Editorial Visor. 202 páginas. Primera edición de 2009.
Como ya escribí aquí, durante la Noche de los Libros estuve primeramente en el Círculo de Bellas Artes escuchando a José Emilio Pacheco. Un poco antes había comprado en la librería Antonio Machado el libro Como la lluvia, el último de los suyos. Lo había hojeado algún otro día y me había parecido interesante lo leído. Así que al final de la entrevista me acerqué al estrado y, entre grupos de escolares, le pedí que me lo dedicara, aunque le tuve que confesar que aún no había leído nada de él. “A David, este final que es un comienzo. José Emilio. Madrid. 2010”, me escribió con un rotulador que marcó la página anterior.
Este poemario ha sido el libro elegido para llevar al viaje de fin de estudios con mis alumnos a Mallorca. El año pasado también llevé poemario. No sé cuánto tiempo seguido voy a poder leer ni el déficit de sueño con el que voy a cargar, lo que acaba por ser un problema ante una lectura ardua.
Pude leer en Mallorca más de la mitad del libro. Por las tardes, mientras los alumnos tenían unas horas de tiempo libre me bajaba a la terraza del hotel, pedía un café y lo tomaba frente al mar, o más bien encima del mar, porque lo de la ley de costas no debía de existir ni por asomo cuando se construyó el hotel. Y esta irregularidad paisajística me reportó algunos momentos de lectura magníficos, con cansancio en el cuerpo, reconfortado a medias por los cafés y a medias por la belleza de las vistas y la hondura de los poemas de Pacheco.
Como la lluvia es un poemario extenso, escrito entre 2001 y 2008. A veces el lector tiene la impresión de encontrarse antes varios poemarios seguidos, resultando el conjunto armonioso y coherente. He oído a algún otro poeta criticar la obra de Pacheco encontrándola falta de verdadero trabajo literario con el lenguaje. Pero a mí me gusta la poesía que tiende a ser narrativa y de base anecdótica y he conectado plenamente con los planteamientos del poemario.
La edición de Visor en su colección Palabra de Honor es impecable, con tapa dura, guardas, páginas satinadas y gruesas, tinta a dos colores… Me llama la atención que mientras los periódicos no dejan de analizar y bombardearnos con la llegada del libro digital cada vez surgen más editoriales que eligen cuidar el libro como objeto (espero que este no sea el canto de cisne del libro).
Un pequeño detalle me ha desconcertado, sobre todo al principio, entorpeciéndome la lectura: Pacheco optan por el verso libre y sin rima, en la mayoría de las ocasiones, pero comienza cada verso con mayúscula. En la entrevista en el Círculo de Bellas Artes dijo que lo había decidido así para resaltar la importancia que da a la idea de Verso. A veces yo tenía que pasar la vista por el verso anterior para ver si había allí un punto.
El libro se divide en cinco parte y desde distintas perspectivas el autor nos muestra su visión negativa del mundo, el dolor ante el absurdo, el paso del tiempo, lo efímero de los esfuerzos humanos, la cercanía de la muerte…
La primera parte, Los personajes del drama, se abre con un poema narrativo de 7 páginas, sobre la juventud y su pérdida, que leí en el avión de ida y me pareció magnífico. En esta parte predominan los poemas largos, narrativos, con personajes fracasados, locos, marginales... Ya en la página 30 leemos: “La más amarga es nuestra condena”. El poema Pecado original, sobre la infancia del autor y la represión religiosa, me ha parecido soberbio.
En la segunda parte, Como si nada, los poemas se hacen más cortos y conceptuales. Leemos en la página 61: “El terrible milagro de estar vivos” y en la 78: “La verdad es dolorosa y no la acepto”. Los poemas cada vez se hacen más cortos e intensos en el conjunto denominado Astillas.
En la tercera parte, El mar no tiene dioses ciclos y secuencias, los poemas vuelven a ser más extensos y narrativos; pero, a diferencia de los de la primera parte, ahora el protagonista suele ser el propio autor, quien sigue con sus pulsiones negativas: “La vida que es dolor y destierro siempre” (página 105). Sin embargo, destacaría en esta parte cierto juego irónico ante la extrañeza del mundo, que me ha recordado a la poesía de la polaca Wistawa Szymborska. Esto lo he notado sobre todo en los poemas titulados Nuevo viaje en derredor de mi cuarto.
