Editorial Caballo de Troya. 220
páginas. 1ª edición de 2013.
Hace ya casi dos años, en la
primavera de 2012, leí El esqueleto de los guisantes, la
primera novela de Pelayo Cardelús
(Madrid, 1974), publicada también por la editorial
Caballo de Troya. Como entonces, la nueva novela de Cardelús, Las
vacaciones de Íñigo y Laura, me la ha regalado su editor, Constantino Bértolo.
El esqueleto de los guisantes era una novela esencialmente
autobiográfica y describía la vida cotidiana en una pequeña empresa de marketing
madrileña. Partiendo de la descripción de las condiciones laborales, se esbozaba
el retrato generacional de unos jóvenes cuya máxima aspiración era independizarse.
El esqueleto de los guisantes situaba
su acción en 2004 y su narrador tenía entonces unos veinticinco años. Las vacaciones de Íñigo y Laura está
publicada en 2013 y aquellos jóvenes de veinticinco años tienen ahora treinta y
cinco, que es la edad que comparten los dos protagonistas de esta historia,
Íñigo y Laura.
Esta segunda novela ya no está
escrita en primera persona, sino en tercera, aunque la voz narrativa acompaña
principalmente al protagonista masculino, que, además de la edad, comparte
algunas características con el autor: Íñigo trabaja en una empresa de
publicidad y también desea ser escritor. En todo caso, Las vacaciones de Íñigo y Laura es una novela de ficción, no como El esqueleto de los guisantes, que era una
novela testimonial.
Si bien la voz narrativa se
identifica casi siempre con la de Íñigo, en más de una ocasión el narrador toma
distancia respecto a sus personajes e interviene en la historia. Así, en la
página 47 podemos leer, por ejemplo: “Pero antes de que Íñigo continúe
hablando, debemos suspender la historia de sus vacaciones para explicar algunas
cosas. De lo contrario, su próximo relato se nos haría incomprensible”. En la
página 88: “Por su imprevisible influencia en los sucesos de ese día,
transcribimos a continuación el reportaje íntegro”. En la página 135: “Íñigo
los detestaba. Bajo su punto de vista –que no tenemos por qué compartir–, ni
eran pacíficos, ni tolerantes, ni comprensivos”.
Íñigo y Laura van a disfrutar de
nueve días de vacaciones en las playas gaditanas de Zahara de los Atunes. Tras
una larga temporada intentándolo, ella está embarazada de tres meses. El
embarazo ha impedido que Íñigo cumpla uno de sus sueños: haber viajado ese
verano a Grecia. A partir de esa experiencia pensaba escribir una novela cuyo
motor narrativo iba a ser el sexo.
Las vacaciones de Íñigo y Laura reflexiona sobre las relaciones de
pareja, sobre hasta qué punto las acciones de nuestra pareja son controlables
por nosotros, o, más bien, si ese control es lícito. Es decir, ¿puedo pedirle a
mi pareja que no se acueste con otros pero no que exhiba su cuerpo ante otros?
¿Dónde acaba el machismo y empieza el contrato marital?
Desde las primeras páginas
descubrimos que Íñigo tiene una obsesión: no puede soportar la idea de que
alguien le grabe a él o a su mujer en vídeo, o que les haga una foto. Por un
lado le excita la idea de ver a su mujer desnuda en la playa, pero no le gusta
que puedan verla otros hombres, y mucho menos que le puedan hacer una
fotografía o grabarla en vídeo. Siempre eligen una parte poco transitada de la
playa. Allí Íñigo le quita la parte superior del biquini a su mujer, y si viene
algún hombre paseando por la orilla le obliga a ponérsela. Lo mismo ocurrirá
con la parte inferior del biquini: a Íñigo le excita la idea de bajarle su
goma, pero sólo cuando están a solas. Y ésta es la perversión y la obsesión de
Íñigo: desnudar a su mujer en un espacio público pero sólo poder disfrutar él
de su visión.
Según leía la novela me iba
pareciendo que esta idea, la obsesión de Íñigo, estaba excesivamente subrayada.
Son muchas las frases que describen movimientos como “le quitó la parte de
arriba del biquini, le obligó a ponerse la parte de arriba del biquini;
acarició a su mujer, temió que alguien le hubiera grabado, etc.”. Como, a estas
alturas, leo intentando descubrir cuáles son los trucos compositivos, me resultaba
evidente que el tema de los otros contemplando el cuerpo de su mujer y el de
los vídeos eran dos elementos importantes en la novela. Esto se comprueba al final,
final que impone la lógica constructiva de lo narrado, no la de los personajes.
