Siete casas vacías, de Samanta Schweblin
Editorial Páginas de Espuma. 123
páginas. 1ª edición de2015; ésta es de 2022.
El premio Ribera del Duero al mejor libro de relatos se fundó en 2008
y se convoca cada dos años. Por ahora tiene siete ganadores, y yo he leído
cinco: El final del amor (2011) de Marcos Giralt Torrente, Siete casas vacías (2015) de Samanta Schweblin, La vaga ambición (2017)
de Antonio Ortuño, La
claridad (2019) de Marcelo Luján,
y ahora leo Ustedes brillan en lo oscuro (2021) de Liliana Colanzi (Santa Cruz, Bolivia, 1981).
En 2015, cuando Samanta Schweblin
(Buenos Aires, 1978) ganó el premio Ribera del Duero con Siete casas vacías, yo
leí su anterior libro de cuentos, Pájaros en la boca (2009), editado
en España por Lumen. No recuerdo si
lo leí antes o después del fallo del premio. Pájaros en la boca estaba formado por dieciocho narraciones, y
muchas de ellas estaban ambientadas en el campo argentino. Se encuadraba en esa
corriente latinoamericana actual del cuento que se llama el «neofantástico»,
donde los personajes se comportan de un modo extraño, pero no acaban de ser
cuentos abiertamente fantásticos. Me gustó ese libro, y no sé por qué no leí en
su momento Siete casas vacías. Me
imagino que guarda alguna relación con mi lucha por dejar de leer novedades y
leer más clásicos. Sin embargo, en 2022 Siete
casas vacías ha ganado el Nacional
Book Award en Estados Unidos al mejor libro traducido y la autora vino a
principios de 2023 a hablar de él en la Casa de América de Madrid y me apeteció
acudir. En el salón principal del palacio había más de trescientas personas. Me
sorprendió gratamente que un libro de relatos pudiera levantar tanto interés,
porque no suele ser lo habitual. Así que me compré el libro y al final de la
charla me acerqué para que Schweblin me lo firmara. No pude llevar el de Pájaros en la boca porque fue un libro
que me prestaron.
El libro está formado por siete
relatos, pero al premio se presentó con seis y uno más fue añadido al conjunto
en el proceso de edición.
El primer cuento se titula Nada
de todo esto. La narradora es una chica joven que sale con su madre en
coche para visitar barrios más caros que el suyo y contemplar casas. La madre
atranca el coche en el barro de un jardín, y la asustada dueña de la casa sale
para ver qué pasa. La madre, que no se encuentra bien, aprovecha la situación
para adentrarse en la casa de esa mujer. El relato juega continuamente al
extrañamiento y se genera una gran tensión, porque el lector no sabe por dónde
van a salir los personajes. Como ocurría en los relatos de Pájaros en la boca, Nada de
todo esto no es un relato fantástico, pero sus personajes actúan de modos
extraños. Es un buen relato.
En Mis padres y mis hijos,
un hombre divorciado ha de enfrentarse a una rocambolesca situación: sus padres
corretean desnudos en el jardín de una casa de verano, y sus hijos –cuya
custodia tiene la madre, de la que se ha separado recientemente– llegan a casa
y su exmujer no quiere que se encuentren con sus abuelos desnudos. Además, el
hombre tiene que conocer, por primera vez, a la nueva pareja de su exmujer. De
nuevo, la situación creada es extraña y tensa. Ya se perfilan aquí, tras una
serie de solo dos relatos, algunas de las obsesiones de Schweblin: las
relaciones extrañas que se establecen en el seno de una familia. De nuevo un
gran relato lleno de tensión.
En Pasa siempre en esta casa
unos vecinos, que han perdido un hijo, al discutir, de forma continuada, acaban
tirando la ropa del hijo muerto al jardín de la vecina y el hombre ha de llamar
a la casa de la narradora para recogerla. Es un buen relato, pero tras los
otros dos quizás su composición es demasiado similar a las anteriores y esto
hace que me haya gustado un poco menos, sin ser un mal relato.
La respiración cavernaria, con sus 52
páginas, es la composición más larga del conjunto y podría ser considerada ya
una novela corta, más que un relato. Los protagonistas son un viejo matrimonio,
que llevan cincuenta y siete años casados. La historia nos acerca sobre todo a
Lola, la mujer, que está empezando a sufrir demencia senil y sus confusiones
mentales le juegan malas pasadas. Su mundo se verá alterado cuando se instalen
en la casa de al lado una mujer con su hijo, a los que Lola siente como una
amenaza. La desconexión de Lola con la realidad la convierten cada vez más en
una persona muy perdida y vulnerable. Los estragos de la demencia senil nos
acercan a los presupuestos de lo que podría ser un relato de terror. La respiración cavernaria es el relato
que más me ha gustado del conjunto.
Cuarenta centímetros cuadrados trata de la
relación de una mujer, que acaba de regresar a Buenos Aires, con su suegra, que
le envía a la farmacia cuando ya se está haciendo de noche en un barrio que no
conoce y que puede ser peligroso. Este relato sí que tiene un sabor local y el
lector sabe que se sitúa en Buenos Aires, porque, por ejemplo, el primero, Nada de todo esto, podría ubicarse en
cualquier ciudad.
De hecho, Schweblin que,
actualmente, vive en Alemania, comentó en la charla a la que fui en la Casa de
América, que empezaba a tener conflictos con el registro del español que debía
usar, porque pensaba que si usaba el bonaerense de antes de su partida a Europa
quizás resultara impostado para un argentino actual. Diría que el lenguaje de estos
relatos, en general, tiende al de un español neutro y que, a diferencia de
muchos autores latinoamericanos o españoles actuales, no se centra en los
localismos lingüísticos.
Cuarenta
centímetros cuadrados es un buen cuento, pero no una de las piezas más
destacadas del libro.
Un hombre sin suerte es el
cuento que no estaba en el libro inicial presentado al premio y que se añadió
en el proceso de edición. Me ha gustado mucho. Habla de una chica joven que
recuerda un suceso que le ocurrió cuando era una niña y se relación durante un
breve periodo de tiempo con un hombre adulto. El lector siente que este hombre
puede ser un pederasta y la tensión que se consigue en el relato es muy grande.
Salir es el último
cuento y, en él, una mujer que acaba de salir de la ducha, decide salir de casa
con una bata, pero sin ropa debajo. En la calle empezará a hablar con el nuevo
bedel del edificio y de nuevo el relato se adentrará en los presupuestos del
extrañamiento y la tensión narrativa.
En las redes sociales he leído algún comentario de lectores que se habían acercado a este libro alentados por su creciente prestigio y su veredicto era que se trataba de un buen libro, pero que quizás su fama se había vuelto ya excesiva. A mí Siete casas vacías me ha parecido un logrado conjunto de relatos. Diría que es uno de los Premios Ribera del Duero que más me ha gustado y, sabiendo lo complicado que es que el sistema editorial apueste por libros de relatos, me alegro de que uno de ellos se levante por encima del mundo de la novela y consiga lectores y reconocimiento.