Nada se opone a la noche de Delphine de Vigan
Editorial Anagrama. 371 páginas. 1ª
edición de 2011, ésta es de 2012
Traducción de Juan Carlos Durán
Leí cinco libros seguidos de Annie Ernaux, la premio Nobel de 2022,
y me apeteció seguir con literatura francesa, escrita por mujeres y que
practicaran la autoficción. Me había fijado, desde hacía tiempo, en Delphine de Vigan
(Boulogne-Billancourt, 1966), como representante de una nueva literatura
francesa que me apetecía leer y, sobre todo, en su novela Nada se opone a la noche
(2011), en la que sabía que analizaba la vida de su madre. Un día, paseando
entre los anaqueles de la biblioteca pública de Móstoles, vi la edición de Panorama de narrativas de esta novela y
de la siguiente que sacó, Basada en hechos reales. Me llevé
las dos en préstamo.
Nada se
opone a la noche comienza con la narradora encontrando a su madre
muerta en su casa. No mucho después va a tener que asumir que la muerte de Lucile,
su madre, ha sido debida a un suicidio. Desde el comienzo el lector va a
identificar a la narradora de la novela con la propia autora, sintiendo que no
hay distancia entre las dos figuras. La autora, Delphine de Vigan, vive esta
escena terrible y toma la decisión de escribir una novela reconstruyendo la
vida de su madre, desde que era una niña, pasando por su relación con ella,
hasta el momento de su muerte. «Entonces pedí a sus hermanos que me hablasen de
ella, que me contaran. Los grabé, a ellos y a otros que habían conocido a
Lucile y a la familia feliz y devastada que era la nuestra. Almacené horas de
palabras digitalizadas en mi ordenador, horas cargadas de recuerdos, de
silencios, de lágrimas y suspiros, de risas y confidencias.» (pág. 18)
De Vigan trata de ser objetiva y dar
forma al material recuperado sobre la familia numerosa que representaba su
madre y sus tíos, pero en más de una ocasión también rellena los huecos
especulando sobre lo que podía sentir su madre sobre determinados sucesos. «Lucile
sintió cómo su corazón se aceleraba por efecto de la cólera.» (pág. 35). Esto
hará que la autora también deje en el texto reflexiones metaliterarias sobre
este tipo de decisiones artísticas. «Pero ¿qué me había imaginado? ¿Qué podría
contar la infancia de Lucile mediante una narración objetiva, omnisciente y
todopoderosa? ¿Qué me bastaría con hacer una criba del material que me habían
entregado y elegir, como si fuese a la compra? ¿Con qué derecho?» (pág. 41)
Los abuelos, Georges y Liane,
engendrarán ocho hijos, y adoptarán a otro, tras la muerte accidental de uno de
ellos. Lucile es la tercera de los ocho hermanos.
Roberto
Bolaño afirmaba que uno debe escribir siempre su novela como si tratase de una
novela de detectives, aunque no lo sea en absoluto, y éste es uno de los
grandes aciertos de la novela de De Vigan. La autora se ha propuesto indagar en
la historia de su familia para tratar de descubrir el origen del dolor de su
madre. Así, por ejemplo, la autora se plantea si debe hablar de la época en la
que su abuelo pudo ser, aunque fuera de lejos, colaboracionista durante la
época de la ocupación nazi, y se pregunta: «¿La posición de Georges durante la
guerra podía haber afectado al sufrimiento de Lucile?» (pág. 96)
Hay momentos sorprendentes en el
análisis del pasado familiar, y el lector llegará a pensar en ese tópico que
afirma que la realidad supera siempre a la ficción. La familia que compusieron
los abuelos George y Liane se va a descubrir pronto como una familia excesiva:
muertes accidentales, suicidios, posibles abusos sexuales… y todo esto dentro
del contexto de una clase media que, en algún momento ‒cuando a Georges le va
mejor en la empresa de publicidad que ha creado‒ consigue cumplir algunas de
sus aspiraciones burguesas.
De Vigan informará al lector de las
dificultades técnicas con las que se va encontrando al escribir. Pensaba que le
iba a ser fácil introducir ficción en la historia de su madre de niña, pero al
final tiene la sensación de que no puede tocar nada, aterrorizada ante la idea
de traicionar la historia.
«¿Tengo derecho a escribir que mi
madre y sus hermanos fueron todos, en un momento u otro de sus vidas (o durante
toda su vida), heridos, dañados, desequilibrados, que todos conocieron, en un
momento u otro de sus vidas (o durante toda su vida), una gran pesadumbre, y
que llevaron su infancia, su historia, sus padres, su familia, como marcada a
fuego?» (pág. 154)
En la página 155 termina la primera
parte de la novela, una parte en la que la autora ha reconstruido el tiempo de
vida de su madre en el que ella no ha estado presente. Desde el principio nos
indicará que no va a querer hablar o especular sobre la vida o la intimidad de
su madre con su padre, o con sus otras parejas. En esta segunda parte la
narración se volverá mucho más intensa, puesto que la autora usará como
material narrativo la subjetividad de sus recuerdos personales sobre su madre.
Delphine y su hermana pequeña, tras el divorcio de los padres, cuando la madre
tiene veintiséis años (tuvo a Delphine con tan solo diecinueve), van a pasar a
vivir a solas con ésta, en una situación de precariedad económica, con diversas
parejas de la madre que, en el contexto de la década de los 70, pasan por
hippies o contraculturales. Pero todo se complicará cuando aparezca la bipolaridad
en la madre, enfermedad que hará que tenga diversos ingresos psiquiátricos. A
estos estados mentales no va a ayudar su adicción a la marihuana. Las historias
de muertes y suicidios se seguirán sucediendo en el entorno de la familia.
La autora consulta, para dar vida a
sus recuerdos, los diarios que empezó a escribir a los doce años. Y vemos ya
aquí un núcleo inicial de su futuro de escritora. La madre también era
aficionada a escribir y la autora conserva un texto en el que la madre describe
algunos de sus ataques de locura. Un texto que pensó insertar en su propia
novela, pero que luego se dio cuenta de que no encajaba en el proyecto. En Nada se opone a la noche, la autora
también nos hablará del periodo depresivo que le hizo caer en la anorexia, y la
relación que tuvo esto con su madre, y cómo esta situación le condujo hacia la
escritura de su primera novela.
Frente a las novelas de Annie
Ernaux, que tenía muy recientes, me parece que Ernaux practica una escritura
más reflexiva, y era muy interesante ver cómo ponía los acontecimientos de su
vida en relación a los procesos históricos y sociales que le tocó vivir. En
este sentido, De Vigan es una narradora más pura que Ernaux, pero de su
análisis de la vida de su familia y la suya propia también se pueden extraer
enseñanzas o principios universales. Nada
se opone a la noche me ha parecido un libro muy intenso, de una gran fuerza
poética desgarrada, una narración muy auténtica, donde la autora se ha
adentrado en el dolor de su madre, y en el suyo propio, sin temor y sin
descanso. Un valiente y valioso libro de la nueva narrativa europea.
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