Editorial Lengua de Trapo. 333
páginas. 1ª edición de 2012.
Si usted es un lector habitual
del blog ya sabrá que Federico Guzmán
Rubio (México DF, 1977) es mi amigo, y es posible también que haya deducido
que vive en Madrid y que quedamos con cierta frecuencia. Además, algunos de los
libros comentados aquí durante el último año han sido leídos por recomendación
suya.
La primera vez que oí hablar de
esta novela fue en el verano de 2011, en una terraza de la madrileña plaza de
Santa Ana. Entonces aún no se llamaba Será mañana y Federico estaba a
punto de acabar de escribirla.
La leí por primera vez, en su
versión manuscrita, en diciembre de 2011. Y lo he vuelto a hacer, en su versión
definitiva, durante este mes de noviembre. Tenía curiosidad por saber cómo
había salido por fin el libro al mercado; y más sabiendo que yo soy en parte
responsable de la corrección de algunas erratas y de alguno de los cambios
definitivos, como la supresión de ciertos capítulos que hacían el texto un
tanto excesivo. Así que entenderán ustedes que esta de hoy es una entrada
especial para mí.
He disfrutado más de esta segunda
lectura; por una parte me parece claro que las novelas ganan cuando se leen ya
en formato libro respecto a cuando son un montón de fotocopias unidad por una espiral,
y porque además ahora (después de las partes suprimidas y de no acercarme a él
con un lapicero en la mano) el texto se lee con mayor fluidez.
Barrunte, el personaje de Será mañana, tiene ya cien años pero
aparenta treinta y pocos. La premisa fantástica de la novela es ésta: él se
sabe inmortal mientras siga haciendo la revolución. Si está participando en
alguna lucha armada, para alcanzar la justicia social, sus heridas se regeneran
con facilidad, no enferma, no le afecta el alcohol ni conoce lo que es un dolor
de estómago. Cuando alguna de las revoluciones en las que ha participado
triunfó, como en el caso de la cubana, Barrunte tiene que partir en busca de
otra. En el momento en el que deje de estar en pie de guerra comienza su
degeneración física, representada por la aparición de una luz azul que tiene la
capacidad de ver en los moribundos y sobre él mismo. Así que su búsqueda de
revoluciones guarda una doble relación con su existencia: la lucha activa da un
sentido moral a su vida, y también es motivo último de ésta.
La novela, narrada en tercera
persona, comienza cuando Barrunte llega al Madrid de principios del siglo XXI, con
la intención de contactar con alguno de sus compañeros de las antiguas
revoluciones hispanoamericanas –compañeros en el límite de edad que se permite
a sí mismo para que su ausencia de cambios físicos pueda ser tolerada–. El fin
último de su viaje a Madrid será, lógicamente, iniciar una nueva revolución en
España, lugar que Barrunte siente como propicio, dado el desmantelamiento del Estado
del bienestar al que nos está llevando la crisis económica.
Pronto sus ideas revolucionarias
van a chocar con la apatía que, a pesar de todo, exuda el país, además de la achacable
a sus antiguos amigos revolucionarios, acomodados ahora en puestos diplomáticos
o en ONGs.
El tono de la novela es
eminentemente irónico y, siguiendo la tradición mexicana, entroncaría con la
obra satírica de Jorge Ibargüengoitia.
Dentro de la tradición española,
el personaje de Barrunte estaría ligado a la obra de Cervantes. Barrunte, como el Quijote, está empeñado en luchar
contra todos los gigantes que cree ver en su camino y en vivir una serie de
aventuras heroicas e imposibles en los tiempos actuales. Los análisis de la
realidad que hace Barrunte, al igual que los del Quijote, suelen ser falsos:
toma precauciones ante la policía española completamente innecesarias, puesto
que no le están persiguiendo ni su lucha es una amenaza para nadie. Las
aventuras de Barrunte –como, por ejemplo, en la escena en la que intenta que
unos hispanoamericanos que guardan cola en una oficina del INEM se subleven–,
siguiendo la más pura tradición española de El
Quijote, acabarán en palos cobrados sobre el lomo. La época heroica de los
caballeros andantes había pasado para Don Quijote, lanzado a los caminos de La
Mancha, igual que las románticas revoluciones en Cuba, México o cualquier país hispanoamericano
han pasado para un Barrunte arrojado al Madrid actual (donde ya estuvo hace 75
años luchando en la Guerra Civil).
