Simpatía, de Rodrigo Blanco Calderón
Editorial Alfaguara. 231 páginas. 1ª edición de 2021.
Rodrigo
Blanco Calderón (Caracas, 1981) me contactó, a través de Twitter, para
ofrecerme su segunda y última novela, Simpatía, después de haber leído mi
reseña sobre Granta. Los mejores narradores en español menores de
35 años. Al final quedamos en que me iba a enviar su anterior novela The
Night, por la que yo había sentido interés hacía unos años, y esta
también, Simpatía. Las he leído las dos seguidas y en orden cronológico.
El protagonista de Simpatía es Ulises Kan, que se dedica en
Caracas a dar talleres de apreciación cinematográfica. La primera frase de la
novela es muy significativa y, en gran medida, marca el tono y el contenido de
lo que va a ser narrado: «El día en que se su mujer se marchó del país, Ulises
Kan decidió buscarse un perro.» (pág. 15)
Casi todas las personas que Ulises
conoce parecen están abandonando Venezuela. Llega un momento en el que decide
salirse del grupo de WhatsApp de sus amigos porque todos están ya fuera del
país, «Así se marchan los que se quedan, pensó.» (pág. 15)
Martín, el atractivo suegro de
Ulises, es un alto militar retirado que vive en una mansión a las afueras de
Caracas y que acaba teniendo mejor relación con su nuero, que con su propia
hija Paulina, y con su hijo Paul, dos hermanos mellizos con los que el padre no
se habla desde la muerte de su mujer.
La trama y la creciente intriga de Simpatía surge a partir de una herencia:
la de Martín, que ha dejado el piso de Caracas en el que Ulises vivía con
Paulina, para Ulises, si éste se compromete a poner en marcha una asociación,
con sede en su mansión, para rescatar de la calle a perros abandonados. Ulises,
contactado a través del abogado de Martín, emprende manos a la obra, mientras
comienza una nueva relación con Nadine, una antigua empleada del centro en que
hacía de profesor de talleres cinematográficos. Paulina, mientras tanto,
emprenderá acciones legales para demostrar que su padre había perdido la cabeza
cuando redactó su testamento, y que éste no puede hacerse efectivo.
«La cosa se fue poniendo cuesta
arriba a medida que la crisis y el hambre arreciaban. Todo el que podía se iba
del país. Los más afortunados lo hacían en avión, muchos de ellos sin mirar
atrás. Cuando ya tenían comprados los pasajes y el gestor les había devuelto
los documentos apostillados; cuando ya habían rematado la casa familiar a una
cuarta parte de su valor; cuando ya habían renunciado al trabajo y hecho la
última ronda de médicos; cuando ya a los niños los habían sacado del colegio, incluso
a mitad del año escolar, porque no había tiempo que perder; cuando todo estaba
listo, entonces tomaban el carro por última vez y conducían hasta un parque
lejano. Allí frenaban, desde dentro abrían la puerta trasera y dejaban salir a
los perros; y cuando los perros se bajaban locos de alegría, trancaban de golpe
la puerta trasera, aceleraban y huían.» (pág. 29)
El abandono de los perros por sus
dueños, con su proliferación de perros callejeros, se convierte en una metáfora
del abandono, la crisis, y la huida de un país. Ulises, como quedaba dicho en
la primera frase, buscará el consuelo de un perro cuando se sienta abandonado
por su mujer. Según alguna historia apócrifa, al libertador Simón Bolívar se le
escapó más de una lágrima cuando murió su gran perro Nevado, cuya sombra
también planea sobre Simpatía. «Si ni
siquiera los perros podían salvarse, aquella tierra estaba de verdad maldita.»
(pág. 116)
La metáfora del «perro abandonado»
no solo se ocupa de la huida del país por parte de gran parte de su población,
sino que se mueve también a otros niveles: Ulises fue un niño abandonado y
adoptado de un orfanato por un matrimonio mayor sin hijos. Martín, su cuñado,
también fue un niño huérfano y adoptado. En gran medida la relación que acaba
uniendo a ambos, y que parece estar para Martín por encima de la
consanguineidad con sus hijos, es la de ser huérfanos. Y esta será una de las
claves compositivas del libro.
Una de las ventajas de haber leído The Night y Simpatía seguidas es que me he podido percatar de algunos detalles
técnicos que unen a las dos obras; por ejemplo, a Miguel Ardiles, uno de los
personajes principales de la primera novela, Blanco Calderón lo ha hecho
aparecer también en la segunda. Ardiles va a ser el psiquiatra forense que
Paulina va a contratar para tratar de demostrar que su padre había perdido el
juicio cuando redactó el testamento que la perjudica a ella y beneficia a su
exmarido.
Cuando comenté The Night dije que estaba suponiendo que cuando Rodrigo Blanco
Calderón la escribió (la novela se publicó en 2016) aún vivía en Caracas y que,
por tanto, medía bien hasta dónde podían llegar en sus críticas políticas. Simpatía ya la ha escrito y publicado
viviendo en España. Esto hace que sus críticas al gobierno venezolano sean
mucho más claras y explícitas. «Tiene que llegar el día en que esto no dé para
más. O que todo se detenga y todo colapse, pero no se puede seguir así.», dice
Ulises en la página 86. «Han robado como pocas veces en la historia, no solo de
este país sino de cualquier otro. Por eso prefieren que no quede piedra sobre
piedra en Venezuela antes de soltar la presa.», dice un personaje en la página
144.
En la reseña de The Night dije que la tensión narrativa, que parecía que la novela
iba a tener en sus primeras páginas, se iba diluyendo en la trama, en la que
Blanco Calderón daba paso a contar la historia de muchos personajes que se
escapaban de una idea de trama principal. Esto está mucho más medido y
controlado en Simpatía, que al tener
una estructura de novela más convencional hace que no se desinfle la tensión
narrativa. En algún momento he llegado a pensar que la rocambolesca anécdota de
Simpatía en torno a una herencia no
convencional y los intereses y frustraciones que provocaba podían crear una
«novela de abogados» que bordease los clichés de un bestseller. Pero Blanco Calderón es un escritor con talento, y sabe
bordear estas amenazas y, sin dejar de lado la creación de misterios realmente
propios de una «novela de abogados», va mucho más allá y consigue hacer
literatura sobre el fondo de un país en descomposición y a la deriva, igual que
sus personajes. Es destacable el gran elenco de personajes secundarios del
libro, que le dan hondura y vuelo.
Diría que en The Night Rodrigo Blanco Calderón trató de hacer una novela más
ambiciosa que en Simpatía, pero en Simpatía, siendo una novela más
tradicional, logra hacer también una novela más sólida y redonda. Me ha gustado
leer seguidas estas dos obras de un autor al que no conocía, un autor
latinoamericano nacido ya en la década de 1980 y que considero que tiene un
gran futuro por delante.
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