Miguel Santolaya ha leído mi novela Caminaré entre las ratas y ha escrito una reseña sobre ella en Goodreads.
Gracias, Miguel.
"A David Pérez Vega lo conocí, como la gran mayoría de gente, por sus reseñas. Más de una vez le he dicho que es mi reseñista favorito, pues compartimos gustos e inquietudes, además del interés por la literatura hispanoamericana. Desde entonces lo sigo con atención por las redes sociales porque además, como casi todo aquel que pertenece al mundillo de la literatura, es un tipo cercano y amable.
El caso es que llevaba tiempo queriendo leer algo suyo, pero nunca encontraba el momento: siempre había otro libro, otro autor, otro asunto. Y es que creo que en su virtud como reseñista está su mayor problema como escritor: nuestra tendencia a encasillar es tal que, pese a seguirlo con mucho interés en su blog y en las revistas en las que colabora, no lo concebimos con otro desempeño que no sea el de hacedor de reseñas. Entiendo el motivo por el que empezaría con esto: pensaría que las reseñas, el blog, eran la mejor manera de darse a conocer, de que su nombre sonara en los círculos literarios; y así es, pero no acabo de tener claro que esto haya facilitado su carrera de escritor. Tal vez un blog menos especializado en el que intercalara las reseñas con algunas creaciones, no lo sé; pero debería ser consciente del "poder" que tiene un sitio que acoge a centenares de visitantes al día: por desgracia, probablemente visitan su blog en un día más personas que las que comprarán en un año (o más) un libro suyo.
Sé que esto es injusto, y a raíz de un comentario que hizo al poco de publicarse este libro fue cuando me dije vamos, hostias, vamos a leerlo.
El libro parte de dos premisas que a mí, personalmente, me echan patrás. Una es la autoficción. Que no es autoficción el libro, pero hay tanto del autor (o de lo que yo conozco o creo conocer del autor) en el protagonista que mi reacción inicial es la de ponerme en guardia. También es verdad que da pie a un juego que me gusta, que es el de ir revisando en internet (el lector como detective) datos como si el libro que reseña en el texto lo reseñó también, en esa época, en el blog; o jugar a elucubrar posibles correlatos reales de algunos personajes (el de Olmos parece claro). La otra tiene que ver con el estilo: hay demasiada explicación, demasiado detalle, una sensación de que a veces la novela avanza en espiral. Sobre esto hay poco que decir: es una decisión personal del autor, no un defecto de forma, el hacer "una novela de aluvión", y poco importa en realidad que se adecúe o no a mis gustos.
Pero el caso es que, pese a esto, la novela funciona. ¿Cómo se que funciona? Porque la seguí leyendo, con mucho interés, además. Porque no la cerré en la página cien y empecé otro libro. Si un libro no te gusta, le escuché a Borges, si no está hecho para ti, entonces déjalo. Pues yo este no lo dejé, a mí este libro me gustó, lo leí de manera fluida durante una semana y lo recuerdo con cariño.
La novela va sobre un tipo de cuarenta años al que la vida no lo trata como él cree que merece. Antes de cumplir esa edad, yo pensaba que la crisis de los cuarenta era una filfa; pero cuando llegas te das cuenta de que empiezas a estar de vuelta y haces balance. Y, claro, hay mil cosas que no hiciste y ya no harás, y hay otras que no hiciste y tal vez hagas; pero empiezas a dudar, y empiezas a poner en la balanza lo que has hecho con lo que querías hacer, lo que tienes con lo que te hubiera gustado tener, y si sale a deber es posible que te dé por bajar la montaña rodando. Domingo, el protagonista, está en una situación similar: la trama arranca con el suicidio de uno de sus amigos de la infancia, con la incredulidad de Domingo, primero, y después con la incomprensión: cómo es posible que alguien deje de luchar de esa manera, por qué llega alguien a ese punto.
Y Domingo empieza a contarnos su vida mientras, tal vez en parte por contarla, por verbalizar su situación y hacerla así más real, le va hallando cada vez menos sentido, va comprendiendo a su amigo suicida y sus motivos, va interiorizando que es posible que, en un momento dado, quizá la única salida sea rendirse. Así, en cada capítulo se da más importancia a una parcela (sin descuidar el resto): la amistad, el ambiente literario, las mujeres, el mundo laboral, la familia; con un incidente entre medias -causado en gran parte por intentar ser quien no es, por querer cambiar a la fuerza a sus cuarenta años- que actúa como catalizador de su desgracia, de su depresión, de su ansiedad.
Cuando leí Stoner, hace ya unos cuantos años, escribí lo siguiente sobre su protagonista: "al principio me pareció un estoico, después me pareció un cobarde, y al final comprendí que podría haber sido cualquiera de nosotros". Con Domingo, salvando las distancias, me ocurre algo parecido. Domingo es un tipo que no cae bien al lector, en parte porque siempre parece andar quejándose de un presente que no es el que él merece, en parte porque nos pone delante un espejo en el que nos vemos, en bastantes ocasiones y en contra de nuestra voluntad, reflejados. Es al final, cuando por fin se decide a mostrar su vulnerabilidad, cuando conseguimos tener empatía con él; y es que la obra arroja una moraleja que no es otra que la máxima con la que crecimos, al menos, los jóvenes de la generación de Domingo (el es del 74, yo del 79): que uno solo no puede, que necesita a sus amigos, que necesita a su familia, que hay que saber pedir ayuda y nunca es tarde para ello. Que hay gente, aunque nos cueste creerlo, que no solo está dispuesta a ayudarnos, sino que lo está deseando.
La puntuación es un poco aleatoria, me gustaría que Goodreads ofreciera al menos diez estrellas, porque casi siempre me quedo entre el tres y el cuatro. Lo importante es que me ha gustado y que lo recomiendo. Así que, si estás pensando en comprar el libro y leerlo, hazlo. Sobre todo si pasas ya de los treintaypico."
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