Editorial Crítica. 264 páginas.
1ª edición de 2012.
Sigo con la lectura de libros de
economía. Y antes de ponerme con el de David
Ricardo, he preferido tomar de mis estanterías éste de tal sugerente
título: ¡Acabad ya con esta crisis!, del economista norteamericano Paul Krugman (Albany, EE.UU. - 1953),
columnista del periódico New York Times y premio Nobel de economía en 2008.
Compré este libro en la Fnac de Nuevos
Ministerios, un día que había acudido allí para mirar otra cosa que ahora no
recuerdo. Por esas semanas había estado buscando vídeos de Krugman para usarlos
en mis clases de economía de primero de bachillerato, ya que este economista,
de estirpe neokeynesiana, centra mucho sus trabajos en el análisis de la crisis
actual y sus posturas económicas me sirven para explicar parte de mi temario, y
mostrar el enfrentamiento ideológico con los economistas neoliberales como Milton Friedman.
Voy a realizar un resumen por
capítulos del libro:
Introducción
Desde las primeras páginas de su
ensayo, Krugman muestra sus cartas: “Estamos viviendo una verdadera depresión.
(…) Esencialmente se trata de la misma clase de situación que John Maynard
Keynes describió en la década de 1930: «un estado crónico de actividad inferior
a la normal durante un periodo considerable de tiempo» (…) Estamos sufriendo penalidades
que (…) son claramente similares a las de los años treinta. (…) No estamos usando el conocimiento que tenemos
porque, por una serie diversa de razones, demasiadas personas de entre las que
más pesan (…) han elegido olvidar las lecciones de la historia, (…) han optado
por prejuicios ideológicos y políticos convenientes. (…). Es hora de que el gobierno
gaste más.”
Recordemos al lector que la
Teoría
general de la ocupación, el interés y el dinero (1936) de
John M. Keynes, donde se expone su
teoría de la insuficiencia de la demanda que se produce durante las crisis, fue
el libro que recoge las doctrinas que usó el
presidente Roosevelt
durante la Gran Depresión de los años 30; doctrinas –basadas principalmente en
promover la intervención gubernamental, mediante el gasto público, en los
mercados en situación de crisis- que marcaron los designios económicos de
Occidente entre 1930-1973. Con la crisis del petróleo, se produce un fenómeno
que se escapa al modelo keynesiano: la coincidencia de incremento del desempleo
con incremento de la inflación (estanflación). Como los trabajos de
Milton Friedman en la década de 1960
hablaban precisamente de esa situación estanflacionaria, sus ideas neoliberales
(aquí muere la influencia preponderante de Keynes en el pensamiento económico)
se tomaron como el nuevo referente político-económico; y fueron el marco
teórico de las políticas de recortes sociales llevadas a cabo por
Ronald Reagan o
Margaret Thatcher.
1) ¿Cuál mal están las cosas?
Krugman centra sus análisis en
EE.UU., aunque luego hay algunos capítulos dedicados a la situación europea.
“En diciembre de 2011, los
desempleados estadounidenses ascendían a más de 13 millones, frente a los 6,8
millones de 2007”.
“Casi el 40 por 100 de las
familias habían sufrido reducciones de horas, salarios o complementos.”
Está aumentando el desempleo de
larga duración y esta situación es peor para los jóvenes (uno de cada cuatro
licenciados recientes se haya desempleado o tiene un empleo a tiempo parcial).
“Lisa Kahn, economista de la
Escuela de Dirección de Yale, ha comparado las carreras de los licenciados
universitarios que se graduaron en tiempos de paro elevado con las de quienes
lo hicieron en épocas de bonanza económica; y los licenciados a los que les
tocaron los malos tiempos desarrollaron carreras significativamente peores.”
“Los economistas se plantean una
tarea demasiado fácil e inútil si, en las épocas tempestuosas, lo único que
pueden decirnos es que cuando la tormenta pase las aguas se habrán calmado de
nuevo.”
La crisis ha provocado en EE.UU.
el despido de unos 300.000 maestros (lo que sienta las bases para problemas
futuros si pensamos en la importancia de la educación).
