miércoles, 24 de noviembre de 2010

Tiempo y materiales, por Robert Hass

Bartleby editores. 141 páginas. 1ª edición de 2007, ésta de 2008.
Traducción y prólogo de Jaime Priede.

Este libro le hizo a Robert Hass ganador en EE.UU. del Nacional Book Award de 2007 y del premio Pulitzer de poesía de 2008. Se trata de un conjunto de 43 poemas, compuestos entre 1997 y 2005.

Los 43 poemas no han sido separados siguiendo ningún criterio temático o compositivo. Así, uno se acerca en los 13 primeros a versos contemplativos, sugerentes pero con tendencia a la evasión de significados inmediatos; en ellos abundan, también, las referencias culturales (Rendir, Nietzche, Bizet, Whitman…), mezcladas con escenas de naturaleza evocativa. Y en el poema 14, titulado El mundo como deseo y representación se produce un quiebro en la forma compositiva: el poema se hace más largo, narrativo, y leemos unos versos sobre un duro recuerdo de infancia. En él, el padre, antes de irse a trabajar, se asegura de que la madre tome sus pastillas antialcohólicas.

En la página 46 del libro, en el poema titulado precisamente Tiempo y materiales, creo encontrar una de las claves de la poética de Hass en estos dos versos: “Levantar capas / Como si fueran una continuidad de días”. En muchas de sus poemas, Hass entremezcla evocaciones y recuerdos, queriendo dejar constancia de lo voluble del pensamiento humano, de su capacidad conectiva entre percepciones y recuerdos. Quizás el paradigma de este tipo de composición lo encontramos en la página 134, Consciencia. En el Hass deja constancia de una conversación con un tal Dean, donde se habla de la formación de la consciencia, y Hass escribe en un verso: “Mi mente viajó a siete sitios a la vez”, y se describen esas siete escenas que su mente consigue evocar en un instante.

Me gustaría destacar el poema Para Czeslaw Milosz en Cracovia (página 43), donde Hass rinde homenaje a su amigo, el poeta polaco; y Arte y vida (página 49), una extensa reflexión sobre el arte a raíz del cuadro de la lechera de Vermeer. En lo versos finales de este poema vuelve a aparecer la idea de Hass de la realidad como una sobreposición de capas de significado: “Está la fidelidad de capas sobre capas sobre capas de pintura. / Hay algo que permanece de un modo inaprensible, / sigue vivo porque no lo podemos poseer.”

Uno de los temas más presentes en este poemario es el de la consciencia ecológica, como muestra de esta tendencia temática podría nombrar el largo poema El estado del planeta (página 79), con versos como “La poesía debería ser capad de aprehender la tierra”.

Otro de los grandes temas de Tiempo y materiales es el político, con referencias tanto hacia la actualidad, donde aparece la guerra de Irak, por ejemplo, en el poema Horacio: tres imitaciones (página 69); como al presidente Bush en el poema La guerra de Bush (página 108), un intenso poema sobre la toma de consciencia de la barbarie humana; y donde también caben las reflexiones sobre conflictos del pasado, como en el poema en prosa Un poema (página 105) donde se habla de la guerra de Vietnam, o en el poema Visita a la DMZ en Panmunjom: un haibun, donde se reflexiona sobre la guerra de Corea.

Así que cabe casi todo en este poemario de Hass: las reflexiones sobre el arte, los recuerdos, la ecología, las guerras, la toma de conciencia antibélica, los mecanismos de la psique…

Junto con Billy Collins, Sharon Olds, C. K. Williams, Raymond Carver… otra interesante traducción de Bartleby editores de la importante poesía norteamericana actual.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual, por VV. AA.

Editorial Menoscuarto. 615 páginas. Primera edición de 2010.

Hace exactamente 10 años leí una antología de relatos de autores españoles, editada por Lengua de Trapo y titulada Páginas amarillas. En ella se presentaba el trabajo de 38 autores, menores de 40 años.

