Aniquilación, de Michel Houellebecq
Editorial Anagrama. 605 páginas. 1ª edición de 2022.
Traducción de Jaime Zulaika
Había leído hasta ahora todas las
novelas de Michel Houellebecq
(Saint-Pierre, isla de La Reunión, 1958), que ya sumaban ocho y, cuando empecé
a ver en redes sociales noticias sobre la aparición de la novena, Aniquilación
(2022), también quise leerla. Ya he dicho, más de una vez, que el francés
Houellebecq me parece, ahora mismo, el gran autor europeo que sabe captar, como
nadie, la decadencia del viejo continente.
El personaje principal de Aniquilación es Paul, que tiene cuarenta
y nueve años cuando empieza la narración. «Algunos lunes de los últimos días de
noviembre, o de principios de diciembre, tenemos la sensación, sobre todo si
uno es soltero, de estar en el corredor de la muerte.» Esta es la primera frase
del libro y, al acercarse a ella, el lector habitual de Houellebecq empieza ya a
reconocer su territorio de desesperación y soledad.
Paul es un burócrata, con un sueldo
de 8.000 euros al mes, y que trabaja como asesor, u hombre de confianza, de
Bruno, el exitoso ministro de Economía de Francia. Cuando la novela ya lleva un
buen número de páginas sabremos que el diciembre, al que se alude en la primera
frase, es el del año 2026 y que casi toda la novela va a transcurrir, por
tanto, en 2027. Si las últimas elecciones presidenciales en Francia han tenido
lugar en abril de 2022, Houellebecq especula en Aniquilación con las siguientes. El candidato del partido conservador,
al que pertenece Bruno, va a ser un presentador de televisión, con un pasado
como cómico. Algo que, parece decirnos Houellebecq, resulta ya irrelevante
dentro de un mundo en el que la política real se ha vuelto insustancial. Y la
función de este presentador, en el tablero político francés, simplemente puede
que sea la de abrir las puertas para que sea posible que se vuelva a presentar,
y a ganar, el presidente actual, que no puede hacerlo en 2027 porque ya lleva
dos legislaciones seguidas, y la ley francesa prohíbe una tercera; así que se
trataría, más que nada, de una estrategia de los conservadores para poder
mantenerse en el poder.
No es la primera vez en la que las
elecciones francesas son importantes en un libro de Houellebecq, ya lo fueron
en Sumisión
(2015), donde se especulaba con la idea de que un partido islámico llegaba a la
presidencia.
Solo hay un elemento, además del
juego sobre las próximas elecciones, que nos puede hacer pensar que nos
encontramos ante una novela ligeramente futurista: están apareciendo en
internet imágenes inquietantes en las que, por ejemplo, se ve cómo se le corta
la cabeza al ministro Bruno con una guillotina, y la tecnología con la que está
hecha la simulación hace que prácticamente esta farsa se pueda ver como si
fuera real. El gobierno, del que Paul forma parte, está tratando de averiguar
qué grupo o qué personas se encuentran detrás de la creación de estas imágenes.
Pronto, además, este grupo, u otro, se va a dedicar a realizar atentados contra
intereses en apariencia difíciles de relacionar (barcos mercantiles, un banco
de semen, etc.). Una de las subtramas de la novela será aquélla en la que Paul,
y las personas con las que se relaciona en el trabajo, tratan de averiguar
quién está detrás del grupo terrorista que atenta contra estos diversos
intereses. Así que, en parte, la novela funciona como un thriller político;
aunque es cierto, que más bien este tema del terrorismo acabará actuando como
un «MacGuffin» de los que usaba Alfred
Hitchcock en sus películas, un elemento que hace avanzar la trama, pero que
es tan solo una cortina de humo. Imagino que esta evaporación final de un tema
que, a priori, parecía importante para el libro, irritará a más de un lector.
En realidad el tema principal de Aniquilación es el de la muerte, el de
la asimilación de la decrepitud y la muerte por parte de las sociedades
opulentas y decadentes. No es un tema nuevo en una obra de Houellebecq, pero
nunca había sido tan central como hasta ahora. Sin embargo, sí que asistimos en
Aniquilación a la desaparición de uno
de sus temas más controvertidos y más clásicos: el del deseo sexual
insatisfecho. En este sentido, la carrera literaria de Houellebecq empezó en
1994 con Ampliación del campo de batalla que hablaba de un «incel»
(abreviatura de «involuntariamente célibe») y de sus frustraciones para
encontrar pareja, y seguía en 1999 con Las
partículas elementales, donde se habla del tema de la madurez y la
insatisfacción del deseo. En El mapa y el
territorio de 2010 tal vez hay una escena que puede actuar como bisagra
entre el tema sexual de los primeros libros y el de la muerte del último: el
personaje va a una ciudad de Suiza, donde están juntos el mayor prostíbulo de
Europa y la mayor clínica de eutanasia de Europa, y Houellebecq, con su
característico humor doliente, nos cuenta que la segunda empresa tenía más
clientes que la primera.
Así que la obra de Houellebecq
siempre ha basculado entre los dos temas subconscientes más básicos del ser
humano: el eros y el tánatos.