El tema de la vejez y la muerte sigue estando vigente: “El áspero tesoro / De la vejez / Al fin conquistado” (página 134).
Me ha gustado el juego final de esta sección con la invención de la figura del Poeta Loco Alonso Cañedo, en esta mascarada de poetas inventados hace Pacheco compadecer incluso a Roberto Bolaño.
La cuarta parte, Celebraciones y homenajes, ha sido con la que menos he disfrutado. Aquí Pacheco se dedica a realizar homenajes a otros artistas, a veces imitando su forma de escribir, y usa rimas y versos contados para escribir emulando, por ejemplo, a Lope de Vega. Sí me ha gustado, sin embargo, el largo poema final, homenaje al pintor Juan Soriano.
La quinta parte, Los días que no se nombran, me ha parecido a medio camino entre los poemas narrativos y personales de la tercera parte, y los cortos y conceptuales de la segunda. Quizás sea lo mejor del libro. “La muerte acecha siempre, / El deterioro / Reina todos los días” (página 191). El poema Literatura y realidad me ha parecido estupendo, y quizás he detectado la huella de Borges en el titulado Aquel otro.
Un gran poemario, un gran compañero de viaje, sobre el café, sobre el mar, sobre el cansancio, sobre la vida...
Me quedé con ganas de recitar a alguno de mis alumnos de 16 ó 17 años -que creen que la poesía es eso que no se entiende y no tiene nada que ver con sus vidas- el poema de la página 82, cuando pasaban por delante y saludaban al profe raro de economía que estaba leyendo poemas frente al mar:
LA MAYORÍA DE EDAD
La mayoría de edad
No se alcanza por fecha de nacimiento
Ni consta en los archivos oficiales.
Nos graduamos de adultos nada más
Cuando alguien nos deja.
En plena juventud llega de pronto
El sabor de la muerte.
Como ya escribí aquí, durante la Noche de los Libros estuve primeramente en el Círculo de Bellas Artes escuchando a José Emilio Pacheco. Un poco antes había comprado en la librería Antonio Machado el libro Como la lluvia, el último de los suyos. Lo había hojeado algún otro día y me había parecido interesante lo leído. Así que al final de la entrevista me acerqué al estrado y, entre grupos de escolares, le pedí que me lo dedicara, aunque le tuve que confesar que aún no había leído nada de él. “A David, este final que es un comienzo. José Emilio. Madrid. 2010”, me escribió con un rotulador que marcó la página anterior.
Este poemario ha sido el libro elegido para llevar al viaje de fin de estudios con mis alumnos a Mallorca. El año pasado también llevé poemario. No sé cuánto tiempo seguido voy a poder leer ni el déficit de sueño con el que voy a cargar, lo que acaba por ser un problema ante una lectura ardua.
Pude leer en Mallorca más de la mitad del libro. Por las tardes, mientras los alumnos tenían unas horas de tiempo libre me bajaba a la terraza del hotel, pedía un café y lo tomaba frente al mar, o más bien encima del mar, porque lo de la ley de costas no debía de existir ni por asomo cuando se construyó el hotel. Y esta irregularidad paisajística me reportó algunos momentos de lectura magníficos, con cansancio en el cuerpo, reconfortado a medias por los cafés y a medias por la belleza de las vistas y la hondura de los poemas de Pacheco.
Como la lluvia es un poemario extenso, escrito entre 2001 y 2008. A veces el lector tiene la impresión de encontrarse antes varios poemarios seguidos, resultando el conjunto armonioso y coherente. He oído a algún otro poeta criticar la obra de Pacheco encontrándola falta de verdadero trabajo literario con el lenguaje. Pero a mí me gusta la poesía que tiende a ser narrativa y de base anecdótica y he conectado plenamente con los planteamientos del poemario.
