Lejos del champagne, de Carlos Torrero
Editorial Sloper. 165 páginas. 1ª edición de 2019.
El jueves 26 de septiembre presenté el libro de relatos Lejos del champagne de Carlos Torrero en la librería Juan Rulfo. Dejo aquí el texto que preparé para la ocasión y luego una entrevista que le he hecho al autor.
Carlos Torrero y yo compartimos
editorial. Yo publiqué en la mallorquina Sloper
mi novela Los insignes en octubre de 2015 y Carlos ha publicado su libro
de relatos, Lejos del champagne, en abril de 2019. Román Piña, el editor de Sloper, me preguntó antes del verano si me
apetecía presentar este libro en Madrid en septiembre y, por supuesto, le dije
que sí. Me he cruzado con Carlos Torrero
en el universo de Facebook y hoy, al fin, nos hemos conocido en persona. Cuando
Román me propuso presentar este libro aún no sabía que se llevaría a cabo en la
librería Juan Rulfo, uno de mis
espacios literarios de referencia en Madrid; un detalle este que da aún más
encantado a esta tarde literaria.
Lejos del
champagne está formado por 24 relatos, en general cortos, pero no lo suficiente como
para que –por longitud y estilo– los podamos considerar microrrelatos.
Me ha resultado curioso observar la
elección que ha hecho Carlos del primer cuento de su libro porque, a pesar de
ser el umbral, la puerta de entrada a su universo, no termina de ser de los más representativos.
Este primer cuento se titula Día de patos, y en él un grupo de
hombres de mediaba edad y de provincias, se van subiendo en el coche de uno de
ellos, en la mañana de un día de fiesta, para ir a cazar. En sus últimos
párrafos el lector descubrirá que estos hombres tienen otro fin en mente,
además del de cazar patos.
Si este primer relato está construido
con la técnica clásica de la «sorpresa final», hay que señalar que no están así
construidos la mayoría de los otros.
Carlos Torrero publicó en 2007 una
novela corta, titulada Origami, pero principalmente ha
publicado libros de poemas, con títulos como Oxígeno, mentiras, manzanas: Arritmias
de un descartado (2014), La hibernación de los moluscos
(2017) y Todo esto era campo o el abecedario de un hombre analógico
(2018). Y en la mayoría de los relatos reunidos en Lejos del champagne está latente la formación poética del autor.
Por ejemplo, el cuarto relato se titula Fondo de reptiles y resulta más
representativo del tipo de relato que el lector va a descubrir en este libro
que el primero, que ya hemos comentado. En Fondo
de reptiles, como si en vez de un relato se tratase de un poema, Torrero
describe una escena: en un parque se celebra el cumpleaños de un niño de cinco
años, acompañado por otros niños y por adultos. La escena es cotidiana y
aparentemente sencilla, pero la voz narrativa del autor la dota de un trasfondo
no evidente a primera vista, porque comienza a imaginar posibles futuros para
las personas presentes en esa escena; así sobre uno de los niños invitados a la
fiesta apunta: «Puede que uno de ellos, dentro de catorce años, se precipite
por el puente de los franceses tras haber visto Todas las canciones hablan de mí. Puede que nadie entienda nada.
Puede que nadie sea el que vaya a su entierro; pero llegado el momento,
gobierne la apatía. Puede que todos se esfuercen en recordar un instante, al
menos un instante de felicidad. Uno en el que no aparezca aquella sombra de
gitanos bajo el puente. Uno en el que no aparezca la navaja y la bragueta, los
patos y el semen.» Además, también ahondan en la sensación de encontrarnos ante
una composición poética, las repeticiones que el autor va diseminando a lo
largo del texto y que nos retornan al motivo principal: «Puede suceder que un
niño cumpla cinco años y se encuentre frente a la tarta más bonita de su vida.»,
una frase que se repite al principio de tres párrafos del cuento.