“Los datos sugieren que una
acción eficaz, en lo que respecta a limitar la profundidad y duración de la
recesión posterior a una crisis financiera, reduce también estos daños a largo
plazo; lo que supone, a la inversa, que no adoptar esas medidas necesarias
–omisión que nosotros estamos cometiendo en la actualidad- también supone
aceptar un futuro más limitado y amargo.”
2) Economía de la depresión
“Hay un gran deseo de ver la
economía como una obra moral en la que los malos tiempos son un castigo ineludible
por los excesos previos.” Hay personas que afirman que los problemas actuales
tienen raíces muy profundas y que tenemos que adaptarnos a un panorama más
austero; pero Krugman piensa que están equivocados y que el origen del
sufrimiento actual es relativamente trivial y que los problemas podrían
arreglarse con rapidez.
Siguiendo con las ideas
keynesianas, Krugman afirma que el paro es elevado porque nosotros no estamos consumiendo
lo suficiente; y las empresas, al no vender, reducen su inversión y no
contratan a más personas. Según las teorías neoliberales no puede ser que la
economía en su conjunto esté sufriendo una insuficiencia de demanda (teoría de
Keynes), idea con la que Krugman sí está de acuerdo.
Krugman carga contra este
pensamiento republicano, que considera una falacia: si los norteamericanos lo
están pasando tan mal, es el momento de que el gobierno sea solidario y se
apriete el cinturón. Según Krugman lo que el gobierno debe hacer es
precisamente lo contrario: gastar más para contrarrestar el insuficiente gasto
privado.
“A nivel colectivo, los
residentes del mundo intentan comprar menos cosas de las que pueden producir,
para gastar menos de lo que ganan. Esto lo puede hacer un individuo, pero no
una sociedad en su conjunto.” Este es debido a que el gasto de alguien es el
ingreso de otro, y si en la crisis todo el mundo pretende ahorrar otro no podrá
vender lo que produce, y ese “otro” tendrá que despedir a trabajadores.
EE.UU. ha salido tradicionalmente
de las crisis imprimiendo más dinero, pero aunque la Reserva Federal ha
triplicado la base monetaria desde 2008, la economía sigue deprimida. Y esto
nos lleva a lo que Krugman llama “la trampa de la liquidez”: la Reserva
Federal inyecta más dinero a los bancos y estos pueden prestar dinero a tipos
de interés más bajos, pero sólo hasta un punto, puesto que no pueden bajar de
cero (momento en el que prestar dinero para ganar un beneficio deja de tener
sentido). Pero con un tipo de interés de cero el gasto de los consumidores
sigue siendo insuficiente para hacer que la economía se recupere.
Cuando (tras la crisis de las
hipotecas subprimes) se pensó que los
niveles de deuda eran demasiado altos, los deudores se vieron obligados a
gastar menos, pero los acreedores no estaban dispuestos a gastar más.
Este es un punto esencial en el
libro: los neokeynesianos como Krugman piensan que durante la crisis el gasto
se ha contraído en exceso dando lugar a una insuficiencia de demanda, que ha de
ser contrarrestada con un incremento del gasto público; los neoliberales
piensan que los empleos siguen existiendo (el único desempleo es el natural y
para ellos, por tanto, el desempleo es voluntario) y las personas deben
formarse más para conseguir esos trabajos. Dice Krugman: “Si tuviéramos una
tasa de desempleo colosal porque demasiados trabajadores carecieran de la
formación adecuada, tendríamos que poder encontrar a un número significativo de
trabajadores que sí estuvieran gozando de prosperidad; y no podemos. Lo que nos
encontramos, en su lugar, es un empobrecimiento general: lo que sucede cuando
la economía sufre de una demanda inadecuada.”
“Lo que ahora necesitamos para
salir de la depresión actual es otro arranque de gasto gubernamental.”
