Pablo Ramos (Buenos Aires, 1966) es autor de la trilogía de novelas El origen de la tristeza (2004), La ley de la ferocidad (2007) y En cinco minutos levántate María (2010).
Su obra ha sido traducida al francés, el portugués, el ruso y el alemán.
Estas tres novelas han sido publicadas en España por la editorial Malpaso.
Entrevista a Pablo Ramos
En la contraportada de las tres
novelas que has publicado en España con el sello Malpaso se citan los títulos
de tus novelas y libros de cuentos, pero, aunque se dice ahí que también eres
poeta no se cita el título de ninguno de tus libros de poesía. ¿Qué relación
tienes, por ejemplo, con tu poemario de 1997 Lo pasado pisado? ¿Se ha vuelto a reeditar? ¿Tienes más poemarios
publicados?
Creo que soy un poeta ocasional, y ese libro no lo reedito porque es
realmente malo.
Ahora, pongo mi ser poeta al servicio de las canciones que compongo.
Las mías, las de Gabo Ferro, por ejemplo, y las de algunos otros músicos que me
lo solicitan, sin embargo de vez en cuando escribo algún que otro poema.
Serías tan amable de dejarnos a
continuación uno de tus poemas, aquel (o aquellos) que consideres más
significativo dentro de tu propuesta.
Te dejo uno que no tiene música, que es la poesía tal cual la puedo
escribir hoy:
perros rabiosos
estoy por
salir
voy a un encuentro o a un congreso,
y suena el teléfono:
─¿Ramos?
─si
─es por los talleres
─claro
─¿me leíste?
─un poco:
nada
es una de las
tantas veces que termina
en entrevista
lo de
siempre: que escribe
que a su jefe, a sus
amigos
a su maestras y a sus novios (es mujer: casi siempre son mujeres)
les gusta mucho lo que ella
escribe
yo le digo
que está bien
que son $130 por mes
(estamos en enero de 2008)
una vez por
semana
dos horas y media
todas, la
primera vez, vienen acompañadas
jóvenes y lindas a veces
alegres y tan perfumadas que imaginen
las adoro
algunos
novios esperan
celosos
en el hall
lógico, las
tranquilizo
es la primera vez,
la casa de un hombre solo
empezamos y
yo no sé qué decir
silencio de minutos
ellas sacan
la libretita y una lapicera de pluma
retráctil
una verdadera novedad
(si no las quisiera tanto)
yo hablo, de golpe hablo y hablo y hablo
ellas anotan
no me escuchan, sólo anotan
intentan pescar el secreto
yo soy
sincero, a veces
soy brutal
les digo como
mínimo
tres cosas:
1. hago esto por dinero
2. no sé enseñar nada
3. no escribo desde la sapiencia de nada
se van y
supongo que
piensan
que deben pensar que soy
un amarrete
que me guardo ese secreto que no pudieron anotar:
el éxito
el éxito es
que me hayan publicado
pasármela sin un mango la mayor parte del
tiempo
no ven que es
una enfermedad
el mes pasado
no pude pagar la luz
(y eso que trampeo el medidor)
la cuota de mis hijos
4 gatos llenos de pulgas porque el power vale $6
que por 4 da $24
(recuerden: estamos en enero del 2008)
igual que a
ellas
supongo: a mí me pasa lo que le pasa a todos
con el agregado de que si estoy
escribiendo una novela estoy
irascible
soy
insoportable cuando
escribo
vuelvo al
viaje,
estoy con mi mujer en un micro
vamos a
San Juan
me gusta San Juan
o adonde sea que vamos
pero supongamos San Juan porque a mí me gusta mucho
ella me dice:
te aburre la tele, te aburre
el cine, te aburre bailar, te aburre
la música para bailar, nada te gusta Pablo
me dice: no
sé, a cualquier pendejo le valoras cualquier cosa
lo tratás con respeto
¿pensás que soy una hueca?