En Siglo XXI. Los nuevos cuentos del relato español actual, los antologadores, Gemma Pellicer y Fernando Valls, han reunido el trabajo de 35 autores sin, al parecer, ningún tope de edad, primando como criterio que la obra de los cuentistas se haya desarrollado principalmente en la década que llevamos del siglo XXI. La ordenación de los textos dentro del volumen, sin embargo, si toma como criterio la edad de los antologados, empezando por Carlos Castán (nacido en 1960) hasta llegar a Matías Candeira (nacido en 1984).

Recuerdo aún algunos nombres de la antología de Lengua de Trapo (no puedo consultarla, era un libro de la biblioteca), y el buen sabor de boca que me dejaron la mayoría de los cuentos, de los que me surgen ahora escenas sueltas, alguna frase… Así que, comparando con dificultades, me llama la atención haber aislado el siguiente rasgo: aquella antología de finales del siglo XX contenía más elementos posmodernos que ésta de Menoscuarto. Recuerdo un cuento en que el narrador comparaba a la familia de su novia con la familia televisiva de los Simpsons, por ejemplo. En aquel volumen de Lengua de Trapo la juventud, unida a la influencia de las nuevas tecnologías, parecía ser relevante. En ésta de Menoscuarto diría que predomina el clasicismo narrativo. Considerando, en último caso, esta reflexión irrelevante, ya que al final, independientemente de que se hable de un pueblo semidespoblado de la España rural o de un foro de Internet sobre avances informáticos, lo único importante debería ser el resultado.

De los 35 cuentos de Siglo XXI había leído previamente 2 (el de Jon Bilbao y el de Menéndez Salmón), y había leído algún cuento (diferente al que aparece aquí) de otros 6 autores. De la mayoría de los nombres seleccionados tenía alguna referencia, gracias a Internet o a las solapas de los libros leídos en bibliotecas o librerías.

Han sido pocos los cuentos de este volumen con los que no he conectado. La mayoría me han resultado bastante interesantes, y alguno, incluso, una pequeña obra maestra; cuentos que en algunos casos me llevarán a leer el volumen al que pertenecen (al fin y al cabo el descubrimiento, o la selección de opciones mediante una muestra, es uno de los mayores atractivos de una antología de estas características).

Como bien señala José María Merino en este artículo, en la selección predomina el cuento realista (24 de los 35, ha contado él), y quizás, debido a que en el momento actual éste es el tipo de cuentos que más me interesa, he conectado de forma más fácil con ellos.

Yo diría que la mayoría de los autores se rigen por el modelo de cuento abierto, creado por el ruso Antón Chejov a finales y principios del siglo XIX y XX, tras sufrir las variantes de los primeros grandes escritores de cuentos norteamericanos del siglo XX, Ernest Hemingway y Sherwood Anderson; y llegando a su esplendor en este país con las obras de autores como Raymond Carver, John Cheever, Charles Baxter, Tobias Wolff, Lorrie Moore o Alice Munro (canadiense en este caso). Tampoco faltan las referencias hispanoamericanas, sobre todo, al haber en la antología cuentos de carácter fantástico, cuyos predecesores podrían ser Jorge Luis Borges, Julio Cortázar Felisberto Hernández. También he detectado en algún cuento la influencia de H. P. Lovecraft o de Franz Kafka. Quizás sería destacable el hecho de que no acabo de detectar influencias de autores españoles. Por ejemplo, no he creído ver ningún cuento "sobre oficios" al estilo de los de Ignacio Aldecoa; y si tal vez podríamos citar a algún autor como Ignacio Martínez de Pisón, al fin y al cabo él también se fundamenta en la tradición norteamericana.
La extensión de los cuentos es bastante variada, desde las 3 páginas (casi no llega, serían 2 y unos renglones más) del cuento de Cristina Cerrada, hasta las 40 del cuento de Jon Bilbao. Y diría que el tema estrella es de las relaciones de pareja.

Si esta selección de 35 cuentos pretende mostrar las distintas tendencias del cuento actual es normal que, por mi formación como lector, me haya identificado más con unas que con otras.

Podría aislar algunas características de los cuentos que menos me han interesado:

- una visión fantástica o surrealista de la realidad sin límites bien definidos.

- extensión demasiado corta, y así su desarrollo no permite conocer demasiado a los personajes.