El tema de las repeticiones y los
juegos con la cultura popular me ha hecho pensar, en más de una ocasión, en los
poemas largos de Manuel Vilas. Sobre todo en el cuento Tête de la course que
empieza con la frase: «Indurain es el hombre más triste del mundo, dijiste.»
(pág. 59)
En el último cuento, titulado Yoyó.
Añadir a la biografía, el narrador es un tal Carlos Torrero y podemos
encontrar aquí algunas de las claves de lectura del libro. Esta persona nos
dice que en su juventud ganó algunos concursos de literatura breve, y se añaden
algunos comentarios de supuestos jueces de estos concursos. Uno de ellos dice:
«Lo premio por reciclar en humor y creatividad el desaliento.» Me parece una
frase muy significativa, una frase que resume muy bien cuáles son las
intenciones –y también los logros– de la escritura de Carlos Torrero.
Sería difícil trasladar a una
pantalla la mayoría de los cuentos de Torrero porque, como ya he apuntado, en
muchos de ellos se describe una escena que puede estar, incluso, detenida. La
clave de la tensión narrativa se encuentra en los juegos imaginativos que se
practican con el lenguaje, y que tanto tienen que ver con la poesía. La
asociación de ideas metafóricas es muy variada y sorprendente. En algunos casos
se recurre a comparaciones absolutamente posmodernas, ya que, por ejemplo, de
un personaje pelirrojo se dice que tiene por cejas «dos risketos». «A su
izquierda, un tipo pelirrojo con dos risketos por cejas dice “whisky”».
También es frecuente que se hable
aquí de lo que ocurre en las redes sociales y que las comparaciones nos lleven
al cine, y que podamos leer evocaciones de películas como en el siguiente caso:
«Después de mi mujer bailando como Salma Hayek en Abierto hasta el amanecer para acabar sentada en mi cara.» (pág.
47). Además del cine, la idea de intertextualidad se repite con muchos textos
literarios, de los que existe una referencia explícita o más oculta. En el
primer cuento, por ejemplo, el narrador nos informa de que uno de los amigos
del grupo usaba en el pasado una coletilla, tuviera sentido o no, hasta la
saciedad, hasta vaciarla de significado. Esta coletilla era: «como caballos en
la niebla.»;
«—Hace frío aquí, ¿no? ¿Caniche?»
«Mucho. Como caballos en la niebla.»
«—¡Caniche! ¿Qué tal anoche con La
Intensa?»
«—Oh. Oh. Oh. Lo pasamos como
caballos en la niebla.»
«Y así» (pág. 13)
El lector avezado sabrá que Caballos en la niebla es el título del
primer relato del libro Tres rosas amarillas, el último de
los cuatro que escribió el gran autor norteamericano Raymond Carver. Así que Torrero parece estar buscando la
complicidad de un lector literario.
Uno de los grandes temas que
vertebra al conjunto de los cuentos es el de la sensación de desaliento y
derrota; y en gran parte se asocia esta sensación a la de la pérdida de la
juventud, con la llegada de los hijos, el cansancio de las relaciones, la
pérdida de las energías vitales y las ilusiones… En este sentido hay un juego
literario interesante que también recorre el libro, y es el de la alusión
continua a Francia, como lugar y también como entidad cultural, como metáfora
de una sofisticación o una elevación de la vida propia imposible. Y a pesar de
esto, la mirada de los narradores también está cargada de humor, que actúa como
un refugio ante las pérdidas cotidianas.
En un cuento titulado Una
casa propia leemos: «Me gusta Mélanie Laurent y el cine francés, vino
francés, poeta francés, queso francés, rap francés, clases de francés y –para
qué negarlo– todo lo francés.» (pág. 51)
Hay otro cuento que se titula
directamente Francia y yo, y que al hablar de la extrañeza de alguien que
desea celebrar una boda en un cine me ha recordado a un cuento de Julio Cortázar.