3) El momento de Minsky
Krugman nos habla de una figura
un tanto marginal de la economía, Hyman
Minsky, profesor de la universidad de San Luis, que murió en 1996 sin mucho
reconocimiento. Sin embargo, entre sus arduos libros hay al menos una idea muy
relevante: “La gran idea de Minsky fue centrarse en el «apalancamiento»: la
acumulación de deuda en relación con los activos o los ingresos. En los períodos
de estabilidad económica, decía el autor, el apalancamiento se incrementa,
porque todo el mundo mira con displicencia el riesgo de que el deudor no sea
capaz de devolver lo prestado. Pero este ascenso del apalancamiento, a la
postre, genera inestabilidad económica. De hecho, prepara el terreno para una
crisis económica y financiera.”
Decía el economista Irving Fisher en 1933: Un empeoramiento
económico crea una situación en la que muchos deudores se ven obligados a
adoptar medidas rápidas para reducir su deuda. Pueden «liquidar» sus activos
mediante la venta y/o recortar el gasto. Esto puede funcionar a nivel
individual, pero si en una economía demasiados agentes lo hacen al mismo tiempo
la economía entrará en crisis; ya que el vendedor no encontrará comprador,
también empeñado en reducir su deuda. Si todos intentan vender a la vez, los
precios bajarán, y la deflación hará que las deudas nominales sean ahora
mayores para los deudores.
Krugman expone “la paradoja
del ahorro”: todo el mundo intenta ahorra más al mismo tiempo. El ahorro
podría hacernos pensar que va a repercutir en una inversión industrial mayor.
Pero con una economía deprimida las empresas no canalizan el ahorro hacia
nuevas inversiones. Lo que ocurre es que cuando todo el mundo intenta ahorrar
más los ingresos de otros menguan, y así menguan los ingresos (PIB) generales
de la economía: “en el intento de ahorrar más, desde el punto de vista
personal, los consumidores terminan ahorrando menos en conjunto.”
Y “la paradoja de la
flexibilidad”: “Un trabajador individual puede mejorar sus oportunidades de
obtener trabajo a cambio de aceptar un salario inferior, que lo haga más
atractivo en comparación con otros trabajadores, un recorte general de los
salarios deja a todo el mundo en el mismo lugar, pero el nivel de deuda se
mantiene igual. Así pues, más flexibilidad en los salarios (y los precios) sólo
empeoraría las cosas.”
“¿Acaso supone esto que elevar
sueldos y precios mejoraría la situación y que la inflación, de hecho, sería
útil? En efecto, así es, porque la inflación reduciría la carga de la deuda.”
4) Banqueros que se vuelven locos
Krugman carga contra Alan Greenspan, economista y presidente
de la Reserva Federal Americana entre 1987 y 2006, cuando éste afirma que las
finanzas modernas, con sus “valores respaldados por activos” contribuían a
general estabilidad. Según Krugman, esas innovaciones financieras alabadas por
Greenspan fueron la base de la crisis actual.
En 1933 entró en vigor la ley Glass-Steagall, que limitaba la
cantidad de riesgo que podía asumir un banco, y esto hizo a la economía más
estable en las décadas siguientes. La situación empezó a cambiar en 1980 con
Ronald Reagan. La desregularización de la banca de las décadas de 1980 y 1990
se tradujo en un estímulo a las conductas de riesgo; y sólo los bancos con
conductas más imprudentes podían sobrevivir en el nuevo contexto. Se produjo un
fuerte incremento de los préstamos.
Con Bill Clinton siguió la desregularización, y desapareció la norma de
Glass-Steagall que separa la banca comercial de la de inversión.
Para Kurgman esta es “la gran
mentira” norteamericana: según esta historia el crecimiento de la deuda se
debió a que personas de espíritu benefactor obligaron a los bancos a conceder
préstamos hipotecarios a los pobres.
Tirando esta idea: la expansión
del crédito y el boom inmobiliario
fue muy generalizado (también en Europa). El grueso de los préstamos de riesgo
fue suscrito por entidades privadas.
“Lo que en verdad vemos es una
historia en la que los conservadores se hicieron con el poder, se pusieron a
desmantelar muchas de aquellas protecciones de los tiempos de la Depresión… y
la economía se hundió. (…) Los conservadores necesitaban desesperadamente
alejar de las mentes esta historia incómoda y narrar otro relato que
convirtiera al gobierno –y no a la falta de gobierno- en el origen del mal.”