- una realidad demasiado vulgar, con una voz narrativa que ahonda en lugares comunes o chascarrillos.

- la intención de innovar en la forma lastra el acercamiento al material narrativo.

- el juego elíptico es excesivo y nos alejaba de los personajes, en vez de acercarlos.

No quiero citar a los autores que menos me han llegado, que en todo caso son una minoría, y además entiendo sus planteamientos narrativos, aunque no hayan conseguido provocar en mí de forma contundente el efecto deseado. De hecho, tampoco me ha disgustado en realidad ningún cuento, ya que el nivel general de esta antología es bastante alto, y la apreciación anterior sería sólo una cuestión de gradaciones y afinidades.

Siguiendo con mi propia visión positiva del acto literario me apetece, en cambio, resaltar -en orden de aparición en la antología- los cuentos que más me han impactado (lo que no deja de ser un acto de subjetividad como cualquier otro):

- Una ventana en la Via Speranzella, de Javier Sáez de Ibarra: un lenguaje muy trabajado, una interesante reflexión sobre el acto artístico con ecos borgianos.

- Gabinete de Maravillas, de Ángel Olgoso, también destacaría su cuidado lenguaje; su juego fantasioso, siniestro…

- Cañón, de Esther García Llovet: me ha gustado su fuerza para recrear la aparentemente anodina escena de una boda, dibujando a los personajes con pinceladas rápidas de gran viveza.

- Cielo distante, de Pablo Andrés Escapa: cuidado lenguaje para recrear la evocación de la vida rural desde el punto de vista de un niño y los recuerdos de su maestro; gran fuerza de la historia no contada.

- El zurdo, de Jesús Ortega: no me sonaba de nada este autor, y su historia realista ha sido de las que más me han conmovido. Muy bien llevado el juego entre lo contado y lo no contado, cuya fuerza se expande en la conciencia del lector una vez acabado el cuento.

- Levante, de Fernando Clemot: un cuento largo, casi una breve novela, sobre el remordimiento. Me ha gustado su capacidad de fabular para situar la acción en Italia y remontarse hasta la 2ª Guerra Mundial y los camisas negras.

- Ambulancias, de Miguel Ángel Muñoz: me ha gustado la intensidad de la historia contada, entre costumbrista y de fuerte dramatismo. Gran potencia de la voz narrativa.

- Después de nosotros, el diluvio, de Jon Bilbao: ya he comentado en el blog lo mucho que me han gustado los dos libros de cuentos de Bilbao. Gran captación de los detalles e investigación de las zonas oscuras del hombre.

- El sueño del monstruo, de Juan Jacinto Muñoz Rengel: me ha parecido original este cuento de ciencia-ficción en su variante de “máquinas de vapor”. Interesante reflexión sobre el acto creativo.

- Shaman´s Blues, de Miguel Serrano Larraz: me ha sorprendido la gran fuerza de la voz narrativa que conduce al lector por un cuento en el que casi no hay sucesos.

Y, como destacar todos los cuentos sería igual que no destacar ninguno, resalto esta decena de un conjunto muy notable. Una interesante vista panorámica del auge del género breve en nuestro país, aunque paradójicamente cada vez más las editoriales grandes estén dejándolo de lado, hueco que están cubriendo de forma meritoria otras pequeñas y pujantes editoriales.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Las hermanas Grimes, por Richard Yates

Editorial Alfagura. 224 páginas. Primera edición 1977, ésta edición de 2009.

Si Vía revolucionaria, publicada cuando el autor tenía 35 años, es la primera novela de Yates, su novela iniciática; ésta, Las hermanas Grimes, su último éxito, es su novela de madurez.

“Ninguna de las hermanas Grimes estaba destinada a ser feliz, y al echar una mirada retrospectiva siempre da la impresión de que los problemas comenzaron con el divorcio de sus padres”. Esta es la primera y contundente frase de Las hermanas Grimes. Una frase que va a marcar el desarrollo de toda la novela, una frase que nos remite de forma inmediata a la tristeza de la obra publicada 15 años antes sobre el matrimonioWheeler, de Vía revolucionaria.
Todos los personajes de Yates parecen seres desvalidos, abocados al fracaso, bebedores compulsivos incapaces de mantener relaciones estables y satisfactorias con los demás. Si era así para Frank y April en Vía revolucionaria, y para el resto de personajes secundarios, el mismo destino parece está esperando a la pareja de hermanas protagonistas de este otro libro.