En la novela no sólo se describen
los días de playa y chiringuitos de Íñigo y Laura, sino también el argumento de
la novela que Íñigo tenía planeado escribir tras su vuelta del viaje de Grecia,
novela que el personaje considera que ya nunca va a poder escribir. Esta novela
dentro de la novela se titularía Beltrán
y el sexo o bien Beltrán, Rosa y el
sexo, y ocupa más de treinta páginas. Este recurso narrativo me ha gustado
y considero que enriquece el libro: a través de Beltrán –personaje creado por
Íñigo–, el lector puede conocer algunas claves del pasado de Íñigo. En la casa
de Beltrán el sexo es un tabú y éste crece rechazándolo: “¿Cómo es posible que
un ser humano, algo tan sagrado y divino como un hombre, capaz de escribir el Fausto o de componer La Novena, pueda provenir de un origen
tan sucio, tan absurdo, tan ridículo?” (pág. 62). Estaba leyendo estas páginas
y me estaba pareciendo que la novela planteaba aquí un homenaje al escritor
francés Michel Houellebecq y a su libro Las
partículas elementales. Unas pocas páginas después, se le cita
explícitamente.
Algo que me ha extrañado al leer
el libro es que, en una novela en la que se quiere hablar de las relaciones
íntimas de una pareja, de las obsesiones en torno al sexo, no se hable de
ningún acercamiento sexual entre Íñigo y Laura, salvo cuando se describe la
tensión sexual creada en la playa con el juego de desnudar a la mujer o no
hacerlo, ser observados o no; en la privacidad del apartamento alquilado nunca
se describe ningún acercamiento sexual.
Íñigo piensa que Laura y él deben
dejarse más espacio como pareja, y mientas Laura baja a la playa él se queda
muchas mañanas en el apartamento leyendo El mundo como voluntad y representación
de Arthur Schopenhauer; y se
plantea que en el futuro su relación con Laura va a cambiar: tiene que haber
más espacio para la intimidad de cada uno.
Antes he dicho que al final del
libro (ese final sobre vídeos y el cuerpo de la mujer ante otros) se llegaba
más por la lógica constructiva de la novela que por la de los personajes, y me
parece que en gran parte esto es debido a que el personaje de Laura no está
dibujado con nitidez. Apenas sabemos nada de ella hasta el último capítulo. Y
quizás también a ese deseo de subrayar los puntales de la novela, como ya he
comentado. Además de no retratar los encuentros sexuales de la pareja, me daba
la impresión de que esas obsesiones insistentes –el cuerpo de la mujer, las
fotos y los vídeos– deberían haber aflorado antes entre ellos, ya que los
personajes, como se nos informa en la segunda frase de la novela, llevan seis
años viviendo juntos.
En todo caso, no querría dar la
impresión de que sólo le veo fallos a esta novela. Me ha gustado la descripción
de algunas escenas de playa; y, como he dicho, aprecio el recurso de la novela
dentro de la novela, además de la aparición de algún personaje secundario, como
la misteriosa Gata.
Creo que El esqueleto de los
guisantes, dentro de su modesto planteamiento –un diario de la cotidianidad
de una oficina– acababa siendo una novela más redonda que Las vacaciones de Íñigo y Laura. No es fácil (lo sé por propia
experiencia) dar el salto de la narración autobiográfica a la ficción. He de apuntar
también que muchas de las páginas de Las
vacaciones de Íñigo y Laura están escritas con un buen ritmo narrativo y se
leen con agrado, y es tal vez al reflexionar sobre el conjunto cuando me asalta
la presencia de los defectos comentados.
No suena muy seductora la trama y el título tampoco es justamente un atrapa-lectores. en fin, creo que dejaré que la parejita dsfrute de sus vacaciones sin mi compañía.
ResponderEliminarUn saludo,
Sonia
Hola Sonia:
EliminarNo quiero ser yo el que deje de recomendar la obra de un autor joven español; pero me he propuesto ser siempre honesto en el blog y si alguien se quiere dejar influir por mis impresiones que sea bajo su responsabilidad.
Un saludo
Se agradece la honestidad. Se puede ser crítico sin ser sangriento, creo que has ofrecido una opinión muy equilibrada. Por lo demás, claro que cada uno elige si te hace caso.
EliminarHola Sonia:
EliminarLa verdad es que es mucho más agradable cuando comentas un libro y puedes decir que te ha encantado sin dudarlo, pero también existen estos otros libros.
saludos
Hola David,
ResponderEliminarMe ocurrió algo muy parecido al leer la novela. Me gustó el tratamiento que da a la vida de pareja, la rutina, lo aséptico del planteamiento, o la delgada línea que separa la posesión y la actitud machista frente a la convivencia. Sin embargo, el último tercio se me desmorona, me parece inverosímil por los personajes, no por el hilo conductor como muy bien apuntas.
Un abrazo.
Hola Carlos:
EliminarLeí tu reseña y creo que la tuve bastante presente el leer este libro; y puede que tal vez incluso ya me esperase algo como lo que pasa al final del libro tras leer tu comentario.
Un abrazo
Pues a mi me ha gustado mucho. Su lectura es muy sosegada en sus tres cuartas partes y el final espectacular.
ResponderEliminarEstimado lector anómimo:
EliminarComo lector de las obras completas de Pelayo Cardelús le tengo que decir que me alegro de que haya disfrutado de su lectura. Si le gustó este libro, busque "El esqueleto de los guisantes" (lo tienen en un puesto de la Cuesta de Moyana a 3 €) porque le va a gustar.
Saludos