Se podría pensar (si los
neoliberales tuvieran razón) que el crecimiento económico desde 1980 –la época
de la desregularización- ha sido mayor que antes; pero Krugman afirma que no ha
sido así, que ha sido en realidad más lento. El verdadero periodo de
«crecimiento extraordinario» fue el de la generación posterior a la segunda
guerra mundial.
5) La segunda edad de oro
Sólo para una pequeña minoría la
desregulación financiera y el incremento del endeudamiento supuso una gran
mejoría en sus ingresos.
En el debate de la desigualdad,
los neoliberales apuntan que en un entorno más especializado y tecnológico cada
vez cobran más importancia las aptitudes y la formación. Según Krugman esto
cierto sólo en parte. Entre 1979 y 2007 el 1% de los más ricos vio aumentados
sus ingresos en un 277,5%. Una gran parte de los muy ricos son directivos de
empresas financieras.
Krugman apunta que puede haber
una relación entre el incremento de la desigualdad y la crisis financiera. El
economista Robert Frank señala que
el mayor gasto de los más ricos provoca una cascada de consumo por parte de las
clases sociales que están por debajo. Además la desigualdad en la educación
pública, ha hecho que muchas familias se endeudasen de más para comprar casas
en barrios con buenas escuelas.
Keith Poole y Howard
Rosenthal “descubrieron que existía una relación clara entre el porcentaje
de ingresos totales que obtenía el 1% más acaudalado y el grado de polarización
de Congreso.” Desde 1980 el Partido Republicano se ha desplazado hacia la
derecha.
6) Economía de la edad oscura
“Fueron muchos los economistas
punteros que defendieron la desregulación financiera aun a pesar de que hacía a
la economía aún más vulnerable a la crisis. Y luego, cuando estalló la crisis,
fueron demasiados los economistas famosos que cargaron, con tanta ferocidad
como ignorancia, contra cualquier clase de respuesta eficaz.”
La fobia a Keynes parece muy
arraigada entre los conservadores norteamericanos
Una pregunta espinosa: ¿hasta qué
punto las donaciones del 1% de los más privilegiados a las universidades han
coloreado los estudios de los economistas académicos? En Estados Unidos la
economía está muy escindida entre “economistas de agua salada” (universidades
de las costas), que son keyneisanos; y los “economistas de agua dulce”
(universidades del interior) que son liberales.
Para Kurgman un problema
fundamentan de la situación actual se encuentra en que los economistas liberales
no consiguen explicar por qué ocurren las recesiones, y es así porque no
quieren recurrir a Keynes. “Hoy en día, buena parte del análisis académico de
la macroeconomía está dominado por la teoría del «ciclo económico positivo»,
que afirma que las recesiones son la respuesta racional, y de hecho eficaz, a
los choques tecnológicos adversos, que sin embargo quedan sin explicación; y afirma
que la reducción de empleo que se produce durante la recesión es una decisión
voluntaria de los trabajadores, que se toman tiempo hasta que mejoran las
condiciones. Si esto suena absurdo… es porque lo es.”
Cuando estalló la crisis, muchos
economistas optaron por la “guerra religiosa” de ideas.
En 2008-09 la Reserva Federal
hizo todo lo que Friedman afirmaba que había que debería haberse hecho en los
años treinta y aun así la economía parece atrapada en la crisis.
Para Krugman, la profesión
económica ha perdido en gran parte el rumbo desde hace 30 años.
7) Anatomía de una respuesta inadecuada
Obama y el resto de dirigentes políticos del mundo desarrollado
sólo hicieron parte de las cosas que había que hacer. Entraron con políticas de
dinero barato y ayudas a los bancos para impedir el hundimiento general de las
finanzas que ocurrió en los años 30.
Al comienzo de la crisis se
produjo una implosión del crédito. Según Krugman los gobiernos sí que deberían
haber ayudado a la banca, pero deberían haberles exigido la devolución del
dinero concedido. El sistema bancario se estabilizó, pero eso no necesariamente
reporta prosperidad.