En Aniquilación la idea del deseo sexual insatisfecho, que hace sufrir
a los personajes, casi ha desaparecido. Me comentaba alguien en las redes
sociales que, posiblemente, se deba a la ingesta de Houellebecq de antidepresivos,
que eliminan la libido. Quizás esté en lo cierto.
La novela también nos habla de la
relación de Paul con su mujer Prudence. Los dos, desde diez años antes de
empezar la narración, duermen en habitaciones separadas y casi no tienen
relación ni afectiva, ni sexual, ni de complicidad, ni de nada. La novela
abrirá la posibilidad de un tiempo para los dos de volver a conocerse y
acercarse. En Aniquilación también se
nos hablará de la familia de Paul, con la que éste no parece tener mucho apego.
Como suele ocurrir en las novelas de Houellebecq, su personaje masculino
principal es un hombre distante y analítico, con pocas muestras de afecto hacia
los demás. La madre, que era restauradora de arte, murió trabajando ocho años
antes, y los hermanos, que son tres, tendrán que volver a juntarse para
gestionar la nueva vida de su padre, cuando a este le da un ictus que le deja
casi inmovilizado.
La novela está escrita en tercera
persona, pero ‒gracias al recurso del estilo indirecto libre‒ el autor cede, en
muchas ocasiones, la voz narrativa a Paul. Si bien, casi siempre se nos habla
de Paul, el narrador también cederá la palabra en algunas ocasiones a sus
hermanos.
Como siempre ocurre en las novelas
de Houllebecq, el lector se encontrará con acertados dardos envenenados que se
lanzan sobre el comportamiento humano y la decadente sociedad europea. Esto se
dice sobre los viejos en las página 374: «La verdadera razón de la eutanasia es
que ya no los soportamos, ni siquiera queremos saber que existen, por eso los apartamos en lugares
especializados, fuera de la vista de los demás seres humanos. La cuasi
totalidad de la gente hoy día considera que la valía de una persona disminuye a
medida que su edad aumenta; que la vida de un joven, y más aún de un niño, vale
mucho más que la de un anciano. (…) Al conceder más valía a la vida de un niño
(siendo así que no sabemos en qué se va a convertir, si será inteligente o
estúpido, un genio, un criminal o un santo) negamos todo valor a nuestras
acciones reales. Nuestros actor heroicos o generosos, todos nuestros logros, lo
que hemos llevado a cabo, nuestras obras, lo que hemos llevado a cabo, nada de
esto posee ya ningún valor a juicio del mundo y, muy rápidamente, no lo posee
tampoco para nosotros. De este modo privamos de toda motivación y todo sentido
a nuestra vida; es, muy concretamente, lo que llamamos el nihilismo. Devaluar
el pasado y el presente en beneficio del futuro, devaluar lo real para preferir
una virtualidad situada en un futuro incierto, son síntomas del nihilismo
europeo mucho más decisivos que todo los que Nietzsche pudo detectar.»
Como siempre, el lector se
encontrará con el humor desangelado de Houellebecq.
Como ya he escrito, hay en esta
novela más de un camino narrativo que no conduce a ninguna parte, pero, a
diferencia de su anterior novela, Serotonina (2019), que me parece una
repetición respecto a las anteriores, en Aniquilación
Houellebecq trata de evolucionar y, por extraño que parezca, al final parece
que cree hasta en el amor. Es posible también que al tratar de ser un autor más
serio, pierda gran parte de la frescura que asociamos a su obra. Aniquilación no es una novela redonda y,
desde luego, no está entre las mejores del autor, pero me lo he pasado bien
leyéndola.
Hola! Yo también he disfrutado con la novela. La verdad es que como comentas parece que se está produciendo un viraje en su literatura. A pesar del final,a diferencia de otras de sus obras parece que hay como un atisbo de esperanza en el mundo, aunque no sea tanto por confianza en el mundo en sí como en nosotros mismos y en los que tenemos más cerca.
ResponderEliminarTambién me ha dejado un poco frío que la trama "política" la dejara a medias. Pero bueno, de hecho cuando la vida se va apagando el resto parece dejar de tener sentido. Tal vez haya sido eso lo que nos ha querido transmitir.
Puede ser incluso una manera de destacar una cierta incapacidad de comprensión del mundo alrededor nuestro, ejemplificado en esas tramas políticas incomprensibles para los propios analistas.
En fin, como siempre muchos temas a destacar de este autor.
Saludos y felicidades por el blog y por el canal!
Seguiremos leyendo a Houellebecq. Al final va a acabar escribiendo una novela romántica. Al tiempo. Saludos.
EliminarGracias por la reseña David. Te he empezado a conocer hace un par de meses a través del canal de youtube y desde entonces te sigo. Nos une ser de la misma edad. Bueno, nunca me he atrevido con Houllebecq porque me da pereza, sin leerlo siempre me ha parecido un moderno sin más, pero si es verdad que no se puede juzgar a un escritor sin haberlo intentado, empezaré pronto con él. Tengo "el mapa y el territorio" aunque no se con cual de sus libros me recomiendas empezar. Saludos
ResponderEliminarEl mapa y el territorio me gusta mucho. Puede ser un buen libro para empezar con este autor. Aunque para mí el mejor es Las partículas elementales.
Eliminar