Según avanzan las páginas de la
novela, la luz azul se empezará a volver más brillante para un Barrunte que,
imposibilitado para hacer la revolución, comenzará a sentir que su muerte se
acerca. Mientras que su cabeza –en un Madrid frío y lluvioso de principios de
enero– se vuelve cada vez más paranoica y desesperada, decide abrir en la
pensión donde se aloja su portátil y comenzar a narrar su vida desmesurada.
El lector podrá acercarse a
alguno de estos episodios que Barrunte escribe sobre sí mismo, sin ningún orden
cronológico: escenas aleatorias, o destacables por algún recuerdo especial, que
el moribundo inmortal escoge de su gran pasado.
Y estos capítulos en primera
persona podrían llegar a leerse casi como relatos independientes y tienen que
ver, debido a su construcción y forma, muchas veces paródica o chistosa, con
los relatos del anterior libro de cuentos de Federico Guzmán, Los
andantes, ganador del premio Caja Madrid en enero de 2010, y que ya
comenté en el blog (ver AQUÍ).
De hecho, es en estos capítulos
donde se encuentra mi parte favorita del libro: las páginas en las que Barrunte
reconstruye los momentos en los que es concebido durante la revolución
mexicana. Unas páginas con un fuerte sabor de allá, plagadas de mexicanismos, en
las que el lenguaje paródico (en muchos casos frases tomadas de canciones de la
revolución o de libros de la época como Los de debajo de Mariano Azuela; que cualquier mexicano
conoce –me cuenta Federico– aunque no así un español) se hace más brillante.
Así que Será mañana entronca a la perfección con los tiempos actuales, y al
adentrarnos en ella, además de leer una divertida parodia sobre la crisis
económica (en estos días en los que necesitamos tanto reírnos), también debemos
preguntarnos por el reciclaje de la izquierda en la sociedad presente, así como
por nuestro olvido de las dictaduras y las guerrillas hispanoamericanas (el
repaso que se hace de ellas en la novela, pese al tono paródico de la mayoría
de las páginas, no deja de ser escalofriante).
Y, en un orden más general de temas,
Será mañana también se puede leer
como una reflexión sobre el paso del tiempo, sobre los años que cualquiera de
nosotros podemos llegar a vivir lejos de las convenciones y de los ideales con
los que crecimos.
A mí Será mañana me ha gustado mucho y me alegra pensar que ha sido
capaz de escribirla mi amigo Federico Guzmán, una de las personas que conozco
que más sabe y que más pasión siente por la literatura.
(Nota: la presentación de Será mañana, a cargo del escritor Alberto Olmos, se llevará a cabo en la librería-bar madrileña Tipos infames -San Joaquín 3, Malasaña- a las 19.45 h. del martes 27 de noviembre. Allí nos vemos, Federico)
(Nota: la presentación de Será mañana, a cargo del escritor Alberto Olmos, se llevará a cabo en la librería-bar madrileña Tipos infames -San Joaquín 3, Malasaña- a las 19.45 h. del martes 27 de noviembre. Allí nos vemos, Federico)
Gracias por la reseña, David! Y gracias, sobre todo, por esa primera lectura y por tus comentarios y consejos, algunos de ellos drásticos como el napalm. Pero napalm con cariño, en todo caso. Abrazo!
ResponderEliminarFederico
Hola Federico:
EliminarYa sabes que con alguna parte de la novela pienso que me hiciste "demasiado" caso... y yo sólo sugerí quitar una parte del final, en realidad, lo demás fue alargar mis palabras...
abrazo
Una completísima reseña David, seguramente no tiene desperdicio el bueno de Barrunte,
ResponderEliminarsaludos
Hola Porlomenix:
EliminarRealmente Barrunte es un gran personaje, muy noble y muy patético...
saludos
Bueno, vale, te haré caso. Me fiaré de ti aunque el Fede sea tu amigo.
ResponderEliminarLa pediré ahora a la biblio, aunque ya sabes... la cosa está malita. Cruzamos los dedos, si te parece bien, y hablamos si llego a poder leerla.
Abrazo,
Hola,
ResponderEliminarSí el Fede es mi amigo y eso puede hacer que se me nuble en juicio; pero yo creo que su libro sí que merece la pena. Por cierto: él es un gran seguidor de tu blog.
Lo de las biblios públicas empieza a ser una pena. A ver si tienes suerte.
un abrazo
David