El tipo de interés no podía bajar
más porque ya estaba a cero; y Obama quiso llevar a cabo una política fiscal
expansiva –incrementando el gasto público- que no tuvo el éxito deseable porque
según Krugman fue insuficiente. No hubo ningún programa de obras públicas
similar a los de Roosevelt.
Kurgman señala que uno de los
problemas actuales es que las familias están demasiado endeudadas, sobre todo
debido a la compra de viviendas, y apunta que estas deudas deberías ser
renegociadas y rebajadas. Así las personas podrían incrementar su consumo.
8) Pero ¿y el déficit?
El primer estímulo de Obama era
demasiado corto, pero al no funcionar desacreditó el concepto general del
estímulo. Empezaron a cobrar importancia las advertencias sobre el peligro de
un déficit excesivo; y Obama optó en 2010 por hacer recortes de gastos.
“Los prejuicios causados por el
desempleo son reales y terribles, el daño causado por el déficit, a un país
como Estados Unidos y en su situación actual, es ante todo hipotético.”
El temor al déficit se debe sobre
todo a la respuesta que pueden dar ante él los que Krugman llama “los
vigilantes de los bonos”, quienes cuando pierden la confianza en las políticas
de un país se deshacen de sus bonos.
Al estar metidos en la trampa de
la liquidez, hay un exceso de ahorro, que podría canalizarse hacia el
endeudamiento gubernamental, mediante la emisión de bonos. En una economía en
depresión, el déficit presupuestario no compite por los fondos con el sector
privado y, en consecuencia, no provoca el ascenso de las tasas de interés.
Aunque EE.UU se endeude más Krugman no ve el peligro a que los vigilantes de
los bonos no quieran bonos norteamericanos (lo que ocurre en Europa es
diferente y se ve más adelante).
Ha sido un error dejar de
centrarse en resolver a corto plazo el problema del empleo y centrase en el del
déficit.
Hay un argumento en contra de la
política fiscal expansiva: “afirmáis que esta crisis es fruto de un
endeudamiento excesivo. Bien, ahora decís que la respuesta es endeudarse más
todavía”. Krugman piensa que ese razonamiento es una falacia, porque depende de
quién se endeude. Tras el momento Minsky, las familias no quieren (o no pueden)
consumir y el gasto (mediante el endeudamiento) debe partir del gobierno.
9) Inflación: la amenaza fantasma
El temor a la inflación hace que
más de un economista sea contrario a la expansión del gasto gubernamental;
siguiendo la tesis monetarista de Friedman que afirma que un incremento de la
masa monetaria por parte del Estado se traslada de forma directa a un
incremento de precios, sin generar estímulo (en contra de lo que dice Keynes).
No tenemos una gran inflación a
pesar de que se imprima dinero porque, metidos en una trampa de liquidez (con
tipos de interés de cero), las personas se muestras reticentes a gastar.
“Sin auge no hay inflación; si la
economía se mantiene deprimida, no hay que inquietarse por las consecuencias
inflacionarias de crear dinero.”
Krugman aboga por intentar
conseguir una tasa de inflación más alta que la actual; lo que tendría los
siguientes beneficios: “una tasa de inflación más alta podría aliviar las
limitaciones impuestas por el hecho de que las tasas de interés no pueden bajar
por debajo de cero”. Irving Fisher señala: “la expectativa de una inflación más
elevada, cuando el resto de circunstancias no cambian, hace que solicitar
préstamos resulte más atractivo: si los prestatarios creen que podrán devolver
sus préstamos en dólares que valdrán menos que los dólares tomados prestados
hoy, se mostrarán más dispuestos a endeudarse.”
“La deflación –dijo Fisher- puede
deprimir una economía al elevar el valor real de la deuda. A la inversa,
entonces, la inflación, podrá ser de ayuda al reducir ese valor real.”
10) Eurodämmerung: el crepúsculo del euro
Krugman es un euroescéptico.