La historia de Las hermanas Grimes comienza cuando la mayor, Sarah, tiene 9 años, y la pequeña, Emily, 5. Son los años 30 del siglo XX, y los padres de las dos hermanas se acaban de separar, este hecho marcará el comienzo de una vida itinerante para ellas, que siguen a la madre de un trabajo a otro, de una casa a otra.

La historia, narrada en tercera persona, acompaña principalmente a la visión del mundo de la hermana pequeña, Emily. Sarah se casará pronto, con Tony Wilson, un joven norteamericano de educación británica, en un Nueva York donde se vislumbran los ecos de la 2ª Guerra Mundial. Un romance que la hermana pequeña, Emily, parece sentir como “de cine”.
Emily acude a la universidad para estudiar literatura y su mundo se separa del de la madre y la hermana, interesadas en mostrar a los demás un nivel de vida que en realidad no les corresponde.
Emily va pasando de un trabajo a otro, de un hombre a otro. Gran parte de la novela muestra su relación con diversos amantes, que no parecen nunca estar ahí para quedarse. Mientras, la aparentemente vida de casada “de cine” de Sarah no irá sino desquebrajándose.

Las historia se extiende durante más de 4 décadas y alcanza a mostrarnos los años 70 norteamericanos. Así, asistimos a la vida de las hermanas Grimes sobre el telón de fondo de 4 décadas de historia y cambios. La conjunción entre la intrahistoria de los personajes y la historia de un país (2ª Guerra Mundial, guerra de Vietnam…) constituye uno de los grandes logros del libro.

Si en Las hermanas Grimes las intenciones narrativas de Yates parecen similares a las de Vía revolucionaria, mostrando las miserias y las insatisfacciones de la clase media norteamericana, con personajes obligados a convivir pero no a entenderse… no así ocurre con la forma elegida para desarrollar la historia. Todo lo que en Vía revolucionaria era intensidad, violencia contenida -o desencadenada-, se transforma en Las hermanas Grimes en sutileza, en insinuación.

Si Vía revolucionaria me pareció un drama de intensidad dostoyevskiana, Las hermanas Grimes me ha parecido un drama de sutileza scottfiltzgeraldiana (si este término no existe, debería hacerlo).
Creo que el antecesor más claro para esta novela sería Scott Fitzgerald y su descendiente más ilustre Tobías Wolff.

En la página 117 he creído encontrar un homenaje a Ernest Hemingway en esta frase: “Toda la verdad era que no quería viajar con un hombre al que no amaba”, piensa Emily, decepcionada de un viaje a Europa con uno de sus amantes. En París era una fiesta, en una conversación entre el joven Hemingway y su mujer, hablando de Fitzgerald, Hemigway dice: “Aprendí una cosa: nunca salgas de viaje con alguien que no amas”.

Para mí, de acuerdo con Rodrigo Fresán, Las hermanas Grimes también es mi favorita de las novelas de Yates (al menos de las dos que he leído).

Las hermanas Grimes es una novela verdaderamente conmovedora, plagada de saber hacer literario.


martes, 2 de noviembre de 2010

Vía Revolucinaria, por Richard Yates

Editorial Alfaguara. 364 páginas. Primera edición de 1961, ésta de 2009.

El escritor norteamericano Richard Yates publicó en vida al menos dos novelas de éxito (tanto de público como de crítica): ésta, Vía Revolucionaria (1961), y Las hermanas Grimes (1976). Para escritores norteamericanos -si atendemos a la contraportada de la novela- como Kurt Vonnegut y Raymond Carver, Yates era un autor de culto. Murió, sin embargo, en Alabama en 1992, bastante olvidado.

Desde 2008, al menos en España, su obra ha tenido una importante revalorización, gracias en gran parte a la adaptación cinematográfica que hizo Sam Mendes (American beauty) de este libro. Alfaguara ha publicado dos novelas, y RBA una novela más y un libro de relatos. Rodrigo Fresán, siempre entusiasta de la narrativa norteamericana, parece disfrutar mucho con la de Yates.