La edición de Visor en su colección Palabra de Honor es impecable, con tapa dura, guardas, páginas satinadas y gruesas, tinta a dos colores… Me llama la atención que mientras los periódicos no dejan de analizar y bombardearnos con la llegada del libro digital cada vez surgen más editoriales que eligen cuidar el libro como objeto (espero que este no sea el canto de cisne del libro).
Un pequeño detalle me ha desconcertado, sobre todo al principio, entorpeciéndome la lectura: Pacheco optan por el verso libre y sin rima, en la mayoría de las ocasiones, pero comienza cada verso con mayúscula. En la entrevista en el Círculo de Bellas Artes dijo que lo había decidido así para resaltar la importancia que da a la idea de Verso. A veces yo tenía que pasar la vista por el verso anterior para ver si había allí un punto.
El libro se divide en cinco parte y desde distintas perspectivas el autor nos muestra su visión negativa del mundo, el dolor ante el absurdo, el paso del tiempo, lo efímero de los esfuerzos humanos, la cercanía de la muerte…
La primera parte, Los personajes del drama, se abre con un poema narrativo de 7 páginas, sobre la juventud y su pérdida, que leí en el avión de ida y me pareció magnífico. En esta parte predominan los poemas largos, narrativos, con personajes fracasados, locos, marginales... Ya en la página 30 leemos: “La más amarga es nuestra condena”. El poema Pecado original, sobre la infancia del autor y la represión religiosa, me ha parecido soberbio.
En la segunda parte, Como si nada, los poemas se hacen más cortos y conceptuales. Leemos en la página 61: “El terrible milagro de estar vivos” y en la 78: “La verdad es dolorosa y no la acepto”. Los poemas cada vez se hacen más cortos e intensos en el conjunto denominado Astillas.
En la tercera parte, El mar no tiene dioses ciclos y secuencias, los poemas vuelven a ser más extensos y narrativos; pero, a diferencia de los de la primera parte, ahora el protagonista suele ser el propio autor, quien sigue con sus pulsiones negativas: “La vida que es dolor y destierro siempre” (página 105). Sin embargo, destacaría en esta parte cierto juego irónico ante la extrañeza del mundo, que me ha recordado a la poesía de la polaca Wistawa Szymborska. Esto lo he notado sobre todo en los poemas titulados Nuevo viaje en derredor de mi cuarto.
El tema de la vejez y la muerte sigue estando vigente: “El áspero tesoro / De la vejez / Al fin conquistado” (página 134).
Me ha gustado el juego final de esta sección con la invención de la figura del Poeta Loco Alonso Cañedo, en esta mascarada de poetas inventados hace Pacheco compadecer incluso a Roberto Bolaño.
La cuarta parte, Celebraciones y homenajes, ha sido con la que menos he disfrutado. Aquí Pacheco se dedica a realizar homenajes a otros artistas, a veces imitando su forma de escribir, y usa rimas y versos contados para escribir emulando, por ejemplo, a Lope de Vega. Sí me ha gustado, sin embargo, el largo poema final, homenaje al pintor Juan Soriano.
La quinta parte, Los días que no se nombran, me ha parecido a medio camino entre los poemas narrativos y personales de la tercera parte, y los cortos y conceptuales de la segunda. Quizás sea lo mejor del libro. “La muerte acecha siempre, / El deterioro / Reina todos los días” (página 191). El poema Literatura y realidad me ha parecido estupendo, y quizás he detectado la huella de Borges en el titulado Aquel otro.
Un gran poemario, un gran compañero de viaje, sobre el café, sobre el mar, sobre el cansancio, sobre la vida...
Me quedé con ganas de recitar a alguno de mis alumnos de 16 ó 17 años -que creen que la poesía es eso que no se entiende y no tiene nada que ver con sus vidas- el poema de la página 82, cuando pasaban por delante y saludaban al profe raro de economía que estaba leyendo poemas frente al mar:
LA MAYORÍA DE EDAD
La mayoría de edad
No se alcanza por fecha de nacimiento
Ni consta en los archivos oficiales.
Nos graduamos de adultos nada más
Cuando alguien nos deja.
En plena juventud llega de pronto
El sabor de la muerte.