y yo que no
que no es eso mi amor
y no es eso:
estoy escribiendo
creo que
esta vez no me va a salir
me la agarro con los que más quiero
si yo la
adoro
le digo: te
adoro, te valoro tanto
ella se da
vuelta en el asiento y se
duerme
yo me
recuesto del lado derecho
por el hígado,
no para darle la espalda
pienso: va a pensar que le doy la espalda
al rato ella
me sacude,
quiere ir al baño y yo estoy del lado del pasillo
quiere mear, llevamos diez horas
en ese micro
sonrío y
corro las piernas
ella va y vuelve, serena
(después de una meada siempre se le pasa todo)
se duerme
pero esta vez me toma de la mano
y yo estoy por llorar
no me duermo
y pienso, pienso kilómetro tras
kilómetro
ojalá que ella no me deje
ojalá que el chofer no se duerma
rezo
yo a veces rezo, se me va el miedo que tengo
el miedo que me metieron a los golpes
cuando me golpearon
y pido por
mis alumnas también,
y por la gente que me da sus manuscritos
tanta confianza,
tanta esperanza repartida como un volante de comidas
¿qué es lo
que buscan?
¿no ven?
no tengo nada de magia
lo hago por el dinero
¿no ven?, por Cristo
que la soledad, el desamor, la angustia y el miedo
son perros rabiosos que a mí también
todavía,
me siguen mordiendo
El origen de la tristeza me
ha parecido una primera novela muy redonda, escrita por alguien que tiene pocos titubeos, y su estructura
–dividida en tres partes- me hace pensar en una amplia formación en la
escritura de relatos. ¿Esto es realmente así? ¿Habías escrito muchos relatos
antes de escribir esta novela? ¿O hubo otros borradores de novelas previos?
Claro, en mi libro de cuentos Cuando
lo peor haya pasado, que ganó el premio Casa de las Américas, fue escrito
antes que la novela. Se publicó después por una cuestión de estrategia
editorial.
Por supuesto es una novela más redonda y los cuentos son más perfectos, en el sentido estricto de la palabra, porque aún creía en la mecánica de
relojería de la escritura. Creo que luego entendí que puedo permitirme cierto
barroquismo, ensuciar un poco más la cancha y encontrar cosas que trastoquen la
forma clásica y se conviertan en una forma más personal. En El camino de la luna, mi último libro de
relatos, el cuento La fría oscuridad del
universo, que es por lejos lo mejor que escribí en mi vida, es una muestra
de la evolución de la que hablo y de la forma que busco. Me refiero al lenguaje como
la frontera exterior de la forma literaria, como la consecuencia de la
estructura que es a la vez la consecuencia del personaje.
¿Es cierto que sigues
escribiendo una primera versión de tus libros en una máquina de escribir en vez
de hacerlo en ordenador? ¿Y es cierto, también, que usas una máquina de
escribir nueva para cada nuevo libro?
Es cierto, hasta que una reciente tendinitis me está obligando a
buscar un nuevo hábito. Pero la máquina de escribir es el camino más corto que
yo conozco a un texto definitivo, ya que obliga a partir en el pasaje a
computadora de un documento en blanco. Y por supuesto siempre uso una maquina
nueva, porque no podría pensar en el nuevo personaje tocando la misma máquina.
Me sorprendió la rabia
aniquiladora que transmite tu personaje Gabriel Reyes en La ley de la ferocidad, ¿es un sentimiento que te resulta familiar?
San Agustín dijo que odiar es como beber veneno, y esperar a que el
otro se muera. La ira sirve para tapar la angustia. Gabriel no puede más de
guardar palabras pero tampoco no puede más de las palabras. Hay un momento que
dice «Amar es lo mismo que odiar, es
insoportable», también dice: “Pensé que un suicida es aquel que ha perdido por
completo su instinto de supervivencia. Un borracho, un drogadicto, es casi lo
mismo que un suicida, solamente que un resabio de ese instinto todavía perdura
en su alma. Los tres habitan el infierno: la conciencia implacable de que
existir es un don inútil.»
Si Gabriel Reyes es un trasunto
de ti mismo, ¿el lector puede pensar que la relación con tu padre ha sido tan
mala como la que queda reflejada en ese libro?
La relación con mi padre ha sido tan mala que tuve que escribir el
libro, el lector no imagina ni por asomo lo malo que es amar tanto a un hombre
que pareció haberse olvidado de que tan solo tenía que mirarme.
Hubo un comentario que me llamó
la atención en La ley de la ferocidad:
Gabriel Reyes usa el apellido español de su madre y ha renunciado al italiano
de su padre. ¿Ramos no es tu primer apellido, tienes uno italiano?
Sí, mi padre era de origen siciliano, pero Ramos es mi primer apellido.
