De Pedro Mairal (Buenos
Aires, 1970) leí hace ya más de quince años su primera novela, Una
noche con Sabrina Love (1998), toda una odisea adolescente. Un libro
del que guardo un grato recuerdo. Aquella lectura me animó a leer las dos
siguientes novelas suyas que aparecieron en España: Salvatierra (2008) y El
año del desierto (2005). Me doy cuenta ahora de que estas dos últimas
aparecieron aquí con el orden cronológico cambiado. En 2016 leí alguna buena
crítica de La uruguaya en la prensa argentina y, cuando la publicó en
España Libros del Asteroide, le
escribí un correo a la editorial para solicitársela. Ellos me la enviaron a
casa muy amablemente. Muchas gracias.
El protagonista de La uruguaya
es Lucas Pereyra, escritor argentino de cuarenta y cuatro años. La novela
recoge la narración de un día de su vida, un día que fue bastante largo y que
el personaje evoca un año después de que tuvieran lugar los acontecimientos
narrados. Ese día, Lucas va a dejar su hogar de Buenos Aires para atravesar el
Río de la Plata y viajar a Colonia del Sacramento, en Uruguay. Una vez allí,
tendrá que tomar un autobús hacia Montevideo. Su objetivo es sacar 15.000
dólares de una cuenta que abrió en un banco del país vecino, donde le han
ingresado dos adelantos por sus libros desde España y Colombia. Si recibe ese
dinero en Argentina, una nueva ley sobre el tratamiento de las divisas provocaría
que el dinero se quedase en menos de la mitad. Su idea es tomar los 15.000
dólares en metálico y volver esa misma noche a Buenos Aires con el dinero
escondido en un cinturón. También ha quedado con Magali Guerra Zabala, una
joven uruguaya de veintiocho años que conoció unos meses atrás en un festival
literario en la localidad uruguaya de Valizas. Lucas se ha enamorado de Guerra,
como la llama, y durante los meses previos a esta cita ha estado intercambiando
con ella correos electrónicos. Las expectativas eróticas que ha puesto en este
encuentro en Montevideo son grandes. También quiere quedar con Enzo, un hombre
de setenta años que fue, hace mucho tiempo, profesor suyo en una taller
literario de Argentina.
En el momento del viaje, Lucas está casado con Catalina, con la que tiene
un hijo pequeño llamado Maiko. La relación entre Lucas y Cata no pasa por su
mejor momento. Lucas sospecha que Cata, que trabaja en el sector de la
medicina, le es infiel. Además, Lucas siente que en los últimos tiempos no le
ha ido demasiado bien como escritor y ha estado viviendo a expensas de ella;
también le debe dinero a algún familiar más. Si consigue engañar a las
autoridades en la aduana y regresar a casa con los 15.000 dólares de los
adelantos, podrá saldar sus deudas y tener la tranquilidad necesaria para
escribir durante los próximos diez meses.
La novela está escrita como si se tratase de una larga carta, en la
que Lucas le narra a su mujer Catalina (como ya he comentado, un año después de
los hechos) lo que le ocurrió en aquel día crucial del pasado. En más de una
ocasión se le recuerda al lector que está ante una evocación traída desde un
futuro cercano; en otras ocasiones, la narración se deja llevar por la pura
sensación de presente narrativo. En más de un momento, Lucas reflexiona (ante
Cata) sobre lo que suponía para él su relación con ella, y sobre todo lo que ha
supuesto para su vida la llegada de su hijo, a una edad ‒cuarenta y cuatro años‒
tal vez un tanto tardía para la paternidad. «Tendría que haber un curso para
criar hijos. Tanto curso de preparto y después nace y cuando llegás a tu casa
por primera vez no sabés ni dónde ponerlo. ¿Dónde lo apoyás, en qué parte de la
casa va ese viejito mínimo, ese haiku de persona? Nadie te enseña. Nadie te
advierte lo duro que es no dormir, renunciar a vos a cada rato, postergarte.
(…) A veces también le tengo miedo a Maiko. Miedo a él. Incuba cada virus que se
agarra en el jardín, lo aísla y lo fortalece dentro de su flamante sistema
inmunológico y me lo pega con toda su furia. Sus gripes me derrumban» (pág. 44).
Desde su crisis de mediana edad, Lucas se plantea su rol de marido y de
padre, además de su condición de escritor. «Cuando no escribo ni trabajo sube
el volumen de las palabras dentro de mi cabeza y me van inundando», leemos en
la página 15, como declaración de un sentir vocacional. Sin embargo, más tarde Lucas
parece pensar que se equivocó al elegir ser escritor. En la página 56 podemos
leer lo siguiente: «La plata estaba en mi infancia, me rodeaba, me recubría con
buena ropa, cuadras de un barrio seguro en Capital, alambrados de fin de
semana, cercos de clubes, ligustros bien podados, barreras que se levantaban a
mi paso. Y yo después me había dado el lujo de hacerme el descarriado, el
artista sin empuje empresarial, el bohemio. Era un lujo más. El hijo sensible
de la alta burguesía pero el precio de mi bohemia se empezaba a pagar ahora.
Era a largo plazo. Un resbalar gradual».
En cierto modo, parece que Pedro Mairal, a través de la voz narrativa
de Lucas Pereyra, se ha propuesto llevar a cabo un ajuste de cuentas consigo
mismo. Desconozco si Mairal ha estado casado y se ha divorciado, o si ha tenido
hijos, pero en algún punto de la novela me ha parecido que estaba jugando a la
autoficción. Por ejemplo, cuando relata el encuentro con Guerra en el festival
literario, al finalizar ese día, debe sentarse en un autobús con una crítica
literaria que le espeta una pregunta inoportuna para su mente obnubilada por el
sexo: «¿Lucas, vos tuviste oportunidad de leer lo que yo escribí sobre el eje
civilización y barbarie en tu novelística?». Me dio la impresión de que esa
pregunta se la podía haber hecho perfectamente esa misma crítica al escritor de
El año del desierto, novela en la que
Mairal hablaba precisamente de ese «eje civilización y barbarie».
La uruguaya abunda en
argentinismos ‒algunos como «telo», «quincho» o «cheto» no los conocía‒ y en
anglicismos (homeless chic, living, voz en off…); en algún momento, estos
últimos parecen tener una función cómica en el texto. La novela está escrita
con mucho sentido del ritmo y un tono desenfadado, que acaba derivando, en más
de una página, hacia la comedia o la autoparodia. También suele abundar el
párrafo de aliento poético.
La anterior novela de Pedro Mairal que leí fue El año del desierto, que me pareció más ambiciosa en su composición
que La uruguaya. El año del desierto me impresionó mucho y la destaqué como una de
mis mejores lecturas de 2013. Aunque tengo la impresión de que La uruguaya está escrita en un tono
menor respecto a El año del desierto,
me ha parecido una gran novela corta. Retrata con mucho encanto ‒con un gran
sentido del patetismo que deriva en comedia‒ la crisis de mediana edad de un
escritor. Su prosa es muy bella y tiene un gran sentido del ritmo. La verdad es
que casi la leí de un tirón y me sentí muy feliz con ella. Pedro Mairal sigue
siendo uno de mis escritores hispanoamericanos actuales (de los nacidos a
partir de 1970) favoritos.
Hola David. Muy buena reseña. Con respecto a la palabra "living" y al término "voz en off", te comento que son anglicismos muy comunes acá en Argentina. Saludos!
ResponderEliminarHola: sí, conocía lo del uso de anglicismos en Argentina. Leo mucho sus libros. En España también se usan cada vez más. Gracias por lo de la reseña.
EliminarSaludos