En la página 77 leemos: «Lejos del champagne. Así me encuentro yo a estas
alturas de mi vida. Pero el champagne
no como una de las bebidas más distinguidas y refinadas, asociadas al lujo, a
la elegancia y a la celebración de una noticia feliz. Bueno, sí. Puede que se
trate exactamente de eso. Hace mucho que no tengo nada que celebrar. Lejos de
la alegría, como respuesta a todo. Lejos del champagne.», un párrafo que vendría a ser una suerte de explicación
del título.
En uno de los relatos, el titulado La soledad
de Hasselhoff, el hijo de la pareja casi muere al tragarse el adorno de
un llavero que representa a la torre Eiffel, recuerdo de días más felices. Así
que, de nuevo, este símbolo de París, se revierte en este relato de un halo
trágico y negativo.
Como resumen, podría apuntar que Lejos del Champagne es un notable libro
de relatos líricos, cinéfilos y literarios, y no exentos de un cierto humorismo
triste.
ENTREVISTA
1) ¿Estás de acuerdo con mi idea de que la forma de muchos de tus relatos
tiene más que ver con la composición de un poema que con la de un relato
tradicional? De alguna manera sí. Un buen cuento, tal y como yo lo
entiendo, debe estar más cerca del poema que de la novela. Es muy triste que en
un cuento de diez páginas, sobren cinco. Yo intento que eso no suceda. Trabajo
mucho la concisión y el oído para encontrar el ritmo y musicalidad que deseo
llegue al lector. También los silencios y las elipsis. Lo que no se cuenta es,
a menudo, más importante que lo se cuenta. Y me suele interesar más el cómo que
el qué.
2) ¿Hasta
qué punto eres un autor diferente si te sientas a escribir un poema o un
relato?
Bueno, diría que siempre me he
identificado con aquel “contengo multitudes” de Whitman y, también, con el “soy
nadie” de Dickinson. Ambos me representan. No sé. Como es natural, soy el mismo
autor pero supongo que encaro el trabajo con herramientas y recursos distintos.
A veces, una idea o imagen nace y pretende autoproponerse como válida para
ambas cosas. Si eso sucede, dejo pasar el tiempo necesario para que acabe
mostrando su verdadero rostro. Lo que siempre va a ser innegociable es mi
búsqueda por intentar contarlo de una manera diferente (aquel famoso mandato de
Ezra Pound, Make it New!), la necesidad de no quedarme en la superficie y mi
lucha con el lenguaje.
3) ¿A qué
escritores de relatos admiras más? ¿Cuáles son tus referentes?
Bueno, a la hora de decir nombres es
siempre complicado porque hoy pueden ser unos y mañana otros. Pero me gusta
mucho Cheever, Carver, Flannery O´Connor y Carson McCullers. También los
cuentos de Borges, Cortázar, Chéjov, Clarice Lispector, Olivier Adam, Katherine
Mansfield o Alice Munro. Dentro de nuestras fronteras me gustan los cuentos de
Hipólito G. Navarro, Eloy Tizón, Miguel Serrano Larraz, Sara Mesa, Aixa de la
Cruz, José Pedro García Parejo, Alejandro Morellón y Kike Parra por citar sólo
algunos.
4) ¿Hasta
qué punto es importante para ti, al escribir tus cuentos, la relación de éstos
con el cine o la televisión?
Creo que un narrador debe conseguir
que el lector visualice lo mejor posible lo que está contando y para ello debe mostrar
lo que sucede. No explicarlo. En eso se parece mucho a contar una historia a
través de una cámara. Intento que mis cuentos sean muy visuales en ese sentido,
que el lector pueda casi ver y tocar la escena. Como si hubiera una cámara
mostrándolo. Supongo que es deformación profesional. Pero en lugar de elegir
dónde va a ir la cámara, el punto de vista, digamos, escojo la palabra que
considero más adecuada. Con todo, es cierto que son relatos que se me antoja difíciles
de adaptar. Literatura y cine se pueden dar la mano pero son lenguajes muy
diferentes también. Yo quería apostar por la literatura.
5) ¿Has
escrito los cuentos en un espacio muy largo de tiempo o han surgido con una
idea claro de conjunto?