Vía Revolucionaria está ambientada en 1955, en un paisaje suburbano próximo a Nueva York, ciudad a la que los maridos de las casas de la urbanización Vía Revolucionaria acuden en tren a trabajar.
La novela comienza con una representación teatral, una obra llevada a cabo por una compañía de aficionados de los núcleos urbanos a los que pertenece Vía Revolucionaria. No es un comienzo casual: las vidas de las personas de Vía Revolucionaria, parece decirnos Yates, son un simulacro de una vida perfecta, una representación de gestos de cara a los demás, aprendidos seguramente en el cine. En la página 122, la voz de April Whleer, es percibida por su marido, Frank Whleer, así: “Era una cualidad teatral, de una intensidad ligeramente fingida, como si le hablara no tanto a él cuanto a una abstracción romántica”.

April tiene 29 años y a Frank le quedan unos días para alcanzar los 30. La pareja cuenta ya con dos hijos. Los Whleer son un matrimonio brillante, atractivo. Él fue soldado en la 2ª Guerra Mundial, y estudió en la universidad de Columbia; ella trató de se actriz y ahora es ama de casa. Ella es descrita por su marido en la página 38 como “una imitación de Madame Bobary”. Para Frank está reservado el apelativo de Sartre de Vía Revolucionaria.

La novela está escrita en tercera persona, y el punto de vista narrativo casi siempre acompaña a la visión de Frank, y en menor medida a la de April. El contraste entre sus dos personalidades y puntos de vistas constituye uno de los méritos de la novela. También se perfilan algunos personajes secundarios: los Campbell, vecinos y amigos de Vía Revolucionaria, o los Givings. La señora Givings es la gestora que les ha vendido la casa a los Whleer y está empeñada en presentarse a su hijo, John, internado en una institución psiquiátrica.

También podemos asistir a breves escenas en la empresa de Frank en Nueva York, Knox, pionera en el incipiente mercado de las máquinas calculadoras. El trabajo será presentado como una realidad alienante y absurda.

Los Whleer no están conformes con su vida suburbana. Piensan que Estados Unidos, a fuerza de sensiblería, ha perdido toda su esencia y su capacidad para vivir “de verdad”. El aburrimiento, los trabajos o las conversaciones banales les asedian. Las discusiones privadas constituyen el motor más claro de su relación, hasta que perpetran la idea, seguramente no muy madura, de emigran a Europa (a París).

En la mayoría de las páginas de esta novela las peleas entre la pareja protagonista dan aliento narrativo a la obra, y los periodos de tranquilidad sólo serán entendidos como la calma que precede a la tormenta.

Si hace unas semanas decía que no pensaba, a pesar de las palabras de la contraportada del libro, que El bosque de la noche de Djuna Barnes tuviese una intensidad dostoyevskiana, sí creo que la tiene esta novela de Yates. Es muy rusa siendo, en realidad, profundamente norteamericana.

La novela no da tregua, y la trama avanza inexorablemente hacia un final sin salidas. Quizás Yates hace a sus personajes muy dependientes de las teorías psicoanalíticas –lo que estaba en alza en EE.UU. es los años en que fue escrita-, pero los desvíos narrativos hacía el pasado de los personajes no llegan a constituir un demérito.
Me parece que la novela está sabiamente resuelta al ir alejando el punto de vista narrativo de los dos personajes principales, y centrarse en la visión que los secundarios acaban teniendo de ellos.

Por encima del estilo del libro, eficaz y minimalista, aunque muy incisivo en la creación de los caracteres y los conflictos, hacía tiempo que no leía una novela con tanto interés por la pura trama (y esto teniendo en cuenta que había visto la adaptación cinematográfica en el cine, lo que me hace reflexionar sobre el poder y el hecho diferencial de la lectura: no estaba en realidad tan interesado en saber qué iba a pasar, sino en descubrir cómo iba a evolucionar la psicología de los personajes).

Como dice la publicidad de esta novela, Richard Yates es un clásico norteamericano, y su rescate editorial una más que interesante idea.