España al entrar en el euro recibió grandes entradas de capital de Alemania,
dinero que pasó al sector inmobiliario propiciando la burbuja. Los salarios
españoles crecieron, y ahora con la crisis no somos competitivos. Aquí Krugman
cita una idea de Friedman que considera acertada: es difícil convencer a los
trabajadores de una bajada de sueldo, y es más aceptable si el país que ha
perdido competitividad devaluase su moneda frente a la otra. Es decir, devaluar
la peseta frente al marco. Al tener una moneda común no podemos hacer esto.
Un problema del euro es que los
países que lo tienen no comparten la integración fiscal ni la movilidad
laboral. En cuanto a la movilidad laboral hay muchas limitaciones idiomáticas y
culturales. En cuanto a la integración fiscal: si la UE fuese de verdad un
único país, la seguridad social común podría ayudar a los más necesitados de
los países a los que va peor con la crisis, pero esto no ocurre.
Con el euro la deuda de España,
Italia y Grecia se empezó a tratar en los mercados como si fuese tan segura
como la de Alemania. Esto supuso un fuerte descenso del coste del dinero
prestado en el sur de Europa, lo que provocó las explosiones inmobiliarias.
La crisis financiera en Estados
Unidos fue el desencadenante del derrumbe europeo. Y el euro se vio ante un
gran choque asimétrico, que se agravó mucho por la falta de una integración
fiscal. Los ingresos cayeron y el gasto en los subsidios de desempleo se
disparó. También se disparó la deuda y el déficit y los inversores se
inquietaron.
El “gran engaño” europeo:
se basa –según Krugman- en la creencia de que la crisis europea se debe ante
todo a la irresponsabilidad fiscal. Los países han incurrido en déficits
presupuestarios excesivos y ahora lo importante es impedir que se repita la
historia. En realidad (lo vemos a través de una gráfica), la deuda de los
países mediterráneos europeos (más Irlanda) en relación a su PIB –ratio que
estaba mejorando- sólo se disparó tras la llegada de la crisis.
El problema se suele formular en
términos morales: los países tienen problemas porque han pecado endeudándose
mucho y ahora deben penar.
El incremento de salarios de
España se debería ajustar mediante la devaluación de la moneda; y al no poderse,
se debería permitir –apunta Krugman- una inflación mayor que la de Alemania, lo
que se conoce como «devaluación interna». Pero el Banco Central Europeo está
empeñado (de forma errónea, según Krugman) en mantener la inflación baja.
Además el incremento de la deuda sí que hace que los “vigilantes de los bonos”
exijan tipos de interés más altos para comprarlos a los países sin moneda
propia, por el riesgo a una posible expulsión del euro. Las tasas de interés de
la deuda británica son muy inferiores a las de la española –el 2% frente al 5%-
pese a que Gran Bretaña tiene más deuda y más déficit.
Los países europeos que no
aceptaron el euro, como Gran Bretaña o Suecia, lo están pasando ahora menos mal
que los que sí lo aceptaron, pero romper ahora con el euro, una vez que ya
existe, hasta para un euroescéptico como Krugman parece un error. Para salvar a
la eurozona, Europa tienen que atajar los ataques de pánico, garantizando una
liquidez adecuada: El Banco Central debería comprar bonos gubernamentales de
los países del euro. Los países con excedentes deberían demandar exportaciones
de los países con problemas (es decir, Alemania debería comprar más cosas de
España).
El Banco Central no está tomando
las medidas necesarias, forzando la austeridad en los países con problemas, y
también en los que no los tienen, y por tanto impidiendo que esos últimos
puedan incrementar las importaciones de los primeros.
11) «Austeriacos»
Tras la caída de Lehman, los
gobiernos pasaron a desarrollar políticas monetarias y fiscales expansivas.
Pero en 2010 se puso de moda reclamar recortes del gasto, incrementos de
impuestos y tasas de interés más elevadas.
El argumento a favor de la
contención que ha tenido más fuerza es el del miedo a la inflación. Aunque
desde el principio, la crisis griega fue tomada por los antikeynesianos (o
economistas austriacos) para defender la austeridad.
