurría que su punto de vista fuera
limitado y su método poco preciso, ni que fuera imposible identificar a nadie
con la India.» De hecho, hacia el final del libro descubriremos que el propio
Aziz, de religión musulmana, desconoce muchas de las costumbres de los indios
de religión hindú, cuyos ritos constituyen para él un misterio, igual que para
un inglés.
Creo que he disfrutado más de Maurice, por su sutileza, su modernidad
y sus significados vitales, pero Pasaje a
la India me ha parecido también una gran novela inglesa del siglo XX, otra
gran obra de E. M. Forster.