Confesiones asiáticas, de Augusto Rodríguez
Editorial Huerga & Fierro, 110
páginas. Primera edición de 2023.
De
Augusto Rodríguez (Guayaquil,
Ecuador, 1979) había leído, hasta ahora, la novela corta El fin de la familia,
publicada en 2019 por la desaparecida editorial
Nana Vizcacha. Conozco a Augusto desde hace unos años, primero a través de
las redes sociales y después en persona. Augusto es profesor universitario en
Guayaquil y suele venir, al menos, una vez al año a España para acabar un
doctorado. Cuando pasa por Madrid, quedamos y tomamos algo. En una de sus
últimas visitas estuve en la presentación de su libro de cuentos Confesiones
asiáticas (antología de 2011-2021), que tuvo lugar en la librería de la
editorial Huelga & Fierro.
Además
de ser escritor, Augusto es el editor de la editorial El Quirófano.
Confesiones
asiáticas
está formado por diez cuentos. El primero se titula Fast food y empieza con
las siguientes dos frases: «Voy a matar a mi tía, la loca. La mataré porque
asesinó a mi abuela.», que me ha remitido a la novela El fin de la infancia, porque una situación similar se reflejaba en
esa novela. El personaje de este cuento, narrado en primera persona, es alguien
que trabaja en casa, sin tener mucho contacto con los demás, y que está
desarrollando unos pensamientos cada vez más violentos. Según me explicó
Augusto en persona, su cuento conversa con una novela del escritor uruguayo Rafael
Courtoisie (autor sobre el que Augusto está realizando su doctorado).
El cuento se desarrolla en Guayaquil, la ciudad del autor, una ciudad también,
como el personaje, cada vez más violenta. Es un cuento correcto, pero considero
que pierde un poco su tensión narrativa cuando el personaje acaba hablando
sobre muchos grupos sociales –como pueden ser los psiquiatras o los políticos–,
y sobre ellos vierte opiniones que no dejan de ser lugares comunes. Por
ejemplo, en la página 18 leemos: «Fui al psiquiatra. No me gusta visitar
psiquiatras. Creo que están más locos que una cabra; con perdón de las cabras.»
Confesiones asiáticas es el segundo
cuento y está contado en tercera persona. Aquí cambia bastante el tono
narrativo frente al primer cuento, ya que con mucha más delicadeza nos habla de
dos chinas, madre e hija, emigrantes en París. Es un cuento que no está
construido con la premisa norteamericana que tanto me gusta, aquella en la que
se cuentan dos historias, y la más importante es la que se encuentra más
sumergida, sino que está construido con la técnica de la sorpresa final, que me
resulta un recurso un tanto anticuado.
Manual para pervertidos habla de las
relaciones sexuales de un grupo de amigos promiscuos y de sus juegos con la
homosexualidad o la prostitución. Está escrito con la técnica del narrador
testigo, pues uno de los amigos más tranquilos del grupo es quien habla de los
excesos de los otros.
Me
gustan, por ahora, estos cambios de perspectivas que nos propone Augusto en sus
narraciones.
La piscina es, con sus veinte páginas, el cuento más
largo del conjunto y también el que me ha gustado más. En él se habla de las
seis casas de una pequeña comunidad de vecinos, a la que cohesiona la
existencia de una piscina comunal. Es un relato coral en el que se habla de los
avatares de las seis familias que habitan esas casas. El lector asistirá a sus
pequeños dramas y sentirá la melancolía poética del paso del tiempo. Es un
cuento logrado.
El
siguiente cuento se titula La llaga y –aunque de forma vaga–
está relacionado con el anterior. En La
piscina uno de los personajes era una mujer que leía novelas y que termina
decidiendo escribirlas. Acabará publicando una novela corta titulada La piscina, que (parece indicarnos el
narrador) habla sobre los personajes que asoman en este relato. Hacia el final
de la narración, esta mujer empezará a escribir otra novela corta que se va a
titular La llaga, como el siguiente
cuento al que el lector se va a acercar. La llaga es un cuento muy duro sobre
una persona que sufre un accidente de coche incapacitante, y cómo esto afecta a
su vida cotidiana. Está narrado sin concesiones, pero en su dureza encuentro
mucha poesía. Junto con La piscina, La llaga y el siguiente cuento (La fiesta) son, a mi entender, las
piezas más logradas del libro.
La fiesta es un relato original, porque habla de
los problemas de una pareja cuando a él le diagnostican una enfermedad
degenerativa, a través de los sentidos, que se van evocando en sus pequeños
capítulos (El olfato, El gusto, El tacto, etc.). El nivel de nuevo es alto.
El
regreso de Drácula es un cuento de solo dos páginas sobre un actor que
llega a Hollywood y, gracias a su físico, se acabará especializando en el papel
de Drácula. Ya he contado alguna vez que no suelo conectar con los cuentos
demasiado cortos o los microrrelatos, y este caso no ha sido una excepción.
El hombre blanco de mis pesadillas es un relato algo
más largo que el anterior y también más largo que los que le van a seguir y
cerrar el libro. Un narrador que es encerrado en un manicomio narra la historia
como si los locos fuesen aquellos con los que ha de tratar, doctores,
enfermeros… Me ha parecido que no era muy original.
El
libro acaba con dos relatos de dos caras cada uno: Memorias de fútbol y Adrenalina
y fuego. El primero es sobre la afición al fútbol y el segundo sobre
una relación de sado-maso que acaba de forma violenta. De nuevo, son cuentos
demasiado cortos para mi gusto.
Confesiones
asiáticas
es un libro de relatos solvente, que contiene tres buenos relatos: La piscina, La llaga y La fiesta;
siendo el resto no desdeñables. Según me dijo Augusto, los tres que más me han
gustado formaban originalmente parte de un mismo libro, titulado Al
otro lado de la ventana, con el que ganó en 2011 el Premio Nacional Joaquín Gallegos Lara
en Ecuador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario