domingo, 27 de marzo de 2022

El amor es un perro que ruge desde los abismos, por J. J. Maldonado

 


El amor es un perro que ruge desde los abismos, de J. J. Maldonado

Editorial Emecé. 238 páginas. 1ª edición de 2021.

 

Gracias a mi canal de YouTube Bienvenido, Bob pude intercambiar algunos comentarios sobre libros con J. J. Maldonado (Lima, 1990) y convenimos en que me iba a enviar su primera novela, publicada hacía poco en la editorial Emecé Cruz del Sur, perteneciente al grupo Planeta Perú, y titulada con el extenso título El amor es un perro que ruge desde los abismos. No suelo aceptar este tipo de ofrecimientos, porque si lo hiciera no podría elegir yo nunca mis propias lecturas (y es posible que tampoco me quedara tiempo para dormir o respirar), pero en este caso sentí curiosidad, y me lo hicieron llegar desde la editorial limeña.

 

J. J. Maldonado es periodista y, hasta ahora, había publicado tres colecciones de relatos, que llevan por título Los Buguis (2015), Quien golpea primero golpea dos veces (2019) y El demonio camuflado en el asfalto (2020). El amor es un perro que ruge desde los abismos (2021) es su primera novela.

 

Diosito es el narrador y protagonista de esta novela de iniciación. Vive en un bloque del Callao, una población cercana a Lima, y nos va a hablar de sus dieciocho años. Diosito está contando su historia desde algún punto indefinido del futuro, y la historia ‒en la que no se dan fecha concretas‒ debe estar ambientada posiblemente en la primera década del siglo XXI (tal vez en 2008). Diosito no conoció a su padre y se ha criado con su madre, que fallece al comienzo de esta historia en un accidente de coche. Tras regresar del cementerio descubrirá que su tía ha albergado en su casa a unos parientes lejanos, que por una desgracia habían perdido su terreno en el norte, y que van a convivir con ellos una temporada. Para Diosito su propia casa pasará a convertirse en un lugar lejano y hostil, y empezará a pasar cada vez tiempo en la calle con sus «bróders». En la novela se usa en ocasiones un lenguaje coloquial, que convive con otro más elevado y poético. Diosito y sus amigos se autodenominan los Big Boys, y no parecen tener demasiadas ocupaciones, ni estudian ni trabajan. Salvo uno de ellos que se dedica a trapichear con drogas blandas en el bloque y otro que acude a la universidad.

 

A Diosito lo que realmente le gusta es entrenar con su BMX con la que recorre pedaleando las calles de su barrio, teniendo mucho cuidado con las calles en las que puede entrar y en las que no. Siempre lo hace bajo su «chullo» (gorro de lana propio de la región andina), que es el símbolo de su individualidad y también de su inmadurez. Mantiene una relación con Romana, una chica de otro bloque, que forma parte de un grupo llamado Las Heathers, de la que Romana es la líder. Son chicas más duras y alocadas que los Big Boys. La pareja que forman Romana y Diosito es desigual, Romana domina a Diosito, y éste sabe que es no es el único con el que ella se acuesta.

 

El tono inicial de la novela, pese a los sucesos tremendos que cuenta, es levemente irónico y no carece de exageraciones cómicas. Romana le exige a Diosito que se corra dentro de ella cuando hacen el amor y esto provocará que más de una vez tengan que temer que se haya quedado embarazada. La creencia de que ella, tras varios avisos en falso, se ha quedado embarazada hará que Diosito tenga que empezar a buscar trabajo y esto dará lugar a algunas de las escenas que más me han gustado de la novela. En ellas, Maldonado parece emular para Diosito a Charles Bukowski, al escritor de Los Ángeles, y a su famoso personaje Henry Chinaski, narrando lo sórdido que puede llegar a resultar para el ser humano la búsqueda infructuosa de empleo y los sinsabores de los trabajos ingratos y mal pagados. De hecho, al espíritu de Bukowski, Maldonado lo empieza a invocar desde el título de su primera novela, ya que unas de las antologías de poemas más famosas de Bukowski se titula precisamente El amor es un perro del infierno.

 

Así que una de las influencias más clara de la novela parece Bukowski, con sus descripciones descarnadas del Callao y sus gentes, y el humor herido para enfrentarse a las situaciones desagradables. Otra podría ser la de Roberto Bolaño, una de las referencias más persistentes en las últimas generaciones de escritores latinoamericanos. Uno de los amigos de Diosito es Smiley, el único del grupo que va a la universidad. Quiere ser un poeta reconocido, que se queja de la situación de la poesía patria, y que cultiva sus versos grandilocuentes con la idea del cambiar el panorama poético del país. Junto con Diosito, Smiley mantiene un proyecto poético: dejar versos en los billetes de diez soles, y así, juntos, han de configurar un gran poema narrativo.

Otros miembros del grupo son poetas callejeros, jóvenes a los que les gusta el rap, sobre todo el improvisado, y tratan de ganar dinero cantando sus versos rimados sobre una base musical en los autobuses de la ciudad. Como Maldonado va dejando pistas sobre sus influencias en la novela, me ha parecido detectar que la expresión «pobre como una rata», muy del gusto de Bolaño, estaba presente en su libro con esa intención.

En la página 89, Maldonado usa la expresión «inevitable tentación por el fracaso» que nos trae al diario del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro, titulado La tentación del fracaso. No he leído los cuentos de Maldonado, pero quiero imaginar que están escritos bajo la influencia de los de Bukowski o Ribeyro.

 

Me gustaría comentar algunos aspectos que creo que podían haber sido mejorables en la novela: Maldonado, en algunos tramos de su libro, se dedica más a explicar que a mostrar. Es decir, que dibuja escenas precisas, pero en más de un caso cae en la tentación de explicarle al lector «el significado» de estas escenas, y no solo a mostrárselas. En literatura suele funcionar mejor que el autor muestre y que sea el lector el que interprete las escenas leídas, a no ser que seas un autor como Thomas Bernhard y este sea precisamente tu estilo. Pero en cualquier caso, hay que tener cuidado con este tema. Además, diría que hay alguna idea principal demasiado remarcada, sobre todo esa en la que Diosito le quiere mostrar al lector lo duro que es vivir en su bloque y en su barrio. De nuevo, con las escenas mostradas debería haber sido suficiente. Por ejemplo, en el tramo final de la novela, en la página 179 leemos: «En el bloque, al igual que en el mundo, todos seguía más o menos como siempre. No había ningún cambio significativo o determinante para la gente. Día a día se seguía sobreviviendo, robando, matando, traficando o engañando. Nada nuevo ni sorprendente.» y tal solo en la página siguiente leemos «creando espacios de luz en medio de aquel agujero negro que era entonces nuestros bloque». Estas ideas se han reiterado demasiado en el texto.

Un aspecto que no me ha convencido de la creación del personaje es que Diosito, al contar unos hechos que sucedieron en el pasado, los relata de tal manera que el lector sabe lo que está ocurriendo en cada momento (por ejemplo, en su casa los familiares lejanos han montado un prostíbulo), pero Diosito no va a decirnos que lo ha descubierto hasta bastantes páginas después, cuando en realidad no parece un chico tonto, sino reflexivo y con capacidad de análisis. Había una contradicción aquí.

 

Una vez analizados estos aspectos mejorables de la novela, me gustaría acabar destacando los aspectos positivos: Maldonado ha creado un mundo marginal bien definido, con la descripción de un barrio y las peculiaridades de sus vecinos, con un vocabulario juvenil, pero no descuidado, irónico y ágil en cada momento. Además ha sabido mover la trama de una forma eficaz. Como ya he dicho, hasta ahora Maldonado era un escritor de relatos, y El amor es un perro que ruge desde los abismos es su primera novela, una primera novela prometedora de un joven escritor al que quiero desearle mucha suerte en su camino.

domingo, 20 de marzo de 2022

¿TIENE SENTIDO LEER NOVEDADES LITERARIAS DESPUÉS DE LOS 40 AÑOS?

 En mi canal de YouTube, hice un vídeo titulado ¿Tiene sentido leer ficción después de los 40 años?, y como se me quedaron algunos temas pendientes, grabé otro titulado ¿Tiene sentido leer novedades literarias después de los 40 años?:


Si te apetece verlo PINCHA AQUÍ.




domingo, 13 de marzo de 2022

Aquí hay demasiada gente, por Carlos Castaño Senra


Aquí hay demasiada gente
, de Carlos Castaño Senra

Editorial Sloper, primera edición de 2022

 El viernes 11 de marzo, presenté en la librería Lé de Madrid la primera novela de Carlos Castaño Senra. Escribí unas palabras sobre ella, y luego conversé con el autor, que ha elaborado con la calma las respuestas a las preguntas y las dejo aquí.

 Leemos en la contraportada del libro que Carlos Castaño nació en Barcelona en 1972, que cursó estudios de Filosofía en Madrid, donde vive, y que Aquí hay demasiada gente es su primera novela.


Tras un elogioso prólogo del escritor Francisco Ferrer Lerín, en el que sostiene opiniones como éstas «Qué sagaz novela, qué salutación de la realidad disfrazada de absurdo, qué modo fluido y satisfactorio de cerrarla», la novela se abre con un aforismo del escritor polaco Stanilaw Jerzy Lec, que dice: «¡Ay, cómo me gustaría ser viejo una vez más!, dijo el joven difunto.» Y así, tras esta sentencia, ya entro en la novela con una sonrisa, porque me hace recordar lo bien que lo pasé con el librito Pensamientos despeinados de Lec, que en España editó Península y que contenía frases tan punzantes como estas: «Esta noche he soñado con la realidad, con qué alivio me he despertado.», «Cread mitos sobre vosotros mismos, los dioses no empezaron de otro modo.» «Su pensamiento es puro deleite, No fecunda a nadie», o «Hay en él un enorme vacío repleto de erudición.»

 

En las primeras páginas de Aquí hay demasiada gente el lector habrá de conocer al narrador de la novela, Félix Margallo, un hombre de treinta y siete años, que lleva una ya larga temporada en paro, y que ha de enfrentarse ese día al complicado dilema de cortarse o no el pelo. Operación que siente, desde que era niño, condenada al fracaso y a la frustración. Margallo es hombre que pisó una peluquería por primera vez a los dieciocho años debido a que su madre había sido peluquera y le cortaba hasta entonces el pelo, lo que siempre fue una fuente de problemas. Félix Margallo, para evitarse las dificultades de este aparentemente leve trámite humano, va a tomar la decisión de empezar a usar una peluca. Se comprará dos, una castaña y otra de pelo cano. Así podrá llevar siempre el pelo con el corte que él quiera.

 

En estas primeras páginas de la novela, el lector ya puede comprender que no se encuentra ante una obra realista, sino ante un libro que va a jugar en los márgenes de lo real, que va a crear una idea de verosimilitud particular y esquiva, y que va a conversar con algunos de los escritores que, en nuestros intercambios de impresiones vía email, Carlos me ha comentado que admira, como podría ser el Mario Levrero de El discurso vacío, el Robert Walser de El paseo o Jakob von Gunten, o el Thomas Bernhard de Hormigón o Tala.

 

Pronto descubriremos que Margallo atraviesa una crisis personal, que se acabará convirtiendo en existencial. Así, la inquietante presencia de su nueva peluca conducirá a una ruptura con su esposa, Marisa. Pasará a vivir en un piso vacío, propiedad de su familia, donde una vez una tía convivió con un mono. Margallo establecerá una rutina de vida bastante sencilla: ir a comer un menú del día y pasear, principalmente, mientras sueña que en vez de un parado es un jubilado, alguien a quien la vida le permite dejar atrás las obligaciones. Margallo desea «un tiempo limitado en longitud, pero amplísimo en anchura, un tiempo más ancho que largo». Según me comentó Carlos, la idea de la jubilación cumple en una novela una función de «McGuffin», ese término que creó Alfred Hitchcock para hacer avanzar la trama de sus películas, envolviendo a los personajes en una consecución de persecuciones y misterio.

Margallo será crítico con personas como su padre, a las denominará «antijubilados», personas excesivamente dinámicas. En detalles como éste, la novela se adentra en el humorismo, un humorismo en cualquier caso triste, cargado de trascendencia dramática. Para Margallo su padre «no para de hablar de negocios y deportes, y siempre repite lo mismo: Flexibilidad, movilidad, adaptación, trabajo en equipo. Es un plasta.»

 

Me comentó también Carlos que le gustaba la estructura de novela construida con cuentos, al estilo de las de Roberto Bolaño Amuleto o Nocturno de Chile. Así es como ha decidido construir Aquí hay demasiada gente. Margallo, una vez que se ha separado de su mujer irá narrando diversos encuentros con personas a cada cual más peculiar: algunos programados, como el que tiene con su amigo Pluncheti, con el que estuvo en la facultad de Filosofía (como el propio autor), y otros que van a depender del azar: una señora mayor con mentalidad paranoica, convencida de que las autoridades han prohibido el consumo del mazapán; una joven, que lee la mano, pero a la que en realidad lo que le gusta es predecir anticiclones y borrascas; o un anticuario solitario, obsesionado con los ceniceros y los recuerdos del pasado.

Además Margallo elaborará una lista con los ex compañeros de trabajo de las empresas en las que ha estado y de cada uno de ellos nos contará su historia, volviendo al juego de la narración (o el cuento) dentro de la narración.

 

Si bien la lógica realista de causa-efecto de la novela se va rompiendo de forma constante (como el hecho de que Margallo en su nueva casa considera que una hormiga con la que de vez en cuando se cruza es su mascota), y esto redunda en generar un efecto humorístico surrealista, también es cierto que la tristeza o la presencia de la muerte es constante en casi cada escena, convirtiendo a Aquí hay demasiada gente una novela cercana al existencialismo y el desapego de escritores como Thomas Bernhard.

Aquí hay demasiada gente es una novela tan inquietante como desconcertante, una invitación a adentrarse en caminos literarios, como dije, de los márgenes o de la extrañeza.

 

 

ENTREVISTA A CARLOS CASTAÑO

 

1. Me decías en un correo que entiendes el «realismo» como un género literario, podrías hablarnos de esto.

Está muy extendida la idea de que el llamado «realismo», no solo en literatura, también en cine, por ejemplo, consiste en una representación fiel de la realidad. Yo lo que sostengo, sin la menor pretensión de decir algo original, es que no es así. Puede haber muchas formas de aproximarse a la realidad, o las realidades, y a menudo aceptar de manera acrítica esa versión dominante constituye, además de una simplificación empobrecedora, un sometimiento a ―o un apuntalamiento de― los poderes que interesadamente la difunden. Esto no significa en ningún caso dar por buenos toda clase de disparates, teorías conspiratorias o lunáticas versiones alternativas de la historia, sino ser consciente de la complejidad y diversidad (mucho más habitual y común de lo que pueda parecer) de nuestra percepción del mundo, sea esto lo que sea. Por otra parte, algunos defensores del realismo ―que conste que yo no soy un detractor― postulan de manera ingenua una serie de normas sobre cómo se ha de contar una historia (esto de que lo importante es «contar una historia» les encanta) como si esas normas vinieran del cielo y no fueran una opción más. En cualquiera de nuestras acciones hay un momento previo de ficción, de representación mental de posibilidades, y la llamada realidad pasa inevitablemente por ahí. Nuestra relación con lo real es inseparable de la inventiva. Si no recuerdo mal, al inicio de Cosmos de Gombrowicz un personaje va caminando y empieza a enumerar todo lo que ve hasta sentirse abrumado, casi asediado: aunque redujéramos la realidad únicamente a lo que percibimos con los sentidos (y evidentemente es mucho más), dar cuenta de ello sería una batalla perdida. En mi caso particular me gusta utilizar algunos métodos y recursos del llamado realismo, pero sin descuidar la parte interior, la imaginación, la duda, y más aún si la narración es en primera persona, ¿cómo saber si lo que nos cuenta el narrador es una mentira, una percepción errónea o la puritita verdad?   