A veces pienso que soy el fruto de una ilusión que tuvo mi madre. Lo que sí sé es
que absolutamente todo se lo debo a ella. Ella amaba España, sus poetas, su
música desde el flamenco hasta una jota. Desde Hernández hasta Alberti o
Rosalía de Castro. «Vos sos un Ramos»,
decía mi madre y yo siempre me imaginé el cielo de Galicia, que mi madre no
conoció, pero sin embargo tan bien me describía cuando era niño. Una vez mi
madre me dijo que había que leer un poema por día, que leer un libro de poemas
en un día no era leer. Su biblioteca era pequeña, la Biblia, La casa de Bernarda
Alba, una antología de poetas españoles y otra Biblia Poeta en Nueva York de Lorca. Con el tiempo entendí que lo más
parecido a rezar si uno perdió a dios es leer un poema por día, dos poemas
seguidos es negar que al igual que la música vive en los silencios la poesía se
escribe con palabras pero habita cuando ellas al fin se han terminado.
En La ley de la ferocidad, Gabriel Reyes ya no frecuenta el barrio de
Avellaneda donde creció al igual que tú mismo, ¿qué relación tienes en la
actualidad con tu barrio?
Una relación rara, ser escritor es casi ser un desclasado, es peor que
ser millonario, es peor que ser un traidor; sin embargo la gente se fascina con
haber parido un escritor en un barrio tan pobre. Alguien que no terminó los
estudios primarios y al que las hijas de alguna vecina estudian en la
facultad.
En alguna entrevista he leído
que estuviste en la cárcel, y te lo he oído contar a ti mismo en algún vídeo de
Youtube. ¿No supone un problema para ti hablar de esto? ¿Por qué ocurrió
aquello?
No supone ningún problema y lo cuento porque me veo frente a una
obligación moral, una obligación de clase. Casi todos los chicos pobres en
cualquier lugar del mundo van a la cárcel o mueren por cosas que a los ricos ni
siquiera les supone un cargo de conciencia. Estuve preso por falsificar
tarjetas de crédito, pero cuando a los 9 años mi hermano y yo trabajábamos
bobinando motores de barco para una importante empresa de una familia patricia,
y como éramos chicos nos pagaban la mitad del sueldo a cada uno, ninguno de
esa empresa fue preso.
¿Empezaste a publicar tus
novelas y relatos en Alfagura Argentina o hubo otras editoriales antes?
Siempre fue Alfaguara Argentina.
Siendo un autor traducido a
varios idiomas y con unas obras tan potentes, ¿por qué piensas que Alfaguara no
se ha decidido a lanzarte en España?
Porque los editores dejaron de ser editores y responden a la decisión
que toma un contador. Las editoriales venden bestsellers pero publican verdaderos autores para mantener
determinado prestigio. No soy un escritor fácil de digerir y si bien la
responsable de Alfaguara quería publicarme alguien por encima de ella decidió
no hacerlo. Es una gran suerte para mí ya que tuve el honor, el placer y la
alegría de toparme Malcolm Barral alguien que cree en mí, que se enorgullece de
haberme publicado.
¿Estás contento con la acogida
que han tenido tus libros en España publicados por Malpaso?
Estoy contento con haber salido en España, por haber llevado el apellido
de mi madre de vuelta a España, un lugar que para ella es de honor. Un Ramos
escribe, el hijo de mi madre escribe; me gusta más pensarlo así que de otra
manera.
Hace unas semanas entrevisté al
joven escritor argentino Tomás Sánchez Belloccio y le preguntaba si considera
que en vuestro país podía seguir vigente la polémica entre Boedo y Florida. Él
me decía que consideraba que esa era ya una discusión irrelevante y anacrónica.
Tú abres El origen de la tristeza con
una cita de Roberto Arlt y algún crítico te ha nombrado su heredero, ¿para ti
también es ya irrelevante la polémica entre Boedo y Florida?
Creo que nunca fue relevante, creo que la única polémica relevante es
hoy la polémica que inauguró Sartre hace mucho tiempo sobre si existe o no una
moral del lenguaje, si podemos pensar que la literatura puede tener peso frente
a un niño que se muere de hambre. Para qué sirve la literatura de Sartre es la
única polémica válida para mí.
Te he escuchado en alguna
entrevista que no soportas las obras de autores como Alan Pauls o César Aira.
¿Alguno de los dos te parece más salvable que el otro?
César Aira, por lo menos es auténtico y no representa marcas de ropa.
