El escritor y periodista Eduardo Laporte leyó mi última novela, Caminaré
entre las ratas, y ha escrito esto sobre ella:
«LA NOVELA DE UN NOVELISTA
Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con
un libro. No soy muy amigo de los ‘tochos’ y este lo es (casi 400 páginas que
en otra edición podría ser más de 600) y me lo he ventilado en pocos días y
pidiendo más.
No creo que influya que David Pérez Vega
sea amigo, cómplice en estos fregaos literarios al que conocí en 2012, en aquel
memorable encuentro que organizaron Gonzalo Garrido y nuestra querida Belén
Bermejo, cuya ausencia aún no hemos podido digerir bien, aceptar siquiera, y a
la que echamos de menos cada día.
No es el primer libro de alguien a quien
conozco y aprecio que leo, y no por ello caigo en ditirambos campanudos en
dichos casos. Pero ‘Caminaré entre las ratas’ merece una serie de elogios que
no puedo desarrollar al detalle en este improvisado texto, pero que espero
canalizar pronto en alguna reseña formal.
Por señalar algunas virtudes, la prosa.
Un fluir narrativo que hace, al menos así me ha pasado, que leas sin despegar
la vista durante decenas de páginas, cosa digna de mención en alguien tendente
a una dispersión casi patológica como soy. Gran lector de Bolaño, me ha
parecido más seductor que el chileno, o quizá sea que los temas que toca me
afectan más, y de ahí mi inmersión total en la lectura.
Porque tiene algo de libro para
escritores, y no me sonrojo al decir que me ha recordado al ‘Solenoide’ de
Cartarescu, con esa ambición de obra total, y el retrato de un personaje más
perdedor que ganador, lo cual siempre pone de su lado al lector. Hay tema
literario, pero quizá sea más una novela para lectores, para buenos lectores.
Porque ante todo hay una empatía con el mundo y los seres que lo pueblan, con
una ambición no sé si voluntaria de quedar, de perdurar. Es la novela de un
novelista, por citar aquel título antediluviano. O la novela que todo novelista
que se precie debería escribir.
‘Caminaré entre las ratas’ es uno de
esos libros que resisten al corto plazo y que puede ser leído con toda paz
dentro de cincuenta años, es decir, quizá se lea incluso mejor entonces, como
retrato de una época de confusión y de frustraciones sostenidas. También es
meritorio el retrato que hace de lugares a menudo difusos y en general
esquivados, como la ciudad dormitorio, el Móstoles como satélite acomplejado de
Madrid en el cual sin embargo aguantan unas raíces que, también es cierto,
quizá su único valor sea ese, el del origen. (Impagable el retrato del entorno
cercano del protagonista).
Pérez Vega, con la inclusión del partido
del Puño Patriota, de un tal Teodoro Rivas, anticipa la irrupción de VOX, en
una novela que comenzó a escribir en 2014 (y concluyó en 2016). También, y esto
quizá no lo sepa, pues no me lo comentó cuando me dedicó el libro, haya incluso
una anticipación a la pandemia que ha terminado por torcer el mundo. Esa
zoonosis que ha contaminado el planeta y que en la novela se avisa y señala con
la presencia de esas intempestivas ratas que a modo de leit motiv aparecen para
decirnos algo.
Por si fuera poco, la novela es
divertida. Hay una ironía constante teñida de melancolía que merece también capítulo
aparte. Un humor que surge dentro del drama y que te lleva de la mano por toda
la novela, como queriendo más. Es una ironía fina, jamás subrayada, que implica
también al lector, lo hace suyo.
Una novela que consigue, quizá sin
proponérselo, retratar nuestro tiempo como hacen los grandes escritores. Desde
la humildad, la mirada empática no desprovista de ternura, con fases de
bienvenido vitriolo caricaturesco. Cervantes sabía algo de esto.
Tenemos un libro importante que bien
podría figurar en un Anagrama, Penguin Random House o similares y que habría
que agradecer a Carpe Noctem su acierto al publicarla. La recomiendo
encarecidamente, con el único miedo de generar altas expectativas que luego no
se cumplan. Olvida todo esto que he dicho, pero lee a David Pérez Vega.»
Gracias, Eduardo
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