 

2. Nos puedes hablar del ensayo La corrosión del carácter de Richard Sennett en relación con la novela.

En la novela hay una frase que se repite varias veces, tú mismo la has citado en tu introducción. «Flexibilidad, movilidad, trabajo en equipo». En La corrosión del carácter se reflexiona sobre las nuevas formas de trabajo y cómo afectan, entre otras muchas cosas, a la construcción de la identidad de los trabajadores. Se habla de la desaparición de los oficios, que son sustituidos por tareas en constante cambio que obligan al trabajador a estar en permanente estado de alerta y aprendizaje, sin que nunca pueda sentir que sabe hacer bien su trabajo, con lo que esto implica para su bienestar personal, para su posible encaje en la sociedad y para la utilización de un tiempo libre cada vez más reducido. Margallo se niega a formar parte de esto. Necesita todo el tiempo, no quiere ser joven y dinámico, no quiere estar eternamente en edad de trabajar, siempre disponible, con cada vez mayores retrasos en la edad de jubilación, que casi obligan a los trabajadores a morir trabajando. Quiere vivir, eso es todo. Y si para ello necesita ser viejo, pues su deseo es adelantar ese envejecimiento. El pensamiento progresista soñó en el pasado con sociedades en las que cada vez se trabajara menos, pero parece que la tendencia, aceptada incluso por gran parte de los llamados progresistas, es exactamente la contraria. Por cierto, me gusta emparejar este libro con Elogio de la ociosidad de Bertrand Russell.

 

3. ¿Hasta qué punto es Félix Margallo un hombre sin atributos?

No sé. No estoy muy seguro de qué significa ser un hombre sin atributos. Habría que definir la expresión para intentar averiguar si Margallo es o no un hombre sin atributos. Te confieso (y lo hago un poco avergonzado, no soy de los que presumen de no haber leído determinados libros, tachándolos despectivamente de «sesudos») que, a pesar de tenerla en dos tomos desde hace más de veinte años, no he leído todavía la novela de Musil. Sin duda Margallo es un hombre perplejo, un hombre que duda. Pero su perplejidad (que en algún sentido es una cierta aceptación, que no hay que confundir con el abatimiento o la renuncia) no supone para él un estorbo para disfrutar de la vida a su manera, como diría Sinatra. Para mí alguien perplejo es alguien que comprueba que el intento de comprensión racional del mundo es insuficiente, pero se niega a caer en cualquier tipo de creencia no argumentada, más allá de las que ineludiblemente aceptamos para poder empezar a razonar, y que de hecho nos constituyen como seres pensantes: una cautelosa confianza en el lenguaje, en la posibilidad de comunicarse, en nuestros sentidos, etc.

 

4. ¿Hasta que punto Félix Margallo es un hombre que duda?