Surgieron con una idea clara de
conjunto. Son relatos muy trabajados que quería me sirviesen como una especie
de carta de presentación como narrador. Era algo que se iba alargando en el
tiempo debido a otras obligaciones pero aproveché para darle un empujón cuando
tuve un accidente y me vi obligado a parar. Tres años más o menos fue lo
que tardé en total. A veces bromeo y
digo que 38 años, que fue lo que tardé en vivir para contarlo.
6) ¿Hasta
qué punto es importante para ti Francia y la cultura francesa? ¿Es un juego
narrativo que usas en tu libro o realmente tú lo sientes como algo real en tu
vida?
Sí, es más bien un juego. No tengo nada en contra de Francia. Al contrario.
Me gusta la protección y el lugar que otorga a su cultura. Pero me interesaba
mucho combatir la impostura. Luchar contra esa absurda idealización que tenemos
de París y todo lo francés.
7) En todos
tus cuentos parece estar presente la infelicidad de la vida cotidiana y la
nostalgia por la juventud perdida. En gran medida, casi todos tus personajes
tienen una franja de edad parecida y esto da unidad al libro. ¿Te has
planteando escribir relatos en los que los protagonistas sean, por ejemplo,
adolescentes, personas que se encuentran, por tanto “más cerca del champagne”?
Sí, en alguna ocasión. Especialmente
me interesa la mirada de los niños. Pero también soy consciente de lo difícil
que es narrar desde los ojos de un niño o un adolescente. Puede que sea de las
cosas más complicadas. Y donde los resultados menos me gustan cuando los leo. O
son demasiado listos y no me los creo, o son demasiado tontos y no me los creo,
o son demasiado insustanciales y no me interesan. Tal vez, en un futuro reto.
No lo descarto.
8) ¿Te gusta
buscar el humor en tus cuentos, aunque sea un humor amargo?
El humor me parece fundamental en la
vida. Y muy serio. Es lo único que nos permite sobrevivir. Sí, lo intento. Además
me parece un signo de buena salud e inteligencia. Incluso de amor hacia el
lector. La voz de un escritor, su estilo, viene en gran medida marcado por su
ritmo pero también por su ironía. Pocas cosas más atractivas.
9) ¿Hay
algún relato en tu libro que consideres tu favorito o el más representativo?
Nos quieres
hablar de él.
Me es muy complicado elegir. Me
gusta mucho “La importancia de salir a tender cuando dan lluvia” o “El
magnetismo de las cintas magnéticas” o “Fondo de reptiles” o “Llamada de voz
perdida”, en el que un padre intenta educar a su hija a través de los mensajes
de voz que le deja en el contestador. Pero si tuviera que quedarme con uno, tal
vez, sería “Lejos del Champagne”. Creo que en él encontramos gran parte del
extrañamiento, lirismo, belleza y desencanto que atraviesa el libro.
10) En 2007
publicaste una novela corta titulada Origami.
Han pasado ya 12 años, y desde entonces has publicado poesía y relatos. ¿Qué relación
tienes ahora mismo con la novela? ¿Te interesa? ¿Has seguido con ella? ¿Piensas
seguir en el futuro?
Aquello fue más un experimento que
otra cosa, una experiencia iniciática con la que me quería probar y empezar a
estrechar lazos con algunos lectores potenciales. Ando
muy lejos de aquel narrador a estas alturas. Pero me dio algunas alegrías.
Quería escribir una fábula que reflexionara sobre los peligros de la publicidad
y los medios de comunicación. Mi relación con la novela ahora es muy estrecha. Estoy
trabajando duro en lo que me gustaría que fuese mi debut. Hasta ahora no había
conseguido reunir el tiempo y el valor necesario para afrontarla. Yo siempre me
he encontrado más seguro como narrador, solo que, en efecto, además de novela,
cuentos y ensayo, la poesía tiene mucho peso en mi dieta diaria como lector.
Uno es siempre, antes que cualquier otra cosa, lector.