“En una situación de profunda
depresión económica, y cuando las tasas de interés ya rondan el cero, los
recortes de gastos no se pueden compensar. Por lo tanto, contribuyen a deprimir
más la economía; y esto hace que disminuyan los ingresos y que desaparezca, al
menos en parte, la pretendida reducción del déficit.”
Para los austriacos, la reducción
del gasto público, pese a provocar desempleo, genera un clima de «confianza»
que compensa su efecto negativo, ya que así los agentes gastarán más.
Krugman no confía en la capacidad
expansiva de la austeridad: “¿A cuánta gente conoce usted que decida hoy cuánto
puede gastar este año a partir del cálculo de lo que las decisiones fiscales
supondrán para sus impuestos a 5 o 10 años vista?
El FMI investigó para encontrar algunos ejemplos de austeridad fiscal expansiva, y lo que halló fue que la austeridad
fiscal deprime la economía, más que expandirla.
Se analiza el caso de Gran
Bretaña: un gobierno que se ha embarcado en una austeridad voluntaria para
generar confianza y evitar que se eleven las tasas de interés. Krugman observa
que las tasas de interés siguen siendo bajas porque los inversores no sienten
inquietud ante un país avanzado con moneda propia, pero ahora los consumidores
y las empresas consumen menos, así que en realidad su confianza ha bajado y
Gran Bretaña sigue en depresión.
Para Kurgman el deseo de los
austriacos de reducir el gasto gubernamental con una economía deprimida es
“profundamente destructivo”.
Krugman concluye que la doctrina
económica que exige austeridad para evitar la inflación beneficia a los más
poderosos que son los que prestan dinero; ya que la inflación perjudica a los
prestatarios y beneficia a los deudores.
12) Lo que hará falta
Krugman vuelve a invocar las
palabras de Keynes de 1936: “Las deficiencias principales de la sociedad
económica en la que vivimos son su capacidad de proporcionar pleno empleo y su
arbitraria y desigual distribución de la riqueza y los ingresos.”
Entre 1939 y 1941 una explosión
del gasto federal causó un 7% de aumento del número total de puestos de trabajo
en el país.
Para Krugman la solución es
clara: incremento del gasto gubernamental: “Si se pone dinero en manos de
quienes lo necesitan, es muy probable que lo gasten, y esto, es, exactamente,
lo que necesitamos que pase.”
Un plan importante debería ser el
del “alivio hipotecario”: reducir el peso del endeudamiento familiar en
viviendas; pero los planes de socorro se ven obstaculizados por el miedo a que
algunos deudores reciban ayuda sin merecerlo.
También, se apunta, se deberían
haber adoptado medidas más duras con países como China, que mantienen el valor
de su divisa artificialmente bajo.
13) ¡Acabad ya con esta depresión!
“La depresión que estamos
atravesando es, fundamentalmente gratuita: no hace falta que suframos tanto.”
“Lo que bloquea esta recuperación
es solamente la falta de lucidez intelectual y de voluntad política.”
Epílogo ¿Qué sabemos en realidad de los efectos del gasto público?
“A la pregunta sobre cómo
funciona la economía deberíamos responder atendiendo a las pruebas, no lo a los
prejuicios.”
Observando las épocas de gran
incremento del gasto público en Estados Unidos (que, por desgracia, suelen
coincidir con los periodos de guerras), Krugman encuentra que el gasto público
tiene un efecto positivo sobre el incremento del PIB y la creación de empleo.
“Los investigadores del Fondo
Monetario Internacional han identificado no menos de 173 casos de austeridad
fiscal, en los países avanzados, durante el periodo comprendido entre 1978 y
2009. Y lo que constataron fue que a las políticas de austeridad siguieron la
contracción económica y el aumento del desempleo.”
Conclusión personal
No quiero extenderme más, tan
solo apuntar que la lectura de este libro me ha resultado muy interesante. Es
un libro que se lee con mucho interés, y el estilo de Krugman es entretenido y
en ocasiones hasta cómico. Una lectura muy recomendable para todas aquellas
personas interesadas en reflexionar sobre la economía y el mundo actual.