En parte ya he respondido a esto en la pregunta anterior. Diría que duda hasta donde es razonable dudar. Principalmente duda de las certezas, pero también de su propia percepción de las cosas y sus afirmaciones, estando dispuesto a cambiar de opinión y recular las veces que haga falta. Esto es una constante en la novela. Afirma, duda, recula, matizando una y otra vez sus afirmaciones y modificando su criterio. Practica una especie de duda metódica, con la conciencia de que la posibilidad misma de la duda ya implica la aceptación de algún tipo de certeza. Creo que lo único que se mantiene inalterable es su deseo de jubilación y envejecimiento, pero es que el «McGuffin», como bien has explicado en tu presentación, se alimenta de esa constancia. Margallo siente el vértigo de una existencia incomprensible y la posibilidad de la muerte como un estimulo vital, aunque no renuncia a intentar comprender algo. Es un ser, como lo somos todos, lleno de contradicciones.

 

5. ¿Aquí hay demasiada gente puede leerse también como una novela social, una novela en la que cuestionas el mundo del trabajo y las obligaciones?

Es evidente. Pero antes diría que toda novela es social, no hay actividad humana que no lo sea y la novela en particular quizá sea el artefacto social por excelencia. Otra cosa es la novela pedagógica, que sostiene una tesis y nos la reboza burdamente en cada página. Aquí también se sostienen tesis, claro (todos lo hacemos, aunque no siempre de manera consciente), pero se discuten, aunque, en la mayoría de los casos, las dos partes en pugna surgen de un mismo sujeto que se desdobla. Por otro lado, cualquier novela, aunque sea a la contra, o por negación, lo quiera o no, refleja siempre algo de la sociedad de su tiempo. Me interesa también cómo asumimos ciertas expresiones del lenguaje y con ello interiorizamos ciertos discursos, como si lo hiciéramos «por nuestro bien», como se les dice a los niños, y de manera voluntaria. A este respecto, siempre tengo presente la reflexión de Sánchez Ferlosio sobre la expresión «merecido descanso».

 

 

 

6. Margallo nos cuenta sus aventuras en un taller literario de poesía, ¿qué relación tienes tú o tu novela con la poesía?

En primer lugar, aclaro que jamás he asistido a ningún taller, ni de poesía ni de nada. En la novela utilicé algunos datos sobre su funcionamiento que me facilitaron personas que conocen el mundo de los talleres literarios, y también investigué un poco en Internet.

  Si me gustaran las declaraciones cursis, reduccionistas, grandilocuentes y melodramáticas, te diría que la poesía me salvó la vida. Como me horrorizan este tipo de pronunciamientos, será mejor matizar un poco. De muy joven tuve una grave crisis de ansiedad que me aisló de todo y, como suele decirse, me refugié en la poesía. Quería ser poeta, a ser posible maldito o romántico. Rimbaud, Keats, o un raro, como Henri Michaux o el Vallejo de Trilce. Escribí mucho y, tal vez para bien, nunca publiqué nada.

  Aquí hay demasiada gente está llena de pequeños poemas en prosa. Poemas a la orina que produce los espárragos, a una lluvia nocturna sobre un abrigo, a los hurones y los castores, a los viejos westerns, a la ceniza y los ceniceros, a una hormiga, a una manta, etc. Yo creo que cuando Gombrowicz escribió su famoso texto contra los poetas, en realidad estaba escribiendo una defensa de la poesía, y para defender la poesía lo primero que se ha de hacer es atacar duramente a los poetas.

domingo, 6 de marzo de 2022

ESPECIAL 8M: ¿DEBO LEER A MÁS ESCRITORAS?

 

Ahora que se acerca el 8M, grabé un vídeo reflexionando sobre mi historia como lector en relación al género. He leído muchos más libros escritos por hombres que por mujeres, y creo que debería leer más libros escritos por mujeres.

 

En los comentarios alguien me dice que "hay que leer lo mejor", sin atender al género. Si quieres leer solo lo mejor, ¿hasta qué punto puedes considerar que el canon no tiene un sesgo de género? O en otras palabras, cuando a los 20 años quise leer a los mejores escritores latinoamericanos, ¿por qué nadie me habló de Nellie Campobello?

 

Si te apetece verlo en mi canal de Youtube: PINCHA AQUÍ.