Ni tiene un compromiso explícito con el canon hegemónico. Pauls dijo, frente a
la entrega de un premio Konex (premio que a la larga recibe todo el mundo): «Si
pusieran una bomba acá se termina la literatura argentina, ya que los que no
están acá (los premiados por esta institución) no saben escribir».
Eso es la definición de un pelotudo, pero hay algo mucho peor, es la
definición de un obsecuente. No me interesan las personas pelotudas, mucho
menos las obsecuentes, y por supuesto que lo que escriben es pelotudo y
obsecuente. Lean el principio de Historia
del pelo. ¡POR DIOS! Qué imbecilidad.
¿Qué opinas de la obra de Jorge
Luis Borges?
Es inopinable. Luego de Kafka es uno de los escritores más importantes
de la historia de la literatura universal.
A la hora de convertirte en un
narrador argentino, con una tradición tan rica, ¿te has fijado en la propia
historia literaria de tu país o te han influido autores como Charles Bukowski o
John Fante, con los que siento tu obra emparentada?
Totalmente, Fante mucho más. Y Cheever y Carver, Salinger, Samuel Becket, Donleavy, Auter, etc. etc.
etc.
Cientos de escritores
han influido en mí.
Y de mi país, todos:
Constantini, Conti, Puig, Blaisnten, Castillo, Heker, Arlt, Borges, Di
Benedetto, etc. etc. etc.
Tu prosa airada y en ocasiones
poética me ha recordado también a la del autor cubano Pedro Juan Gutiérrez. ¿Le
has leído? ¿Qué opinas de él?
Él es extraordinario, durísimo, tiene una enorme virtud que trato de
imitarle siempre, de cualquier problema sale narrando. Eso es escribir para mí.
Sé que ejerces de profesor de
taller literario, ¿cuáles suelen ser tus consejos más repetidos para los
jóvenes escritores?
1-Un escritor escribe en contra de su facilidad, no a favor de ella.
2- Ahí donde fracasa el que escribe, vive la novela.
Las conclusiones se las dejos a ustedes.
¿Qué tal te va con tu banda de
Rock Analfabetos? ¿Por qué ese nombre?
Por esta broma de la vida, de no haber terminado ningún estudio y de
que hoy me estudien en la universidad de BS AS a mí. Je, je.
Una hermosa paradoja, ¿no?
Soy el analfabeto del alma, ya que escribo porque las palabras no me
pertenecieron nunca, y quiero apropiarme de ellas.
El último de tus libros que he
leído es En cinco minutos levántate María.
Háblanos de este libro, ¿en qué momento se te ocurrió regresar a la familia
Reyes desde el punto de vista de la madre de Gabriel?
Tengo un proyecto literario claro. En este momento tengo un libro de
poemas terminado, uno de relatos y tres novelas a más de la mitad. Ya fuera de
los Reyes. Estoy completamente metido en un enorme proyecto que terminará
cuando me muera, y seguro incompleto. No existe ningún paso sin calcular.
Este año editaré un libro de crónicas sobre adictos, Hasta que puedas quererte solo es el
título. Para terminar también con el tema del alcohol y la cocaína, y salir de
todo esto en busca del tema que me importa: Dios, y el destino del hombre.
¿Tienes planificado escribir
más libros sobre la familia Reyes, que la trilogía que has escrito por ahora,
formada por El origen de la tristeza,
La ley de la ferocidad y En cinco minutos levántate María, deje
de ser una trilogía?
Tal vez falte el libro desde la voz de mi padre. No sé si tengo las
pelotas para escribirlo.
¿Vamos a ver tus libros de
relatos publicados en España? ¿Los editará aquí Malpaso? ¿Los libros de relatos
que tienes publicados también nos remiten al universo de tus novelas y hablas en
ellos de Gabriel Reyes?
Me editará Malpaso hasta que me gane el Alfaguara, es un premio que
buscó La ley de la ferocidad y que
perdió frente a una novela llamada Mira
si yo te querré, una verdadera bosta literaria. Este año presento una
novela sobre mi experiencia con los nazis en Berlín, una novela satírica, que
no puede perder.
Creo que admiras al escritor
argentino Abelardo Castillo. Para alguien que no lo ha leído ¿por dónde le
recomendarías empezar?
El que tiene sed, la gran
novela sobre el alcohol. Junto con Bajo
el Volcán, de Lowry.
Muchas gracias, Pablo Ramos.
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